CORPORATE-GOVERNMENT FUSION IN THE US

By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.

Influence plays an increasingly important role in the US political system. The financial oligarchy buys and pays politicians more openly each day through donations to their electoral campaigns, thus giving evidence of a mutual dependency that places the citizens in a completely helpless situation.

The merger of corporate power and the actions of elected or appointed officials in the system of "representative democracy" leaves no room for the defense of the public interest.

Millions of dollars in campaign funding flood the halls of power in Washington given out by tens of thousands of high-paid corporate lobbyists, while corporate executives shuffle freely between the public and private sectors. The separation between government agencies and private corporations grows more and more intangible.

Such corporate control of government activity helps explain why the US citizens suffer from a health-care system that lines the pockets of industry executives to the detriment of the sick; a war industry that causes insurmountable death and destruction to make weapons-makers and defense contractors richer; and a financial sector that breaks the backs of the workers and the poor to dole out billions of dollars in bonuses to Wall Street executives.

This rapidly increasing corporatism goes beyond the nation's boundaries through its diplomacy, as denounced in an article entitled "Exposing the Growing Corporatism Dominating American Diplomacy Abroad" signed by Rania Khalek and published last July in Information Clearing House.

Many of the WikiLeaks US embassy cables reveal the enormous influence exerted by corporations on Washington diplomacy and the constant intervention of US embassy staff on the internal affairs of foreign countries on behalf of US corporations.

This corporate-government collusion that often operates at the highest levels of power, has managed to create an operational procedure that allows government officials to have what may be considered a second job as servants of the corporations which in the case of diplomats is equivalent to work as virtual marketing agents for a given corporation.

Rania Khalek's journalistic work illustrates, with revelations from WikiLeaks, how US diplomats in a sordid and indecorous way act more on behalf of their corporate interests than on those of the nation they represent.

Through diplomats acting as salespersons with privileged access to heads of state in many countries, big corporations promote the sale of their products, technologies and services and offer at high government levels seducing contracts that thwart the offers of their European or Asian rivals.

With the blessing or approval of the State Department, and on behalf of corporations and against the people's rights and the environment, US diplomats in some countries spy on the leaders of indigenous, worker and student groups as well as on their followers who organize strikes and protests.

Commissioned by consortiums, US diplomats analyze the official policies of the countries where they are accredited which affect or might damage their corporate interests and hand out bribes and payments to fund destabilizing actions.

In no few Third World countries, US diplomats get involved in worker-employer relations and exert pressure on governments with aims such as keeping the official minimum wage of sweatshop workers low.

Perhaps the most positive achievement of WikiLeaks's revelations has been to reveal the corruption introduced by corporations in the US government via its diplomacy.

It is clear that the US oligarchy that for centuries has been acting as an invisible government is now entering a phase in which it had to put aside the democratic fiction and show its raw visage.

It also seems that aware citizens in the US have started to see things more clearly despite the covering up and manipulation of information by mainstream media in the hands of, precisely, this invisible government.

The popular catchphrase "Occupy Wall Street!" as a proposal to solve the crisis of the system, printed on the banners of the "indignados" acting in declared representation of 99% of the US citizens is proof  of this.

October 2011.
   
    LA FUSIÓN CORPORATIVA GUBERNAMENTAL EN USA

Por Manuel E. Yepe

La influencia desempeña un papel cada vez más importante en el sistema político estadounidense. La oligarquía financiera compra y paga cada vez más abiertamente a los políticos con donaciones para sus campañas electorales, haciendo con ello más evidente una mutua dependencia que sitúa a la ciudadanía en una posición de total indefensión.

La fusión del poder de las corporaciones con el accionar de los funcionarios electos o nombrados en el sistema “democrático representativo” no deja espacio a la defensa del interés público.

Millones de dólares en financiamiento para las elecciones inundan las salas del poder de Washington aportados por decenas de miles de bien remunerados lobistas de las corporaciones, en tanto que los ejecutivos de las corporaciones se mueven cada vez con mayor libertad entre lo público y lo privado. La separación entre los organismos del gobierno y las corporaciones privadas se hace más y más intangible.

Este control corporativo sobre la actividad del gobierno ayuda a explicar por qué la ciudadanía estadounidense sufre un sistema de salud que llena los bolsillos de los ejecutivos de la industria en detrimento de los enfermos; la industria de la guerra causa tanta muerte y destrucción para enriquecer a fabricantes de armas y contratistas de la defensa, y el sector financiero quebranta a la clase obrera y a los pobres para distribuir miles de millones de dólares en bonificaciones a los directores ejecutivos de Wall Street.

Este corporativismo en rápido crecimiento se extiende más allá de las fronteras de la nación a través de su diplomacia, como denunció un artículo titulado “Cómo las corporaciones dominan la diplomacia estadounidense” publicado a fines de junio en la revista Information Clearing House con la firma de Rania Khalek.

Muchos de los mensajes de embajadas de EE.UU. publicados por WikiLeaks revelan la exorbitante influencia que ejercen las corporaciones sobre la diplomacia de Washington y la constante intervención del personal de sus embajadas en los asuntos internos de otros países por cuenta de las corporaciones estadounidenses.

Esta colusión corporativa-gubernamental, que a menudo opera a los más altos niveles del poder, ha logrado crear un procedimiento operativo que propicia que los funcionarios del gobierno tengan lo que puede considerarse un segundo empleo como servidores de las corporaciones que, en el caso de los diplomáticos, equivale a un trabajo como agentes virtuales de mercadeo de alguna corporación.

El trabajo periodístico de Rania Khalek ilustra con revelaciones de WikiLeaks la manera en que los diplomáticos de EEUU, de manera sórdida e indecorosa, actúan más por cuenta de intereses corporativos que por los de la nación que representan.

Con diplomáticos sirviéndoles como personal de ventas con acceso privilegiado a los jefes de Estado de muchos países, las grandes corporaciones promueven la venta de sus mercancías, tecnologías y servicios, y ofrecen a muy elevado nivel de gobierno seductores contratos capaces entorpecer las ofertas de sus rivales europeos o asiáticos.

Con beneplácito o aprobación del Departamento de Estado, en algunos países, diplomáticos estadounidenses espían por cuenta de las corporaciones y en detrimento de los derechos populares y el medio ambiente, a dirigentes indígenas, obreros, estudiantiles y académicos, así como a sus partidarios que organizan huelgas y protestas.

Por encargo de los consorcios, diplomáticos de EEUU analizan las políticas oficiales de los países de su acreditación que afectan o puedan perjudicar sus intereses corporativos y tramitan sobornos y pagos para sufragar acciones desestabilizadoras.

En no pocos países tercermundistas, diplomáticos de Estados Unidos se involucran en las relaciones obrero-patronales ejerciendo presión sobre los gobiernos para objetivos tales como, por ejemplo, mantener por debajo del salario mínimo oficial a los trabajadores de las maquiladoras.

Quizás el logro más positivo de las indiscreciones de WikiLeaks haya sido sacar a la luz la corrupción introducida en el gobierno de los Estados Unidos por las corporaciones a través su diplomacia.

Se evidencia que la oligarquía estadounidense, que hace siglos ha venido actuando como un gobierno invisible, se adentra en una época en que ha tenido que dejar a un lado la ficción democrática para mostrarse crudamente.

Parece que la ciudadanía consciente de Estados Unidos también ha comenzado a ver el asunto más claramente, pese al ocultamiento y manipulación de la información por los medios principales en manos precisamente de aquel gobierno invisible.

La consigna popular de “¡Ocupar Wall Street!” enarbolada por los “indignados” en representación declarada del 99% de los ciudadanos de Estados Unidos como propuesta para resolver la crisis del sistema, es prueba de ello.

Octubre de 2011.