“Pobre del
cantor que fue marcado
para sufrir un poco
y hoy está derrotado.”
Pablo Milanés
Pobre del cantor
Cuando hace poco más de un año
en
mi artículo No ha sido fácil, Pablo, pero
seguimos siendo, comenté ciertas declaraciones
anunciadas como hechas por el cantautor cubano Pablo Milanés al
periódico español El Mundo, me negaba a creer que fueran
realmente suyas. Hoy, al leer la
carta abierta dirigida por Pablo al
periodista cubano radicado en Miami Edmundo García,
pudiera pensarse casi lo mismo a no ser por ciertos elementos
relacionados con la entrevista que comenta, que serían muy
difíciles de conocer o falsear por un extraño.
Sin embargo la grosería
manifiesta a lo largo de esta diatriba infeliz, el oportunismo
ramplón que refleja, teniendo en cuenta que el cantante iba a
dar un concierto en la ciudad donde anidan las más reaccionarias
intenciones contra su propia patria, y las descalificaciones a
un periodista cubano que se atreve desde allí a levantar la voz
para defender a Cuba de los terroristas que han hecho explotar
en pleno vuelo aviones civiles, perpetrado los más horrendos
crímenes antes y después de 1959, y que han terminado
secuestrando prácticamente a la propia comunidad cubana radicada
en Miami, me resultan espiritual y culturalmente ajenas a un
hombre que sabe, recordando a Martí, que “el pan no vale que se
le amase con la propia vergüenza”.
Como justamente ya se ha dicho,
“los trituradores de discos han
vuelto con esa fuerza más a mostrar el rostro del
extremismo anticastrista. No se trata de algo
excepcional y minoritario en la ciudad donde pidieron la caída
del avión que regresaba el niño Elián
a Cuba, celebraron por adelantado y eufóricamente la muerte de
Fidel, y rinden tributo a
quienes asesinaron al Comandante Che Guevara o volaron un avión
civil en el que murieron 73 personas. Lamentablemente,
no “son actos del pasado en una ciudad que ha cambiado mucho” —pues
todas esas acciones han ocurrido en pleno siglo XXI— ni pueden
mostrarse como ejemplos del espíritu democrático en una
sociedad que algunos pretenden modelo para el mundo. Tampoco —para
quienes juegan a igualar intolerancias de un lado y otro—
existen parelismos posibles con tales actos que van contra la
propia naturaleza humana”. Tiene razón
Edmundo García cuando subraya
lo peligrosa que resulta la insinuación de Pablo, que coincide
con la ultraderecha, de que él ha sido enviado a Miami para
dividir.
Hoy, ante la infamante nota
introductoria al texto de Pablo, publicada en Kaosenlared,
me cuesta trabajo reconocer al creador de "El breve espacio en
que no estás" y "Yolanda". Habría que preguntarse cómo
Pablo ha podido saltar del sitial en que el pueblo cubano lo ha
mantenido por largo tiempo al pantano moral en que hoy se hunde
con cada nueva declaración. El posible éxito que hayan tenido
sus presentaciones en Estados Unidos palidece ante la infamia.
Acaso estemos presenciando en tiempo real la triste trama
de La Metamorfosis, en la que Gregorio Samsa se despertó
convertido en un monstruoso insecto.
Igual sucede cuando confiesa a
Edmundo que está equivocado al suponer sus declaraciones
manipuladas por los medios “...soy yo el que me sirvo de esos
periódicos para que difundan las entrevistas que en Cuba me
están negadas y que
sueño con que aparezcan en el Granma y las lea todo el
pueblo y que un sólo periodista, uno sólo de los tantos miles
que hay en la isla, tenga lo que hay que tener para dar a
conocer lo que tantos años llevo expresando.” Así, con este
estilo de rufián de barrio, el “corajudo” Pablo o su amanuense
reta a nuestros periodistas de la Isla y a nuestros medios, como
si no fuera coraje bastante el que se hayan mantenido peleando
durante medio siglo en una trinchera siempre amenazada con el
asalto inminente por la más poderosa maquinaria de destrucción
que haya tenido jamás el planeta y que ha demostrado en los
últimos tiempos —Afganistán, Iraq, Libia— que ya le importa
poco la opinión pública cuando de ir tras sus intereses se trata.
Ya ni siquiera se preocupan por fabricar consenso.
Precisamente un medio cubano,
La Jiribilla,
ha señalado con agudeza la lógica de la manipulación:
“Es común encontrar en los titulares de transnacionales
mediáticas la alusión a voces de prestigio que se suman a la
ultraderecha de origen cubano en Miami, verdadera artífice y
usufructuaria directa de esta larga guerra contra un país
soberano. Los medios en EE.UU. y Europa, especialmente en España,
prefieren usar contra Cuba a cualquiera que sea auténtico y, más
aún, si su influencia en la gente se origina en las ideas de la
verdadera libertad y la justicia”.
Nuestra prensa cubana, sin
olvidar aquella “sutileza” planteada por el entrañable Cintio
Vitier de que hemos construido un parlamento en una trinchera,
ha sido convocada hoy, por el propio Raúl, para arremeter contra
las menguas y los vicios que lastran el desarrollo de un
proyecto social autóctono, que ha sido construido en este medio
siglo a fuerza de mucha entereza y sacrificio, enfrentando todo
tipo de obstáculos, la mayoría de los cuales los han colocado
aquellos mismos poderosos vecinos que no tuvieron a mal dejarnos
desangrar en las tres guerras por la independencia hace poco más
de un siglo, los que refugiaron a los asesinos y a sus
admiradores y los protegieron, entrenaron y armaron para
lanzarlos otra vez contra nosotros en Playa Girón hace cincuenta
años, los que encerrados en su odio e impotencia nos han querido
hacer la vida imposible siempre, aquellos a los que no debemos
darle, Pablo, según dijo el Comandante que cantaste y que fue
sin duda el verdadero poeta, “ni tantito así, nada.”
Nuestra prensa está convocada
–y no por Pablo Milanés desde Miami- a resolver sus propias
carencias, a ser sobre todo crítica con nuestros defectos, a
emplazar y denunciar a la burocracia, a señalar todo lo que
lastra el gran esfuerzo que hacemos por la eficiencia y el
desarrollo, a acompañar y liderar la democracia popular y el
debate público que la caracteriza.
Ser cubano no es solo un gran
honor, es también una enorme responsabilidad ante el mundo y
ante nuestra propia historia. Para ser cubano no basta con haber
nacido en Cuba, es sobre todo mostrar la voluntad de serlo. Así,
Máximo Gómez y Che Guevara, por solo citar los ejemplos cimeros,
fueron y serán más cubanos que otros tantos miles que en Cuba o
fuera de ella han trabajado y trabajan contra ella. Pablo
Milanés ha sido durante muchos años para su pueblo y para el
mundo un símbolo de la rebeldía y la dignidad cubanas contra la
prepotencia y la agresividad del “gran enemigo del género humano”.
Por eso duelen de verdad estas piruetas incalificables de un
hombre que hoy declara no ser un político luego de haber
alcanzado su actual estatura con la canción protesta, haciendo
la mejor política que podrá hacerse siempre, que es la que se
hace desde el arte, desde la cultura y desde una identidad a
prueba de estrategias de marketing, como lo fue el Movimiento de
la Nueva Trova.
Si fuéramos a criticar a la
intolerancia y al fanatismo, tendríamos que pedirle ecuanimidad,
mesura y algo de coherencia a este Pablo que aparece en Miami
confesando ya no ser fidelista, aunque luego pida que no se
entiendan sus críticas al gobierno cubano como que él está en
desacuerdo con Fidel, al que además confiesa que no estaría
dispuesto a dedicarle un concierto que le dedicaría a las Damas
de Blanco, con las que tampoco quiere que lo supongan de acuerdo.
Tamaño galimatías no se le hubiera ocurrido ni a Cantinflas.
En su declaración abierta,
advierte Pablo que “A mi regreso a La Habana (…) le digo por
este medio a la intelectualidad cubana, a los artistas, a los
músicos y a los altos cargos del Estado, que no me susurren más
al oído: "estoy de acuerdo contigo pero, “¡imagínate!". Yo no
estoy arrepentido de incinerarme sólo en mi actitud, pero es
triste y vergonzoso que haya un silencio cómplice tan funesto…”
Resulta difícil de creer que quien se ofende y acusa al
periodista Edmundo García de insultar a tres o cuatro artistas
extranjeros que son amigos de Pablo y lo fueron de Cuba, al
suponerlos influenciables, se arriesgue a desacreditarse al
punto de afirmar, más que suponer, que “la intelectualidad
cubana”, “los artistas”, “los músicos” y “los altos cargos del
Estado” son criaturas tan viles y genuflexas como para vivir
derritiéndose, inseguros y acobardados, entre un ente a todas
luces “supraestatal” y Él.
Esta vez exageraste, Pablo, no
eres Dios. |