HOW CUBA COULD EASE THE US CRISIS
By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.

The little island neighbor could make a small but valuable contribution to the solution of the economic crisis in the US. There have been (and there are) congresspersons and political leaders in the country who support a reduction of the taxpayer's money Washington has been granting for half a century to promoting the downfall of the Cuban government and the end of its revolution.

Unfortunately, most of them do not base their stand on the defense of humanitarian principles or international law, but rather on the evidence that the world superpower has not been able to get rid of the small irreverent neighbor who insists on being independent and, even worse, sets a bad example that irradiates in different ways to the continent and other “developing” countries.


There are also those who base their view on the demonstration that the resources destined to hurt Cuba end up in the hands of corrupt extreme right opportunists – of Cuban origin or American – who have accumulated in this way huge personal fortunes that keep growing constantly and are promoters of corruption in US society.

But, considering the seriousness of the financial crisis in the US, there are those who begin to stress how expensive it is for the US to wage its useless war to subdue the Cuban people. For the citizens of the island, the damages of the blockade, which was put in place immediately after the victory of the Revolution in 1959, and became official in 1960, have always been visible. The direct economic damage to Cuba is calculated at more than $750 billion dollars at the present value of the currency. This money could have been invested on projects for economic and social sustainable development.


Anyone can figure out how Cuba would be today if there had been no blockade. Considering the impressive advances in education, science, technology and culture, it would already be a developed country. This is so even when Cubans speak of a future of development not based on the exploitation of other countries from a relatively better economic situation, but instead on relations of solidarity with the other peoples of the world. These are the relations that have made the Revolution internationally strong.

Without resorting to figures which could be secret or false, think how much US citizens fail to earn because of the bans on investments and trade with one of their closest neighbors, whose economy is complementary and could be even more so. 

Imagine what the scenario could be if Washington redirected the resources it currently uses against Cuba on several fronts, i.e., espionage and intelligence, subsidies for traitors and alleged “dissidents”, the maintenance of the militarily impractical and obsolete Guantanamo naval base (currently turned into a shameful torture center for suspects), the implementation of the blockade they euphemistically call “embargo”, surveillance of travel to Cuba entrusted to the Office for Foreign Assets Control (OFAC); the use of its diplomatic service for the persecution of branches or partners of US entities all over the world to prevent them from doing business with Cuba, and for threatening third countries with American retaliation to obstruct their links with the island. 

The economic cost of the media campaign against Cuba in the US and the world, as well as the political cost of keeping it in every hate list produced by Washington to harm the island´s links with other nations, are extremely high.  


In addition to this, the funds approved by Congress for internal subversion in Cuba remain mostly in the accounts of organizations linked to the “hate industry” managed by the US extreme right-wing and its Cuban-American counterparts.

It could be rightly argued that US wars boost employment in their military industries while the war against Cuba does not represent much in this sense.  In times of severe crisis like the one now affecting the superpower, with the short-term prospect of losing its place as the leader of the world’s capitalist economy, an option whose only cost would be to acknowledge the independence of Cuba should not be ignored.

I’ve heard many Americans blame the Miami-based Cuban pressure groups for the situation, but in the higher echelons of the government and in Congress everyone knows that this inconvenience will be easily solved whenever the political will of the oligarchy deems it convenient.


August, 2011.




 

 

   
    CÓMO CUBA PODRÍA ALIGERAR LA CRISIS DE EEUU

Por Manuel E. Yepe

La pequeña isla vecina podría hacer una modesta pero valiosa contribución a la solución de la crisis económica de Estados Unidos. Ha habido (y hay) congresistas y líderes políticos de ese país que abogan por la disminución de los dineros de los contribuyentes que Washington dedica, desde hace medio siglo, a promover el derrocamiento del gobierno y el fin de la revolución en Cuba.

Lamentablemente, la mayor parte de ellos no fundamenta su posición en la defensa de principios humanitarios ni los del derecho internacional, sino en la evidencia de que la superpotencia mundial no ha podido deshacerse del pequeño vecino irreverente que insiste en ser independiente y, peor aún, constituye un mal ejemplo que cunde de múltiples maneras por el continente y los demás países “en vías de desarrollo”.

Hay también quienes se basan en la demostración de que los recursos destinados a perjudicar a Cuba van a parar a manos de corruptos oportunistas de extrema derecha - de origen cubano o nativos norteamericanos- que así han llegado a amasar grandes fortunas personales que acrecientan sin cesar y son multiplicadores de la corrupción en la sociedad estadounidense.

Pero, ante la gravedad de la crisis financiera que sufre Estados Unidos, hay quienes comienzan a enfatizar en lo que le cuesta a la nación norteña esa guerra inútil para someter al pueblo cubano. Para los ciudadanos de la isla, los perjuicios del bloqueo, que se inició inmediatamente después de la victoria de la revolución en 1959 y se hizo oficial en 1960, han sido siempre evidentes. El daño económico directo a Cuba se calcula en más de $750 mil millones, al valor actual de esa moneda, que podrían haberse invertido en proyectos de desarrollo económico y social sostenibles.

Cualquiera puede calcular cómo estaría Cuba hoy si no hubiera habido bloqueo. Considerando los impresionantes avances en la educación, las ciencias, la técnica y la cultura, sería ya un país desarrollado, aunque los cubanos hablan de un futuro de desarrollo que no descanse en la explotación de otros países desde una relativamente mejor situación económica sino en las relaciones de solidaridad con los pueblos del resto del mundo, que son las que en realidad han hecho internacionalmente fuerte a su revolución.

Pero, sin apelar a cifras que pudieran ser secretas o falsas, piénsese cuánto dejan de ganar los estadounidenses por las prohibiciones de comercio e inversión con uno de sus vecinos más cercanos, cuya economía le es complementaria y podría serlo más.

Calcúlese cual sería el escenario si Washington reorientara para fines pacíficos los recursos que actualmente emplea contra Cuba en diversos frentes de la defensa, como el espionaje y la inteligencia; la subvención de traidores y de supuestos “disidentes”; el sostén de la militarmente inoperante y obsoleta base naval de Guantánamo (convertida hoy en vergonzoso centro de torturas a sospechosos); la implementación del bloqueo que eufemísticamente llaman “embargo” y la vigilancia de la prohibición de los viajes a Cuba por la Oficina Federal para el control de activos (OFAC); el empleo de su diplomacia para la persecución de sucursales o socios de entidades estadounidenses en cualquier parte del mundo para evitar que hagan negocios con Cuba, y amenazar a las de terceros países con la represalia norteamericana para obstaculizar nexos de éstas con la isla caribeña.

El costo económico de la campaña mediática contra Cuba en Estados Unidos y el mundo, así como el costo político de mantener a la Isla en todas las listas de odio que genera Washington para perjudicarla en sus vínculos con otras naciones, son sumamente elevados.

A ello se agrega que los aportes financieros aprobados por el Congreso para la subversión interna en Cuba quedan, en su mayor parte, en cuentas de organizaciones vinculadas a la “hate industry” o “industria del odio” operada por elementos de la extrema derecha de Estados Unidos y su similar cubanoamericana.

Podría argumentarse, con razón, que las guerras de Estados Unidos fomentan empleos en sus industrias militares y que la que mantiene contra Cuba no significa gran cosa en ese sentido. Pero en momentos de grave crisis como los que vive la superpotencia, con perspectivas de ceder a corto plazo su lugar al frente de la economía capitalista mundial, no debían descartar una opción cuyo único costo sería reconocer la independencia de Cuba.

He oído a muchos estadounidenses culpar de la situación a los grupos cubanos de presión de Miami, pero en los niveles superiores del gobierno y el Congreso se reconoce que este inconveniente se resolverá con facilidad cuando esa sea la voluntad política de la oligarquía.

Agosto de 2011.