La mochila con sus libros y
algunas películas era algo que nunca faltaba en los recorridos
de Fidel por el país creando o chequeando el proceso de los
planes puestos en marcha por la Revolución. En una ocasión,
navegaba rumbo a la provincia de Oriente probando un barco de
fibrocemento de los primeros que salían de los nuevos astilleros
de Cárdenas. En esa ocasión, yo viajaba como periodista en la
embarcación porque, además, luego habría un amplio recorrido por
la provincia oriental. El capitán del barco recomendó con cierta
urgencia el desembarco por un lugar bastante apartado de la
costa. No había puente ni calado adecuado para acercarse más a
la ensenada y fueron lanzadas escaleras de soga hacia unos botes
para el trasbordo. Cuando Fidel abordó el suyo, gritó casi
suplicante: “Mis libros, por favor, tiren mis libros”. Parecía
que se sentía desamparado sin sus libros; los que estuviera
leyendo o llevaba para leer en los pocos ratos de descanso.
Este recuerdo me trae a la
mente una fotografía excepcional que había visto muchas veces:
Fidel, como Comandante del Ejército Rebelde acostado en el suelo
junto a un bohío, un saco de yute como almohada, leyendo un
libro en la Sierra Maestra. Fue una de las primeras imágenes que
aparecieron en la prensa internacional sobre los inicios del
frente guerrillero tras el desembarco del Granma. Pero,
cualquier escena semejante pudo haberse registrado y de hecho se
registraron en otros momentos.
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Ya, desde su prisión en el
Presidio Modelo de Isla de Pinos, él mismo da constancia de la
devoción por la lectura cuando escribe a familiares o amigos.
Dice en una ocasión: “Dedico los domingos a leer Vidas
paralelas, de Plutarco que me entretienen enormemente. Estos
libros son una vieja ilusión mía desde que estaba en los
primeros grados y me embelesaba leyendo la Historia. Nunca
estaba conforme con lo que traían los textos y siempre quería
averiguar más”. En otro momento, escribió: “Me antojo de un
libro, Cecilia Valdés, de Villaverde. Hace años no le
presté ninguna atención y hoy estoy apuradísimo por tenerlo, he
vivido días felices, embelesado, olvidado de todo, trasladado
prácticamente al siglo pasado, en las páginas de tan formidable
historia de Cuba (…) Intercalar una novela, además, cuando viene
al caso es un método que me gusta por lo que me permite
descansar en medio del estudio y redoblar el interés. Con
frecuencia me siento tentado a evadirme un poco por el campo de
la ficción; aunque por suerte, la Historia me entretiene, mucho
más cuando como esta no es solo historia política, sino historia
económica, social y cultural, lo más amplia y profunda que pueda
pedirse”.
Sobre su condición de lector
meticuloso ha dado testimonio
Gabriel García Márquez que
solía enviarle originales de sus novelas, y ha contado que Fidel
le hacía observaciones que él, como autor, había pasado por
alto.
Pero, su devoción de lector no
es egoísta ni es solamente íntima y uno de los ejemplos más
válidos se encuentra quizá en el hecho de que, ya al frente de
la Revolución victoriosa convirtiera cada imprenta de los
periódicos abandonados por sus dueños, en editoriales donde su
publicaron millones de libros de cultura general, empezando por
El Quijote, de Cervantes.
Paralelamente, desde los
albores de la Revolución, trazó el plan que en breve tiempo
(1961) se convertiría en la Campaña Nacional de Alfabetización.
Todo el pueblo tenía que saber leer y escribir. Ya desde antes,
en su alegato La historia me absolverá en el juicio del
Moncada, el joven abogado Fidel Castro había expresado que no le
diría al pueblo cree sino lee.
Recorrido por Oriente, 1970 |
No se trata de llevar un
inventario de los programas culturales sobre la lectura, las
artes y la ciencia, que Fidel, tanto político como intelectual
(al igual que José Martí) ha creado a lo largo de lo años y
cuyos frutos se cosechan, pero es oportuno recordar algunos:
Entre los más contemporáneos y masivos —utilizando medios
audiovisuales— fue la famosa Universidad para Todos, y
paralelamente el desarrollo y seguimiento personal de las Ferias
del libro en todo el país.
Hoy, además del ávido lector de
siempre, en todo tiempo y lugar, Fidel es el buen escritor que
también ha habido eternamente en él. |