Leonardo Padura Fuentes
digital@juventudrebelde.cu
30 de Julio del 2011 21:29:14 CDT
A 50 años de la muerte de Ernest Hemingway siguen en pie los
misterios de sus relaciones con el FBI y de las posibles
conexiones de la agencia federal con el suicidio del escritor.
Los que han tenido en sus manos el famoso
file del FBI dedicado a Ernest Hemingway afirman que está
integrado por 124 páginas, de las cuales, todavía hoy, 15
permanecen reservadas «in the interest of the national defense».
De las restantes hay 40 manchadas con tinta negra, excepto los
saludos y firmas, y varias más prácticamente ilegibles. Entre lo
legible y lo manchado se puede establecer que el file recoge
información sobre Hemingway reunida entre 1942, en plena Guerra
Mundial, y 1974, casi 15 años después de su muerte.
La existencia de 15 páginas censuradas y
de 40 manchadas con esmero, la permanencia de otras en las que
apenas se repite información insulsa sobre los días en que
Hemingway persiguió submarinos alemanes por las costas de Cuba
y, finalmente, el hecho de que el escritor haya sido objeto de
interés investigativo por el FBI incluso después de su muerte,
cuando menos advierten de lo problemática de esa relación.
Los documentos legibles advierten que
Hemingway, quien en los años de la Guerra Civil Española había
criticado duramente a la agencia federal, decidió colaborar con
la que él mismo llamaría «La Gestapo Americana» a partir de
septiembre de 1942 (ya radicado en Cuba), con dos objetivos
fundamentales: informar sobre las actividades de los miembros de
la Falange Española y simpatizantes nazis radicados en la Isla y
montar una operación de búsqueda de los submarinos alemanes con
el propósito de descubrir dónde y, sobre todo, quién le
suministraba el necesario combustible para que siguieran
surcando las aguas del Caribe.
La conexión se establece a través de la
Embajada norteamericana en La Habana y el encargado de recibir
la información era el «agregado legal» R.G. Leddy, un hombre del
FBI con muy pocas simpatías por Hemingway, como lo advierten
comentarios que dejó caer en sus informes, como en los que
recuerda que el escritor «estuvo vinculado activamente con la
República durante la Guerra Civil en España», o el otro en que
anota el hecho de que en 1940 se había unido a «una campaña
general de desprestigio del FBI después del arresto de ciertos
individuos en Detroit por su presunta infracción de las Leyes de
Neutralidad debido a sus actividades en la Guerra Civil Española»,
e incluso afirma que «se le ha acusado de tener simpatías
comunistas».
Bajo el amparo del FBI, Hemingway, con su
manía de protagonismo, montó y dirigió una red de informantes
«aficionados», pero aquella colaboración solo duró siete meses,
cuando el 1ro. de abril de 1943 el embajador la canceló,
alegando que la información entregada por el escritor resultó
«en casi todos los casos, carente de todo valor». En realidad la
razón de la cesantía de Hemingway como espía debe haber sido que
sus actividades habían tomando un cariz peligroso, pues incluían
el espionaje del general Manuel Benítez, jefe de la Policía
Nacional cubana y hombre de absoluta confianza del entonces
presidente constitucional Fulgencio Batista, «el hombre fuerte
de Cuba».
Hemingway había cruzado la línea y el
propio Hoover, director de la Agencia, trató de poner las cosas
en su sitio y escribió en 1942: «Cualquier información que usted
tenga con relación a la falta de confianza como informante de
Ernest Hemingway debe ser expuesta con discreción al embajador.
A este respecto debe recordarse que recientemente Hemingway
proveyó información concerniente al reabastecimiento de
combustible por parte de submarinos en aguas del Caribe que
resultó ser no confiable». Hoover, además, deslizó entre sus
comentarios juicios políticos sobre el escritor, y también de
carácter personal referidos a su afición al alcohol, en una
típica operación de minado de la credibilidad.
Una hipótesis que explicaría estas
reacciones del FBI podría ser que la operación de caza de
submarinos alemanes hubiera colocado a Hemingway en el camino de
una peligrosa revelación. Aunque aún no existen documentos
capaces de probarlo, la sospecha de que el general Manuel
Benítez, desde su puesto como jefe de la policía, fuese el
encargado de poner en práctica la venta de combustible a los
alemanes, es muy plausible. Porque si hay un hecho indiscutible
es que los nazis reabastecían sus submarinos en varios puertos
cubanos y que una operación de este tipo no podía hacerse de
espaldas al ejército (Batista) y a la policía (Benítez)...
El 30 de mayo de 1960, Hemingway ingresa
en la Clínica de los Hermanos Mayo por recomendación de un
psiquiatra neoyorquino. Hemingway había sido compulsado por sus
amigos a ver al psiquiatra, principalmente porque se había
quejado de que los «feds» estaban siguiéndolo. Al parecer, la «manía
persecutoria» alcanzó los más altos niveles durante su visita a
España en 1959, pero luego, cuando llega a Nueva York, vuelve a
sentir tras sí la mirada de los federales, aunque su esposa Mary
Welsh y algunos amigos consideraron que tal sentimiento solo era
una manifestación paranoica del escritor.
En la famosa clínica el tratamiento
indicado fue someterlo a una serie de entre 15 y 25
electroshocks que destruyeron su capacidad para escribir. Este
procedimiento, conocido como electro-convulso terapia, es
reservado para los pacientes sin esperanzas de curación. Pocos
días después de ser dado de alta, Hemingway, en un profundo
estado depresivo, se suicidó, el 2 de julio de 1961, en su
cabaña de Idaho. Tenía 62 años pero estaba tan devastado que
parecía un anciano... Cuando menos resulta inquietante el hecho
de que su viuda, la única persona que estaba con él en la casa
de Idaho en el momento de su muerte, haya negado por años que su
marido se hubiese suicidado.
Documentos abiertos en 1984, develaron que,
realmente, el escritor estaba siendo seguido y vigilado por
agentes que actuaban por órdenes de Hoover, quien unos años
antes llegó a considerar a Hemingway como «Public Enemy #1». ¿A
qué se debió esa preeminencia que le diera el FBI al escritor?
En los años 1950 el FBI supo que Hemingway
planeaba escribir un libro sobre la agencia. Documentos del Buró
revelan el temor, particularmente por parte de Hoover, de que el
libro pudiera dañar la imagen de su agencia y, sobre todo,
expresar juicios sobre él mismo. La ya existente animosidad
hacia Hemingway se incrementa entonces y el director del FBI
hace propagar la imagen de un Hemingway borracho y patético,
proclive a las ideas comunistas.
Quizá nunca sabremos si Hemingway comenzó
aquel libro. Lo que se puede asegurar es que por haber hecho de
Finca Vigía su residencia durante 20 años, en la casa existía
una enorme papelería del escritor. Unos meses después del
suicidio su viuda viajó a La Habana y cargó con las pinturas más
valiosas y la documentación que consideró importante, mientras
entregaba a una hoguera una notable cantidad de papeles. ¿Qué
incineró Mary Welsh? Solo ella lo supo. Quizá algunas de las
claves de la persistente vigilancia que el FBI dedicó a
Hemingway pudieron convertirse en humo entre los árboles de
Finca Vigía.