Mariela Castro: “I believe in a democratic socialism,
without dogmas or prejudice”
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Mariela Castro: “Imagino un socialismo democrático, sin dogmas y sin prejuicios”
Última actualización Friday, 3 June 2011 10:56Publicado
Friday, 3 June 2011 08:30
Por
REDACCION CAFEFUERTE
- La
sicóloga Mariela Castro, hija del gobernante Raúl Castro, calificó
de burdo y vengativo al gobierno de Barack Obama por negarse a
canjear los cinco cubanos prisioneros en Estados Unidos por el
contratista norteamericano Alan P. Gross, condenado a 15 años de
cárcel en la isla.
“Nosotros
lo interpretamos como una vendetta del
sistema mafioso de poder norteamericano”, declaró la sexóloga en una
entrevista transmitida este jueves por la televisión rusa.
“Realmente son tan burdos que ni siquiera quieren cambiar a nuestros
prisioneros por el prisionero norteamericano que está aquí, que ya
fue condenado en un juicio legal”.
La
entrevista de media hora fue realizada para Actualidad RT,
perteneciente a la organización autónoma TV-Novosti, y durante la
conversación, la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX),
sorteó preguntas diversas sobre su padre, su tío Fidel Castro y la
fascinación que despertó en ella el guerrillero Ernesto Che Guevara,
al que insistió en calificar de “tierno”.
También
dijo que Raúl Castro le confesó que le gustaría tener tanta libertad
como ella y analizó el cambio que se ha producido en la mentalidad
de ambos hermanos sobre temas como el machismo y la homosexualidad.
Afirmó que ni Fidel ni Raúl han perdido el romanticismo de la
primera etapa revolucionaria.
Habló
además de una invasión norteamericana a Cuba que -según ella-
parecía inminente en 1994.
CaféFuerte publica
íntegra la transcripción de esta entrevista, coincidiendo con las
recientes declaraciones de Raúl Castro, quien en vísperas de su 80
cumpleaños sugirió que está listo para retirarse tras su primer
mandato al frente del gobierno cubano.
ENTREVISTA DE MARIELA CASTRO CON EL PROGRAMA “A SOLAS” DE ACTUALIDAD
RT, 2 DE JUNIO DE 2011
Elena Rostova: Muchísimas
gracias por haber accedido a compartir con nosotros experiencias más
personales. Usted es la hija de Raúl Castro y la sobrina de Fidel
Castro. En la vida cotidiana, ¿no afecta, no limita esto?
Mariela Castro: Afecta.
Desde algún punto de vista es incómodo, pero desde otro punto de
vista es bonito, porque he recibido mucha gratificación espiritual,
agradecimiento, mensajes muy bonitos de agradecimiento muy sincero
de personas no sólo en Cuba sino en otros lugares del mundo
justamente por eso. O sea, más bien me ha dado gratificaciones
espirituales.
ER: Usted
nació poco después del triunfo de la revolución cubana. ¿Cómo
recuerda el ambiente que reinaba en si infancia?
MC: Yo
recuerdo mi infancia muy feliz. Realmente que mis padres me dejaban
eso de explorar, yo recuerdo que siempre estaba encaramada en un
árbol, encaramada en cualquier cosa, subiendo columnas… no había esa
limitación de que por ser niña no podía hacer cosas de niño, aunque
siempre había alguien que me decía “Oye, bájate de los árboles que
eso son cosas de niño”. Pero yo siento que había libertad, que
recibían con simpatía cualquier cuestionamiento que hacía, siempre
hubo la posibilidad de dialogar, de buscar el espacio familiar del
diálogo, incluso del cuestionamiento, de ellos a nosotros y nosotros
a ellos, de la misma sociedad, de la historia…
Yo recuerdo
cuando empecé en la universidad, que empecé a estudiar Filosofía
Marxista, [que] me dio muchas más herramientas para cuestionar la
realidad, yo me recuerdo que leía la revista Literatura
Soviética que
vendían aquí que era muy buena, y hay una que nunca la voy a olvidar,
yo creo que la voy a guardar toda mi vida, la voy a conservar por
toda mi vida, que era una dedicada a Maiakovski, y me dio mucha idea
de lo que fue esa época que vivió Maiakovski, contradictoria entre
época de Lenin, desaparición de Lenin, cuando empieza Stalin, cómo
cambió la manera de experimentar el socialismo y él [Maiakovski]
cómo lo sufrió. Y ahí leí discursos de Lenin donde cuestionaba el
“mitinismo” y un grupo de tendencias que él consideraba [que] no
ayudaban al proceso de experimentación del socialismo, porque
tergiversaban su sentido, y yo recuerdo que eso me iluminó, me dio
pistas para cuestionar la realidad cubana, y después que la
estudiaba muy bien se la pasaba a mi papá. Le decía: Mira, papá,
esto hay que cambiarlo aquí también, porque a Lenin le pasaba allá,
y nos está pasando a nosotros.
Teníamos
esa posibilidad de dialogar y de cuestionar la propia realidad
cubana. Y cuestionaba el campo socialista también. Y al cabo de los
años me doy cuenta de que tuve esa posibilidad, esa libertad, que
hablábamos muy abiertamente en casa sobre muchas cosas. Y realmente
eso me dio mucha fortaleza y me hizo muy feliz de que pudiéramos
tener esa posibilidad.
Raúl Castro quiere tanta libertad como Mariela
ER: Usted
anteriormente ha mencionado que sus padres han tratado de protegerla
de la política, que indudablemente no es un mundo sencillo. Pero, ¿hasta
qué punto esto ha sido posible? ¿No hay de todos modos una
responsabilidad que viene con el nombre?
MC: No,
no me gusta asumir responsabilidades públicas desde el nombre, sí
una responsabilidad mínima como ciudadana y una responsabilidad de
afecto familiar, que yo no quiero hacer cosas que lastimen a mis
padres, a mi familia, por supuesto, como cualquier otra persona con
sentimiento de pertenencia a una familia. Pero no… En algún momento
cuando era más jovencita me proponían, mira para que…, me proponían
de delegada para un congreso de una organización estudiantil, y
entonces yo, [me preguntaba] bueno, ¿y yo por qué? Que al final como
que la realidad me fue diciendo que sí, que había que participar y
asumir responsabilidades pero no mucho más allá de las que yo asumía
en un ámbito más sencillo….
Y cada vez
que alguien me proponía un trabajo, mi mamá [Vilma Espín] decía que
no, que me dejaran tranquila donde yo estaba. Y mi papá también veo
que ha hecho todo lo posible por evitar que cuando alguien me
propone para alguna responsabilidad, él pide por favor que me dejen
tranquila en mi trabajo y en las cosas que yo hago. Yo lo interpreto
como que me protege. Yo soy muy apasionada y ellos, sobre todo mi
papá que es muy apasionado, y [viendo] que el mundo político es
complejo y contradictorio, tal vez él prefiere que yo no viva esas
contradicciones. Los padres tienden siempre a proteger, aunque digan
que no, tienden a proteger. Tal vez se lo deba agradecer, porque yo
identifico mi participación política desde la participación
ciudadana. Creo que me da más libertad. Incluso una vez me lo dijo;
mi papá me dijo que le gustaba mucho mi libertad. Que quería ser tan
libre como yo. Y bueno tal vez ese es el mensaje que yo deba captar.
ER: Una
vez en una entrevista con Ricardo Alarcón, él nos hablaba de una
fuerte campaña de descrédito contra Cuba. Usted siendo parte de la
familia Castro se ha sentido alguna vez víctima de esa política?
MC: Sí.
Yo creo que todas y todos los cubanos hemos sido víctimas… O sea,
todos los cubanos identificados con el proceso revolucionario, hemos
sido víctimas de eso. Aunque yo debo agradecer que la gran mayoría
de los periodistas con los que he tenido vínculos han sido muy
honestos conmigo, aunque, bueno, ya cuando llegan las noticias a las
editoriales o medios de prensa las cosas pueden cambiar. Pero sí he
percibido, en la gran mayoría de los periodistas con los que he
dialogado, honestidad.
Más
líder que tío
ER: Las
grandes figuras de la historia muchas veces tienen que sacrificar lo
familiar por su obligación ante el pueblo, ante su misión. En su
caso, ¿hasta qué punto podría decirse que Raúl político no le dejó
espacio a Raúl papá?
MC: No,
no lo podría decir. Porque tanto mi papá como mi mamá hicieron un
gran esfuerzo por dedicar tiempo a la familia. Por encima de todas
las posibilidades, a veces mezclaban reuniones de trabajo con la
presencia familiar, si tenían que hacer un almuerzo o una cena de
trabajo pedían estar con los hijos, es decir, ellos extrañaban mucho
y por eso le daban mucha importancia al tiempo que estábamos juntos.
Y también por eso lo agradezco. A veces yo reclamaba que quería
tener una mamá y un papá común [es] y corriente [s], y quería que
estuviesen en la escuela todos los días como otros papás y otras
mamás, que nos llevaran… Mi mamá tuvo más tiempo que mi papá para ir
a las reuniones de padres, de estar más vinculada a nuestras vidas
cotidianas, pero también ella tenía mucho trabajo. Y aún así,
buscaban en tiempo.
ER: Cuando
hablamos de Fidel Castro, el mundo entero se imagina a ese héroe, a
esa figura legendaria que ha osado hacerle frente al imperio
norteamericano. Para usted, ¿es más que nada tío Fidel o lo sigue
viendo como una figura?
MC: No.
Cuando era niña sí era tío Fidel, pero en la medida que ya después
de la adolescencia y en la juventud fui dándome cuenta con más
claridad de quién era Fidel, en el sentido histórico y para el
pueblo de Cuba, ya empecé a verlo como Fidel, igual que todo el
mundo.
ER: ¿Y
surgió cierta distancia?
MC: Sí,
surgió una distancia con respeto y, además, me dignificaba ver a
Fidel como el líder y no como el tío. Me sentía que era más digno.
Es como crecer y darse cuenta: esa persona no es tu tío, esa persona
tiene una responsabilidad social que te pone en una relación
diferente ante él.
ER: ¿Qué
podría contarnos de él como ser humano, como persona en lo cotidiano?
MC: En
lo cotidiano a mí me gustaba mucho desde niña, bueno, la aparición
de Fidel en la familia, de repente si decían va a llegar Fidel, ay,
llegó Fidel, era siempre un acontecimiento, una gran emoción, y
parte era muy placentero. Es decir, se pasaba bien en la compañía de
escucharlo. Realmente teníamos deseos siempre de escucharlo, de
hacerle muchas preguntas; siempre el que ve a Fidel tiene ganas de
preguntarle muchas cosas porque Fidel tiene respuesta para todo, y
además respuestas ingeniosas, respuestas inteligentes. Entonces,
desde las preguntas más banales hasta las preguntas más complejas,
dan deseos de preguntarle. Y él siempre tiene respuestas para todo
tipo de pregunta. Y a mí siempre me dio mucha satisfacción tener la
oportunidad de compartir momentos en los que contaba cuestiones de
la historia, cosas que habían vivido o análisis de la realidad que
se estaba viviendo.
Pero sobre
todo, más en privado era muy divertido cuando se reunían él, mi papá,
Ramón el hermano mayor, y se ponían a contar cosas de ellos en la
infancia, a lo largo de su vida, cuando la guerra de guerrillas, y
era simpático escuchar cosas que nunca se habían dicho entre ellos y
que en ese momento se decían: “Y en aquel momento tú me llamaste la
atención y a mí aquello no me gustó, porque yo no tuve la culpa”. Y
eso era muy simpático, se reían mucho haciendo recuentos de cosas,
incluso de momentos difíciles también.
Angola, entre susurros y secretos
ER: Y de lo que le contaban, ¿algún recuerdo de la época de la revolución que la haya impresionado particularmente?
MC: Muchos.
Fueron muchos acontecimientos, porque eran muchas cosas y yo
observaba mucho, porque había muchas cosas que las hablaban en
susurros y en secreto, y yo siempre tratando de entender qué pasaba
por ahí, a veces trataba de preguntar y a veces no, para que no me
excluyeran. Quería entender sus puntos de vista sobre las cosas que
pasaban en Cuba, en el mundo… Una [cosa] que me impactó mucho fue
Angola, la Guerra de Angola, Cuito Cuanavale, que fue un momento
fundamental en la Guerra de Angola para llevar a la victoria final.
Fue un acontecimiento militar muy especial en lo que es estudios de
tácticas militares (para la gente que se dedica a eso).
Y yo
recuerdo ese momento en que estaban los cubanos en el sur de Angola,
cercados por las fuerzas surafricanas -y, en medio del cerco, de
madrugada, construyeron un aeropuerto para que aterrizaran las
tropas que fortalecieron las posiciones angolanas y cubanas en ese
enfrentamiento-, yo recuerdo que fue un momento muy tenso, de mucho
sufrimiento, de mucho silencio. Y yo era joven y no entendía qué
pasaba, y pensaba que había algún problema conmigo. Y yo llegaba y
decía: “¿Por qué no hablan? ¿Qué les pasa, maleducados? ¿Qué
problema tienen ustedes?” Y me iba, toda ofendida, y no sabía todo
lo que estaba pasando hasta que llego un día a la casa y había una
fiesta, todo el mundo celebrando, contentos, estaba Fidel, un montón
de compañeros del Ejército, y ahí me enteré qué había pasado. Mira
tú, me dije, no sabía que la cosa era tan grave, y yo pensaba que
había hecho algo malo. Y así muchas cosas pasaban desde todo punto
de vista, y entonces no se podía hablar, y ellos se reunían y
hablaban en secreto y yo loca por saber lo que estaba pasando… Con
el tiempo entendí que era mejor no saber lo que no te correspondía y
no preguntar lo que no me correspondía.
ER: Usted
que lo vivió desde adentro, en esos momentos duros, ¿se sentía temor,
una atmósfera de dudas, de miedo por algún momento?
MC: A
ver, sí. Tanto desde que empezó la situación que nos llevó al
período especial con la caída del campo socialista, que se vivió con
mucho sufrimiento por todos los cubanos, y esa incertidumbre que se
estaba ya esperando y que ya cuando nos sorprendió a todos –como
Fidel decía, se apagó el sol en un segundo cuando cayó la Unión
Soviética. Eso fue un momento muy duro y todo lo que vino después
fue mucho más duro, con el sufrimiento de lo que se iba perdiendo,
todos los logros sociales que se iban perdiendo. Eso se vivió con
mucho sufrimiento a nivel familiar.
La Guerra
de Angola y nuestros muertos en Angola se vivió con mucho
sufrimiento también; Elián, cuando secuestraron a Elián González;
recuerdo también cuando secuestraban pescadores, que mi papá se veía
muy dolido, muy angustiado, cada vez que había un acto terrorista;
el crimen de Barbados se sufrió mucho en la [mi] familia y en toda
la familia cubana, todavía sufrimos el recuerdo del crimen de
Barbados, [sobre el] que no se ha hecho justicia todavía.
Los pocos
logros que se iban alcanzando se vivían con mucha felicidad, con
mucha historia. Pero sí, me acuerdo de 1994, cuando hubo uno de los
tantos intentos de manipular a nivel de política internacional los
medios norteamericanos para intervenir en Cuba, cuando aquella
crisis de los balseros. Me acuerdo que yo fui a Santiago de Cuba con
mi papá, que fue a controlar la situación en la Base Naval de
Guantánamo, lo que pudiera pasar, y vi que había real posibilidad de
[una] invasión norteamericana. Viví con mucha angustia, [pero] Fidel
lo manejó a nivel diplomático de manera genial.
Diría que
Fidel siempre como que hacía excelentes jugadas de ajedrez, diría yo
–todos estábamos al tanto de la jugada que iba a hacer Fidel-, y al
final siempre hacía jugadas espectaculares que salvaban la soberanía
del país.
Otro
acontecimiento muy triste que se está viviendo con mucho sufrimiento
por mi familia, por toda la inmensa mayoría de la familia cubana, es
la situación de nuestros cinco héroes, prisioneros ilegalmente,
arbitrariamente, en los Estados Unidos por proteger al pueblo cubano
de los atentados terroristas que se organizan desde los Estados
Unidos con financiamiento el gobierno norteamericano. Esto lo
estamos viviendo con mucha impotencia, con mucha rabia, y tengo que
decir la palabra rabia porque ante la arbitrariedad, ante la
injusticia, el ser humano se siente mal. Se violan sus derechos en
todos los sentidos en este proceso y nosotros lo interpretamos –al
menos yo lo interpreto- como una vendetta del
sistema mafioso de poder norteamericano, como un comodín, como el
joker: la jugada que ellos tienen para tratar de manipular las
respuestas de Cuba en la política y en la relación con los Estados
Unidos.
Pero no han
podido hasta ahora doblegarnos, no han podido lograr que violemos
nuestros principios más importantes y realmente no sé cuál será su
próxima jugada. Porque realmente son tan burdos que ni siquiera
quieren cambiar a nuestros prisioneros por el prisionero
norteamericano que está aquí [Alan Gross], que ya fue condenado en
un juicio legal y con todos los recursos de respeto a los derechos
del prisionero. Entonces, esto lo estamos viviendo con mucha
indignación y no vamos a parar de luchar porque se haga justicia.
Me
gustaba el Che
ER: Junto
con la familia, usted ha tenido la oportunidad de ver a grandes
figuras del siglo XX, entre otros el Che Guevara visitaba su casa. ¿Cómo
lo veían los ojos de una niña? ¿Qué recuerdos tiene del Che?
MC: A mí me causaban mucha simpatía todos los amigos de mi papá. Todos me parecían preciosos, atractivos, desde muy chiquitica yo era muy comunicativa y quería estar cerca [de ellos] para escucharlos hablar. Y yo tengo un recuerdo muy clarito del Che. Una vez estaban haciendo un asado y estaban todos reunidos alrededor del asado, conversando, todavía vestidos de verde olivo, y el recuerdo que yo tengo del Che es que me gustaba mucho, y yo quería siempre llegar a él cuidadosamente para que no me regañ ara mi papá por estar molestando mientras ellos estaban allí conversando. Y yo llegaba feliz, iluminada adonde estaba el Che, porque recuerdo que era muy tierno. Un hombre muy tierno que sabía tratar los niños. Y para los niños eso es importante, las personas que te saben tratar. Y tengo así un recuerdo muy especial, fascinada de cómo era él, de quién era él, y todo lo demás se fue alimentando con las imágenes posteriores, por supuesto.
Pero cuando
yo le contaba esa escena a mi mamá, ella se sorprendía y me decía,
“¿Cómo puedes acordarte, si tu tenías dos años?”. Pero era así mismo,
yo le describía toda la situación, que mi papá me regañó, y entonces…
“Sí así mismo fue, ¿cómo es que te puedes acordar?”, me decía. Bueno,
las cosas especiales no se olvidan. El Che era un ser impactante.
ER: De
otros que haya conocido que le han impresionado, ¿a quiénes podría
mencionar?
MC: A
Giap. El General Giap, vietnamita. Es un hombre inteligentísimo, un
ser humano fascinante., y sentía una gran admiración por él. General
vietnamita que era ministro de Defensa, que ganó la guerra de
[contra] Japón, Francia y la derrota de los norteamericanos en
Vietnam. Y era de una humildad, que era lo que más me gustaba [de él],
la humildad, ese espíritu oriental humilde… Precioso. A ese hombre,
a ese señor, yo le tenía mucha admiración, ya murió. Pero muchas más
gentes que ahora no recuerdo… Bueno, [Gabriel] García Márquez, un
gran amigo de la familia, el escritor García Márquez. Recuerdo a
Angela Davis, que yo sentía mucha admiración por ella; mi mamá la
atendía por la organización de mujeres; todas esas mujeres
vietnamitas… Y Valentina Teleshkova, que me caía muy bien, era muy
simpática. Era una amiga de familia, no sólo una figura histórica.
Mucha gente muy especiales.
Fidel y Raúl, tiernos y románticos
MC: Mira,
de niña a mayor yo veo un trecho muy grande en cómo era mi papá
cuando yo era niña, cómo era Fidel y lo que han ido cambiando -en
Fidel me doy cuenta por sus discursos, cómo han ido cambiando en
muchos temas, y en mi papá en su actitud personal hacia muchas cosas.
Fueron cambiando incluso en su manera de dirigir, en temáticas, por
ejemplo en los temas del machismo cómo fue evolucionando, en la
mirada hacia la persona homosexual cómo fue evolucionando, aunque mi
mamá influyó mucho en él en los cambios que fue aceptando en su vida.
Pero en general sí, por supuesto en mayor madurez y en mayor
claridad.
ER: ¿Diría
usted que en algún aspecto han perdido ese romanticismo, esa fuerza
que tenían, que se han desilusionado?
MC: No.
Por supuesto han vivido cosas duras, han vivido muchas desilusiones,
pero también han vivido muchas gratificaciones en cuanto a lo que es
estar cada vez más convencidos del proyecto social. O sea, aun
cuando tienen un sentido práctico de la realidad para buscar
soluciones que deben llevar un pensamiento frío, nunca han perdido
esa ternura, el romanticismo no se perdió. Y eso me gusta: yo creo
que el romanticismo no se puede perder nunca.
ER: Han
habido distintos rumores sobre el estado de salud de Fidel. Hace
unos meses en nuestro programa estuvo Hugo Chávez, nos contó que
[Fidel] se la pasa estudiando y enseñando. ¿Usted qué nos puede
decir?
MC: Bueno
yo personalmente no lo he visto, porque las visitas que se le hacen
son muy reducidas. Pero sé por mi papá y sé por lo que escribe, que
leo como todos los cubanos, podemos percibir que Fidel tiene una
capacidad de recuperación impresionante. Y todo eso no está en su
genética, que se ve tiene una fuerte genética familiar, [sino que]
yo creo que todo eso está en su cabeza. Fidel toda la vida ha tenido
la capacidad de sorprendernos. Nadie sabe cuál va a ser la respuesta,
nadie sabe cuál va a ser su salida, pero una de las cosas que más
nos fascina de Fidel es esa capacidad de sorprender que tiene.
ER: ¿Qué
conceptos implementados ya en la revolución, usted se plantea como
representante de otra generación?
MC: Yo
siento que el estudio de la historia de Cuba, el recurso de la
filosof’ía marxista, para mi ha sido una herramienta para
interpretar la realidad junto con otras herramientas teóricas y
metodológicas, de otras ciencias, no solamente filosóficas, que te
aportan recursos para interpretar y para ver el camino que debes
seguir para seguir transformando la realidad. Y ese espíritu
transformador de la realidad que planteaba Marx es una de las cosas
que más me gusta en mi vida. Esa vocación de transformar buscando
cada vez más justicia entre los seres humanos me encanta y yo creo
que ahí está también marcado el camino de mi vida, personal y
profesional, y es lo que estoy tratado de hacer.
Es decir,
yo sí creo en las posibilidades del socialismo, creo que el
socialismo tuvo inicios fascinantes con la experiencia leninista,
después tuvo experiencias que no fueron tan buenas, unas sí, otras
no, pero nos dieron enseñanzas. La historia de Cuba siempre nos dio
otras pistas y eso fue lo que permitió que el pueblo cubano en su
proceso de transformación se esté ahora proponiendo qué socialismo
quiere, de qué manera quiere experimentar el socialismo como es
escenario de justicia, de solidaridad, de equidad.
Socialismo sin dogmas ni prejuicios
MC: No,
yo creo que lo que se ha hecho es la revisión crítica y con la
experiencia vivida del pasado, y tomar del pasado todo lo valioso
que sirva para seguir avanzando. Hay algunos profesores cubanos que
plantean que no fueron errores lo que consideramos que debemos
desechar. Creo que se dieron experiencias que nos dieron la pista de
lo que funciona y no funciona, y cómo debemos hacer esas mismas
cosas.
ER: ¿Hasta
qué punto las nuevas generaciones están en condiciones de asumir el
legado de una generación tan fuerte como la generación de su padre y
de su tío, con ese romanticismo, esa fuerza de espíritu?
MC: Yo
creo que sí, en la medida que se sigan facilitando mecanismos de
participación popular, donde las nuevas generaciones participen en
asumir responsabilidades conscientemente, no formalmente, es decir,
que se le cultive a la población con ese conocimiento histórico, con
esas experiencias que nos están dando la pista de cómo proyectar el
futuro. En la medida que las jóvenes generaciones participen de ese
proceso de aprendizaje y cuestionamiento…
ER: ¿Están
participando…?
MC: Sí,
sí. En la sociedad cubana tú te das cuentas que hay una parte de
todas las generaciones que participa y otra parte que no participa;
una parte que es más consciente, que tiene más cultura y que por lo
tanto tiene más capacidad de participar, y otra parte que es más
inconsciente, que es más ignorante. Esa es la debilidad, esa parte
ignorante. A veces lo que decimos es: vamos a crear el escenario
para que se apropien del conocimiento histórico que les permita
decir esto es mío, por qué yo tengo que entrar en este proyecto, por
qué yo tengo que tratar de cambiar las cosas, qué cosa es lo que yo
quiero cambiar…
Lo
importante es que la gente participe de manera consciente, que es la
manera de participar libremente, y sin manipulación de ningún tipo,
ni de nosotros ni de nuestros enemigos, sino ofreciendo
conocimientos e información que les permita sacar conclusiones
lógicas de acuerdo a la lógica histórica. Si les facilitamos eso,
cada vez será mayor la cantidad de personas que puedan participar y
aportar a nuestro futuro.
ER: Digamos
que usted ve el futuro con optimismo…
MC: Me
encanta lo que me imagino.
ER: ¿Cómo
se imagina Cuba?
MC: Un
socialismo democrático, dialéctico, participativo, [en el] que
predomine el pensamiento dialéctico sin dogmas y sin prejuicios, y
eso es lo que te da fortaleza como cultura, como nación; lo que te
da fortaleza como nación soberana que está definiendo su propio
proyecto. La unidad de la nación cubana en esa búsqueda creativa de
sociedad es lo que me imagino como la sociedad que a mí me gustaría
vivir aquí en Cuba.
ER: Muchas
gracias por compartir con nosotros estos recuerdos, que son
inapreciables.
MC: Muchas
gracias.
Transcripción: www.cafefuerte.com
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