Another big lie about Cuba exposed
By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.


New evidence has come out of the hypocritical purposes behind the long, intense smear campaign woven around the 75 Cuban citizens who stood trial and were convicted of acting against their country as mercenaries with the financial support of the U.S. Interests Section in Havana.

It so happened that Roger Noriega, Assistant Secretary of State for Western Hemisphere Affairs in the Bush years, admitted in a radio program that James Cason, then head of the U.S. Interests Section in Cuba, had been instructed by his government to create confrontation leading to a break in Washington’s already limited diplomatic relations with Havana, established under Democratic president James Carter.


This becomes all the more significant as it happened just a few hours after the Cuban government announced the release of those members of this group who were still in prison, following efforts on their behalf by the Cuban Catholic Church and the Spanish government.

Noriega told journalist Roberto Rodriguez, the host of the Univision Radio program “What Others Do Not Say”, that Cason had been instructed by the State Department to force the Cuban government to declare him persona non grata and, in retaliation, the Bush Administration would recall their diplomats in Havana and demand Cuba to do likewise.

Unacknowledged at the time –and since– subversion and all sorts of illegal actions mushroomed in the island as a result of the attacks plotted by the U.S. Interests Section that the former State Department official has just disclosed.

Out of either intuition or guesswork, the Cuban government was right on the mark. It chose therefore to initiate legal proceedings against these criminals that the U.S. Interests Section had on its payroll rather than throw out Mr. Cason. He had obviously masterminded everything that was going on. For him an expulsion would have come in very handy as a successful wrap-up of the mission entrusted to him: to take action leading up to the breaking-off of diplomatic relations between Cuba and the United States.

That’s how the Cuban authorities, faced with such a complicated and serious situation and in keeping with their obligation to protect Cuba’s national security, set in motion a number of defensive and preventive actions. These included the arrest and prosecution, respecting every legal and procedural safeguard, of several dozens of these individuals. The 75 were proved beyond doubt to have been hired to conspire against their country, a crime by Cuba’s applicable legislation.


To a greater or lesser degree of criminal responsibility, they were all at the service of, and paid by, the U.S. diplomatic delegation to Havana.

On top of the 7-year-long anti-Cuban media and diplomatic crusade, for which the American taxpayers have already paid billions, other “minor” campaigns have been launched. For instance, relatives of those who were brought to justice –the so-called Ladies in White– were used. Ordinary criminals were recruited in prison to go on hunger strikes in support of this propaganda effort. One of them died in the process while he was still serving time.

The case of the seventy-five –exclusively Cubans hired by Washington to serve U.S. interests– was used to orchestrate diplomatic actions against the island in third countries, such as. in the European Union, where evidence of their subordination to the United States has stained the long-lived prestige of its diplomats.

And yet the global media at the service of the superpower have either steadily ignored or hushed up the mercenary nature of these people who were found guilty of a crime universally condemned by every sovereign nation and honest person.

Their release from prison, however, has not gone down well with those who benefit from the “industry of hatred” managed by the right-wing extremists in the South Florida-based Cuban community. They worry as they are to seen to be running out of time to find “heroes” other than too well-known terrorists like Posada Carriles and the [former Cuban tyrant] Batista fans now in Congress, increasingly disgraced and cut off from the reality of life in Cuba.

Nor has the emancipation of the seventy-five satisfactied others around the world who have got the anti-Cuban campaign in their social milieu to thank for the chance to feed from Washington’s trough without giving up anything but their conscience and the dignity of their countries.

July 2010





 

 

   
   

SE EVIDENCIA OTRA GRAN MENTIRA CONTRA CUBA   
Por Manuel E. Yepe     

La intensa y prolongada campaña difamatoria contra Cuba en torno a la condena de 75 ciudadanos cubanos hallados culpables por los tribunales del delito de mercenarismo por actuar contra su país a cambio de una remuneración de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, ha tenido una nueva prueba de su farisaico origen.

Ocurrió que el subsecretario de Estado estadounidense para el Hemisferio Occidental durante el gobierno de George W. Bush, Roger Noriega, confesó, en un programa radial, que el entonces Jefe de la Oficina de Intereses de EE.UU. en Cuba, James Cason, tenía instrucciones de su gobierno de  provocar la ruptura de las precarias relaciones diplomáticas de Washington y La Habana, establecidas durante el gobierno del demócrata James Carter.

El hecho cobra mayor actualidad por tener lugar pocas horas después de que el gobierno cubano anunciara la liberación de los sancionados que aún estaban cumpliendo sus condenas, a resultas de gestiones de la iglesia católica cubana y el gobierno de España.

En declaraciones hechas en Washington al periodista Roberto Rodríguez Tejera, del programa radial  “Lo que otros no dicen”, de Univisión Radio, Noriega expresó que Cason, en aquel entonces, tenía instrucciones del Departamento de Estado de provocar al gobierno de Cuba para que éste le expulsara. En respuesta a la actuación que se pretendía provocar del gobierno cubano, Estados Unidos retiraría su representación en La Habana pidiéndole al Gobierno cubano que hiciera lo mismo con su representación en Washington, precisó Noriega.

Como resultado de esa intensificación de la agresividad que promovió la Oficina de Intereses de los Estados Unidos cuya motivación  solo ahora es confesada por quien fuera alto funcionario del Departamento de Estado, se multiplicaron las acciones subversivas y demás actividades ilegales de todo tipo en Cuba.

El gobierno cubano, intuyendo o adivinando las verdaderas intenciones, optó por proceder legalmente contra los delincuentes materiales pagados por la Oficina de Intereses de EE.UU., en vez de expulsar al señor Cason, evidente instigador de lo que ocurría.

Esto último habría convenido a Cason, quien de tal forma cumpliría con éxito la misión encomendada por su gobierno de crear condiciones que favorecieran el cierre de las Oficinas de Intereses de los Estados Unidos en La Habana y de Cuba en Washington.

Fue así que, ante la complejidad y gravedad de la situación, las autoridades cubanas, cumpliendo su obligación de salvaguardar la seguridad nacional, procedieron a ejecutar, entre otras medidas defensivas y preventivas, la detención y puesta a disposición de los tribunales, con todas las garantías procesales y penales que otorga la Ley, de varias decenas de individuos. A 75 de ellos les resultó probado, mediante evidencias materiales que no pudieron ser objetadas por sus abogados defensores, el delito de mercenarismo previsto por la legislación cubana vigente. 

Todos servían, con mayor o menor grado de responsabilidad penal, a la representación diplomática de Estados Unidos en La Habana y cobraban por tales servicios.

A la campaña mediática y diplomática contra Cuba en torno al  caso, que ha costado a los contribuyentes estadounidenses miles de millones de dólares en 7 años, se le agregaron una serie de “sub-campañas”, como la de las Damas de Blanco (utilizando a familiares de los sancionados) y la de los huelguistas de hambre en las prisiones (que incluyó el fallecimiento de un preso común, reclutado en prisión en función de la operación publicitaria).

El caso de los 75, cuyos protagonistas eran exclusivamente individuos cubanos reclutados por Washington para servir a sus intereses -y no otros-, fue utilizado para instrumentar acciones diplomáticas contra la Isla en terceros países, como los de la Unión Europea. El prestigio de la diplomacia del viejo continente ha sufrido con ello, por la evidencia de su subordinación a Estados Unidos.

La prensa globalizada al servicio de la superpotencia ha ignorado o silenciado en todo momento –incluso ahora- la condición de mercenarios de los convictos, culpables de un delito condenado universalmente por toda nación soberana y toda persona honesta.

Su excarcelación tampoco ha sido del agrado de los beneficiarios de la “industria del odio” que administra la ultra derecha de cubanos radicados en el sur del estado de la Florida, porque nota que se le acaba el tiempo, sin más “héroes” que los demasiado conocidos, como el terrorista Posada Carriles y los congresistas batistianos, cada vez más desacreditados y más desconectados de la realidad cubana.

 A escala global, el acto de manumisión de los 75 también deja también inconformes a quienes han podido, gracias a la campaña contra Cuba en su torno, mamar de la teta de Washington sin sacrificar a cambio nada más que sus conciencias y la dignidad de sus naciones.



Julio de 2010.