The Essence of Capitalism, That They Want to Impose on Us

By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation by Mary Todd.
Edited by Walter Lippmann.

When capitalist propaganda calls on Third World nations to establish or extend market policies or to reject socialist policies of common benefit, there’s no way of knowing whether it’s simply mockery that reflects its scorn for the intelligence of Third World peoples or if it’s an invitation for them to become accomplices of the minority in the world that exploits the majority.


U.S. imperialism’s manipulation of the mass media has led most U.S. citizens and a large part of the citizens of the other “western” countries to call the far-from-democratic system headed by Washington—though, in fact, it’s run by Wall Street and the military-industrial complex whose axis is the Pentagon—“democracy.”

U.S. war policy since the end of World War II has become the main motor force its domestic economy and a requisite for its world domination.

The dictatorship that the United States exercises in the world with the support of the affluent classes in other countries—in spite of the serious contradictions that globalization has imposed on the latter—is now in a precarious state.

Extreme poverty, exclusion from the main stream, lack of educational possibilities and of honest work, and emigration that breaks up families and leads to violence and drug addiction are results of a capitalist system that has failed to provide even minimal solutions for the pressing problems it has created.

The ethic of individualism, that lies at the root of capitalism, has spawned all the worst ills of today’s society: corruption, theft, speculation, abuse, exploitation of the work of others and privatization of the social sphere. . . . 

As Eduardo Galeano has written, “Consumer society is a trap for fools.  Nature cannot support a shopping mall the size of the planet.”

If capitalism could show a world of progress, freedom and justice, it would be easy to “sell” the system throughout the world and get the Third World to accompany it in this crisis, but nothing could be farther from the truth.

According to official United Nations data, the world has a population of 6.8 billion people, 1.2 billion of whom are chronically undernourished; 2 billion have no access to medicine; close to 900 million don’t have drinking water; over 900 million are homeless or live in ramshackle conditions; 1.6 billion have no electricity; 2.5 billion don’t have plumbing; 770 million of the adults are illiterate; 18 million (mainly children under 5 years old) die every year from causes attributable to poverty; and over 200 million children and young people between the ages of 5 and 17 work in conditions akin to slavery as soldiers, prostitutes, domestic servants and other dangerous or humiliating tasks.

Obviously, with such a catalog of “attractions,” more and more money and effort is required to “sell” capitalism as the system the world needs, by hiding the many realities that scourge most of the world’s population every day—and not only in the underdeveloped nations.

The United States depends on propaganda and militarism, both supplied with enormous financial and human resources to the detriment of the real interests of mankind, to retain its global hegemony.

In order to continue its military domination in the midst of the global crisis of capitalism, Washington maintains close to a thousand military bases around the world and is waging two large and bloody wars to continue its occupation of two countries so as to achieve its geopolitical objectives and further the strategic interests of the large oil corporations.

It will become increasingly difficult to make people believe that a system which generates so much injustice among human beings and that has shown itself so inept in handling their relations with nature can be maintained any longer.  Nobody knows whether or not, in the interests of its survival, mankind has enough time to repair the damage done to the environment by the greed that powers capitalism, a system that cannot be humanized because it is intrinsically inhuman.

A system—whatever its name—that promotes the social good and solidarity rather than the greed and competition imposed by capitalism (because capitalism requires them in order to exist) offers the only way mankind can save itself, placing intelligence at the service of survival.


September 2010

 
   
    EL CAPITALISMO QUE SE NOS PRETENDE IMPONER
Por Manuel E. Yepe 

Cuando la propaganda del capitalismo llama a las naciones del tercer mundo a implantar o ampliar políticas de mercado, o a rehuir las políticas socialistas de beneficio común, nadie puede saber si se trata simplemente de una burla que refleja la subvaloración que hacen de la inteligencia de los pueblos del Sur o si es una invitación que se les formula a hacerse cómplices del segmento minoritario de la población mundial que explota al mayoritario.

La manipulación de los medios de prensa que ha estructurado el imperio ha hecho que la mayor parte de los ciudadanos de los Estados Unidos, y una buena parte de los del resto de los países que se tienen por “occidentales” o del “norte”, llamen “democracia” a un sistema tan poco democrático como ese que preside Washington aunque en verdad rigen Wall Street y el complejo militar e industrial con eje en el Pentágono.

La política de guerra estadounidense en el periodo transcurrido desde el final de la segunda conflagración mundial, ha devenido estímulo principal para su economía interna y requisito obligado para el ejercicio de su dominación mundial.

La dictadura que Estados Unidos ejerce hoy sobre el mundo  con apoyo de las clases opulentas de los demás países del planeta no obstante las serias contradicciones que la globalización impuesta a estos últimos disimula, pasa ahora por momentos que  denotan precariedad. 

La pobreza extrema, la marginalidad, la falta de oportunidades de educación y de trabajo digno, la emigración desintegradora de la familia con sus secuelas de violencia y drogadicción, todo resulta de un sistema capitalista que ha sido incapaz de dar respuestas mínimas a los acuciantes problemas que ha creado.

La ética individualista que está en la raíz del capitalismo es la madre de todo lo peor de las sociedades humanas de hoy: la corrupción, la apropiación ilegal de las cosas, la especulación, el bandolerismo, la explotación del trabajo ajeno, la privatización de los espacios sociales… 

Como ha escrito el genial Eduardo Galeano, “la sociedad de consumo es una trampa cazabobos. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.”

Si el capitalismo pudiera exhibir un mundo de progreso, libertad y justicia sería fácil vender el sistema por todo el planeta y hacer que el Tercer Mundo lo acompañe en esta crisis, pero nada está más lejos de la realidad.

Según datos oficiales de Naciones Unidas, hay en este planeta 6 mil 800 millones de personas, de las cuales mil 20 millones son desnutridos crónicos; 2 mil millones no tienen acceso a medicinas; cerca 900 millones no tienen agua potable; más de 900 millones carecen de vivienda o viven en alojamientos precarios; mil 600 millones no tienen electricidad; 2 mil 500 millones carecen de sistemas de drenajes o cloacas; 770 millones de los adultos son analfabetos; 18 millones mueren al año a causa de la pobreza (la mayoría son niños menores de 5 años); más de 200 millones de niños y jóvenes de entre 5 y 17 años trabajan en condiciones próximas a la esclavitud como soldados, prostitutas, sirvientes o en otras tareas peligrosas o humillantes.

Obviamente, con tal catálogo de linduras, cada día tendrán que ser mayores los gastos y esfuerzos para vender al capitalismo como el sistema que el mundo necesita, mediante el ocultamiento de tantas realidades que cotidianamente laceran a la mayor parte de la población mundial, no solamente en las naciones subdesarrolladas.

Sólo por la fuerza de la propaganda y con la amenaza de las armas, ambas alimentadas con gigantescos recursos financieros y humanos en detrimento de los intereses reales de la humanidad, se mantiene la hegemonía global de Estados Unidos.

Véase cómo, para ejecutar la dominación militar, en medio de la crisis global del capitalismo, Washington ha instalado alrededor del planeta cerca de mil bases militares y libra dos grandes y cruentas guerras para mantener su ocupación de dos países en aras de sus objetivos geopolíticos y los intereses estratégicos de las grandes corporaciones petroleras.


Pero se hará cada vez más difícil hacer entender a los pueblos que es sostenible por más tiempo un sistema que genera tanta injusticia entre los seres humanos y que se muestra inepto en el manejo de las relaciones de éstos con la naturaleza. No se sabe si queda tiempo a la humanidad para reparar, en aras de su supervivencia, el desastre provocado en el medio ambiente por la voracidad que mueve al capitalismo, un sistema que no se puede humanizar, porque su naturaleza intrínseca es inhumana. 

Un sistema, comoquiera que se le nombre, que anteponga lo social y la solidaridad a la avaricia y la competencia que impone el capitalismo - porque las necesita para existir- es el único camino de que dispone la humanidad para salvarse a partir de su más preciada aptitud, la inteligencia, aplicada a su elemental instinto de supervivencia.



Septiembre de 2010.