El Tea Party: el mismo perro con diferente collar (I)

Publicado el 1 Septiembre 2010 en Andrés Gómez, Especiales, Opinión

Por Andrés Gómez, director de Areítodigital

Miami.- Durante el último año y medio se oye y se lee constantemente de un “nuevo” movimiento político de la ultra derecha: el tristemente célebre movimiento Tea Party.

El nombre Tea Party se refiere a la acción tomada por los colonos angloamericanos que vivían en la ciudad de Boston y que en 1773 (tres años antes de la declaración de independencia de las treces colonias británicas en la América del Norte que entonces conformaron los Estados Unidos) decidieron protestar la imposición de nuevos impuestos a estas colonias por parte del gobierno británico lanzando al agua un cargamento de té -uno de los artículos de reciente imposición tributaria- que estaban en un barco anclado en ese puerto. Dando así comienzo público a un movimiento de protestas en contra del proceder abusivo e inconsulto del gobierno británico con sus colonias en Norteamérica que culminara con la independencia de trece de aquellas.

De estos hechos y tradición dicen los ultra reaccionarios que dirigen el movimiento Tea Party son ellos sus continuadores.

La crisis estructural que sufre el sistema económico de Estados Unidos, así como su inepto, corrupto y abusivo sistema político, no hay duda, merita la repulsa y el llamado a su radical reforma pero, ¿quiénes son éstos y éstas que ahora como dirigentes y activistas de este movimiento dicen reclamarlo? ¿Es nuevo este movimiento en Estados Unidos y que es lo que exigen?

Nuevo no es.  En realidad representa al sector estadounidense más reaccionario en lo moral, en lo social, en lo político y en lo económico que es consustancial con la república desde sus inicios. Pero, en este trabajo, por obvios motivos de espacio y objetivos, con el propósito de constatar su existencia a un tiempo anterior al presente, solamente nos remontaremos a la mitad del pasado siglo.

Sin mucha dificultad se puede hilvanar un continuo desarrollo de este movimiento ultra reaccionario desde los años cuarenta del siglo XX.  La primera gran crisis política en la que éste se manifestó se concretó en 1948, a raíz de las elecciones presidenciales y generales de ese año, cuando el sector de ultra derecha segregacionista del Partido Demócrata, basado fundamentalmente entonces en el Sur, se separó de éste y fundó un nuevo partido político, de corta vida, con el nombre de States´ Rights Democratic Party (Partido Demócrata de los Derechos de los Estados).

Su candidato presidencial fue Strom Thurmond, político de infausta memoria que desde entonces y después como senador por el estado de Carolina del Sur fuera dirigente en esa Cámara de una tendencia opuesta al progreso y la justicia social y económica de la gran mayoría del pueblo estadounidense.

Este movimiento Tea Party es el mismo perro con diferente collar que aquel que concretaron aquellos frenéticos segregacionistas de entonces. Además el collar no es muy diferente.

Entonces, aquellos dirigidos por Strom Thurmond –Dixiecrats se hacían llamar– reclamaban, “la protección de su modo de vida sureño (Southern Way of Life) en contra de la opresión del gobierno federal”, y exigían limitaciones a las atribuciones del poder asumidas por el gobierno federal y que mantenían pertenecían constitucionalmente a cada uno de los Estados de la Unión.

Por cierto que lo que ellos llamaban su “Southern Way of Life”, era un eufemismo por una feroz tiranía racista que mantenía a millones de afroamericanos que vivían en los estados sureños en la más infamente sujeción moral, social, política y económica.

¿Y qué es lo que hoy públicamente reclaman los que dirigen el movimiento Tea Party? Son tres los pilares de sus exigencias, que así encubren hoy sus pretensiones de siempre: responsabilidad fiscal, la libertad del mercado (Free Markets) y… un gobierno federal constitucionalmente limitado.

En próximos artículos continuaré esta sugestiva crónica. //

 

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http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/09/01/el-tea-party-el-mismo-perro-con-diferente-collar-i/


El Tea Party: el mismo perro con diferente collar (II)

Publicado el 5 Septiembre 2010 en Andrés Gómez, Especiales, Opinión

Por Andrés Gómez, director de Areítodigital

Miami.- La prensa agranda la influencia que el movimiento ultra reaccionario Tea Party está teniendo en diversas campañas electorales en diferentes estados ignorando que cada campaña en cada estado tiene particularidades –su propia historia– que son las que a la larga más peso tienen en determinar el resultado de cada una de ellas.

No hay duda que la influencia de un buen organizado y financiado grupo comprometido con una agenda reivindicatoria y populista en tiempos de graves crisis, como es el tiempo presente, y como es el movimiento Tea Party, hasta el momento, en cada una de estas campañas tiene un peso de importancia que influye en los resultados.

No subestimo su influencia ni sus posibilidades, intento colocarlo en el lugar que actualmente le corresponde. Mucho se habla de cómo ha sido capaz de destronar a la senadora republicana Lisa Murkowski en Alaska, o como aquí en la Florida esa tendencia política excluyó al popular gobernador republicano moderado Charlie Crist de su partido e impuso al flamante político conservador cubano americano Marco Rubio como el candidato republicano para el puesto de gobernador.

Importantes resultados en estos dos casos y en otros pero nada comparado con la influencia que esta tendencia ultra reaccionaria tuvo en otros momentos.

Por ejemplo, en las elecciones de 1948, a la que me referí en el anterior artículo de esta crónica, el efímero partido States´ Rights Democratic Party el cual nominó a Strom Thurmond a la presidencia logró ganar en esa campaña presidencial 4 estados sureños: Carolina del Sur, Alabama, Lousiana y Mississippi.

Eso sí que es poseer fuerza política, aunque a pesar de ese logro fracasaron en sus pretensiones estratégicas. Sin duda que a través de todos los años cincuenta y parte de los sesenta del siglo anterior ese movimiento libró grandes batallas, especialmente en la extraordinaria lucha de los afroamericanos en lograr ejercer sus derechos civiles. Violenta lucha que costó mucha sangre y sacrificios.

En aquel entonces esa tendencia ultra reaccionaria, hoy representada por el movimiento Tea Party, enquistada en el poder, combatió con mucha fuerza, a capa y espada, a la justicia social, política y económica, primero en su afán segregacionista, y después, centrada en su raíz racista, negándole sus derechos civiles a los afroamericanos.

Por nombrar a algunos de sus más connotados dirigentes, podemos nombrar a Orvel Faubus, gobernador entonces del estado de  Arkansas, que a mediados de los cincuenta se negó a desagregar las escuelas de su Estado forzando la intervención militar federal para así hacerlo; y unos cuantos años después, George Wallace, gobernador entonces de Alabama, quien también se negó a desagregar al sistema universitario en su Estado, forzando al Presidente John Kennedy a intervenir militarmente en Alabama para poder lograrlo y así  hacer cumplir las leyes.

George Wallace se convirtió en el líder de ese movimiento ultra reaccionario entonces, y logró por vez primera que éste se organizara y se manifestara de manera efectiva a través  del país.

En las dramáticas elecciones presidenciales de 1968, viviendo el país momentos trascendentales en plena repulsa nacional a la guerra en Viet Nam - y habiendo sido asesinados durante ese año tanto Martin Luther King como el senador Robert Kennedy, este último favorito a obtener la presidencia en esas elecciones,- George Wallace logró, con su candidatura independiente, obtener casi 10 millones de votos, el 14% del total de votos para la presidencia; ganando también su candidatura 5 estados sureños: Georgia, Alabama, Mississippi, Lousiana y Arkansas. Impresionantes y preocupantes resultados.

Se continuará esta crónica.//



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El Tea Party: el mismo perro con diferente collar (III)

Publicado el 7 Septiembre 2010 en Andrés Gómez, Especiales, Opinión

Por Andrés Gómez, director de Areítodigital

Miami.- En la campaña presidencial de 1972, George Wallace, quien en la campaña presidencial anterior, en 1968, había optado por fundar un tercer partido, el American Independent Party (Partido Independiente Americano), también de corta vida, para presentar su candidatura presidencial, optó por esta vez utilizar al propio Partido Demócrata.  Recuérdese que en la campaña de 1968 Wallace logró obtener 10 millones de votos, casi el 14% del total, y los estados de Georgia, Alabama, Mississippi, Lousiana y Arkansas.

En plena campaña de las primarias del Partido Demócrata para la presidencia Wallace fue víctima de un atentado que aunque no lo mató lo eliminó del resto de la campaña presidencial. Hasta aquel momento Wallace había ganado tres primarias, incluyendo la de la Florida en la cual ganó todos los condados de este estado. Inclusive, dos días después de su atentado Wallace logró ganar las primarias de Maryland y Minnesota. Sólidos resultados especialmente cuando en aquel tiempo no eran muchas las primarias abiertas las que existían.

Y esta pujanza del movimiento ultra reaccionario en este país sucedía no con un presidente liberal en el poder, como existe hoy, sino durante la presidencia de nada menos que de Richard Nixon.

Durante los años ochenta, los años de la presidencia del archi reaccionario Ronald Reagan, el movimiento ultra reaccionario se mantuvo a la expectativa, en realidad tenía razón para estar más bien tranquilo: estaba en el poder.

Después de la presidencia de Reagan, éste se reconstituye durante la presidencia del primer Bush y para las elecciones presidenciales de 1992 presenta la candidatura presidencial independiente de Ross Perot, un multimillonario de Texas. Perot logró un gran apoyo popular, inclusive, durante meses se mantenía favorito en todas las encuestas presidenciales. Al final logró obtener 19 millones de votos, el 18.9% de los votos para la presidencia, aunque no logró ni un estado. George Bush, padre, obtuvo el 37.5% de los votos y Bill Clinton fue electo presidente obteniendo el 43%.

Perot se volvió a postular para la presidencia en las elecciones de 1996 a través del Reform Party (Partido de la Reforma) esta vez obteniendo 8 millones de votos, el 8% del total, mientras que Bill Clinton fue reelecto con 47 millones de votos y el senador Bob Dole, el candidato conservador republicano, obtuvo 39 millones de votos, el 40.7% del total.

En años posteriores este movimiento ultra reaccionario ha manifestado su fuerza política en varias campañas nacionales especialmente en contra del derecho de la mujer al aborto, en contra de los derechos de los homosexuales y en contra de los inmigrantes que ingresan o permanecen en los Estados Unidos indocumentados. En fin se mantienen inalterables en su rechazo a cualquier intento de hacer avanzar una agenda que le ofrezca a la mayoría de la población mayores beneficios sociales, políticos y económicos.

Ese movimiento ultra conservador de siempre, sigue siendo un movimiento de un potencial político de mucha importancia, aunque actualmente no tiene la fuerza que ha tenido en el pasado ni la que le atribuye la prensa. Sin embargo, sería un grave error subestimarlo.

Recientemente ha dado muestras, a través de algunos candidatos que lo favorecen públicamente, de gran adaptabilidad.  Decisiones que en el pasado sus dirigentes y su base  hubiesen considerado anatema.

Por ejemplo, el candidato republicano conservador al puesto de gobernador de la Florida, Rick Scott, quien recientemente logró la nominación de su partido en contra de un gastado, corrupto e inepto político conservador republicano, Bill Mc Collum, días atrás nombró como compañera de fórmula para la el puesto de vice gobernadora a Jennifer Carroll, representante estatal republicana, mulata y nacida en la Isla de Trinidad, en las Antillas…

Hoy, el movimiento Tea Party, manifestación actual de ese movimiento ultra reaccionario de siempre, frustrado a través del tiempo de lograr sus máximas ambiciones, se muestra capaz de encubrir su verdadera despreciable naturaleza –entre otras cosas, por racista, xenofóbo, sexista y homofóbico, en fin, anti democrático–, para engañando obtener el poder. //

 

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