Friday, July 9, 2010

The release of prisoners:
A silent victory for the Cuban Revolution

By Enrique Ubieta Gómez

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann

Havana’s Archbishopric made public yesterday the Cuban Government’s decision to free in the coming months up to 52 counterrevolutionaries in prison since 2003, five of whom are to be released right away. As a result of government meetings with Cardinal Jaime Ortega, Archbishop of Havana, and Monsignor Dionisio García Ibáñez, president of the Conference of Catholic Bishops of Cuba, another prisoner had been already freed on grounds of ill health.

It’s common in the Cuban prison system to let convicts go –regardless of their crime– if they have a medical condition that proves untreatable in prison. Since 2004, twenty-one other counterrevolutionaries in this group benefited from the policy. Four of them traveled to Spain with their families following an agreement with the Spanish government.

The Cuban government knows how to talk with anyone on the basis of respect for Cuba’s sovereignty and make decisions about any subject without pressure, blackmail or preconditions. The greater obstacle to the release of these prisoners –trial and convicted by Cuban courts in keeping with Cuban law– was precisely the coercive intentions of an irresponsible media campaign launched by European and U.S. right-wingers through the big press corporations in detriment of the dialogue permanently offered by the Revolution. History has recorded a long list of such examples: the exchange of mercenaries captured during the Bay of Pigs invasion; the talks with Cuban exiles in 1978 and the subsequent release of hundreds of Batista supporters and counterrevolutionaries, most of whom had been involved in terrorist activities; the migratory agreements with U.S. Administrations ruled by either Democrats or Republicans, be it under Reagan, Bush, Clinton or Obama; and no end of meetings and exchanges with various religious orders, including the Catholic church, among other major international mediations such as the one that once and for all brought peace to Angola and the African southern cone.

A will to talk reveals strength rather than weakness. The recent talks between government and Cuban Catholic Church leaders relied on open and systematic communication with national religious institutions and organizations. Believers and nonbelievers alike play a similar role in the construction of their increasingly just society. Although both parties agreed to meet and make a decision that international harassment had forced them to postpone, the world media and their domestic lackeys, at first taken aback, are now trying to capitalize on the outcome. It was to be expected, so we’re not worried. As with any other Cuban citizen, our country devoted its best assets and all of its medical resources –plus some others we didn’t have but searched for everywhere despite the blockade– to saving Guillermo Fariñas’s life. Nonetheless, his attitude would have never got him what he wanted. How sad that a man should put his life at risk perhaps unaware of the fact that others are milking his feelings to the utmost and making the most of his stubbornness for illegitimate purposes. How sad that a man should risk his life for the personal well-being of a bunch of rascals and an imperialist state, what with so many essential just causes in our essentially unjust world. How sad that a man should choose death to defeat a country that’s always swimming against the tide to protect life.

Would Obama be able to sit and talk with his small, if upright, neighbor frankly and without imperial grudges? Would he be brave enough to acknowledge the political, vindictive nature of the sentences passed to the five Cuban terror fighters who have been in U.S. prisons for more than 10 years? Could he just grant these five men –who did things on U.S. soil in favor of the American people that the U.S. authorities never bother to do– a simple pardon that would ennoble his mandate? Again, the Cuban Revolution sets an example of dignity and fortitude.

http://cambiosencuba.blogspot.com/2010/07/la-liberacion-de-presos-una-victoria.html

   
   

viernes 9 de julio de 2010

La liberación de presos:
Una victoria silenciosa de la Revolución cubana

 
Por Enrique Ubieta Gómez

En el día de ayer, el Arzobispado de La Habana hizo pública la decisión del Gobierno cubano de liberar en los próximos meses a 52 contrarrevolucionarios detenidos y juzgados en 2003, cinco de ellos de forma inmediata. Como resultado de los contactos establecidos por el Gobierno con el Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana y Monseñor Dionisio García Ibáñez, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, había sido liberado ya, por motivos de salud, otro de los sancionados.

En el sistema de prisiones de Cuba suele concederse licencia extrapenal al sancionado que –con independencia del motivo de su delito--, presenta problemas de salud que son incompatibles con el régimen carcelario. Desde el año 2004 se habían beneficiado de esa política habitual otros 21 contrarrevolucionarios de la misma causa judicial; cuatro de ellos viajaron a España con sus familias, como parte de un acuerdo con el Gobierno español.

El Gobierno de Cuba sabe conversar y tomar decisiones –sin presiones, ni chantajes, ni condiciones previas--, sobre cualquier tema, y con cualquier interlocutor que respete la soberanía del país. El mayor obstáculo para la liberación de esos presos --juzgados y condenados por tribunales cubanos, según las leyes del país--, era precisamente la clara intención de chantaje de una campaña mediática que las grandes corporaciones de prensa y la derecha europea y norteamericana habían promovido de forma irresponsable. La Revolución, en cambio, propone el diálogo respetuoso. Habría que recordar una larga lista de ejemplos históricos: el canje de mercenarios capturados durante la invasión de Playa Girón; el diálogo con la emigración cubana en 1978 y la liberación posterior de cientos de batistianos y de contrarrevolucionarios, muchos de ellos capturados en actividades terroristas; los acuerdos migratorios con gobiernos norteamericanos de uno u otro partido (tanto los de Reagan o W. Bush, como los de Clinton u Obama); el proceso de contactos permanentes e intercambio de criterios con las diferentes denominaciones religiosas, incluida la católica, entre otros. La lista incluye mediaciones internacionales de trascendencia, como la que llevó definitivamente la paz a Angola y al cono sur africano.

No hay debilidad en la disposición al diálogo, sino fortaleza. Las recientes conversaciones del Gobierno con la jerarquía de la Iglesia católica cubana están respaldadas por la existencia de una comunicación franca y sistemática con las instituciones y organizaciones religiosas del país. Creyentes y no creyentes –de cualquier denominación--, participan por igual en la construcción de una sociedad cada vez más justa. Aunque estas conversaciones transcurrieron por iniciativa de las partes, y encauzaron una decisión que el acoso internacional había pospuesto, los medios trasnacionales y sus lacayos internos, inicialmente desconcertados, intentan ahora capitalizar los resultados. Era previsible, y no nos preocupa. Por la vida de Guillermo Fariñas, como por la de cualquiera de sus coterráneos, Cuba puso los equipos médicos que posee –y los que no posee pero buscó donde pudo, a pesar del bloqueo--, y los mejores especialistas que ha formado. Pero su actitud nunca hubiese conducido a la obtención de los resultados que esperaba. Qué triste es que un hombre exponga su vida, sin saber acaso que otros manipulan sus sentimientos, planifican las ganancias posibles de su sacrificio, usan su empecinamiento con fines espurios. Qué triste es –con tantas causas justas, imprescindibles, en este mundo esencialmente injusto--, que un hombre arriesgue su vida por el bienestar personal de un puñado de pillos y de un estado imperialista. Que un hombre apueste a la muerte para derrotar a un país que lucha a contracorriente por la vida.

¿Sería capaz Obama de abrir el diálogo franco, sin resabios imperiales, con su pequeño pero digno vecino?, ¿tendría el coraje de reconocer el carácter político, vengativo, de las sanciones que pesan sobre los cinco antiterroristas cubanos, presos hace ya más de diez años en cárceles de su país?, ¿podría Obama, en un acto sencillo, que dignificaría su mandato, indultar a esas cinco personas que hicieron en territorio norteamericano, a favor de sus ciudadanos, lo que no hicieron las autoridades de su país? Una vez más la Revolución cubana ofrece un ejemplo de dignidad y de fortaleza.