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Nostalgia cubana
Hace unos días se llevó a cabo en Miami, por duodécima ocasión, una
exhibición de recuerdos de la «Cuba de ayer» llamada Cuba Nostalgia.
Para ella, el año en que cualquier cubano haya venido a residir en Miami
no importa; la importancia está en los recuerdos de la Cuba que dejó. No
es lo mismo la Cuba del 2010 que la Cuba de 1980, y esta no tiene que
ver con la Cuba del ‘58.
Es comprensible tener nostalgia del país en el que uno vivió; lo que no
se puede tener es nostalgia del país que no se conoció. La nostalgia es
el recuerdo de una vivencia, y no es hereditaria.
Según los organizadores, son los recuerdos de la Cuba de los 40 y los
50. A dos cubanitos vivos, de aquí del patio, se les ocurrió la
brillante idea de crear, de la nostalgia, un negocio. Buscaron una serie
de patrocinadores, alquilaron locales, montaron quioscos y exhibieron
viejas fotografías de La Habana, cacharros de la época de los 50,
maquetas del Malecón habanero, botellas viejas de cerveza Hatuey y
vidrieras con antiguos maniquíes.
Montaron el tinglado perfecto. Los patrocinadores pagan por los quioscos
y, por entrar a verlos, los asistentes pagan 12 dólares si es adulto y
seis si es menor. ¡Negocio redondo!
Todo lo que exhiben es maravilloso: «Cuba era el mejor país del mundo,
solamente detrás de los norteamericanos. Allí no había miseria, todos
vivíamos felices y saludables, pasábamos nuestras vacaciones en Varadero
y de vez en cuando veníamos a Miami para hacer algunas compras. Todos y
cada uno de los hogares cubanos disfrutaban de la televisión en colores,
que llegó a la Isla inmediatamente después que a Estados Unidos.
Comprábamos en El Encanto y nos hospedábamos en los grandes hoteles con
sus lujosos casinos y sus rimbombantes cabarés».
En fin, la Cuba que exhiben era perfecta: La Habana de los 50, capital
del mundo, ciudad ideal para vivir. ¿Barrios marginales como Las Yaguas,
Llega y Pon, La Cueva del Humo? No existían. ¿Zonas de prostitución como
Colón, Pajarito, Atarés? Mentiras. ¿Los hoteles controlados por mafiosos
del Norte? Propaganda antiamericana. ¿El analfabetismo galopante entre
los campesinos, la falta de escuelas superiores en los pueblos pequeños,
la insalubridad y falta de hospitales y universidades en la Isla?
Propaganda comunista.
A la exhibición acudieron cientos de cubanos de la tercera edad, que
pagaron sus entradas felizmente para poder ver la Cuba que ellos se
imaginaron que dejaron. Muchos llevaron a sus nietos e hijos para
inyectarlos con un poco de cubanía y, por qué no decirlo, de «fervor
patriótico». Algunos echaron un pie al ritmo del danzón de la orquesta
de Antonio María Romeu con la voz inconfundible de Barbarito Diez.
También esperaban echarlo con la música del Benny.
Aquel espectáculo era, hasta cierto punto, conmovedor, por lo
melancólico y sentimental. Personas ancianas que dejaron su tierra hacía
mucho tiempo, añorando un pasado que quizá nunca realmente vivieron.
Lo que sí era para morirse de risa era ver a personas relativamente
jóvenes, y que llegaron en los últimos años, teniendo nostalgia de la
«Cuba de ayer».
A algunos hasta se les llenaban de lágrimas los ojos como si estuviesen
recordando, cuando iban de compras a El Encanto, cuando se sentaban en
una mesa de bacará en el Riviera o cuando daban gritos fanáticos en las
galerías del hipódromo de Marianao.
La «Cuba Nostalgia» que venden los dos pícaros de Miami es una forma de
explotar los sentimientos de algunos con el único fin de ganar plata. La
nostalgia por una Cuba imaginaria, que solo existe en la mente de
algunos trasnochados de esta ciudad, es una forma enfermiza de ver la
realidad distorsionada, realidad que, por razones económicas, hace
muchos años se inventó en Miami.
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