THE REAL GREAT DEPRESSION
By Manuel E. Yepe

Unedited Google translation awaiting the human translation.

"Why are you depressed?", Asked The New Yorker magazine that U.S. metropolis to its readers, in a loose superimposed on the cover of its March issue calling first reading of an article was to discuss a subject other than to find that almost everyone thought.

It seems that no one expected that the question was referring, as well turned out, the problem of excessive consumption of antidepressants for states that do not qualify as such, and gastric disorders, panic attacks, premature ejaculation and alcohol. And the exaggerated cost of unnecessary treatment by antidepressant drugs on the indication of commercial interest in terms of their manufacturers.

What seemed to announce this call to read on the cover of The New Yorker was an analysis nervous depression being experienced by citizens in full because of course that the U.S. oligarchy has been set for the nation.

A poll by the Pew Research Center released on April 19 indicated that about 80% of Americans have lost confidence in his government, and few believe it can solve problems of the country, the lowest level of popular confidence in half a century. And this happens to little more than a year to make the people desperate, almost surprisingly so vote for changes that will temporarily led to the recovery of the hopes that the system at his country on the cusp, sustainable.

Sadly vanishing prospects of change tolerated by the oligarchy in the 2008 election could draw the United States from the mire into which has been driven by several factors, among which predominates the failures of the neoconservative movement that was to control administration of the country since the administration of Ronald Reagan to George W. Bush, not excluding that of William Clinton, gently handled as now seems to be making do with Barack Obama.

The economic and financial crisis, the disaster that affects their industry and international trade, the loss of global leadership, the progress of the emerging powers Brazil, India, Russia and especially China, the decline of global political role Europe, its major ally, the progress towards independence for the nations of Latin America and the Caribbean, paint a bleak scenario for the superpower, whose future is only through wars viable.

For ordinary people, this leads to uncertainty, increasing insolvency, unemployment, and loss of civil rights by large sectors of the population, particularly immigrants.

At the individual level, this anxiety leads to general discontent, lack of trust in government and, at the institutional level in partisan disputes between political leaders and Congress.

You can speak of a "disappointment" about the system itself, because both parties have fallen in popularity, as lawmakers and politicians in general.

It would seem that the U.S. is repeating the recent history of several Latin American countries where the "'party" fell to make way for new forces before excluded, as in Venezuela, Bolivia, Ecuador and Nicaragua.

Only no one could guarantee that, in America, excluding these new forces are pushing to enter the scene, and even dominate it, are popular options or progressive in nature. For many years the American political landscape is being dominated by forces "neocon" that appear from within the two parties that have controlled the nation's political system from its birth in the late eighteenth century.

In the current situation, the neoconservative movement could opt for an openly right-wing dictatorship of the government of W. Bush would have been just a brief essay.

In areas identified as secessionist in the nineteenth century and fought a war for slavery against the abolitionist central government really motivated by conflicting economic interests, has developed the ultraconservative movement Tea Party, the fascist ideology and methods, which is making itself felt as a tendency of right-wing Republican, but is also active in the Democratic ranks.

Among the formations anti-immigrant, anti-gay and other extremists are gaining ground openly fascist forces, such as the National Socialist Movement (NSM), self-described as "neo-Nazi" who held a march in downtown Los Angeles, California, wearing black uniforms to three days of celebrating the birthday of Adolf Hitler, in order to express their rejection of immigrants in the United States.

Hopefully, this harrowing picture presented to U.S. citizenship, rather than lead to hopelessness and resignation, is reversed in a decision to rein in these reactionary forces around the world and the deepest depression imaginable: a global fascist dictatorship
its center in the U.S.!
 
   
    LA VERDADERA GRAN DEPRESIÓN
Por Manuel E. Yepe

“¿Porqué está usted deprimido?”, preguntaba la revista The New Yorker de esa gran urbe estadounidense a sus lectores, en un suelto superpuesto a la portada de su ejemplar de marzo primero convocando a la lectura de un artículo que resultó tratar sobre un tema distinto al que casi todos pensaron hallar.

Parece que nadie esperaba que la pregunta se refiriera, como así resultó ser, a la problemática del consumo exagerado de medicamentos antidepresivos para estados que no califican como tales, como trastornos gástricos, ataques de pánico, eyaculación precoz y alcoholismo. Y sobre el costo exagerado de tratamientos innecesarios por la sobre indicación de fármacos antidepresivos en función del interés comercial de los fabricantes de éstos.

Lo que parecía anunciar aquella convocatoria a la lectura en la portada del The New Yorker era un análisis acerca la depresión nerviosa por la que atraviesa la ciudadanía en pleno a causa del derrotero que la oligarquía estadounidense ha fijado para la nación.

Una encuesta del Centro de Investigaciones PEW divulgada el 19 de abril indicaba que cerca del 80% de los estadounidenses ha perdido la confianza en su gobierno y pocos creen que pueda resolver los problemas del país, el nivel más bajo de confianza popular en medio siglo. Y esto ocurre a poco más de un año de que la población, desesperada, votara de manera casi sorpresiva por cambios que momentáneamente le propiciaron la recuperación de las esperanzas de que el sistema que tenía a su país en la cúspide, fuera sostenible.

Se esfuman lastimosamente las perspectivas de que el cambio tolerado por la oligarquía en las elecciones de 2008 pudiera sacar a Estados Unidos del pantano al que ha sido conducido por una serie de factores, entre los cuales priman los fracasos del movimiento neoconservador que hubo de controlar la administración del país desde el gobierno de Ronald Reagan hasta el de George W. Bush, sin excluir el de William Clinton, dócilmente manipulado como ahora parece estar logrando hacer con el de Barack Obama.

La crisis económica y financiera, el desastre que afecta a su industria y comercio internacional, la merma de su liderazgo a nivel global, los avances de las nuevas potencias Brasil, India, Rusia y, especialmente, China; el declive del papel político global de Europa, su gran aliado; los avances hacia la independencia de las naciones de América Latina y el Caribe, dibujan un escenario desolador para la superpotencia, cuyo porvenir solo mediante guerras se ve viable.

Para el ciudadano común, ello genera inseguridad, insolvencia creciente, desempleo, y la pérdida de derechos civiles por amplios sectores poblacionales, especialmente los inmigrantes.

A nivel individual, esta angustia se traduce en descontento general, falta de confianza en el gobierno y, en el nivel institucional, en disputas partidistas y entre los líderes políticos y el Congreso.

Puede hablarse de una "desilusión" respecto al sistema mismo, porque los dos partidos han sufrido una caída de su popularidad, al igual que los congresistas y los políticos en general.

Diríase que se está repitiendo en Estados Unidos la historia reciente de varios países de América Latina donde la “partidocracia” sucumbió para dar paso a las fuerzas nuevas antes excluidas, como ocurrió en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

Solo que nadie podría garantizar que, en Norteamérica, esas nuevas fuerzas excluidas que pujan por entrar en escena, e incluso dominarla, sean opciones de carácter popular o progresistas. Hace muchos años que el panorama político estadounidense está siendo dominado por fuerzas “neoconservadoras” que se manifiestan desde el seno de los dos partidos que han controlado el sistema político de la nación a partir de su nacimiento a fines del siglo XVIII.

En la situación actual, el movimiento neoconservador pudiera optar por asumir sin tapujos una dictadura de extrema derecha de la que el gobierno de W. Bush habría sido apenas un fugaz ensayo.

En las regiones identificadas como secesionistas en el siglo XIX y que libraron una guerra en favor de la esclavitud contra el gobierno central abolicionista -motivada en verdad por intereses económicos contradictorios- se ha desarrollado el ultraconservador movimiento Tea Party, de ideología y métodos fascistoides, que se está haciendo sentir como una tendencia ultraderechista de los republicanos, pero también está activa en las filas demócratas.

Entre las formaciones antiinmigrantes, anti homosexuales y otras extremistas, ganan terreno las fuerzas abiertamente fascistas, como las del Movimiento Nacional Socialista (NSM), autodefinido como “neonazi” que convocó una marcha en el centro de Los Ángeles, California, vistiendo uniformes negros a tres días de celebrarse el aniversario del natalicio de Adolfo Hitler, a fin de manifestar su repudio a los inmigrantes en Estados Unidos.

¡Ojalá que este angustioso panorama que se presenta ante la ciudadanía estadounidense, en vez de llevarla a la desesperanza y la resignación, se revierta en decisión de frenar a estas fuerzas reaccionarias y evitar al mundo la más honda depresión imaginable: una dictadura fascista global con su centro en Estados Unidos!