Epilogue for a recurring diatribe
By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.


“Official returns from Cuba’s municipal elections Sunday show an increase in null and blank votes, and a slight drop in turnout, (…) that reflect the growing disgruntlement on the island”, reads an article that The Miami Herald published on April 26 based on testimony provided by two Cuban “dissidents” and signed by Juan O. Tamayo, a reporter with the Miami-based Spanish-language newspaper that so often serves as the mouthpiece of the U.S. extreme right, especially as regards anti-Cuban matters.

Provisional counts made in the National Electoral Commission have it that by the end of the voting hours, 94.69 % of voters had cast their ballots, for a no-show rate of 5.31 % and a preliminary tally of 4.58 % of blank votes and 4.30 % declared null. After toting up the three figures, Mr. Tamayo concluded that the final 14.19% set in relief a rise in people’s discontent compared with the 2007 election.

As confirmed on April 29, the final results of the first-round election give a turnout of 95.86 % –4.14 % failed to vote– with 4.59% of blank ballots and 4.30% declared null. All three figures add up to 13.03 %.

These results achieved by an electoral process which has deep roots in Cuba’s People’s Power-oriented democratic system and has measured the level of popular support every 30 months since its inception in 1976 reveal that the vast majority of Cubans approve of a revolutionary project of national independence with socialist as its ultimate goal.

According to The Miami Herald, “Though voting is not mandatory in Cuba, turnout percentages are in the high 90s because members of the neighborhood-based Committees for the Defense of the Revolution (CDR) and others pressure citizens to vote”. Considering that almost eight million Cubans are CDR members, the above assertion amounts to admitting that the citizens themselves are self-induced promoters of democracy.

Granted that those who failed to cast their [voluntary and secret] ballot, others who either by mistake or on purpose had theirs declared void, and still others who returned a blank ballot are all at odds with their country’s social and political system –a largely debatable opinion– then the number of opponents would be merely 13.03% of the total electorate. A fairy-tale rate of approval anywhere in the world!

Anti-Cuban propaganda has invariably maintained that there are no elections on the Island or the results are not reliable. That’s why it’s somewhat surprising that The Miami Herald uses the official results of our voting to highlight such insignificant fall in popular support for the revolutionary project.

A poor accomplishment after half a century of multimillion dollar campaigns against the Cuban Revolution defrayed by the American taxpayers.

Impressive, to say the least, is the Cuban people’s attitude after such a long time in the crosshairs of a plan aimed at undermining their support by means that include an economic blockade and an endless string of hostile actions. These are designed to –as shown in U.S. documents issued in 1960 and declassified in 1991– “defeat the Cuban revolution through disappointment and discouragement on the basis of popular dissatisfaction and economic hardship; deny them money and supplies in order to undercut their real wages and salaries and cause hunger, despair and the overthrow of the Cuban government”.

Besides, as Cuba recently reported to the United Nations Information Committee, “every week, radio and TV stations based in U.S. territory illegally broadcast to Cuba thousands of hours on 34 medium, shortwave, FM and TV frequencies. They did it every week for 2,185 hours in February alone”.

Every year the U.S. Congress approves a federal budget of over 30 million dollars for this kind of anti-Cuban activity. In the last two decades, the U.S. Government has spent around half a billion dollars to this end, quite a lot of money for such a trivial outcome.

Exactly a week after the election, millions of Cubans celebrated Mayday in public rallies of support across the country, jubilant at their victory over the latest attacks on Cuba by media in the U.S. and several European countries where –out of fear or naiveté– a few renowned personalities sided with the wrong crusade only to bring an unfortunate stain on their record.

Clearly an epilogue to another stage in the asymmetric war of the rich against the poor which the rebellious Cuban people feel to have won, aware though they are that the difficulties are no more over than their will to resist them.

May 2010

 

   
    EPÍLOGO PARA UNA DIATRIBA RECURRENTE

Por Manuel E. Yepe

“Los resultados oficiales de las elecciones municipales del domingo en Cuba muestran un aumento en la cantidad de boletas anuladas o en blanco, y una ligera baja en la participación… lo que refleja el aumento del descontento en la isla”, dice un artículo basado en los testimonios de dos “disidentes” cubanos que publicó el 26 de abril el Miami Herald.

El trabajo lo firmaba Juan O. Tamayo, periodista de El Nuevo Herald, diario en lengua hispana de la propia ciudad que es vocero habitual de la extrema derecha estadounidense, especialmente en lo que respecta a sus posiciones contrarias a Cuba.

Según los cómputos provisionales de la Comisión Electoral Nacional de la Isla, al término del horario fijado para el sufragio, había votado un 94.69 % de los electores, con un 5.31% de abstención. Ese conteo preliminar arrojaba un 4.58 % de boletas en blanco y 4.30 % declaradas nulas. En la suma de estas tres cifras, (14.19%), el articulista basaba su conclusión de que hubo un incremento de la desaprobación respecto a los comicios del 2007.

(Las cifras finales oficiales de la primera vuelta, confirmadas el 29 de abril, fueron de un 95.86 % de participación y una abstención del 4.14%; con 4.59% de boletas en blanco y 4.30% anuladas. Estas últimas tres cifras suman 13.03 %).

Tales resultados -en unas elecciones que desde 1976, además de ser la base del sistema democrático cubano de Poder Popular, encuestan cada 30 meses el nivel de apoyo a éste por la población- ratifican que ésta aprueba con amplitud el proyecto revolucionario de independencia nacional que tiene al socialismo como su meta.

Según el artículo del Miami Herald, “aunque la votación no es obligatoria en Cuba, la participación siempre es elevada porque los miembros de los Comités de Defensa de la Revolución presionan con fuerza a la ciudadanía para que acuda a votar”. Comoquiera que los miembros de los CDR son casi ocho millones en todo el país, este aserto equivale a reconocer que es la propia ciudadanía la que se estimula a sí misma para ejercer la democracia.

Si aceptáramos la tesis de que quienes no votaron en los comicios (acto que es voluntario y secreto); los que, por error o intencionalmente, anularon su voto, y aquellos que lo emitieron en blanco, son todos discrepantes del sistema político y social de su país (criterio que admite muchos reparos), tendríamos que quienes no lo apoyaron representan apenas el 13.03 % del electorado total. ¡Un sueño de aprobación popular en cualquier país!

Sistemáticamente, la propaganda hostil a Cuba ha mantenido que en la Isla no hay elecciones, o que los resultados de éstas no son confiables. Por ello, hasta cierto punto, es sorprendente que en el Miami Herald, para argumentar avances tan insignificantes en el debilitamiento del apoyo de los cubanos al proyecto revolucionario, se acrediten resultados oficiales cubanos.

Es un pobre resultado para una campaña de hostilidad contra la revolución cubana, que en medio siglo ha costado muchos miles de millones de dólares a los contribuyentes estadounidenses.

Y es admirable tal actitud de los cubanos, considerando que han estado sometidos durante todo ese tiempo a un proceso de ablandamiento de su apoyo al proyecto revolucionario que incluye un bloqueo económico y una sistemática hostilidad enfilada -según documentos del gobierno estadounidense de 1960 desclasificados en 1991 –“a derrotar a la revolución en Cuba a través del desencanto y el desaliento basado en la insatisfacción y las dificultades económicas; negarles dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno cubano”.

Además, como informó Cuba recientemente en el Comité de Información de Naciones Unidas, “cada semana, emisoras radicadas en el territorio de los Estados Unidos transmiten hacia Cuba miles de horas de radio y televisión por 34 frecuencias de onda media, corta, FM y TV. Solo en febrero de este año, hubo cada semana 2,185 horas de transmisiones ilegales”.

El Congreso de Estados Unidos aprueba anualmente para este tipo de acciones contra Cuba un presupuesto federal de más de 30 millones de dólares. En las últimas dos décadas, el Gobierno de EEUU ha gastado alrededor de 500 millones de dólares en ellas. Es un gasto muy elevado para obtener resultados tan nimios.

Exactamente una semana después de los comicios, el primero de mayo, los cubanos celebraron el Día Internacional del Trabajo con manifestaciones masivas en todas las ciudades del país.

Millones de jubilosos manifestantes celebraban su victoria sobre la más reciente intensificación de la cruzada estadounidense de difamación mediática contra Cuba -con fuerte patrocinio también de varios países de la Unión Europea-, en la que, por ingenuidad o por miedo, se involucraron en el lado equivocado algunas pocas personalidades de prestigio que ensuciaron lastimosamente su expediente en la inmoral campaña.

Fue un claro epílogo para otra etapa de la asimétrica guerra de los ricos contra los pobres en la que este pueblo rebelde se siente vencedor, aunque esté consciente de que seguirán los embates y que también deberá continuar su resistencia.

Mayo de 2010.