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    El desencanto
Juan Balboa
 
El gobierno de Cuba está decepcionado con Barack Obama. Mira con escepticismo y desconfianza sus iniciativas hacia la isla. Lo considera ambiguo, inseguro y sometido a una “red de intereses” incrustados en la Casa Blanca y en el Capitolio que obstaculizan todo intento de superar el diferendo bilateral que dura más de medio siglo. Desde La Habana, Esteban Morales y Rafael Hernández –dos reconocidos académicos cubanos– analizan el estado de las relaciones entre su país y Estados Unidos cuando está por cumplirse el primer año de la administración de Obama.

 LA HABANA.- La desconfianza y el desencanto hacia la administración de Barack Obama penetra en el régimen cubano, cuyos dirigentes observan con escepticismo las pequeñas medidas de distensión adoptadas por Washington y consideran como un “buen deseo”, pero políticamente “imposible”, el eventual desmantelamiento del bloqueo económico contra la isla. 

Diversos sectores contrarios a la distensión con Cuba están incrustados en la administración y en el Congreso estadunidenses, y el propio presidente Obama se muestra inseguro en el momento de tomar decisiones de fondo sobre La Habana, lo que ha evitado que existan contactos de alto nivel entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.

Incluso, cada día se diluye una posible negociación “real, sustancial y sin condiciones” para superar el diferendo bilateral que se inició hace más de medio siglo.

Rafael Hernández y Esteban Morales, reconocidos politólogos cubanos, profesores invitados de varias universidades estadunidenses, analizan un tema en el que ambos son expertos: las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Lo hacen en el contexto del primer año del gobierno de Obama, que se cumple en enero.

Entrevistado en La Habana por Proceso, Esteban Morales, presidente del Consejo Científico de la Universidad de La Habana, asegura que el presidente Obama no ha cumplido su promesa electoral: iniciar un diálogo amplio con el gobierno de Cuba.

Reconoce que Obama “ha cumplido con los cubanos (radicados en Estados Unidos) en quitar restricciones (de viajes y envíos de remesas); ha cumplido con la ultraderecha en mantener el bloqueo comercial, financiero y económico contra Cuba; pero no ha cumplido con los cubanos que viven en la isla”, afirma.

“Si existe un verdadero interés (de Obama) en las relaciones con Cuba, éste no se ha puesto 100% de manifiesto.”

Morales reconoce que existe una gran desconfianza acumulada entre los dos países a lo largo de los últimos 50 años, así como muchos resquemores que se deben limar y resolver antes de una posible negociación.

Por su parte, Rafael Hernández considera que una reducción de la presión hostil de Estados Unidos hacia Cuba favorecería un mejor clima para una negociación que hasta el momento no existe.

En respuesta a un cuestionario que Proceso le envió por correo electrónico a la Universidad de Austin, Texas, donde es profesor invitado, Hernández dice que toda medida que tienda a reducir o a desmantelar gradualmente el bloqueo, “favorece políticas más realistas, políticas más  convenientes, políticas más dirigidas a beneficiar a los cubanos que viven en Cuba y a los que viven fuera de Cuba”.

Hernández, director de la revista cultural Temas –una de las más prestigiosas de la isla–, sostiene que grupos de ultraderecha presionan al presidente Obama para frenar los contactos con el gobierno cubano.

Precisa: “Es una red de intereses en donde se incluyen conservadores y liberales; políticos de la vieja guardia cubano-estadunidense; congresistas a los que no les interesa Cuba porque no tienen intereses locales presionándolos para que voten por el cambio (de política hacia la isla); grupos incrustados en las estructuras del gobierno de Estados Unidos, en particular dentro de agencias de seguridad nacional, que se mantienen pese a los cambios de una administración a otra”.

En contraste, señala, hay políticos que quieren cambios en el sistema socialista de la isla “por otros medios” y están en favor de un acercamiento con el gobierno cubano. Entre ellos, “los congresistas que tienen grupos de presión interesados en negocios y viajes, y los militares y algunas agencias, como la DEA, que colaboran con Cuba”.

Hernández dice que el gobierno cubano no aceptaría un diálogo si Washington no respeta la soberanía e independencia del país. Sin eso, subraya, no habría estabilidad posible con un vecino tan poderoso.

“El principal objetivo de Estados Unidos es cambiar el régimen político-económico y el orden social vigente en Cuba. No se conformaría con dos o tres cambios políticos, con nuevos dirigentes, ni siquiera con más de un partido”, sostiene Hernández, quien el pasado 22 de octubre participó en un seminario en Miami sobre las relaciones Cuba-Estados Unidos, auspiciado por la Universidad Internacional de la Florida.

En La Habana, Esteban Morales coincide: Washington pide a Cuba “gestos” en materia económica y política. Básicamente, dice, “siempre nos piden lo mismo: pluripartidismo y elecciones libres”.

Sin embargo, advierte, “Estados Unidos fue el que agredió, invadió y mantiene un bloque económico. ¿Por qué Cuba tiene que hacer los gestos, si es el agredido?”.

Morales no tiene duda de que el gobierno de Raúl Castro evitará que la administración estadunidense “imponga” su agenda a la isla y la seguridad nacional se vea afectada, un riesgo que considera latente dadas las asimetrías entre ambas naciones.

Pero si Estados Unidos y Cuba pusieran “las cosas de igual a igual, sin condiciones, en una mesa de negociación, eso sería diferente”, apunta.

 

Los viajes

 

El pasado 19 de noviembre, miembros del comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes discutieron acaloradamente una propuesta que cancela las restricciones para que los ciudadanos estadunidenses puedan viajar a Cuba.

En la audiencia titualada “La libertad de viajar a Cuba”, estuvo presente el politólogo cubano Rafael Hernández, quien se encontraba en Washington.

“Curiosamente, no se habló tanto sobre la libertad de los estadunidenses, sino sobre la de los cubanos. El razonamiento de ambos bandos (los que defienden el levantamiento de las restricciones para viajar y los que se oponen) es parecido: los viajes van a servir para llevarles la democracia y la libertad a los cubanos, que viven presos y sin saber nada de lo que pasa en el mundo, sin el menor chance de cambiar el sistema”, cuenta Hernández.

Explica que en la Cámara hay 460 representantes, de los cuales 50 son demócratas que se oponen a levantar las restricciones para que estadunidenses viajen a Cuba. Ellos “siempre han estado ahí”.  Y es que, señala, “no es una historia de buenos (demócratas) contra malos (republicanos), sino de intereses”

Recuerda que durante la administración de George W. Bush, la Cámara de Representantes sometió a votación un proyecto parecido. En ese entonces, la mayoría republicana se inclinaba por levantar las restricciones que impedían a los estadunidenses viajar a Cuba. Pero el proyecto no avanzó porque el presidente Bush anunció que lo vetaría, comenta.

Hernández cree que ahora sería diferente: un proyecto así podría aprobarse.

El politólogo cubano está convencido de que este es el eslabón más débil y el punto de no retorno del conteo regresivo para poner fin al bloqueo “porque significa turismo estadunidense”, amparado en la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos: la “libertad de viajar”.

Morales abunda: para los estadunidenses, viajar a Cuba “no es un problema del bloqueo, sino de derechos constitucionales del ciudadano”.

La propuesta legislativa que se debate en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes no es la primera. Durante la administración de James Carter (1977-1981) hubo un proyecto de este tipo que estuvo a punto de ser aprobado. Al final, el Congreso votó en contra.

Hoy, “por primera vez en 30 años veo posibilidad de que el proyecto se apruebe”, dice, pese a las “muy duras” presiones de sectores políticos y económicos, que incluyen la “compra de legisladores” por parte del lobby cubano radicado en la Florida.

A pesar de ello, el también académico del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana percibe a Obama de manera diferente a como lo veían hace un año muchos estudiosos y funcionarios de la isla.

“Obama ha dado prueba de ser un individuo no confiable porque dice una cosa y hace otra, porque coge para la izquierda y vira para la derecha. Porque hay sectores que lo están controlando”, afirma Morales.

“Es un presidente que tiene un arco de inseguridad personal muy fuerte. La situación del racismo y la intolerancia creció, hay mucha gente que lo quiere ver muerto, se burlan de él. Ni Cuba ni América Latina pueden esperar de manera inmediata una política sensata por parte de Obama”, apunta.

Hernández también espera poco del gobierno de Obama, particularmente por la situación tan adversa que heredó de la administración Bush: una agenda internacional y nacional aplastante, con  dos guerras sin salida; una crisis económica que afecta a todos, y una resistencia brutal de la derecha a una tímida reforma social en el campo de salud.

En una mesa de análisis sobre el tema de Estados Unidos, transmitida por la televisión cubana en noviembre, Luis Suárez, investigador del Centro de Estudios sobre Relaciones Internacionales, consideró que la de Obama es una continuación de la administración George W. Bush. Además, en apenas un año de gobierno “hemos visto la ambigüedad” entre su retórica y su acciones.

Los tres académicos cubanos no tienen duda de que el actual gobierno de Estados Unidos mantendrá el núcleo de la política contra la isla a través del bloqueo económico.

Así, desde el punto de vista de los investigadores, después de un año en el poder, Obama ha demostrado ser un político tibio, inseguro y controlado por la ultraderecha de Estados Unido, entre los que incluyen a los legisladores del Partido Republicano por Florida.