ANOTHER OBAMA PROMISE DASHED
By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation by Will Reissner.
Edited by Walter Lippmann.

It seems certain that on December 31, 2009, President Barack Obama will add another broken promise to the citizens of his country to the large list that is severely damaging his credibility. It has resulted in his approval rating dropping below 50 percent, for the first time since his electoral victory, according to the polls.

His administration had announced that at the end of this year millions of pages of military and intelligence documents more than 25 years old would be declassified. It's declared intention was the beginning a new era of transparency regarding historic information dealing with the government's activities in matters related to defense and security.

This declassification is supposed to take place December 31, 2009 in compliance with a presidential order issued by William Clinton and amended by Bush, which it would now be up to President Obama to carry out.

These are documents from the period running from the Second World War to the 1980s that deal with questions of foreign relations, intelligence activities, and military operations, excluding data about nuclear weapons, whose protection is assigned to the Congress.

They have been generated by the Central Intelligence Agency (CIA), the National Security Agency, the Departments of Justice, State, Defense, Energy and other security and intelligence bodies and agencies.

But this move toward openness by the White House has run up against vehement opposition from the espionage agencies, led by the CIA.

Apparently, the documents that the CIA most strenuously demands be kept secret relate to the period of the Cold War. They particularly include those dealing with domestic spy operations and assassinations of foreign leaders which, as a whole, the agency calls "the family jewels."

Keeping them from publication is a serious reflection on the importance that is attributed to a declassification that seeks to prevent the repetition of recent shameful activities. Among these are  those revealed regarding tortures and other abuses in Abu Ghraib, Guantánamo, and the CIA's secret roving jails in different places around the planet.

Barack Obama now finds himself in the embarrassing position of having to prolong the secret, despite his repeated promises of a greater transparency, because his administration has been unable to gain the spy agencies's agreement for the opening.

It has been reported, in light of these complications, that the White House has been negotiating with the spy agencies over the terms of the opening up of the documents that are of concern to them. Obama, through his closest collaborators, is preparing to make important concessions in this regard.

This is reported, for example, by journalist Bryan Bender of the Boston Globe in an article that appeared November 29 headlined "Spy Agencies Foil Obama Plan for Transparency."

According to Bender, government officials who take part in the internal discussions with the spy agencies -- who asked not to be named -- say that the White House has told the spy agencies that it is willing to give them an extension, which could last several years beyond December 31, 2009.

Based on this report and others in the same vein, a goodly number of citizens who follow this question have been circulating a question that has been raised in many messages and letters to the editors of various publications: Are the CIA and other U.S. spy agencies really subordinate to the administration? Or is it the reverse?

Without question the cover-up of the grave crimes against humanity that many governments of the United States have carried out in furtherance of objectives of global domination only magnify the crimes and bestow probability to those who speculate about the lack of scruples and ethical principles in Washington's international policy.

Just as the campaigns of slander and demonization against its enemies end up working against their promoters when the truth is finally revealed about the righteous. The covering up of their own misdeeds ends up damaging the miscreants, however powerful and magnanimous with the media they might be.

History does not forgive and, sooner or later, it comes down on the side of justice.

December 2009




 

 

 

   
   

OTRA PROMESA DE OBAMA QUE SE FRUSTRA
Por Manuel E. Yepe


Se estima seguro que el 31 de diciembre de 2009 el Presidente Barack Obama agregará un nuevo incumplimiento de promesas a la ciudadanía de su país a la larga lista que lastima severamente su credibilidad y ha provocado que, por primera vez desde que logró la victoria en las elecciones, su nivel de aceptación por la ciudadanía esté por debajo del 50%, según las encuestas.

Para finales de este año, su administración había anunciado  la desclasificación de millones de páginas de documentos militares de inteligencia con más de 25 años de edad, con la declarada intención de inaugurar una nueva era de transparencia en la información histórica acerca de la actuación del gobierno en asuntos relativos a la defensa y la seguridad.

Tal desclasificación se haría el 31 de diciembre de 2009 en cumplimiento de una orden presidencial formulada por William Clinton y enmendada por Bush, que ahora le tocaría ejecutar al presidente Obama.

Se trata de documentos producidos en el período que cubre  desde la segunda guerra mundial hasta el decenio de 1980 que abarcan temas de relaciones exteriores, actividades de inteligencia y operaciones militares, excluyendo datos sobre armas nucleares cuya protección está a cargo del Congreso.

Han sido generados por  la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional, los Departamentos de Justicia, Estado, Defensa, Energía y otros organismos y agencias de seguridad e inteligencia.

Pero esa disposición aperturista de la Casa Blanca ha tropezado con vehemente oposición de las agencias de espionaje, la CIA en primer lugar.

Aparentemente, los documentos que con más fuerza exige la CIA mantener secretos corresponden al período de la guerra fría, particularmente los relacionados con operaciones de espionaje interno y sobre asesinatos de dirigentes extranjeros que, en su conjunto, la agencia designa como “las joyas de la familia”.

La omisión de su publicación se valora grave a la luz de la importancia que se atribuye a una desclasificación que busca impedir la repetición de hechos vergonzosos recientes, como los revelados sobre torturas y otros abusos en Abu Graib, Guantánamo y las cárceles nómadas secretas de la CIA en diversos lugares del planeta.

Barack Obama se encuentra ahora en la embarazosa posición de tener que prolongar el secreto, pese a sus repetidas promesas de una mayor transparencia, por haber sido su Administración incapaz de lograr la conformidad de las agencias de espionaje para la apertura.

Ha trascendido que, a la luz de estas complicaciones, la Casa Blanca ha estado negociando con las agencias espías los términos de la apertura de los documentos que preocupa a éstas, y que Obama, a través de sus colaboradores más cercanos, se apresta a realizar importantes concesiones al respecto.

Así lo afirma, por ejemplo, el periodista
Bryan Bender, del periódico Boston Globe, en un artículo suyo aparecido el 29 de noviembre último titulado “Las agencias espías frustran plan de transparencia de Obama” (Spy agencies foil Obama plan for transparency).

Según Bender, funcionarios del gobierno que participan en los debates internos con las agencias de espionaje -que le exigieron el anonimato-, la Casa Blanca ha anunciado a las agencias espías su disposición de concederles una extensión, que pudiera ser hasta de varios años más allá del próximo 31 de diciembre de 2009.

A raíz de esta información y otras en el mismo sentido, un buen número de ciudadanos que siguen este tema han lanzado al ruedo una pregunta que han formulado en muchos mensajes y cartas a las redacciones de diversas publicaciones: ¿La CIA y demás organizaciones de espionaje estadounidenses están realmente subordinadas a la Administración central? O es a la inversa.

Es incuestionable que el ocultamiento de los graves crímenes de lesa humanidad que han practicado muchos gobiernos de Estados Unidos en función de objetivos de dominación global, no hace más que agravar la magnitud de los delitos y conceder verosimilitud a cuanto se especule acerca de la falta de escrúpulos y de principios éticos en la política internacional de Washington.

Así como las campañas de difamación y demonización contra sus enemigos acaban por revertirse contra sus promotores cuando finalmente se conocen las verdades de los justos, el ocultamiento de fechorías propias termina por volverse contra los malhechores, por poderosos y magnánimos con los medios que estos sean.

La historia no perdona y, más tarde o más temprano, se pronuncia a favor de la justicia.



Diciembre de 2009.