Honduras: and now what?
By Guillermo Almeyra

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.

As was to be expected, the State Department and the Pentagon got involved in the ousting of Honduran president Manuel Zelaya was nothing but stalling tactics to give the coup leaders the time they needed to prepare a sham election and remain in power for an unlimited period.

Much like the UN and the OAS, Barack Obama stated that Zelaya is the President recognized by the U.S., but the American establishment and the Republicans, right-wing Democrats, Hillary Clinton and her gang, and the Pentagon who stood out for and protected the Tegucigalpa coup are now behind, and intend to legitimate, an election aimed at preserving the continuity of the takeover.

Had the U.S. stopped the money remittances to Honduras, refrained from backing the coup leaders and frozen all their assets, and perhaps set up a blockade against them like the one they keep against Cuba, Micheletti and Co. would have lasted less than a week. However, Zelaya’s call for Washington’s intervention in favor of a Constitution trampled on never went beyond the ears of the usual promoters of coups, dictatorships and assassination attempts on Latin American presidents.

Indeed, the famous “Obama era” is just a media invention, taking into account that the President –whom the powers that be deem an upstart politician– cannot modify an imperialist policy with which, incidentally, he only has a few tactical differences. What’s more, the Honduras coup and the support of a pseudo-election organized by its leaders are in line with a policy that gave us four military bases in Panama and seven in Colombia that serve both as a springboard to attack any nation in South America, deploy the IV Fleet in Latin American waters, bolster Plan Mérida and Plan Colombia, and lay the foundations for the “Hondurization” of Nicaragua and Paraguay, not to mention the intention to harass Venezuela.

Whatever the coup leaders do now to fill the polls with bogus votes to downplay the boycott and low turnout sure to happen come November 29, they won’t be able to prevent the puppet “president” and phony Congress thus elected from being illegal and illegitimate, not only to the Hondurans but also to the UN, the OAS and public opinion worldwide, despite the right-wingers’ claims to the contrary and the billions of people, for instance, the Chinese, who don’t know what goes on in Honduras any more than they can find that country in the map.

With international mediation and the institutional options exhausted, all that’s left is to expand and strengthen popular resistance, that is, the same way once followed by the Bolivians and Ecuadorians to overturn oligarchy’s rule and pave the way for a constituent assembly respectful of the rights of the indigenous population, the peasantry and the working class in general. Committed as the traditional parties are to the pro-coup faction –or their rigged election– the only solution is to bring together the popular opposition and the class-conscious blue-collar and peasantry unions under a wide-ranging, multifaceted movement-party capable of leading the struggle.

Zelaya’s due reinstatement will be no doubt the main banner to fight under at first, but the dynamics of massive demonstrations will eventually accomplish more than Zelaya’s judgment and hesitations, torn as he is between his efforts to control the protests and his attention to a sector of the Liberal Party and the State Department. Honduras’s fate won’t be decided by Zelaya but by the Zelayismo, ever so daring and independent, embraced by those who frown on the fascist coup.

They are the National Front of Resistance Against the Coup, whose members rely on the indigenous peoples and the peasants, have a wealth of political experience, and are already calling for a National Constituent Assembly. They witnessed and fought against the 1972 coup and were massacred in 1980 by, among others, Zelaya’s father. In 2000 they established the Popular Bloc and spearheaded the peasantry’s resistance against the Free Trade Agreement. Carrying a lot of weight therein are the Peasant Movement, with a long internationalist and radical tradition; the Middle American Indigenous and Rural Movement (MOICAM), and the Latin American Confederation of Peasant Organizations (CLOC). Furthermore, owing to the coup and the drought, the peasants have not been able to do any farming, and on top of that the crisis stops them from emigrating to the U.S., so they have no choice but to starve or fight.

Accordingly, international and, especially, Latin American support to the Honduran people’s heroic struggle will help not only to forestall other coups elsewhere, but also to boost resistance and spiral things up in Bolivia (demonstrations against dictatorships, free elections, a Constituent Assembly, further demonstrations, and another election to reorganize the country).

http://www.jornada.unam.mx/2009/11/22/index.php?section=opinion&article=018a1pol
   
   

Honduras: ¿y ahora qué?
Guillermo Almeyra

Como era previsible, el involucramiento del Departamento de Estado y del Pentágono en la preparación del golpe de Estado que destituyó al presidente hondureño Manuel Zelaya llevó, lógicamente, a ganar tiempo para llegar a una farsa electoral organizada y presidida por los golpistas para perpetuarse en el poder.

Barack Obama reconoció a Zelaya como único presidente, al igual que la ONU y la OEA, pero el establishment estadunidense, los republicanos y la derecha de los demócratas, Hillary Clinton y su clan, y el Pentágono, protegieron y salvaguardaron a los golpistas de Tegucigalpa y reconocen ahora unas elecciones que son la continuidad y la culminación del golpe y esperan legitimarlo.

Si Estados Unidos hubiese congelado el envío de las remesas de los hondureños y todos los bienes de los “ golpistas, y hubiese retirado todo su apoyo a Honduras, además de aplicarle un bloqueo como el que perpetra contra Cuba, Micheletti y su banda no hubiesen durado ni una semana. Pero los pedidos de Zelaya a Washington para que interviniese en favor de la legalidad pisoteada llegaban a los oídos de los promotores de siempre de los asesinatos de presidentes latinoamericanos y de los promotores de golpes de Estado y dictaduras.

La famosa era Obama es, en efecto, un invento de los medios de información pues el presidente, considerado advenedizo por los poderes de hecho, no puede modificar la política imperialista de Estados Unidos con la que tiene, además, sólo algunas diferencias tácticas. Es más: el golpe de Honduras y el apoyo a las seudoelecciones organizadas por los golpistas se inscriben en una política que llevó a crear cuatro bases militares en Panamá y siete en Colombia, desde las cuales puede agredir a cualquier país de Sudamérica y a desplegar la IV Flota en aguas latinoamericanas, además de reforzar el Plan Mérida y el Plan Colombia y de preparar la hondurización de Nicaragua y Paraguay, así como el hostigamiento militar contra Venezuela.

Aunque los golpistas llenen ahora sus urnas con votos inexistentes para tratar de ocultar el boicot y la gran abstención que se sumarán el 29 de noviembre para hacer que las elecciones sean nulas, no podrán evitar que el presidente fantoche y los congresistas espurios así elegidos sean ilegales e ilegítimos, no sólo para los hondureños sino también para la ONU, la OEA y buena parte de la opinión pública internacional (la de derecha considerará normal el proceso y miles de millones de personas, entre otros, los chinos, ni saben ni sabrán siquiera lo que pasa en Honduras o dónde queda este país).

Cerrada así la vía de la mediación internacional y de los recursos institucionales, sólo queda la de la extensión y profundización de la resistencia popular, o sea, la misma vía seguida anteriormente por bolivianos y ecuatorianos para derribar al gobierno de la oligarquía y abrir el camino a una asamblea constituyente que reorganice el país y garantice los derechos de los indígenas, los campesinos y los trabajadores en general. Comprometidos con el golpismo (o con sus elecciones fraudulentas) los partidos tradicionales, sólo queda, como en Bolivia, en Ecuador o en Venezuela, la unificación de los grupos de la resistencia popular y los sindicatos campesinos y obreros clasistas en un movimiento-partido, amplio y polifacético, para dirigir la lucha.

La legalidad, la restitución de Zelaya como presidente, será sin duda bandera principal del primer momento de la misma, pero la dinámica de las movilizaciones tenderá a superar los cálculos y las vacilaciones de Zelaya, que mira con un ojo las movilizaciones (que intenta controlar) y con el otro a un sector del Partido Liberal y al Departamento de Estado. Lo que decidirá el futuro de Honduras no será Zelaya sino el particular zelayismo, cada vez más audaz e independiente, de quienes se oponen al golpe gorila.

Éstos –los integrantes del Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado, que se apoyan en indígenas y campesinos y plantean ya la convocatoria de una asamblea nacional constituyente democrática y popular– tienen un gran bagaje político. Sufrieron y resistieron el golpe de Estado de 1972 y fueron masacrados en 1980, entre otros por el padre de Zelaya. En 2000 formaron el Bloque Popular y organizaron la resistencia campesina contra el Tratado de Libre Comercio y entre ellos tiene gran peso Vía Campesina, con una trayectoria internacionalista y radical y el Movimiento Indígena y Campesino Mesoamericano (Moicam), así como la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (Cloc). Además, por el golpe y por la sequía, los campesinos no han podido sembrar y por la crisis no pueden emigrar a Estados Unidos; de modo que para ellos la alternativa es la hambruna o la lucha.

El apoyo internacional, sobre todo latinoamericano, a este combate heroico de los hondureños no sólo ayudará, por tanto, a prevenir otros golpes anunciados en otros países sino también a acortar los plazos para el fortalecimiento de la resistencia y para abrir una espiral boliviana (movilizaciones que expulsan a una dictadura, elecciones libres, constituyente, nuevas movilizaciones y elecciones para reorganizar el país).

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