|
|

Leonardo Padura’s The man who loved dogs
Tusquets. Barcelona, 2009 - 584 pages, 21.15 euros
By Ricardo Senabre
Leonardo Padura (La Habana, 1955) has achieved fame most of all for
Detective Mario Conde, the hero of his mystery novels. Bear in mind,
however, that he has also notched up a title like
La novela de mi vida
(The story of my life), where the main character is a historical being:
Cuban poet José María Heredia. From these two elements –his liking for
intrigue and the tales about real people– springs
The man who loved dogs,
about the assassination of the Russian dissident Leon Trotsky at the
hands of the Spaniard Ramón Mercader as a result of a shady plan hatched
by Stalin’s regime. It’s a plot long addressed by historians –as
evidenced by endless books centered on this topic– as well as by
writers, novelists (Jorge Semprún, for instance) and moviemakers
(remember Joseph Losey’s 1971 film
Assassination of Trotsky).
Exile, the choice left not only to the character Fernando Ferry In
The story… but to Heredia himself, who spent some time in Mexico
and, while in there, wrote his well-known
Himno del desterrado,
comes back now in the hectic days of Trotsky as a temporary refugee in
countries like Turkey, France and Norway until Mexican president Lázaro
Cárdenas willingly took him in. We find in the sinister conspiracies of
The man who loved dogs, the changing identities of characters
like Kotov or Mercader himself, the unexpected betrayals, and the
uncertainty about the meaning and purpose of many actions the same
question marks and puzzles that Padura used in Heredia’s tale.
Leonardo
Padura (Photo: Antonio Moreno)
On the reality front there are still some unanswered questions about
Mercader’s story, but they totally disappear in
The man who loved dogs,
as befits a work of fiction whose mission it is –without distorting any
true fact– to enrich the tale with fresh nuances and turn figures into
psychologically complex characters, all with their concerns, passions
and weaknesses.
Much as history’s fabric remains untouched, the author exceeds the tale
to address a variation of the “discovered manuscript”: Daniel, a Cuban
writer, discloses a manuscript of his late friend Iván –concealed on a
text provided by an old man, supposedly named Jaime López– about Ramón
Mercader’s ventures. The resulting text, full of notes taken by Iván
from history books or in his conversations with the said López –no other
than the Catalonian Mercader– is what the reader gets. Like in Don
Quixote, the account pans out as the product of testimonies, outlooks
and feedback from a variety of sources, and there’s even a bit of
juggling with the news right in the book of of the work that the author
is putting together (p. 408).
Padura’s narrative allows him to alternate three theme subjects: on one
hand, the troubled pilgrimage of a fugitive Trotsky and his family
(perhaps a bit overdone with already-known historic data, to the point
of displacing the character’s figure); on the other hand, the warm-up
for the Soviet spy game, where Stalin’s endless purges end up with the
dissident’s murder; and finally, “Iván Cárdenas’s novel”, the story of a
young Cuban who meets –unknowingly– meets an elderly Mercader and,
through him, gradually learns about the perversion of the genocidal
Stalin’s communist utopia and gets greater insight into his own life in
Castro’s Cuba, so much so that the collapse of the roof at home that
killed Iván becomes a symbolic occurrence. All three planes differ from
one another as well in that, unlike the others, Iván’s tale is written
in the first person.
Few remarks suffice to warn this is a complex novel, not only in its
thorough reconstruction of Trotsky’s turbulent exile or the evil
scheming of a special revenge expected to crown the tragic odyssey of
Stalin’s bloody repression, but also because Padura uses the character
Iván –initially brought up in Castro’s schools and living conditions– to
drop a moral conscience in the middle of intertwining plots that grows
with, develops in, and thinks of freedom while holding his own views on
the racist, oppressive and genocidal nature eventually found in some of
the great myths of the 20th century. The balance reached by these
motives, the scope of their progress, and the refined psychological
profiles of both leading and supporting characters endow Padura’s novel
with a density and richness seldom found in other stories. Any of his
themes could be in itself the subject of a separate book, especially
Iván’s story, an impressive piece of narration that unfolds slowly and
straightforwardly and improves the whole with its more profound
elements.
Such an effect is only possible when the author boasts a varied,
accurate language and a great command of idiomatic resources like the
free indirect speech (read the account of Trotsky’s plea to the Dewey
Commission in page 60), which makes it possible for him to approach
quite naturally the continuous transition from external data to
psychological signs of a given mood, from a known historic fact to an
entirely free literary creation. Padura did an excellent job and gave us
a book rich in proposals and suggestions about our human condtion and
the world where we live that go beyond a written recount proper.
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/26142/El_hombre_que_amaba_a_los_perros |
|
|
|
|

El hombre que amaba a los perros
Leonardo Padura
Tusquets. Barcelona, 2009. 584 páginas, 21'15 euros
Leonardo Padura. Foto: Antonio Moreno
Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha alcanzado notoriedad, sobre todo,
por sus novelas de misterio protagonizadas por el detective Mario Conde.
Pero no hay que olvidar que en su haber figura igualmente un título como La
novela de mi vida, donde la figura central es un ser histórico: el
poeta cubano José María Heredia. De estas dos vertientes -el gusto por
la intriga y el relato sobre seres reales- deriva El
hombre que amaba a los perros, cuya historia central recrea los
preparativos y el asesinato en México del disidente Liev Trotski a manos
del español Ramón Mercader, como final de una oscura trama urdida por el
régimen de Stalin. Se trata de algo que no sólo ha interesado a muchos
historiadores -como acredita el incesante crecimiento de la bibliografía
sobre el tema-, sino a escritores y novelistas (recuérdese a Jorge
Semprún) y a cineastas (Assassination
of Trotsky, de Joseph Losey, 1971). El motivo del exilio, que en La
novela de mi vida afectaba
no sólo al personaje de Fernando Ferry sino al propio Heredia -acogido
durante un tiempo al asilo de México y autor de un conocido Himno
del desterrado-, se reproduce ahora en los agitados años de Trotski,
refugiado temporalmente en varios países -Turquía, Francia, Noruega-
hasta acabar en México, gracias a la buena disposición del gobierno de
Lázaro Cárdenas. También los interrogantes y enigmas que el autor
introducía en la historia de Heredia tienen su equivalencia en El
hombre que amaba a los perros, con sus tenebrosas conspiraciones,
los cambios de identidad de personajes como Kotov o el propio Mercader,
las traiciones inesperadas, la incertidumbre ante el sentido y la
orientación de muchas acciones.
En el plano de la realidad aún existen puntos oscuros en la historia de
Mercader, pero en El
hombre que amaba a los perros se
desvanecen por completo. No hay que olvidar que nos encontramos ante una
novela, y que la ficción, aun respetando los datos conocidos de la
historia, tiene como misión enriquecerla con nuevos matices, convertir
las figuras en personajes de compleja psicología, con sus inquietudes,
sus pasiones y debilidades. Aunque el cañamazo histórico se respete, la
construcción novelesca lo desborda desde la concepción del relato, que
es una variante del “manuscrito encontrado”: Daniel, un escritor cubano,
da a conocer un manuscrito de su amigo Iván, ya fallecido, compuesto
sobre el texto proporcionado por un anciano que responde al nombre
supuesto de Jaime López acerca de las andanzas de Ramón Mercader. El
texto resultante, con abundantísimas anotaciones de Iván, nacidas de sus
consultas de libros de historia y de sus conversaciones con el tal López
-en realidad, el catalán Mercader-, es el que el compilador ofrece a los
lectores. Como en el Quijote, la narración viene a ser un tejido, una
suma de testimonios, perspectivas y fuentes diversas, y hasta se juega
con la noticia en el mismo libro de la obra que el autor está
componiendo (p. 408).
El planteamiento narrativo permite a Padura ir alternando tres planos
temáticos: por un lado, el de la accidentada peregrinación del fugitivo
Trotski y sus familiares (donde tal vez hay una presencia excesiva de
menudos datos históricos ya conocidos que desplazan la figura del
personaje); por otro, el relativo a las maniobras preparatorias del
espionaje soviético para culminar con la muerte del disidente las
infinitas purgas ordenadas por Stalin; por último, la “novela de Iván
Cárdenas”, el relato de la vida de un joven cubano que llega a conocer
-sin saberlo- al Mercader anciano y, por su mediación, va descubriendo
la perversión de la utopía comunista del genocida Stalin y entendiendo
mejor su propia historia en la Cuba castrista, hasta el punto de que el
derrumbamiento del techo de su casa que ocasiona la muerte de Iván
adquiere caracteres simbólicos. Los tres planos se hallan diferenciados
también mediante las voces narrativas: la primera persona para el relato
de Iván y la tercera para los otros.
Bastan muy breves apuntes, pues, para sugerir la complejidad de esta
novela, no sólo por su minuciosa reconstrucción de las vicisitudes que
acompañaron el exilio de Trotski o los tortuosos preparativos de una
venganza especial que debía coronar la trágica odisea de las sangrientas
purgas stalinianas, sino porque con el personaje de Iván, inicialmente
sometido a la educación y las condiciones de vida del castrismo cubano,
el autor ha erigido, en medio de las historias que se mezclan y
entrecruzan, una conciencia moral que va creciendo y desarrollándose,
con una serie de reflexiones sobre la libertad, o bien acerca del
racismo, la opresión y el genocidio en que han desembocado algunos de
los grandes mitos del XX. El equilibrio entre estos motivos, la amplitud
del desarrollo, la finura con que están trazados los perfiles
psicológicos incluso de personajes secundarios, proporciona a la novela
de Padura una densidad y una riqueza que pocas veces nos es dado hallar
en una obra narrativa. Cualquiera de los núcleos temáticos podría ser
objeto de una novela de desarrollo independiente, pero sobre todo la
historia de Iván, que se desenvuelve con una pausada y exacta
dosificación y proporciona al conjunto sus elementos de mayor hondura,
constituye una muestra admirable de relato.
Conseguir estos efectos es sólo posible cuando se posee un lenguaje
variado y preciso y un dominio de registros idiomáticos y de recursos
como el estilo indirecto libre (léase la narración del alegato de
Trotski ante la Comisión Dewey, p. 60), todo lo cual permite al autor
abordar con naturalidad la transición continua desde los datos
exteriores a los indicios psicológicos de estados de ánimo, desde la
realidad histórica conocida a la creación novelesca libérrima. Novela
excelente, rica en propuestas y sugerencias acerca de la condición
humana y de nuestro mundo que van más allá de la pura historia narrada.
Ricardo SENABRE
|
|
|