The empire with bases loaded |
||||
EL IMPERIO CON LAS BASES LLENAS Por Manuel E. Yepe A propósito del Acuerdo “para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad” recién firmado por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos y denunciado como equivalente a la anexión de Colombia a Estados Unidos por el líder revolucionario cubano Fidel Castro, les propongo releer un ensayo publicado en 1999 por Chalmers Ashby Johnson, investigador, escritor y profesor emérito de la Universidad de California en San Diego, con el título de “El Imperio Estadounidense de las Bases” que comienza así: “A diferencia de otros pueblos, muchos estadounidenses no reconocen -o no quieren aceptar- que los Estados Unidos dominan al mundo por medio de su fuerza militar. Gracias al secretismo del gobierno, nuestros ciudadanos con frecuencia ignoran el hecho de que nuestras guarniciones rodean el planeta. Esta vasta red de bases estadounidenses establecidas en todos los continentes, con excepción de la región Antártica, constituye en realidad una nueva modalidad de Imperio -un Imperio de bases con una geografía propia- del que existen pocas probabilidades de que se enseñe en las clases de geografía en las escuelas de secundaria. Sin comprender las dimensiones de este cinturón de bases que rodean el globo, no se puede empezar a entender las dimensiones y naturaleza de nuestras aspiraciones imperiales o el grado en que el nuevo militarismo está minando nuestro orden constitucional”. Hace diez años, pues, el profesor Chalmers Johnson, agudo crítico del imperialismo estadounidense, particularmente por su papel en el continente asiático, ofrecía en ese trabajo muchos datos acerca de un proyecto desarrollado inicialmente por Andy Hoehn, subsecretario de Defensa para asuntos de estrategia para poner en marcha la estrategia bélica del presidente Bush contra los "estados canallas", "los tipos malvados" y los "hacedores del mal". Esos planes identifican lo que llaman "el arco de inestabilidad" que va desde la región andina (léase: Colombia), atraviesa el Norte de África y desde allí recorre el Oriente Próximo hasta llegar a Filipinas e Indonesia. Por supuesto, dice Johnson, coincide más o menos con lo que se acostumbra a denominar el Tercer Mundo- y, quizás algo no menos importante: cubre las reservas principales de petróleo del mundo… La razón verdadera para construir este nuevo anillo de bases americanas a lo largo del Ecuador es la de expandir nuestro Imperio y reforzar nuestro dominio militar sobre el mundo. Según Johnson, “el militarismo y el imperialismo son hermanos siameses unidos por la cadera… Cada uno se desarrolla con el otro. En otro tiempo, se podía trazar la extensión del imperio contando las colonias. La versión estadounidense de las colonias son las bases militares…”. La simple lectura del texto del acuerdo militar suscrito hace unos días por el gobierno de Bogotá con la superpotencia pone de manifiesto la humillación que constituyen para la nación y la ciudadanía de Colombia los privilegios, inmunidades e impunidades que se otorgan a los militares, civiles y contratistas estadounidenses que entrarán a territorio colombiano en el marco del convenio quienes, de hecho, constituirán una fuerza de ocupación en el país andino. Además de ignominioso para los colombianos, tales privilegios indignan a todos los latinoamericanos por la grave amenaza que constituye para la soberanía nacional de sus patrias la absorción de una nación entera, situada en el corazón mismo de la región. En un documentado artículo de la periodista estadounidense venezolana Eva Golinger sobre “Las verdaderas intenciones detrás del Acuerdo Militar con Colombia”, se cita un documento oficial del Departamento de la Fuerza Aérea del Departamento de Defensa de EE.UU. en el que se manifiesta que la base militar de Palanquero, una de la siete que controlarán en Colombia, les "garantiza la oportunidad para conducir operaciones de espectro completo en una subregión crítica… donde la seguridad y estabilidad están bajo amenaza constante de las insurgencias terroristas financiadas por el narcotráfico, los gobiernos anti-estadounidenses, la pobreza endémica y los frecuentes desastres naturales... ". Esto contradice lo que los gobiernos de Colombia y EE.UU. han mantenido públicamente en el sentido de que el acuerdo militar concierne sólo a operaciones y actividades dentro del territorio colombiano para combatir el narcotráfico y el terrorismo interno. Así mismo, significa una declaración de preguerra contra el grupo de estados latinoamericanos que integra el ALBA, que son justamente los que Washington ha venido identificando como “gobiernos anti-estadounidenses”. Obviamente encierra también una grave advertencia para el resto de las naciones del hemisferio. La escalada hegemónica que representa este acuerdo solo tiene de novedoso el hecho de que esta vez el poder real estadounidense ha hecho recaer la culpa por el atropello sobre el culto y aún popular presidente Barack Obama, lo que sorprende a una gran parte de la opinión latinoamericana y mundial que suponía superada la época de abusos imperiales que encarnó en su momento más álgido el inculto, corrupto y desprestigiado presidente George Bush Junior. Quizás el peligro de absorción imperialista de América Latina según sus proyectos en “el arco de la inestabilidad” no sea mayor ahora, a raíz del humillante acuerdo de las bases colombianas, porque la advertencia a los pueblos ha sido planteada y “guerra avisada…” Noviembre de 2009 |