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FAREWELL TO JUAN ALMEIDA
By Manuel E. Yepe
A CubaNews translation by
Giselle Gil.
Edited by Walter Lippmann.
We Cubans have lost one of our more beloved and popular heroes.
Commandante Juan Almeida Bosque, was born 82 years ago, the second of
twelve children of a family with
modest economic resources,
but high patriotic values. He was a construction worker when he became
part of the group that, headed by Fidel Castro, assaulted the Moncada
barracks on July 26, 1953 to begin a struggle that would culminate on
January 1, 1959 with the people reaching political power.
He was a military and political leader with very high and complex
responsibilities after the victory of the Revolution.
He fulfilled them all, wholeheartedly expressing his loyalty to the
revolutionary project and to Fidel Castro’s leadership. This earned him
the admiration and respect of his colleagues, and the extraordinary
sympathy of the popular masses which was his until his last breath.
The note released by the party and the government on Almeida's passing
emphasizes that "his special human and artistic sensibility made it
possible for him to simultaneously fulfill the intense, responsible and
fertile work of a revolutionary leader, and a valuable and meticulous
artistic production, which includes more than 300 songs and a dozen
books, which are an invaluable contribution to the study of our
history."
This trait that we Cubans find so natural is not easy to understand by
others not belonging to our country.
In 1960, being the Cuban Foreign Ministry's Protocol Director at the
time, the newly appointed Ambassador of an East European country on his
courtesy visit to Commander Almeida, then head of the Ejercito
Rebelde.
This was one of the diplomat's first visits to high level Cuban
government officials. He spoke almost perfect Spanish, which he had
learned as a member of the international brigades that defended the
Spanish republic against fascism.
During the trip by car from the Ministry of Foreign Relations to the
Army headquarters, the European ambassador requested, and obtained from
me, information on the military and revolutionary life of one who was a
member of the Moncada Barracks assault team, a member of the Granma
yacht expedition, and founder and head of the Third Eastern Front of the
Ejercito Rebelde in the Sierra Maestra.
When I spoke of the valor, discipline and modesty that made
Almeida one of the dearest heroes of the revolution, I also mentioned,
because it seemed important to me to characterize his sensitive
personality, that the Comandante was a musical composer.
After the presentations and the welcoming words of Almeida, the
ambassador expressed his feelings of solidarity with the Cuban
revolution and his thanks for the opportunity to meet one of its
main leaders.
Making use of his recently acquired information, the ambassador talked
about Almeida’s political-revolutionary record, and, concluded, in the
spirit of emphasizing his sympathy for him, his professed great
admiration for "the war songs you compose."
Commandant Almeida, without batting an eyelash, answered he was thankful
for the diplomat's declaration of solidarity with the Cuban revolution
and, with a smile on his face that showed he understood, explained to
him that although he had made war… he composed love songs.
The diplomat blushed.
Without another word on the matter, the conversation proceeded along the
lines of the perspectives of relations between the nation represented by
the ambassador and Cuba and it ended half hour later, with a cordial
good bye.
The moment we sat in the automobile for the return trip, the European
diplomat told me: "You were scanty in his praise. He is an extraordinary
man. No wonder he writes songs of love."
When in Mexico, the revolutionaries gathered by Fidel Castro got ready
to surreptitiously embark to Cuba in the Granma yacht to undertake the
risky mission that their consciences dictated to them. Almeida,
preparing his rifle for the liberation war for his homeland, composed a
love song that today, half a century later, is still a song to the
homeland, to love, to the revolution and to Cubans’ friendship with
Mexico that Cubans will never stop singing or listening to remembering
its creator.
September 2009.
ADIOS A JUAN ALMEIDA
Por Manuel E. Yepe
Los
cubanos hemos perdido a uno de nuestros héroes más populares y queridos.
El comandante Juan Almeida Bosque, nacido hace 82 años como segundo de
los doce hijos de una familia de modestísimos recursos económicos pero
con elevados valores patrióticos, era un obrero de la construcción
cuando se incorporó al contingente que, encabezado por Fidel Castro,
asaltó el cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 para dar inicio a una
lucha que culminaría el 1º de enero de 1959 con la toma del poder
político por el pueblo.
Fue jefe militar y dirigente político con responsabilidades muy elevadas
y complejas luego del triunfo revolucionario.
En todas ellas destacaba la consecuencia con que expresaba su lealtad al
proyecto revolucionario y a la conducción de la lucha por Fidel Castro,
lo que le valió la más grande admiración y respeto de sus compañeros, al
tiempo que despertó en las masas populares una simpatía extraordinaria
que le acompañó hasta el último aliento.
La nota emitida por la dirección del Partido y el Gobierno sobre el
deceso de Almeida destaca que “su especial sensibilidad humana y
artística hizo posible el difícil reto de simultanear su intensa,
responsable y fecunda labor como dirigente revolucionario, con una
valiosa y prolija obra artística, la cual incluye más de 300 canciones y
una docena de libros que constituyen un invaluable aporte al
conocimiento de nuestra historia”.
Este aspecto que a los cubanos nos parece tan natural, no es fácil de
comprender fuera de nuestro país.
En 1960 me tocó acompañar, siendo yo Director del Protocolo de la
cancillería cubana, al recién estrenado Embajador de un país de Europa
del Este en su visita de cortesía al entonces jefe del Ejército Rebelde,
comandante Juan Almeida Bosque.
Era este uno de los primeros encuentros del diplomático con autoridades
del más alto nivel del gobierno cubano. Era un hombre que hablaba el
castellano casi perfectamente por haberlo aprendido como combatiente en
las brigadas internacionales que defendieron a la república española
contra el fascismo.
Durante el trayecto en automóvil desde el Ministerio de Relaciones
Exteriores hasta la sede del Estado Mayor del Ejército, el enviado
europeo solicitó, y obtuvo de mí, información acerca de la trayectoria
militar y revolucionaria de quien fuera asaltante del Cuartel Moncada,
expedicionario del yate Granma, y fundador y jefe del Tercer Frente
Oriental del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Cuando hablé de la temeridad, la disciplina y la modestia que hacían de
Almeida uno de los más queridos héroes de la revolución, mencioné
también, porque me parecía importante para identificar su sensible
personalidad, la condición de compositor musical del comandante.
Luego de las presentaciones de rigor y de ofrecer Almeida la bienvenida
al Embajador, éste usó de la palabra para expresar sentimientos de
solidaridad con la revolución cubana y de agradecimiento por la
oportunidad de tomar contacto con una de sus figuras cimeras.
Recurriendo a la información recién recibida, el Embajador hizo gala de
conocimientos acerca del historial político-revolucionario de Almeida,
pero, para finalizar, con evidente ánimo de enfatizar sus muestras de
simpatía, afirmó sentir gran admiración por “los himnos de guerra que
usted compone”.
El comandante Almeida, sin inmutarse, respondió manifestando su
reconocimiento por la declaración de solidaridad con la revolución
cubana del diplomático y, a continuación, con una sonrisa que denotaba
comprensión dibujada en el rostro, le aclaró que aunque él hizo la
guerra… componía canciones de amor.
El diplomático se ruborizó.
Sin que se volviera sobre el asunto, siguió una enjundiosa conversación
acerca de las perspectivas de los vínculos entre la nación representada
por el Embajador y Cuba, que concluyó media hora más tarde, con una
despedida cordial.
Apenas subimos al automóvil para el viaje de regreso, me dijo el
diplomático europeo: “Fue usted parco en el elogio. Es un hombre
extraordinario. Por eso compone canciones de amor”.
Cuando, en México, los revolucionarios reunidos por Fidel Castro se
preparaban para desembarcar subrepticiamente en Cuba en el yate Granma
para emprender la riesgosa misión que les dictaban sus conciencias,
Almeida, engrasando su fusil para la guerra de liberación de la Patria,
compuso una canción de amor que es aún hoy, medio siglo después, un
canto a la patria, el amor, la revolución y la amistad con México, que
nunca los cubanos dejaremos de entonar o escuchar recordando a su
creador.
Septiembre de 2009.
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