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    La Habana, jueves 10 de septiembre de 2009. Año 13 / Número 254
Socialismo con swing (II)


FÉLIX LÓPEZ

"¿Por qué el socialismo parece preocuparse más por la ideología que por la estética?", preguntó el joven Alejandro. Una interrogante que está ligada, obviamente, a su concepto de socialismo con swing: una sociedad justa y bonita. Un sistema superior al sálvese quien pueda del capitalismo, pero que no sea sinónimo de fealdad, chapucería, vulgaridad, mal gusto, mediocridad y aburrimiento. Para los más jóvenes, "tener swing" significa no ser cheo, anticuado o falto de gracia. En el antónimo de estas fealdades es donde Alejandro elige vivir.

Vamos a entrarle a su pregunta con la manga al codo. La praxis, es cierto, terminó inclinada del lado ideológico. Pero no creo que en la mente de los teóricos socialistas y en la letra de los clásicos estaba la idea de privilegiar la ideología, en detrimento de la estética. Lenin, por ejemplo, advirtió que no podíamos pensar que hacer buena comunicación revolucionaria es divulgar fealdad y fastidio. En Cuba, ejemplo cercano, el socialismo ha significado democratización de la cultura: los teatros, los cines, las librerías y los museos se llenaron de pueblo. Y ya nadie se asombra de que un obrero disfrute de un ballet clásico y una científica se despelote en un concierto de Van Van o la Charanga Habanera.

La cultura cubana es el ejemplo ideal para demostrar que la mayoría del pueblo quiere socialismo sin chabacanería. Cuántos de nosotros no nos vanagloriamos de nuestra revolución criolla, martiana y caribeña, sin dejar de reconocer la influencia, la utilidad y las huellas (las agradables y las nocivas) que dejaron en nosotros los televisores Krim, los autos Moskovich, los parlamentos de Hanka y Danka, los chistes incomprensibles del Payaso Ferdinando y la "caballerosidad proletaria". O la avalancha de mal gusto que viaja ahora mismo apretujada en muchísimas maletas de nuestros familiares mayameros. O los jeans con dragones dorados bordados en los bolsillos, que un comprador estatal (bien cheo él) se trae a nuestras tiendas desde el otro lado del mundo.

Alejandro, que no te quede duda: una cosa soñaron Marx y Lenin y otra resultó de las interpretaciones. Pongo un ejemplo: en los meses posteriores al triunfo de la revolución rusa, las corrientes vanguardistas eran vistas como un complemento natural para las políticas revolucionarias. En las artes visuales florecía el constructivismo y en poesía y música se elogiaban las formas no tradicionales y vanguardistas¼ Hasta que un día los burócratas ilustrados desenfundaron sus críticas: dijeron que estilos modernos como el impresionismo, el surrealismo, el dadaísmo y el cubismo estaban minados de principios subjetivistas, y esto último chocaba frontalmente con la aspiración objetiva del materialismo dialéctico. Y concluyeron: "es arte burgués".

Fue así como se corrieron las cortinas de la diversidad cultural y entró en escena el realismo socialista, que además de sus debilidades estéticas, solo consideraba relevantes los temas relacionados con la política y los trabajadores. La Unión Soviética exportó el realismo socialista a casi todos los demás estados socialistas, donde la doctrina fue cobrando vigencia con diversos grados de rigor¼ En el afán de describir la vida simple del pueblo (que tiene notorio exponente en la obra de Máximo Gorki), se encasillaron en una visión dogmática y excluyente, que dañó la misión de la cultura en el socialismo.

Existe el falso criterio —casi elevado a la categoría de justificación— de que los países pobres, subdesarrollados, no pueden darse el lujo de pensar en la estética, cuando lo urgente es alimentar, cobijar y vestir a la gente. Reconozco que una holgada situación económico-financiera facilita las cosas, pero al mismo tiempo me niego rotundamente a suscribir esa oda a la fatalidad. Mi abuela tenía una creencia que era ley familiar: "Pobres, pero dignos; remendados, pero limpios". La grandeza está en remontar esa cresta de dificultades y ser diferentes.

En un comentario anterior pregunté: "¿Y cuántos años más seguiremos esperando para que la excelencia que hemos logrado en la investigación, el deporte y la cultura, contagien a los constructores, los gastronómicos y todos los encargados de alegrar y no complicar la vida del pueblo?". Añado aquí otra interrogante: ¿Cómo fue que pudimos mantenernos a salvo de la contaminación antiestética que representó el realismo socialista y le opusimos un reconocido movimiento de diseño de carteles, un cine con alma propia y una canción protesta que saltó por encima de la censura burocrática, hasta convertirse en un monumento poético de la cultura cubana?

La respuesta, afortunadamente, no tenemos que salir a buscarla a ningún sitio. Cuba puede sentirse orgullosa de su cultura autóctona, de sus creaciones con cabeza propia, compromiso con la revolución y osadía para remontar el Gólgota de los burócratas, que para cada solución tienen un problema. Dialéctica, participación, autenticidad y originalidad criolla es el mejor antídoto para enfrentar la chapucería, la banalidad y la pereza. ¿Cuánto swing no hay en las letras de la Nueva Trova? ¿Quién dice que no hay swing en la pelota cubana o en la manera de correr de Dayron Robles? ¿Cómo ocultar el swing con que salen a escena los niños de La Colmenita? ¿Entonces, por qué vamos a negarle a Alejandro la posibilidad de ponerle más swing a nuestro socialismo?

Volviendo a la interrogante inicial que motivó este comentario, llamo la atención sobre algo que hemos descuidado en nuestro entorno. En su esencia, nadie lo cuestiona, el socialismo insular tiene un alma justa, solidaria y extraordinariamente humana. El problema no resuelto es el empaque. Y ese, no siempre depende de nuestra solvencia financiera. También nos rodean fantasmas subjetivos. Para ahuyentarlos, estamos a tiempo de colgar un cartel moral en cada sitio feo, deteriorado, olvidado y ruinoso de nuestro entorno: se buscan creatividad, soluciones, osadía, buenas ideas, laboriosidad, vergüenza, compromiso, y por qué no, mucho swing. (Continuará¼ )

Socialismo con swing (I)