Masajistas con pacientes importantes venden a la CIA información sonsacada al calor de las frotaciones. Trabajadores de una cementera estatal se las apañan para robar toneladas de material a base de pequeñas sisas. Una jinetera y su madre se confabulan para matar a la pareja de ésta a fin de quedarse con la casa y resolverse el problema de la vivienda. Son casos reales investigados por los grupos especiales de criminalística del Ministerio del Interior y luego dramatizados pero fielmente reproducidos en 'Tras la huella', el exitoso CSI de la tele cubana.
La
fórmula de la teleserie y los métodos
indagatorios de los policías parecen
calcados de la propia 'Crime Scene
Investigation' norteamericana. Y ahí se
terminan las semejanzas y empiezan las
particularidades del ejemplarizante,
hiperrealista y siempre revolucionario
serial isleño.
Los especialistas de 'Tras la huella' pueden
descubrir a un asesino porque perdió una
pestaña en la escena del crimen, pero tan
normal como eso es que enchironen a un
charcutero al hallar en su trastienda una
osamenta de vaca sacrificada sin permiso.
Así ocurrió en el capítulo de hace dos
domingos. Uno de los hombres del teniente
coronel Raúl, jefe del Grupo Especial de la
serie, plantaba un pedazo de esqueleto
bovino en la mesa del chacinero sospechoso
como prueba de su implicación en un delito
fuertemente perseguido en Cuba:
"sacrificio de ganado mayor", castigado con
hasta 10 años de cárcel. En el mismo
episodio, la unidad especial atrapaba a los
responsables de varios "desvíos de recursos"
del Estado, como cemento, medicinas y
alimentos del agromercado, así como de casos
de "actividad económica ilícita" (negocio
ilegales) y de "alteraciones de pesos en
establecimientos comerciales": delitos muy
comunes hoy día en Cuba.
Otros capítulos de 'Tras la huella' han
mostrado operaciones contra las mafias que
viven de los balseros o contra redes de
directivos corruptos. Tras relatarse el
desenlace de cada caso, la pantalla muestra
la condena que le fue impuesta al culpable,
indefectiblemente atrapado y condenado.
Todo lo que se ve en 'Tras la huella' es
cierto, salvo los nombres de policías y
delincuentes. No en vano la serie está
producida por el Ministerio del Interior,
cuya sede con la fachada cubierta por la
silueta del Che es la imagen final de cada
episodio. Lo que parece de ciencia ficción
son los sofisticados medios con las que
cuenta el Grupo Especial.
Objeto de frecuentes críticas a favor y en
contra, 'Tras la Huella' es una serie
popular. Algunos sondeos sitúan su tasa de
audiencia en torno al 90%. Puede que su
éxito tenga que ver con el hecho de que la
serie compensa la ausencia en los medios de
lo que aquí se llama "crónica roja" o de
sucesos: un género proscrito en la Cuba de
los Castro.