EL
ENIGMA DE LOS COSTOS DE LA SALUD
Por Manuel E. Yepe
Una investigación periodística sobre porqué McAllen,
ciudad situada en el condado de Hidalgo, en Texas, que es el
de menor ingreso por habitante en todo el país, es
una de las que más gasta en atención de salud por paciente en
Estados Unidos (superada
sólo por Miami, en la Florida), ha desatado
entre los lectores de la revista “The New Yorker”,
una inusitada polémica acerca de asuntos poco debatidos de las
contradicciones que afectan la calidad y cobertura de los servicios
de salud en esa nación.
El artículo que dio origen al debate apareció en el número de
primero de junio de 2009 de la revista neoyorkina con el título de
“The Cost Conundrum” (en español, “El enigma de los costos”),
firmado por el doctor Atul Gawande, colaborador habitual de la
publicación, quien es también profesor asociado de la Escuelas
de Medicina y de Salud Pública de la Universidad de Harvard y autor
de varios libros sobre temas de medicina.
Según hizo público el New York Times algunos días después de la
aparición de este artículo, la Casa Blanca indicó su texto como “de
lectura obligatoria” para sus funcionarios.
Dice el trabajo periodístico que “en 1992, Medicare gastaba en
McAllen $4,891 por asegurado cada año, casi exactamente lo que era
entonces la media nacional. En 2006, Medicare gastó $15,000 por
asegurado en esa ciudad, cerca del doble de la media nacional. El
ingreso per cápita es allí de $12,000 por lo que Medicare gastó
$3,000 más por asegurado que lo que gana una persona promedio.
Medicare es el programa de seguridad social que administra el
gobierno de los Estados Unidos para ciudadanos de 65 años en
adelante que cumplen determinados requisitos, por intermedio de
compañías privadas que actúan como contratistas. En general son
elegibles ciudadanos estadounidenses de ese rango etario que sean
residentes permanentes y hayan contribuido al programa por no menos
de diez años. La contribución impositiva es de entre 2.9% y 5.8% de
los ingresos totales conectados con el empleo. El seguro no incluye,
como regla, los medicamentos.
El artículo de “The New Yorker” no abarca más que un ángulo del
complejo de contradicciones que hace que la superpotencia sea uno de
las naciones industrializadas cuyos ciudadanos acreditan peores
resultados a su sistema de salud. Solo aborda la explosiva tendencia
al alza de los costos de los servicios médicos, los más altos del
mundo, a través de su manifestación en la pequeña urbe texana, donde
la subida ha sido particularmente intensa.
Esa circunstancia ha obligado a que el objetivo de una reforma de la
atención de salud no se concentre en extender a la ciudadanía toda
la cobertura médica, sino en lograr el control los costos, anota.
“Los gastos en médicos, hospitales, medicinas y otros afines,
consumen en la actualidad más de uno de cada seis dólares que
devengamos. Tal carga financiera ha dañado la competitividad de los
negocios estadounidenses, ha llevado a la bancarrota a millones de
familias, incluso a aquellas con seguro médico, y está devorando
también al gobierno”, asegura.
“La mayor amenaza que enfrenta la salud fiscal de Estados Unidos no
es la seguridad social. No son las inversiones que hemos hecho para
rescatar la economía durante esta crisis. Por amplio margen, la
mayor amenaza para el balance financiero de la nación es la forma en
que se han disparado los costos de los servicios de salud. Ni
siquiera se acercan a aquellos”, dijo el presidente Obama en marzo
en la Casa Blanca, recuerda Gawande a los lectores.
El autor del artículo narra
que la mayoría de la gente en McAllen no se sorprendía al conocer
que su ciudad es la más cara del país en lo que respecta a servicios
médicos. Pero al mismo tiempo pudo constatar que la gente
allí no es saludable, tiene una elevada tasa de pobreza, una fuerte
incidencia de alcoholismo (60% por encima de la media nacional) y
una elevada tasa de obesidad del 38%.
Llamó la atención del autor del artículo la cantidad de cirugías del
corazón que se realizaban en los hospitales de McAllen, incluso en
pacientes obesos, diabéticos, o con ambas afecciones. Constató que
muy pocos de ellos habían tenido tratamiento previo con drogas
contra el colesterol que pudieran haber obviado la cirugía.
En las entrevistas que narra el autor está presente la manera en que
el personal médico y paramédico procura la realización de pruebas,
medicación, cirugías, tratamientos y otros procedimientos
innecesarios, con el propósito de percibir mayores beneficios
económicos. Notó que se evita deliberadamente la prescripción de
servicios preventivos de bajo costo, vacunas y atención primaria.
El articulista se pregunta si hoy en EEUU un paciente con un dolor
en el pecho, un tumor o simplemente con tos, que acude a un médico,
encontrará a alguien dispuesto a ayudarle por sobre todas las cosas,
o a alguna persona afanosa de maximizar sus ingresos.
Propone varios modelos de organización de los servicios a partir
de arquetipos con mejores resultados que pudieran ser imitados, pero
no alcanza a descubrir la evidente incompatibilidad de la práctica
médica con la deshumanizante economía de mercado.
Julio de 2009