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Palau
makes headlines again
By Manuel
E. Yepe
A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann
A group of
islands some 500 miles east of the Philippines, Palau has been the talk
of the town several times in the last few years because of the
exceptional nature of its votes in the General Assembly of the United
Nations in favor of keeping the U.S. blockade against Cuba, contrary to
worldwide condemnation of that policy.
Now it’s in the news again for another kind reason, but still related to
Cuba.
In the
latest United Nations sessions when the U.S. blockade was put to the
vote, 184 member countries voted against. Only the U.S., Israel and
Palau voted in favor.
Palau has
always sided with the small number of supporters of the U.S., but its
commitment has become more and more conspicuous every time a similar
vote has taken place in the Assembly –for seventeen consecutive years
now– and Washington has ended up increasingly isolated.
Everybody understands why
the Israeli government is forced to vote for and back the U.S. in any
matters of Washington’s foreign policy. However, very little has come to
light about Palau’s reason to do so.
On June 20,
2009, a letter sent by Stuart Beck, Palau’s representative to the United
Nations, was published in The New York Times, titled The Myth of the
$12 Million Uighur.
The
diplomat starts saying that President Obama, “much admired in Palau”,
asked Palau’s new leader Johnson Toribiong to do the United States a
favor: “Please accept, as refugees, a group of innocent Chinese Muslims”
(who are from the ethnic group the Uighurs). “They are not anti-American
terrorists, but victims of human rights violations who landed at
Guantánamo Bay for seven years. They are innocent, stateless and
harmless.”
Beck has it
that President Toribiong, a lawyer trained at the University of
Washington and a highly regarded litigator, told President Obama and
Secretary of State Hilary Clinton that he needed to assure his people
that the Uighurs were indeed harmless and could be integrated into
Palau’s small, diverse and friendly culture. “Assuming that this due
diligence brought satisfactory results,” he quotes Toribiong, “Palau
would be pleased to give the refugees temporary residence.”
From this point, Beck goes on, the President dispatched a number of
officials to interview the Uighurs and review their records.
“One would have thought
that this positive gesture of friendship from a staunch American ally
would have been applauded, at least in the United States. Instead, for
reasons that are beyond me, unattributed leaks and unsubstantiated
rumors have twisted Palau’s act of decency into another grab for dollars
by a cunning third-world country. In breaking the story that Palau was
amenable to President Obama’s request, the Associated Press reported
that two anonymous State Department officials had linked Palau’s
acceptance of the Uighurs to a $200 million payoff (…) Within a day or
two, the Wall Street Journal was pontificating against a shakedown.”
And Beck suggests a few facts should be considered “before the story
gets too far out of hand”, and to that effect mentions a number of
eloquent aspects about the economic links between Palau and the U.S.,
namely that his country “has been receiving American aid since it was
wrested from the Japanese in 1944. Over the past 15 years, this has
averaged about $56 million a year. But this aid has come with strings.
The United States has always insisted that the Palauan government be
ready to promptly turn over land for bases should the security of the
United States or Palau require it.
“In 1994, the two countries agreed to a 50-year option that allows the
United States to use Palau for military purposes. That agreement’s
economic terms expire in October 2009, and a new economic package for
the remaining 35 years is in the works — and has been for some time. But
there has never been a mention of $200 million. And no one has even
hinted at linking the deal to Palau’s acceptance of the Uighurs. The
United States simply offered to pay relocation costs for the Uighurs of
less than $90,000 per person to cover transportation, food, housing and
medical help until the men can get oriented and get jobs.”
Beck finishes his
letter arguing that the leaders of Palau should not risk the safety and
serenity of their modern “Eden” in exchange for money.
It turned out after all that the group of Uighurs kept for no reason in
the center that the U.S. illegally operates in Cuban territory to
torture prisoners held on suspicion were taken to Bermuda, but thanks to
them we learned something more about the nature of Palau’s relationship
with the United States.
June 2009
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PALAU VUELVE A SER NOTICIA
Por Manuel E. Yepe
Palau, una
nación constituida por un grupo de islas ubicadas a unas 500 millas al
este de las Filipinas, ha estado en las noticias varias veces en los
últimos años por lo excepcional de su voto contrario a la condena
mundial al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba en la Asamblea General
de Naciones Unidas.
Ahora, ha vuelto a ocupar espacios en la prensa por una situación de
otra naturaleza, pero con cierta relación con Cuba.
En la más reciente votación condenatoria del bloqueo a Cuba, 184 países
miembros de la O.N.U. se pronunciaron por la condena y solo Estados
Unidos, Israel y Palau, estuvieron en contra.
Palau siempre ha votado con el reducido grupo de países que ha apoyado a
Estados Unidos. Pero su adhesión se ha ido haciendo más llamativa en la
medida que, año tras año, durante los diecisiete consecutivos en que se
ha reiterado esta votación, Washington se ha ido quedando más y más
aislado en la Asamblea.
Todo el mundo comprende los motivos por los que el gobierno de Israel se
ve obligado a votar y actuar con Estados Unidos en todo asunto en debate
que se relacione con algún aspecto de la política exterior de
Washington. Pero del motivo por el que Palau lo hace poco se sabe.
En su edición de junio 20 de 2009, con la firma de Stuart Beck,
representante permanente de Palau en las Naciones Unidas se publicó en
el New York Times una carta cuyo título The Myth of the $12 Million
Uighur, podría traducirse como El mito de los soborno de $12 millones
por los uighurs.
El diplomático de Palau comienza explicando que el presidente Obama,
“muy admirado en Palau”, le pidió al nuevo presidente de su país,
Johnson Toribiong, que le hiciera un favor a los Estados Unidos: “Por
favor, acepte como refugiados a un grupo de inocentes musulmanes chinos
(de la etnia de los uighurs). Ellos no son terroristas antiamericanos
sino víctimas de violaciones de los derechos humanos que llegaron a la
Bahia de Guantanamo hace siete años. Son inocentes, inofensivos y
carentes de nacionalidad.”
Según Beck, el presidente Toribiong, que es un jurista formado en la
Universidad de Washington y un muy calificado abogado, le respondió al
presidente Obama y a la Secretaria de Estado Hilary Clinton que él antes
debía cerciorarse de que los sujetos sean verdaderamente inofensivos,
capaces de integrarse en la pequeña, diversa y amistosa cultura de
Palau. Le precisó que si lo confirmara una diligencia que habría que
hacer, su país, con placer daría a los
uighurs residencia temporal.
A partir de esto, dice Beck, el presidente envió a un grupo de
funcionarios a entrevistar a los
uighurs y examinar sus expedientes.
“Uno podría suponer que este gesto positivo de amistad por parte de un
probado amigo de Estados Unidos habría de ser aplaudido, al menos en los
Estados Unidos. Más, por el contrario, por razones, para mi,
incomprensibles, esta noble actuación de Palau fue distorsionada a
causa de filtraciones y de insustanciales rumores, presentándola como un
acto de sacar dinero por parte de un hábil país del tercer mundo.
“Al dar la noticia de que Palau había aceptado la solicitud del
presidente Obama de recibir a los
uighurs, la Associated Press reportó que dos funcionarios no
identificados del Departamento de Estado habían vinculado la aceptación
por Palau con un pago de 200 millones de dólares. En apenas uno o dos
días el Wall Street Journal estaba ya especulando contra lo acordado.
Beck propone que antes que el asunto se complique más, se deben
considerar algunos antecedentes y, a tal fin, recuerda aspectos muy
elocuentes de la relación económica entre Palau y los EEUU. Narra que
Palau ha estado recibiendo de Norteamérica una ayuda económica
sustancial desde que, en 1944, su país fue arrebatado a Japón.
En los últimos 15 años, apunta, esta ayuda ha sido de un promedio anual
de 56 millones de dólares. Pero esta ayuda ha estado siempre atada a
concesiones, porque Estados Unidos siempre ha insistido en que el
gobierno palauano manifieste su disposición de entregar tierras para
bases en caso que la seguridad de Estados Unidos o de Palau lo requiera.
En 1994, los dos países acordaron una opción por 50 años que permite a
EEUU la utilización de Palau para fines militares. Los términos
económicos de este acuerdo expiran en octubre de 2009, y un nuevo
paquete económico para los restantes 35 años se está elaborando desde
hace algún tiempo. Pero nunca ha habido mención de una cifra de 200
millones de dólares. Y nunca nadie ha propuesto un vínculo de esto con
la aceptación por Palau de los refugiados uighurs. Los EEUU simplemente
propusieron pagar menos de $90,000 por la reubicación de cada uno de los
refugiados, para los gastos de transportación, comidas, alojamiento y
atención médica hasta que ellos pueda orientarse y conseguir empleos.
El diplomático palauense finaliza su carta argumentando contra la idea
de que los dirigentes de su pequeño país estén dispuestos a poner en
peligro la felicidad de su pequeño y pacífico “edén” a cambio de dinero.
Parece que, en definitiva, el grupo de
uighurs, prisioneros sin motivo en el centro de cautiverio y tortura de
sospechosos que Estados Unidos mantiene en la zona de la bahía de
Guantánamo que ilegalmente ocupa en Cuba, fueron llevados a Bermudas
pero, gracias a ellos, supimos algo más del carácter de los vínculos de
Palau con EEUU.
Junio de 2009
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