The war of lies against Cuba
By Manuel E. Yepe
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
The mere fact that the U.S. blockade on Cuba has remained in place even when
almost all U.N. member states vote against such policy every year is a sure sign
of its impudence. However, the obscene nature of the economic war that the
world’s sole superpower wages on its small, poor neighboring country lies first
of all in a long string of lies that violate the foremost rule of international
coexistence: interference by one state in another state’s internal affairs.
Never mind that over 300 million Americans are ashamed of being taken for
accessories to a siege designed to bring suffering, hunger and hardship to a
nearby population thirty times smaller who defend their independence at all
costs. The falseness of the arguments employed by various U.S. Administrations
–using a vast media machinery financed by the taxpayers– is an affront to common
sense and irrefutable proof of their contempt for the American people. They
fooled the American people from the outset into thinking that the “embargo” was
justified as a means to put pressure on a Cuban Revolution that had seized
property owned by, and paid no compensation to, major U.S. companies. The truth
is, Cuba observed all international standards on the legitimate nationalization
of foreign assets, whereas the U.S. government was the only one who had banned
its nationals from negotiating the terms of expropriation, like investors from
other nations were doing with whom a satisfactory indemnity was soon after
agreed.
Then they came up with the excuse of the threat the Cuban Revolution posed to
the hemispheric system, on whose behalf the U.S. masterminded a collective
severing of ties with Cuba embraced by all the then-members of the OAS, with the
exception of Mexico. As Latin America has been able to advance steadily toward
sovereignty, all its countries have reestablished relations with the island.
Cuba’s support for the armed struggle led by national liberation movements
across the continent also served to justify the blockade, but the excuse grew
obsolete as insofar as the said forces managed to make themselves heard at the
polls and other democratic forums, and so our links with them translated into
open, plain solidarity.
Cuba’s alignment with the USSR and China was still another reason to accuse the
island of violating the principles of Pan-Americanism when, in all fairness,
what worried the U.S. above all else was Cuba’s status as a fully independent
socialist country, its central role within the nonaligned movement and,
ultimately, its great prestige and clout among the peoples and nations of the
South.
Totally unconcerned for the truth, the U.S. has used its remarkable financial
power to orchestrate media campaigns accusing Cuba of alleged human rights
violations, trying to conceal the fact. Not counting the outrages committed in
the prison that the U.S. keeps in the illegally-occupied territory of Guantanamo
Bay, the island boasts the cleanest record of respect for such rights in the
last half-century.
Washington has tried all along to make people believe that the pressure exerted
by the Miami-based right-wing Cuban American extremists is the reason why it has
not voided its embarrassing policy of condemning a free nation to hunger and
privation in order to pave the way for a popular uprising against the socialist
revolutionary project. What’s certain is that these groups were created by the
CIA, and they’re still filling their coffers with money from the federal budget
to “promote democracy in Cuba”.
Everybody knows that when the U.S. decides to normalize relations with a
"hostile" country, they get rid of the “powerful” lobby run by those opposed to
the said nation in a jiffy . Like Rome did, Washington has hired traitors, but
it despises them.
Given the undeniable evidence of the blockade’s failure, it’s the US' place to
admit so and to proceed to repair the offense in compliance with the principles
of international law. Obviously, it has chosen instead to devise a face-saving
tactics without changing its strategy. Now its discourse reads as follows:
"After 47 years, the unilateral embargo on Cuba has failed to reach the goal of
taking democracy to the Cuban people. The international community demands more
refined and specific sanctions against unruly governments that are not so
detrimental to the civilian population, because a general measure unite people
around their leaders and become therefore counterproductive”.
There’s every indication that the new standpoint lays the foundations for other
plans and more subtle lies –with exactly the same purposes of neo-annexation– to
the detriment of Cuban independence and the Cubans’ right to carry on the
Revolution they have been called to achieve, since 1868 to the present day, by
Carlos Manuel de Céspedes, José Martí and Fidel Castro.
June 2009
LA GUERRA DE
LAS MENTIRAS CONTRA CUBA
Por Manuel E. Yepe
El solo hecho de que la política de bloqueo de Estados Unidos contra Cuba se
haya mantenido a despecho de que casi la totalidad de los Estados que integran
la Organización de Naciones Unidas la condenan cada año, bastaría para demostrar
su condición impúdica.
Pero el carácter obsceno de esa guerra económica que libra hace medio siglo la
superpotencia global única contra la pequeña y pobre nación vecina radica, sobre
todo, en que se ha fundamentado siempre en mentiras para quebrantar la primera
de las normas de la coexistencia internacional: la condena de la intromisión de
cualquier Estado en los asuntos internos de otro.
Más allá de la ignominia que representa para los más de 300 millones de
estadounidenses aparecer como cómplices de un asedio llamado a provocar
sufrimientos, hambre y miserias a un pueblo vecino treinta veces menor en número
que defiende su independencia al costo de cualquier sacrificio, la falsedad de
los argumentos que han utilizado las administraciones estadounidenses -con
apoyo de una inconmensurable maquinaria mediática que paga la ciudadanía con sus
impuestos- constituye un atentado a la razón y un grave menosprecio de la
inteligencia del pueblo norteamericano.
De inicio, se le mintió a los estadounidenses alegando que el “embargo”, como
instrumento de presión, se justificaba porque la revolución cubana había
expropiado sin compensación propiedades de grandes corporaciones
estadounidenses, cuando el hecho cierto era que Cuba cumplía todas las normas
internacionales para actos de legítima nacionalización y el gobierno de EEUU era
el único que prohibía a sus nacionales negociar los términos de compensación
como lo estaban haciendo los inversionistas de otras naciones con quienes en
poco tiempo se acordaron indemnizaciones satisfactorias.
Pasó después el bloqueo a justificarse por la amenaza que la revolución cubana
constituía para el sistema hemisférico, en cuyo nombre Estados Unidos impuso un
rompimiento colectivo de relaciones con Cuba que acataron todos los entonces
miembros de la Organización de Estados Americanos, menos México. A medida que
las naciones latinoamericanas han podido avanzar hacia la afirmación de sus
soberanías, todas han restablecido sus vínculos con Cuba.
El apoyo de Cuba a la lucha armada de los movimientos de liberación nacional en
Latinoamérica sirvió también de justificación para el bloqueo, pero ésta se fue
haciendo obsoleta en la medida en que esas fuerzas iban logrado la posibilidad
de manifestarse en las urnas y de otras maneras democráticas, traduciéndose así
los nexos de Cuba con ellos en una solidaridad abierta y transparente.
El alineamiento de Cuba con la URSS y China fue otra razón para acusar a la Isla
de violar los principios del panamericanismo, cuando en verdad lo que preocupaba
era su condición de país socialista absolutamente independiente, su papel
protagónico en el movimiento de países no alineados y, en última instancia, su
gran prestigio y autoridad entre los pueblos y naciones del Sur.
Sin preocuparse en lo absoluto por la verdad, Estados Unidos ha manejado contra
Cuba el argumento de supuestas violaciones de los derechos humanos, usando su
formidable poder financiero como propulsor mediático, pretendiendo ocultar que
Cuba ha sido el país del hemisferio donde más fielmente se han respetado los
derechos humanos en el último medio siglo, si se excluyen los desmanes en la
cárcel que EEUU mantiene en la base militar de Guantánamo, en territorio
ilegalmente ocupado a la Isla.
Y, en todo momento, se ha pretendido hacer ver que la presión ejercida por los
grupos extremistas cubano-americanos de Miami ha sido responsable de que
Washington no cancele esa política bochornosa que condena al hambre y grandes
privaciones a una nación soberana, pretendiendo forzar a su pueblo a alzarse
contra el proyecto socialista de la revolución popular. Lo cierto es que estos
grupos fueron creados por la CIA y son aún financiados por el presupuesto
federal con partidas dedicadas a la “promoción de la democracia en Cuba” que
nutren arcas en Miami.
Cualquiera sabe de qué manera tan expedita es capaz EEUU de deshacerse del
“poder” de los lobbies de los adversarios de sus enemigos cuando decide
normalizar relaciones con un país “hostil”. Como Roma, Washington paga a los
traidores, pero los desprecia.
Ante la evidencia del fracaso del bloqueo, correspondería al gobierno de Estados
Unidos reconocerlo y proceder a reparar la ofensa dentro de los principios del
derecho internacional, pero es evidente que se ha modelado una táctica que
pretende limpiar la cara sin variar la estrategia. Su discurso hoy reza así:
"Después de 47 años, el embargo unilateral a Cuba ha fracasado en lograr el
objetivo de llevar la democracia al pueblo cubano. La comunidad internacional
exige que las sanciones sean más refinadas y específicas contra los gobiernos
rebeldes y que afecten menos a la población civil porque las medidas generales
aglutinan al pueblo en torno a sus dirigentes y por ello se hacen
contraproducentes”.
Todo parece indicar que, con esta nueva óptica, prosperan en Estados Unidos -con
idénticos fines neo anexionistas- nuevos planes y mentiras más sutiles contra
la independencia y el derecho de los cubanos a continuar una revolución a la
que, desde 1868 hasta hoy, han estado convocados por Carlos Manuel de Céspedes,
José Martí y Fidel Castro.
Junio de 2009