Juventud… ¿perdida?
Leticia Martínez Hernández
Lo
admito, me molesta. Que duden de mi generación, que la
reprochen con ligereza, y, peor aún, que la tilden de
perdida irrita al más sosegado de los espíritus, el mío
entre ellos. ¿Acaso esa palabra es sinónimo de
irreverente, revolucionaria, rebelde, temeraria,
decidida... ? No me parece.
Hace
unos días subí a una guagua, traía un maletín al hombro
y por azar encontré asiento. A mi lado iba un muchacho,
muy vestido a la moda, tatuado y con unos audífonos
colgando de sus oídos. Coincidentemente nos bajábamos en
la misma parada. Qué alivio sentí cuando él insistió en
ayudarme con la carga, amén del bulto suyo. Enseguida
vino a mi mente la siniestra frase que sentencia la
perdición de la juventud. Me acordé entonces de tantos
veinteañeros que harían callar a más de un incrédulo,
también de aquellos que dan razones para tal aseveración.
¿Estarían
perdidos los jóvenes que inundaron lugares como la Isla
de la Juventud, Pinar del Río, Holguín o Las Tunas para
convivir con el dolor, y también aliviarlo, en aquellos
duros días de septiembre cuando las aguas y los vientos
se ensañaron con Cuba? ¿O los que por vez primera
pusieron una mano en la tierra herida para sacarle, a
como diera lugar, sus frutos? Recuerdo haber compartido
allí con muchachos que mientras hacían reír a tristes
niños, sus familiares dormían a la intemperie.
Y
los miles de jóvenes que hoy sostienen la educación, ¿también
están incluidos en el apocalíptico enunciado? Sabrán
acaso los desconfiados de las noches dedicadas a
preparar clases mientras otros, con sus mismas edades,
salen de fiesta; del nerviosismo del primer día de
clases; del inmenso orgullo de enseñar aun con menos de
dos décadas de vida; y del tremendo peso de la
desconfianza que cargan sobre sus hombros.
¿Envolverán
en el término "perdido" a los muchachos que a pie sobre
el diente perro y con la nostalgia de amores congelados
custodian cada tramo de este país? ¡Si supieran de
Lester y de su testaruda guardia en aquellas perdidas
costas guantanameras, o de la tamaña responsabilidad de
Javier al frente del radar que solo sabe escudriñar el
mar!
Un
colega supo del periódico para donde yo trabajaba y
enseguida quiso saber mi edad: ¿Y tú, con 25 años,
escribes en Granma? Luego de contar muchas veces
hasta diez, pues en otra ocasión alguien opinó que nos
estaban madurando con carburo, le relaté de los tantos
que hoy caminan los pasillos de la sede del órgano
oficial del Partido Comunista de Cuba. Le hablé de sus
días y noches acuartelados a la espera de la hora del
cierre o a la caza de la mejor tesis para completar el
reportaje, mientras escuchan a Silvio, tiran algún
pasillo y hacen chistes.
Acaso olvidaron los incrédulos la hazaña de aquellos
muchachos con barbas que trillaron la Sierra Maestra y
asaltaron luego las ciudades para trastocar el orden de
cosas, dentro y fuera de este país. ¿Por qué si un
hombre genial como Fidel ha confiado toda su vida en la
fuerza creadora de la juventud, otros se dan el lujo de
opacarla? Llenaríamos cuartillas con historias de
jóvenes menospreciados por argumentos tan triviales como
la falta de experiencia. ¡Qué habría pasado si los
gestores de esta Revolución hubieran esperado por la
perezosa y escurridiza experiencia...!
Sí,
es cierto que los tiempos son otros, y ya no nos toca la
heroicidad del fuego cruzado, pero las balas que ahora
apuntan hacia nuestras cabezas son mucho más peligrosas.
Los jóvenes de hoy, los de a pie, encuentran reducidas
sus aspiraciones, posibilidades de realización y hasta
de diversión, mientras engañosos cánones se empeñan en
mostrar un mejor modo de vida fuera del país. Y a pesar
de que algunos van tras esos cantos y a otros los vence
el desánimo, quedan millones apostando, también desde la
inconformidad, por el destino de su patria.
¿Qué
significa entonces que la juventud, mi juventud, está
perdida? ¿Que vestimos frescamente y a la moda, que
preferimos la algarabía, que decimos lo que pensamos sin
medir las consecuencias, que soñamos posibles e
imposibles, que nos atrevemos a asumir responsabilidades
aun sin saber si seremos capaces de llevarlas a buen
término, que apostamos al futuro desde hoy... ? Si estas
son las respuestas, entonces sí estamos perdidos y no
queremos ser encontrados.
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