Diario de la
Juventud Cubana
14 de mayo de 2009 00:31:30 GMT
Luis Ramírez: el erotismo define mi literatura
Este escritor cienfueguero ha
publicado varias novelas de género erótico,
entre las que destaca Afuera acechan los
demonios, editada por Letras Cubanas
14 de mayo de 2009
00:51:19 GMT
CIENFUEGOS.— Las estadísticas
indican que durante los últimos quince años los
libros de fuerte contenido sexual han aumentado
en alrededor del 400 por ciento en el planeta;
en gran medida materiales escritos por autores
occidentales.
A juicio del narrador cienfueguero Luis Ramírez, «buena parte de esa literatura erótica actual primermundista resulta en exceso permeada por alusiones al cibersexo y vocablos como pedofilia; voyeurismo; sadomasoquismo; tiendas porno; dildos (consoladores)... A veces concentrado en tal demasía que llega a repugnar al lector». Su literatura erótica se mueve en otra cuerda: una donde las relaciones carnales se proyectan desde un prisma enfocado hacia formas de contacto sexual más ordinarias y naturales. Esto no quita para que ocasionalmente apele a lances «fuertes» y otros procedimientos desmarcados de la ortodoxia en la transcripción a la letra del contacto sexual, ya sea físico o imaginario. Por ejemplo, uno de los personajes masculinos centrales de Muchacha del Caribe con gato (Mecenas, 2003) desahoga de una forma bastante peculiar los arrebatos fálicos que le produce la incitante dueña de la casa. Al verlo, la patrona contribuye definitivamente a evacuarle todos sus vapores. El mènage a trois o sexo entre tres es practicado por dos estudiantes lésbicas y el protagonista de La gruta de Cristina, novela que les recomiendo menos por su descarnado naturalismo que por cómo vincula el humorismo al erotismo, costado poco usual en el género. No obstante, la fuerza del discurso erótico ramiriano no descansa en semejantes apelaciones, sino en su manejo de las gradaciones de la exposición del hecho sexual, su inteligente manejo de la sugestión, su descripción visceral de la batalla de los cuerpos y la feracidad imaginativa. Todos los elementos citados se confirman en la nueva eronovela del autor: La muchacha de los espejos rotos, Premio Literario Nacional Fernandina de Jagua en el 2007. Ramírez dice sentirse muy halagado por la recepción que tienen sus obras entre el público local y nacional. Putear la vida (Mecenas, 2006) se agotó apenas salió a las librerías. Inencontrables son también Afuera acechan los demonios (Letras Cubanas, 2000) y la ya mencionada Muchacha del Caribe con gato. Interrogado en torno a la frontera que deslinda lo erótico de lo pornográfico en la literatura, y en relación con los posibles consejos que pudiera darle a los jóvenes escritores que se interesen por el género, responde: «Escribir textos eróticos deviene un franco desafío para cualquier autor, por dos causas fundamentales: la primera, la delgada línea que lo separa de la pornografía depende mucho de la sensibilidad y la contención del narrador, en su apelación mayor hacia lo sensorial que a lo biológico. «La segunda es que resulta verdaderamente difícil ser original en la literatura erótica de la actualidad, la impresión de dèja vú (eso ya lo leí) del lector tiene un sustento lógico en la razón de que en nuestra lengua se viene tocando el asunto desde el siglo XIV, con el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz. «Luego han sido centurias de continuadas inserciones en el tema, generalmente sobre motivos que se asemejan o emparentan, y donde —no podemos obviar esto—, el patrón del hecho sexual en sus múltiples variantes por lógica se repite, adscrito a una u otra vía expresiva». Luis, eterno lector, admira al maestro Bocaccio; bebió de Lope de Vega, gusta de Gioconda Belli, Carilda, las dos Marguerite (la Duras y la Yourcenar), Vargas Llosa, Ana Rossetti, Almudena Grandes, Alberto Curbelo, Josefine Mutzenbacher y varios otros autores que de forma permanente u ocasional inscribieron su nombre en las alturas literarias merced a grandes obras eróticas. El imparable Ramírez tiene además otros materiales en preparación o en fase de edición. En un considerable por ciento son eróticos. Con generosa malicia bocacciana, responde que tal propensión es innata y se explica porque de siempre ha amado el cuerpo humano, cada entresijo u olor de la anatomía femenina, el movimiento de las caderas, las curvas con sus ascensiones y descendencias... Frisando las seis décadas, Luis quiere y se deja querer por una joven de 30 años. Hace el amor al mediodía y escribe del asunto casi a toda hora. Su vida y su escritura están inextricablemente ligadas al sexo, a la pasión y al rompimiento, receta que propone a quienes quieran adentrarse en este tipo de literatura: primero vivir, y luego recrearlo con las palabras.
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