Driving in London (with the threat of a blackout)

Luis Luque ÁlvarezBy: Luis Luque Alvarez
Email: luque@jrebelde.cip.cu
April 21, 2009 00:14:41 GMT

A CubaNews translation by Odilia Galván Rodríguez.
Edited by Walter Lippmann.

Those who follow the U.S. TV comedy series Two and a half men, may remember how, in one episode, the fussy mother of the two main characters went to their house to ask to borrow a car. She was going to an “important” appointment, and was embarrassed to be seen by elite friends in hers – an electric car. She wanted to show up in one that really roared, because otherwise – a quiet car, slow and low polluting, would be little less than an unacceptable tin can.

The little electric car passes through the city.  Photo: Greencasitecouk

Those are some of the same prejudices that British consumers should also overcome, now that Labor Prime Minister Gordon Brown’s government has a plan to provide a discount of £ 5 000 (7 392 U.S. dollars) to whoever buys one of these cars. Thus, as we are seeing in London, they are stimulating production, employment and consumption (a small push in the middle of the crisis), while also fighting the deteriorating climatic conditions of the planet.

The idea is interesting. The first step would be to massively produce this type of automobile, something that has not yet happened (they now only constitute 0.1 percent of cars circulating in the United Kingdom), largely because they cost twice as much to produce as traditional models. Furthermore, they would have to convince the public, and improve some minor “details”: the batteries only store energy for 60 kilometers, and it takes seven hours to recharge them! Plus the family has to go for a ride in pairs, because they only seat two people...

For those who harbor such concerns, progress will certainly return their souls to their body. According to the BBC, they are already producing new models with batteries capable of covering 170 kilometers, and that can last up to 10 years. And what is the cost of "filling the tank”, or rather recharging the batteries, in a public service station, or at home? About five cents for nearly two kilometers. And it will take "only" two hours!

London places special emphasis on the ecological character of the initiative. The EU wants to reduce the 1990 gaseous pollutant emissions levels by 30 percent by 2020, and whatever the governments do in this regard gets the blessing from Brussels. Thus, both the United Kingdom and Spain will receive 866 million euros to develop such cars, which are completely electric. Hybrids are those that combine this type of energy use with fossil fuel, to improve efficiency.

But, from the point of view of the environmentalists who give reasons against such projects, which at first glance seem positive. In Germany, for example, there is an ongoing initiative to allow energy companies to store, in cavities under the ground (such as in oil fields that are already exhausted) the carbon dioxide resulting from burning coal, rather than allowing it to escape into the atmosphere.

However, for environmental advocates, that solution lacks safeguards – as was demonstrated in the dangerous radioactive leakage from nuclear waste tanks – and it also diverts resources from what should be the further development of renewable energy sources.

In the case of Great Britain, environmentalists are asking: And how does one obtain the electricity for such cars to run? If it’s electricity from fossil fuels, we are already done for there – my lord! It's like going to the movies, and instead of paying the ticket upon entry, doing so when the movie ends. However one views it, it’s still the other face of the same coin.

Regarding the electricity generated by atomic power, "safety" issues regarding the waste, and the process of producing it, in and of itself, fly like magpies over the decision makers. The Chernobyl tragedy in 1986 prompted us to rethink the benefits of atomic energy, Italy relinquished it in a referendum in 1987 - and several European countries have on the horizon the closing down of their reactors. The road is not very far off in that direction...

Then, there is, the most practical option, although more difficult for human comfort – while renewable energies travel along towards their still far off heyday – is for people to change their habits. Yes, because I imagine that if each person wishing to have one of those little electric cars did, it would cause a non-stop blackout from London to Glasgow. The indiscriminate use of oil has already brought us earthlings some small problem, is it now necessary to repeat that experience with electricity?

Why not stop at technologies that best serve everyone like the development of public transportation, which is more sustainable, and as for large long-haul vehicles, as of yet no viable electric power alternatives exist.

And I wonder, finally, if when thousands, of millions of cars traveling on the beautiful quiet roads of Madrid, Berlin and Paris will there also be others that travel by the Haitian, Port-au-Prince, Addis Ababa, by the Ethiopian ... Will there also be electric cake for those living there?

I suspect not. But this planet, mistreated by our troubles, lets its objection be known. In time…

http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2009-04-21/manejando-en-londres-con-amenaza-de-apagon/

   
   


Manejando en Londres
(con amenaza de apagón)

Luis Luque Álvarez
Por: Luis Luque Álvarez
Correo:
luque@jrebelde.cip.cu
21 de abril de 2009 00:14:41 GMT

Quienes siguen en nuestra TV la serie humorística norteamericana Dos hombres y medio, podrán recordar cómo, en cierto episodio, la quisquillosa madre de los dos protagonistas acudió a casa de estos para pedirles prestado el auto. Iba a una cita «de altura», y le daba vergüenza aparecerse ante sus amigos con el suyo, un automóvil eléctrico. Quería uno que rugiera de verdad, porque otra cosa —un carro silencioso, lento y poco contaminante— sería poco menos que una lata impresentable.

Estos son algunos de los prejuicios que también los consumidores británicos deberán vencer, ahora que un plan del gobierno del primer ministro laborista Gordon Brown contempla un descuento de 5 000 libras esterlinas (7 392 dólares) para quien compre uno de esos autos. Así, según lo ve Londres, se estimula la producción, el empleo y el consumo (un empujoncito en medio de la crisis), y de paso, se combate el deterioro climático del planeta.

El carrito eléctrico pasea por la ciudad. Foto: Greencasitecouk
La idea es interesante. El primer paso sería fabricar masivamente dicho tipo de autos, lo que no ha ocurrido aún (constituyen solo el 0,1 por ciento de los que circulan en Gran Bretaña), en buena medida porque cuestan el doble de los tradicionales. Además, habría que convencer al público, y mejorar ciertos «detallitos»: las baterías solo almacenan energía para 60 kilómetros; para cargarlas se necesitan ¡siete horas!, y la familia tiene que ir a pasear de dos en dos, porque únicamente cuentan con dos asientos...

A quienes albergan tales preocupaciones, el progreso les devolverá el alma al cuerpo. Según la BBC, ya están en producción nuevos modelos, con baterías capaces de cubrir 170 kilómetros, y que pueden durar hasta 10 años. ¿El costo de «llenar el tanque», o sea, de recargarlas en puntos de abastecimiento públicos, o en casa? Unos cinco centavos por casi dos kilómetros. ¡Y demoraría «solo» dos horas!

Londres pone especial énfasis en el carácter ecológico de la iniciativa. La UE desea reducir en un 30 por ciento, para 2020, las emisiones de gases contaminantes respecto a los niveles de 1990, y lo que hagan los gobiernos en tal sentido recibe la bendición desde Bruselas. Así, tanto Gran Bretaña como España recibirán 866 millones de euros para desarrollar tales autos, sean completamente eléctricos, sean híbridos (cuando combinan este tipo de energía con la fósil, para mejorar la eficiencia).

Ahora bien, precisamente desde la esquina de los ecologistas se esgrimen razones contra proyectos apreciados como positivos a primera vista. En Alemania, por ejemplo, está en curso una iniciativa para permitir a empresas del sector energético almacenar, en cavidades bajo el suelo (como yacimientos de petróleo ya agotados) el dióxido de carbono resultante de la combustión del carbón, y no dejar que escape hacia la atmósfera.

Sin embargo, para los defensores del medio ambiente, esa solución carece de seguridad —como lo han demostrado los peligrosos escapes radioactivos en depósitos de desechos nucleares—, y desvía recursos de lo que debería ser el mayor desarrollo de las energías renovables.

En el caso británico, los ecologistas se preguntan: ¿Y cómo se obtiene la energía eléctrica con la que funcionarán esos autos? Si es mediante combustibles fósiles, ¡arreglados estamos, milord! Es como ir al cine y, en vez de pagar el ticket a la entrada, hacerlo cuando se termine la película. ¡De todos modos hay que soltar los dos pesos!

Respecto a la electricidad producida por centrales atómicas, la «seguridad» de los desechos, y la del propio proceso de generación, vuelan como urracas sobre quienes toman decisiones. La tragedia de Chernobil, en 1986, indujo a repensar las ventajas de la energía atómica —Italia renunció a ella en un referéndum, en 1987—, y varios países europeos tienen en el horizonte la clausura de sus reactores. La carretera no es muy larga en esa dirección...

Queda, entonces, la posibilidad más práctica —aunque la más difícil para la humana comodidad— mientras las energías renovables caminan hacia su aún lejano apogeo: cambiar los hábitos. Sí, porque imagino que si cada persona deseosa de tener un carrito de estos se hiciera con él, el apagón iría desde Londres hasta Glasgow, sin escala. El indiscriminado consumo de petróleo ya nos ha traído a los terrícolas algunos problemitas; ¿será necesario repetir la experiencia con la electricidad?

¿Por qué no detenerse mejor en tecnologías que sirvan a todos, en el desarrollo de transportes públicos, cuyo servicio sea más sostenible, y en el de los grandes vehículos de carga, que hasta el momento no tienen su alternativa eléctrica viable?

Y me pregunto, por último, si cuando miles, millones de autos silenciosos recorran las hermosas avenidas de Madrid, Berlín y París, habrá otros tantos que paseen por la haitiana Puerto Príncipe, o por la etíope Addis Abeba... ¿También habrá pastel eléctrico para los que vivan allí?

Sospecho que no. Pero este planeta, maltratado por nuestras inequidades, nos hará saber su protesta. A su tiempo...