Acerca de Los jacobinos negros, maestros de revolución

 

Graciela Chailloux

 

Los antillanos por primera vez tuvieron conciencia de ellos mismos como un pueblo durante la revolución de Haití, pero sin importar cual sea su destino final, la revolución cubana marca el último peldaño de su búsqueda de la identidad nacional

 

C. L. R. James, Los jacobinos negros, Apéndice de1962

 

La conmoción revolucionaria que sacudió a Francia a partir de 1789 produjo agrupamientos políticos e ideológicos de los diversos sectores y clases de la sociedad francesa. Así surgieron los clubes revolucionarios de representación en la Asamblea Nacional, en los que sus participantes, en correspondencia con la orientación política que profesaban, adoptaban sus denominaciones. Mientras que los miembros del ala de la derecha se denominaron girondinos, los del ala extrema radical tomaron el nombre de jacobinos.

 

Para la Historia escrita desde los centros de poder, en defensa de la superioridad de la civilización occidental, a un grupo política e ideológicamente radical se le reconoce legitimidad sólo en los marcos de un proceso como el de la Revolución francesa. Únicamente desde la osadía de rechazar abiertamente la existencia de modelos civilizatorios superiores e inferiores se puede reivindicar la existencia de jacobinos en el Caribe, más aun si son negros.

 

Por lo demás, la Historia que mira al Tercer Mundo –tan sólo las tres cuartas partes de la humanidad—, desde los centros de poder, explica que somos un producto raro, extraño, anómalo de la civilización occidental, y que dejaremos de serlo tan pronto alcancemos los grados de civilización que ellos han conseguido a expensas nuestras. Por esa razón, desde esa perspectiva es absolutamente impensable y menos aún probable la existencia, por ejemplo, de Petrocaribe.

 

Sin embargo, para el autor de un libro publicado en 1938, titulado Los jacobinos negros, el quehacer revolucionario de Hugo Chávez y la novedosísima entidad energética que promueve son resultados propios de la potencialidad del Caribe para forjar su destino. El autor de ese libro es uno de los singulares maestros de Historia que tan profusamente han dado el Caribe y la América, de esos que magistralmente han recreado paradigmas de la cultura universal para la acabada comprensión de nuestras realidades. Ese maestro responde al apelativo de Cyril Lionel Robert James, universalmente conocido como C. L. R. James.

 

 

 

C. L. R. James

 

 

 

En la isla de Trinidad, en 1901, nació el padre de la tradición intelectual moderna del Caribe anglófono. Hijo de un maestro de escuela y de una madre poseída del amor por la literatura, heredó de esta última una de las dos grandes pasiones –la literatura y el deporte-- de su larga vida. A los diez años ya los clásicos de la literatura inglesa le eran totalmente familiares. Su inteligencia y destreza en la práctica del  cricket le permitieron ganar la beca que el gobierno colonial concedía a los niños de la colonia, por concurso, para hacer estudios secundarios en el Queen Royal Collage.

 

En 1932 emigró a Londres. Pero su educación formal no pasó de la enseñanza secundaria. Fue, sin embargo, crítico literario y periodista deportivo, escritor y activista socialista y antimperialista, revolucionario y luchador marxista, escritor y agitador político, y maestro y mentor de varias generaciones de estudiantes caribeños. Así se expresó su visión única del mundo y la sociedad humana, en una perspectiva cuyos componentes eran el arte, la literatura, la política, la filosofía, la historia y la economía.

 

Recién llegado a Inglaterra escribe su obra teatral Toussaint L´Ouverture. En 1937 publica una historia de la internacional comunista, La revolución mundial, y crea con su amigo George Padmore –marxista y panafricanista-- el Buró Internacional de Servicio Africano, para la lucha por la independencia del continente.

 

Fue en Inglaterra donde abrazó, en los años treinta, la ideología marxista y adquirió su comprensión del significado de la raza y la clase social en la sociedad del Caribe, el nacionalismo negro y el materialismo histórico y dialéctico. Es la década de su tránsito de la condición de joven radical de una sociedad colonial, a la de marxista convencido de la posibilidad de poner en marcha una acción y una teoría políticas para alcanzar el fin de la opresión y la autodeterminación. Antiestalinista, trotskista, se convirtió en uno de los más singulares teóricos marxista del mundo colonial, todo ello enraizado en su condición de intelectual negro que sufre el racismo en una sociedad altamente industrializada en medio de un periodo de decadencia económica.

 

En 1938 sacó a la luz dos trabajos épicos sobre la historia del negro, la revolución social en el Caribe y el colonialismo: Los jacobinos negros. Toussaint L´Ouvertoure y la revolución de San Domingo y Una historia de las revueltas del negro.

 

 

 

Un libro titulado Los jacobinos negros

 

 

 

Del impacto de la gran crisis del capitalismo entre 1929 y 1933 se habla casi siempre como un asunto exclusivamente económico. Sin embargo, basta mencionar unos pocos acontecimientos para comprobar lo profundo de la repercusión de ese episodio en la vida política e intelectual de muchas sociedades. Los años treinta fueron, en el Caribe, un parteaguas en el desarrollo de la sociedad que, desde 1934, se agitaba políticamente. En 1937 Trinidad fue centro de disturbios protagonizados por los trabajadores del petróleo, mientras Jamaica se veía sacudida por una huelga general. En Cuba el imperialismo norteamericano vio tambalearse su sistema de dominación. En todo el mundo creció la conciencia acerca de la necesidad de promover la independencia de Africa. Se fortaleció el movimiento panafricanista, fundado y liderado por el jamaicano Marcus Garvey en la década anterior. La invasión de la Italia fascista a Etiopía, en 1935, provocó la ira de los que vieron vulnerado el único país que había mantenido una tradición de independencia del dominio colonial externo. La alarma de las potencias se expresó en informes de diagnóstico y propuestas antirrevolucionarias de los Estados Unidos –Problemas de la nueva Cuba, 1934—e Inglaterra –Informe de la Comisión Real, 1938.

 

Por otra parte, los treinta fueron escenario de la eclosión de un pensamiento propio en el Caribe, de la aprehensión del carácter creador del análisis marxista en medio de un momento revolucionario. No es casual que Los jacobinos negros sea coetáneo de obras de la envergadura de las producidas en esos mismos años por Alejo Carpentier, Rubén Martínez Villena, W. E. B. DuBois y Ramiro Guerra, por sólo citar algunos de los más relevantes escritores que en esa década produjeron obras fundacionales del pensamiento caribeño.

 

Los jacobinos negros es una obra pionera en el estudio, in extenso, de la Revolución de Haití (Saint Domingue), del origen, desarrollo y culminación de la primera y única exitosa revuelta de esclavos de la historia. Por primera vez, la independencia política de los negros fue tomada y no dada, como ocurriera con la descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pero no es una obra que tuviera como propósito exponer ante el público la erudición de su autor. Los jacobinos negros es, ante todo, un instrumento de lucha contra el colonialismo, el racismo y el imperialismo, una obra que mira al futuro.

 

Por ello, es significativo que dos intelectuales revolucionarios --C. L. R. James y Alejo Carpentier--, comprometidos con las luchas por la emancipación en el Caribe, recurrieran al legado de la revolución de Haití para arrojar luz –con Los jacobinos negros y El reino de este mundo, respectivamente-- sobre las jornadas revolucionarias de las que eran testigos y protagonistas.

 

A pesar de la tradición intelectual que había demonizado la revolución haitiana como la más elocuente constatación de la barbarie de los pueblos negros, James describe cómo los esclavizados de Haití fueron capaces de construir su propia imagen de lo que ocurría en Francia. Para ellos resultó evidente que “los esclavos blancos en Francia se habían levantado y ejecutado a sus amos, y entonces ellos estaban disfrutando los frutos de la tierra”. De ese modo los esclavos captaron el espíritu de libertad, igualdad y fraternidad que movilizaba a las masas parisinas. Esa convicción los condujo, inexorablemente, a convertirse en el ala más radical de la lucha en la colonia, en jacobinos negros, cuya fuerza moral los llevó conseguir un triunfo que no ha dejado de causar admiración a lo largo de los últimos doscientos años. Para James, resaltar la interconexión entre el movimiento de masas en la metrópoli y la lucha colonial, era, en el decenio de 1930, un asunto de máxima actualidad en el Caribe y África.

 

Otro aspecto en el que James hace un significativo aporte a la historiografía del

 

Caribe en Los jacobinos negros es su indagación acerca del aporte de la colonia haitiana al desarrollo del capitalismo en Francia, tema que influyó poderosamente en la creación de otra obra clásica del pensamiento del Caribe: Capitalismo y esclavitud, del también trinitario Eric Williams.

 

           Cuando James afirma que los 30 826 blancos residentes en Haití necesitaban de la barbarie para mantener en estado de esclavitud a una población de medio millón de esclavos y negros y mulatos libres, muestra cómo, en la revuelta, los negros reprodujeron los métodos bárbaros que sus amos les enseñaron en dos siglos de civilización: “ellos buscaban su salvación en la destrucción de todo lo que conocían como la causa de sus sufrimientos”. Con la mirada puesta en la necesidad de construir una sociedad nueva en el Caribe, James denunció el hecho de que la conducta, tanto de blancos como de negros, era el resultado de la esclavitud, creadora de una sociedad llena de brutalidades, degradaciones humanas, cismas y contradicciones.

 

Todo el texto de Los jacobinos negros está animado por la decisión de su autor de explorar, en las condiciones de la experiencia histórica del Caribe, la interrelación entre la personalidad del individuo y las fuerzas históricas objetivas. Su análisis de la figura de Toussaint L´Ouverture le permitió hacer un sustancioso examen sobre la influencia de la personalidad en la historia, así como de los límites que le imponen a la personalidad las condiciones objetivas.

 

Fue con ayuda de la figura de Toussaint que James confrontó los mitos acerca de las capacidades de la raza negra. Esclavo, de casi cuarenta años, poseedor de alguna educación, Toussaint conocía rudimentos de francés y latín, había leído los comentarios de César y el tratado del Abate Reynal sobre las Indias Orientales y Occidentales y desempeñaba en la hacienda en la que era esclavo funciones de autoridad y administración, propias de un hombre blanco en una sociedad en la que el color marcaba los límites de la movilidad social. Según James, “ninguna figura ha aparecido en el escenario histórico más dotado de talento que ese negro”, pero sobre todo, Toussaint fue un fruto de la revolución. Fue por la revolución que la inteligencia y la astucia de Toussaint le permitieron crear un ejército formado por quinientos exesclavos, con el que impulsó la lucha frente a la contrarrevolución interna y externa y a las contradicciones entre los propios luchadores anticoloniales y antiesclavistas.
            Pero en la colonia no sólo la influencia de la personalidad era asunto de máxima atención. Para James también lo era el examen de cómo los intereses de los diferentes sectores sociales y clases en la metrópoli configuraban sus posiciones políticas sobre la emancipación de los esclavos y de la colonia, tanto en la colonia como en la metrópoli.

 

En tiempos de revolución, extraer lecciones de la historia sobre la fuente del liderazgo condujo a James al siguiente juicio: “Los líderes de una revolución usualmente son aquellos que han sido beneficiados por los avances culturales del sistema que ellos están atacando, y la revolución de Santo Domingo no fue una excepción”. El mismo era un producto de la educación colonial, de corte victoriano, y como la casi generalidad de la intelectualidad revolucionaria del Caribe, sus concepciones más radicales se habían gestado en las aulas en las que se pretendía enseñar a no cuestionar el pensamiento colonizador.

De Toussaint L´Ouverture a Fidel Castro

 

 

 

Que Los jacobinos negros es una obra al servicio de la revolución en el Caribe fue definitivamente incuestionable cuando, en 1962, su reedición apareció con un apéndice sugerentemente titulado “De Toussaint L´Ouverture a Fidel Castro”. En esa ocasión, C. L. R. James, en plena madurez de su extraordinario intelecto, explicó que el apéndice “intenta hacer para el futuro de las Indias Occidentales, para todas ellas, lo que fuera hecho en 1938 para Africa. Los escritores sobre las Indias Occidentales siempre las analizan por su aproximación a Inglaterra, Francia, España y América, o sea, a la civilización occidental, nunca en relación con sus propias historias. Aquí está ese intento por primera vez”. Era la Revolución cubana recién llegada al poder motivo y razón más que suficientes para rexaminar la historia del Caribe del último siglo y medio. Desde una perspectiva marxista, profundamente apegada a la realidad caribeña, James vio en las personalidades de Toussaint y Fidel el símbolo de la certidumbre en la transformación revolucionaria de la sociedad caribeña. Así, casi un cuarto de siglo después, Los jacobinos negros reafirmaba su condición de enseñanza de historia para el presente y el futuro del Caribe, tal como lo podemos constatar hoy.

 

 

 

10 de enero del 2008.