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Año VI
La Habana

17 al 23 de MAYO
de 2008

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¿Otra vez Batista?

Ernesto Limia Díaz • La Habana

 
Siendo un niño, en Bayamo, conocí a una abuelita que narraba con una especie de orgullo humilde, el día en que el Comandante Camilo estuvo en su casa; pero ella siempre tenía en su rostro una mezcla de ternura y tristeza que a mis 10 años era difícil comprender. Una mañana al preguntarle la causa, mi madre, casi en un susurro, me relató que los soldados de Batista la violaron frente a su esposo luego de su detención por militar en el Movimiento 26 de Julio; después nunca tuvo hijos. Con las últimas noticias que llegan de la prensa floridana, tratando de poetizar la figura de Fulgencio Batista, recordé a la abuelita heroica. 

Desde las páginas de El Nuevo Herald, Rafael Rojas afirma que los asesinatos cometidos por Batista desde su arribo al poder, en 1933, son una “leyenda”.  Para colmos, lo califica de “político”; mientras culpa solo al delator por la masacre de Humboldt 7. De repente, no fueron asesinados Guiteras y Aponte en el Morrillo; no le arrancaron la vida por pedazos a Abel, ni acribillaron a los jóvenes del Moncada, concluidas las acciones combativas; no ultimaron a Félix Elmuza, Juan Manuel Márquez y a varios de los sobrevivientes de Alegría de Pío; Josué, Otto, Toni y Frank en Santiago de Cuba, se nos perdieron de la memoria; el Curita y Fontán no se inmolaron, a sabiendas de que no tenían ya dónde esconderse como tantos, tantos, tantos...  

Ahora cuentan que un Batista casi “poeta”, escribe en 1965: “desde el fondo de mi alma grita la voz de la historia”. Nos quieren esquilmar y, para ello, apuestan al olvido que suponen debieron provocar los 50 años transcurridos desde su fuga y el surgimiento en Cuba de nuevas generaciones. Es lógico que los “nuevos eruditos” se sumen a la campaña porque en Miami aún mandan los batistianos y su mafia. 

¿Cómo llegó la mafia a Miami? 

A mediados del siglo XVIII, la burguesía criolla fundó casas comerciales en EE.UU. Para 1890 residían en EE.UU. más de 20 000 cubanos que organizaron comunidades fuertes, creando escuelas propias y negocios conjuntos; pero en ellas se reprodujeron las diferencias clasistas, raciales e ideológicas que prevalecían en Cuba. Un sector mayoritario de la burguesía criolla promovió los intereses intervencionistas de EE.UU. en la Isla en 1898 y legitimó la consumación del estado neocolonial en 1902. Los avances tecnológicos en transporte y comunicaciones nos acercaron aún más. 

En 1945 la Pan American World Airways volaba diez veces al día entre La Habana y Miami”[1], lo que incrementó el flujo de pasajeros hacia ese país, fundamentalmente de gente adinerada y viajeros de clase media que participaban del consumo y la recreación. Varios sectores de la sociedad cubana pasaban sus vacaciones y compraban en Miami, y mantuvieron la tradición de enviar sus hijos a estudiar en universidades estadounidenses.

El nivel de penetración cultural e ideológica de la burguesía cubana durante la seudorrepública se refleja en el testimonio de este emigrante: “Yo recuerdo que íbamos al cine Miramar en Cuba a ver las películas de guerra y la película terminaba con el himno de los marines. El cine completo lo cantaba dando patadas en el piso al compás de la marcha (...). Recuerdo también que yo iba a un club en Cuba, y que este club pertenecía a una asociación que se llamaba el Big Five; el colegio al que yo asistía se llamaba Havana Military Academy, etc., o sea, que había una americanización que, comenzando a ese nivel, empezaba a penetrar todas las capas de la sociedad habanera hasta en el lenguaje (...)”[2]

En 1950 el capital privado cubano en EE.UU. superaba los 260 millones de dólares; entre 1954-1958 depositaron otros 128,6 millones; las compras netas cubanas en valores y títulos estadounidenses reportaron más de 195 millones entre 1950-1955; entre 1955-1959 se exportaron hacia ese país 130 millones de dólares y a fines de 1955 las inversiones de los cubanos en la Florida y Nueva York ascendían a 150 millones de dólares, sin incluir el capital ilícito que ingresó como resultado de las operaciones del crimen organizado y la corrupción, que prácticamente vaciaron las arcas de la nación en su huida hacia EE.UU. antes del 1º de enero de 1959 o en los primeros meses posteriores a esa fecha[3]. En febrero de 1959, el Banco Central de Cuba denunció que personeros de Batista habían despojado al país de 424 millones de dólares procedentes de los recursos que en oro y en esa moneda respaldaban al peso cubano y los depositaron en bancos norteamericanos[4]

A partir del 1º de Enero de 1959, el territorio norteamericano continuó siendo el principal receptor de la emigración cubana; pero, a su vez, su gobierno se convirtió en el peor enemigo de la Revolución, e instituyó una política migratoria destinada a drenar el capital humano que demandaba el funcionamiento del país, desacreditar el modelo político y establecer la base que actuaría como sostén de sus  planes desestabilizadores. 

En la primera oleada (1959-1962), más de 274 mil cubanos de sectores vinculados a la dictadura y al capital norteamericano arribaron a EE.UU., donde fueron recibidos con todas las facilidades. A través del Programa de Refugiados Cubanos sucesivas administraciones aplicaron una política de asistencia social preferencial, con base en la experiencia del tratamiento a los refugiados húngaros de 1956. Fundamentalmente se concentraron en Miami, donde se consolidaron como enclave y generaron un fenómeno socio-económico-demográfico, de alcance nacional para Cuba. Su impacto, la promulgación de la Ley de Ajuste Cubano en 1966 y las campañas de propaganda subversiva, influyeron en que sectores sociales con prioridades políticas diferentes se insertaran en esa tendencia.

La primera generación de emigrados se incorporó, de manera masiva, a la guerra organizada por la CIA y aportó los dirigentes que organizarían el movimiento contrarrevolucionario; se alió a las distintas administraciones, sobre todo a aquellas que favorecieron en su política la implementación de las medidas más extremas y articuló compromisos que facilitaron su integración a la sociedad estadounidense en condiciones especialmente ventajosas. La mayoría de los inmigrantes que arribaron después, aceptaron la disciplina establecida para preservar el estándar privilegiado que los distingue del resto de los hispanos. 

El año 1979 fue decisivo, el precandidato presidencial republicano, Ronald Reagan, se alió con la mafia de Miami para ganar el voto de la Florida. Tras el triunfo electoral, permitió a sus líderes participar directamente en la estrategia contra Cuba y en 1981 apoyó la constitución de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA). Las cifras millonarias provenientes de fondos federales que recibió esta organización, permitieron abrir el camino del Congreso estadounidense a representantes de origen cubano descendientes de la burguesía y familias batistianas. Un artículo de la revista The New Republic del 3 de octubre de 1994, decía que Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Bob Menéndez estaban entre los políticos que más se habían enriquecido con esas contribuciones. 

Ileana Ros-Lehtinen, hizo de la liberación del terrorista Orlando Bosch el objetivo central de su campaña y fue elegida en 1989. El presidente George H. Bush, padre del actual, fue el orador principal de uno de sus mítines electorales, el 16 de agosto de 1989, y además liberó a Bosch. El congresista republicano Lincoln Díaz-Balar, hijo de Rafael Díaz-Balart, ex subsecretario de Gobernación tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, confesó en 1995, ante el Canal 17 de la televisión de Miami, que había conocido a Batista desde su niñez y luego de reiterados elogios dijo que continuaba admirándole “muchísimo”[5]

Estos legisladores tienen amplio espacio en la proyección de políticas contra Cuba, sobre todo tras el ingreso al senado de Mel Martínez, ex secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU. (2001-2004), y cuentan con capacidad para generar presiones internacionales en un contexto de recrudecimiento de la agresividad de Washington. 

Con la ascensión a la presidencia de George W. Bush y los ideólogos neoconservadores que lo llevaron al poder, en el 2001, la mafia de Miami se fortaleció aún más. Fueron nombrados 42 cubanoamericanos en cargos importantes a nivel federal y estadual para que participaran en la implementación directa de las acciones diseñadas contra Cuba, de ellos a solo a cuatro no se le conocían antecedentes contrarrevolucionarios. En el segundo mandato la mayoría fueron ratificados y a otros los designaron para nuevas misiones, incluso de mayor envergadura. Algunos, como el secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, engrosaron la lista de los cubanos en posiciones claves, principalmente en los departamentos de Justicia, Estado, Defensa y Seguridad Interna[6]

Hay quienes dan un peso relevante a que en Miami se han incrementado los nacidos en EE.UU., llamados cubanos de segunda y tercera generación, que tienen posiciones políticas menos intolerantes. En realidad favorecen el incremento de la influencia directa y consideran que la táctica aplicada durante casi 50 años ha fracasado; pero la mayoría apoya el bloqueo económico como medida de presión y aspiran a derrocar la Revolución. 

En este contexto político, en abril de 2005 crearon Consenso Cubano en Miami, una concertación de organizaciones que procuran el “cambio no violento”. Durante su constitución Jorge Mas Santos, directivo de la FNCA, declaró a la prensa: “Durante los años 1960 ó 1970 cubanos de gran valentía, empezando por la Brigada 2506, optaron por una vía que hoy, después de los ataques del 11 de septiembre a EE.UU., no conviene al futuro de Cuba (…) no podemos elegir métodos que van a ser calificados de terrorismo”[7]. La declaración se explica por sí misma.

En cuanto a la emigración posterior a 1980, incluso la de más bajos ingresos se siente con un nivel de vida económico por encima del promedio alcanzado por la Revolución y, en  esencia, no simpatizan con el socialismo. Desde luego, a pesar de las diferencias es lógico que para esos emigrados, más alejados del conflicto clasista de 1959 y educados por la Revolución, normalizar sus vínculos con Cuba resulte una prioridad; sin embargo, este sector aún no tiene un peso decisivo en el escenario político de Miami.

Un periodista cubano residente en EE.UU. desde hace solo siete años afirmó recientemente en un programa radial de la Florida: “Ese es un proceso interesantísimo, cómo los herederos de Batista o los celebradores de Batista han controlado el poder político aún estando en Miami”[8]. En la práctica, prevalece la ideología de la generación de Batista y de la burguesía anexionista que arribó a esa nación en la primera oleada; no obstante a los “matices” que aportan organizaciones contrarrevolucionarias, ciertamente, menos irracionales, y a los cambios sociodemográficos operados a partir de 1980. 

Los “nuevos eruditos proponen rescribir la historia y se ofrecen para contárnosla ellos mismos, mostrando a un Batista que en un amplio intercambio epistolar se queja de “la distorsionada imagen de la Cuba republicana”. Para describir el clima imperante en aquella etapa, solo evocaré un testimonio revelador sobre el asesinato de los hermanos Saíz por dos esbirros de la dictadura: 

  “El asesinato de Sergio y Luis Saíz marcó para siempre a nuestra generación. La noticia llegó a la capital de Vueltabajo por vías diversas (…): ¡mataron a Sergio y a Luisito! ¡Mataron a los hermanos Saíz, a los hijos del juez! Era agosto 13, martes, del año 1957. (…) Ya en horas de la tarde del miércoles 14 de agosto, cuando sacaron los sarcófagos de la casa, lo único que rompió el inmenso silencio que reinaba en aquel pueblo fue el trágico grito de despedida que dio Esther a sus hijos en el portal: ¡Adiós, mis hijitos, adiós para siempre! Casi nadie pudo en aquel instante, bajo el sol de agosto, contener el llanto. Cuando pasamos frente al cuartel vi al combatiente Silvio Martínez sacar una bandera del 26 de Julio. En silencio, como una muestra del tremendo desprecio que sentíamos, todos escupimos en la calle. (…) Tenían 17 y 18 años. Al momento de morir ocupaban las máximas responsabilidades del Movimiento 26 de Julio en el municipio (…)”[9]

Hace 40 años, en el Centenario del Grito de la Demajagua, Fidel nos previno: “(…) el interés de los que se aliaron aquí con los imperialistas era ocultar la historia de Cuba, deformar la historia de Cuba, eclipsar el heroísmo, el mérito extraordinario, el pensamiento y el ejemplo de nuestros héroes. Los que realmente están llamados y tienen que ser los más interesados en divulgar esa historia, en conocer esa historia, en conocer esas raíces, en divulgar esas verdades, somos los revolucionarios”[10]

Nada nos hará caer en el injusto y criminal olvido de las raíces de nuestra historia, nadie arriará las banderas de esta Revolución indoblegable. Los nuevos cubanos y los de siempre, juntos, seguiremos construyendo la utopía.  

Notas:

1- Ver Cuba Económica y Financiera, La Habana, septiembre 1945, p.25.

2- Contra viento y marea, Premio Casa de las Américas de Testimonio, 1978, pp.50-51.

3- Ver Jorge Ibarra: Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales, Ciencias Sociales, La Habana, 1995, p.87; y entrevista de Raúl Izquierdo, presidente de la Asociación de Historiadores de Cuba al diario Trabajadores, La Habana, 27 de diciembre del 2004. 

4- Ver Nicanor León Cotayo: Abanico de espinas: Relaciones entre Cuba y EE.UU., Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p.28.

5- Ver Nicanor León Cotayo: Obra cit., p.142.

6-Ver Dra. Miriam Rodríguez: “Papel de los cubanos en cargos gubernamentales en el Gobierno de George Bush.2004, CEMI, La Habana, 2006.

7- Agencia EFE, Miami, 19 de abril de 2005.

8- www.lanochesemueve.us., Miami, marzo 2008.

9-Pedro Viña Alfonso: “El asesinato de Sergio y Luis Saíz marcó para siempre a nuestra generación”, Trabajadores.cu, La Habana, 11 de agosto de 2007.

10- www.cuba.cu/gobierno/discursos

 
 
 

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