Siendo un niño,
en Bayamo, conocí a una abuelita
que narraba con una especie de
orgullo humilde, el día en que
el Comandante Camilo estuvo en
su casa; pero ella siempre tenía
en su rostro una mezcla de
ternura y tristeza que a mis 10
años era difícil comprender. Una
mañana al preguntarle la causa,
mi madre, casi en un susurro, me
relató que los soldados de
Batista la violaron frente a su
esposo luego de su detención por
militar en el Movimiento 26 de
Julio; después nunca tuvo hijos.
Con las últimas noticias que
llegan de la prensa floridana,
tratando de poetizar la figura
de Fulgencio Batista, recordé a
la abuelita heroica.
Desde las
páginas de El Nuevo Herald,
Rafael Rojas afirma
que los asesinatos
cometidos por Batista desde su
arribo al poder, en 1933, son
una “leyenda”. Para colmos, lo
califica de “político”; mientras
culpa solo al delator por la
masacre de Humboldt 7. De
repente, no fueron asesinados
Guiteras y Aponte en el
Morrillo; no le arrancaron la
vida por pedazos a Abel, ni
acribillaron a los jóvenes del
Moncada, concluidas las acciones
combativas; no ultimaron a Félix
Elmuza, Juan Manuel Márquez y a
varios de los sobrevivientes de
Alegría de Pío; Josué, Otto,
Toni y Frank en Santiago de
Cuba, se nos perdieron de la
memoria; el Curita y Fontán no
se inmolaron, a sabiendas de que
no tenían ya dónde esconderse
como tantos, tantos, tantos...
Ahora cuentan
que un Batista casi “poeta”,
escribe en 1965: “desde el fondo
de mi alma grita la voz de la
historia”. Nos quieren esquilmar
y, para ello, apuestan al olvido
que suponen debieron provocar
los 50 años transcurridos desde
su fuga y el surgimiento en Cuba
de nuevas generaciones. Es
lógico que los “nuevos eruditos”
se sumen a la campaña porque en
Miami aún mandan los batistianos
y su mafia.
¿Cómo llegó la mafia a Miami?
A mediados del
siglo XVIII, la burguesía
criolla fundó casas comerciales
en EE.UU. Para 1890 residían en
EE.UU. más de 20 000 cubanos que
organizaron comunidades fuertes,
creando escuelas propias y
negocios conjuntos; pero en
ellas se reprodujeron las
diferencias clasistas, raciales
e ideológicas que prevalecían en
Cuba. Un sector mayoritario de
la burguesía criolla promovió
los intereses intervencionistas
de EE.UU. en la Isla en 1898 y
legitimó la consumación del
estado neocolonial en 1902. Los
avances tecnológicos en
transporte y comunicaciones nos
acercaron aún más.
En 1945 la Pan
American World Airways volaba
diez veces al día entre La
Habana y Miami”,
lo que incrementó el flujo de
pasajeros hacia ese país,
fundamentalmente de gente
adinerada y viajeros de clase
media que participaban del
consumo y la recreación. Varios
sectores de la sociedad cubana
pasaban sus vacaciones y
compraban en Miami, y
mantuvieron la tradición de
enviar sus hijos a estudiar en
universidades estadounidenses.
El nivel de
penetración cultural e
ideológica de la burguesía
cubana durante la
seudorrepública se refleja en el
testimonio de este emigrante:
“Yo recuerdo que íbamos al cine
Miramar en Cuba a ver las
películas de guerra y la
película terminaba con el himno
de los marines. El cine completo
lo cantaba dando patadas en el
piso al compás de la marcha
(...). Recuerdo también que yo
iba a un club en Cuba, y que
este club pertenecía a una
asociación que se llamaba el Big
Five; el colegio al que yo
asistía se llamaba Havana
Military Academy, etc., o sea,
que había una americanización
que, comenzando a ese nivel,
empezaba a penetrar todas las
capas de la sociedad habanera
hasta en el lenguaje (...)”.
En 1950 el
capital privado cubano en EE.UU.
superaba los 260 millones de
dólares; entre 1954-1958
depositaron otros 128,6
millones; las compras netas
cubanas en valores y títulos
estadounidenses reportaron más
de 195 millones entre 1950-1955;
entre 1955-1959 se exportaron
hacia ese país 130 millones de
dólares y a fines de 1955 las
inversiones de los cubanos en la
Florida y Nueva York ascendían a
150 millones de dólares, sin
incluir el capital ilícito que
ingresó como resultado de las
operaciones del crimen
organizado y la corrupción, que
prácticamente vaciaron las arcas
de la nación en su huida hacia
EE.UU. antes del 1º de enero de
1959 o en los primeros meses
posteriores a esa fecha.
En febrero de 1959, el Banco
Central de Cuba denunció que
personeros de Batista habían
despojado al país de 424
millones de dólares procedentes
de los recursos que en oro y en
esa moneda respaldaban al peso
cubano y los depositaron en
bancos norteamericanos.
A partir del 1º
de Enero de 1959, el territorio
norteamericano continuó siendo
el principal receptor de la
emigración cubana; pero, a su
vez, su gobierno se convirtió en
el peor enemigo de la
Revolución, e instituyó una
política migratoria destinada a
drenar el capital humano que
demandaba el funcionamiento del
país, desacreditar el modelo
político y establecer la base
que actuaría como sostén de sus
planes desestabilizadores.
En la primera
oleada (1959-1962), más de 274
mil cubanos de sectores
vinculados a la dictadura y al
capital norteamericano arribaron
a EE.UU., donde fueron recibidos
con todas las facilidades. A
través del Programa de
Refugiados Cubanos sucesivas
administraciones aplicaron una
política de asistencia social
preferencial, con base en la
experiencia del tratamiento a
los refugiados húngaros de 1956.
Fundamentalmente se concentraron
en Miami, donde se consolidaron
como enclave y generaron un
fenómeno
socio-económico-demográfico, de
alcance nacional para Cuba. Su
impacto, la promulgación de la
Ley de Ajuste Cubano en 1966 y
las campañas de propaganda
subversiva, influyeron en que
sectores sociales con
prioridades políticas diferentes
se insertaran en esa tendencia.
La primera generación de
emigrados se incorporó, de
manera masiva, a la guerra
organizada por la CIA y aportó
los dirigentes que organizarían
el movimiento
contrarrevolucionario; se alió a
las distintas administraciones,
sobre todo a aquellas que
favorecieron en su política la
implementación de las medidas
más extremas y articuló
compromisos
que facilitaron su integración a
la sociedad estadounidense en
condiciones especialmente
ventajosas. La mayoría de los
inmigrantes que arribaron
después, aceptaron la disciplina
establecida para preservar el
estándar privilegiado que los
distingue del resto de los
hispanos.
El año 1979 fue decisivo, el
precandidato presidencial
republicano, Ronald Reagan, se
alió con la mafia de Miami para
ganar el voto de la Florida.
Tras el triunfo electoral,
permitió a sus líderes
participar directamente en la
estrategia contra Cuba y en 1981
apoyó la constitución de la
Fundación Nacional Cubano
Americana (FNCA). Las cifras
millonarias provenientes de
fondos federales que recibió
esta organización, permitieron
abrir el camino del Congreso
estadounidense a representantes
de origen cubano descendientes
de la burguesía y familias
batistianas. Un artículo de la
revista The New Republic
del 3 de octubre de 1994, decía
que Ileana Ros-Lehtinen,
Lincoln Díaz-Balart y Bob
Menéndez estaban
entre los políticos que
más se habían enriquecido con
esas contribuciones.
Ileana
Ros-Lehtinen, hizo de la
liberación del terrorista
Orlando Bosch el objetivo
central de su campaña y fue
elegida en 1989. El presidente
George H. Bush, padre del
actual, fue el orador
principal de uno de sus mítines
electorales, el 16 de agosto de
1989, y además liberó a Bosch.
El congresista republicano
Lincoln
Díaz-Balar, hijo de
Rafael Díaz-Balart, ex
subsecretario de Gobernación
tras el golpe de Estado del 10
de marzo de 1952, confesó en
1995, ante el Canal 17 de la
televisión de Miami, que había
conocido a Batista desde su
niñez y luego de reiterados
elogios dijo que continuaba
admirándole “muchísimo”.
Estos
legisladores tienen amplio
espacio en la proyección de
políticas contra Cuba, sobre
todo tras el ingreso al senado
de Mel Martínez, ex secretario
de Vivienda y Desarrollo Urbano
de EE.UU. (2001-2004), y cuentan
con capacidad para generar
presiones internacionales en un
contexto de recrudecimiento de
la agresividad de Washington.
Con la ascensión
a la presidencia de George W.
Bush y los ideólogos
neoconservadores que lo llevaron
al poder, en el 2001, la mafia
de Miami se fortaleció aún más.
Fueron nombrados 42
cubanoamericanos en cargos
importantes a nivel federal y
estadual para que participaran
en la implementación directa de
las acciones diseñadas contra
Cuba, de ellos a solo a cuatro
no se le conocían antecedentes
contrarrevolucionarios. En el
segundo mandato la mayoría
fueron ratificados y a otros los
designaron para nuevas misiones,
incluso de mayor envergadura.
Algunos, como el secretario de
Comercio, Carlos Gutiérrez,
engrosaron la lista de los
cubanos en posiciones claves,
principalmente en los
departamentos de Justicia,
Estado, Defensa y Seguridad
Interna.
Hay quienes dan
un peso relevante a que en Miami
se han incrementado los nacidos
en EE.UU., llamados cubanos de
segunda y tercera generación,
que tienen posiciones políticas
menos intolerantes. En realidad
favorecen el incremento de la
influencia directa y consideran
que la táctica aplicada durante
casi 50 años ha fracasado; pero
la mayoría apoya el bloqueo
económico como medida de presión
y aspiran a derrocar la
Revolución.
En este contexto
político, en abril de 2005
crearon Consenso Cubano en
Miami, una concertación de
organizaciones que procuran el
“cambio no violento”. Durante su
constitución Jorge Mas Santos,
directivo de la FNCA, declaró a
la prensa: “Durante los años
1960 ó 1970 cubanos de gran
valentía, empezando por la
Brigada 2506, optaron por una
vía que hoy, después de los
ataques del 11 de septiembre a
EE.UU., no conviene al futuro de
Cuba (…) no podemos elegir
métodos que van a ser
calificados de terrorismo”.
La declaración se explica por sí
misma.
En cuanto a la
emigración posterior a 1980,
incluso la de más bajos ingresos
se siente con un nivel de vida
económico por encima del
promedio alcanzado por la
Revolución y, en esencia, no
simpatizan con el socialismo.
Desde luego, a pesar de las
diferencias es lógico que para
esos emigrados, más alejados del
conflicto clasista de 1959 y
educados por la Revolución,
normalizar sus vínculos con Cuba
resulte una prioridad; sin
embargo, este sector aún no
tiene un peso decisivo en el
escenario político de Miami.
Un periodista
cubano residente en EE.UU. desde
hace solo siete años afirmó
recientemente en un programa
radial de la Florida: “Ese es un
proceso interesantísimo, cómo
los herederos de Batista o los
celebradores de Batista han
controlado el poder político aún
estando en Miami”.
En la práctica, prevalece la
ideología de la generación de
Batista y de la burguesía
anexionista que arribó a esa
nación en la primera oleada; no
obstante a los “matices” que
aportan organizaciones
contrarrevolucionarias,
ciertamente, menos irracionales,
y a los cambios
sociodemográficos operados a
partir de 1980.
Los “nuevos
eruditos” proponen
rescribir la historia y se
ofrecen para contárnosla ellos
mismos, mostrando a un Batista
que en un amplio intercambio
epistolar se queja de “la
distorsionada imagen de la Cuba
republicana”. Para describir el
clima imperante en aquella
etapa, solo evocaré un
testimonio revelador sobre el
asesinato de los hermanos Saíz
por dos esbirros de la
dictadura:
“El
asesinato de Sergio y Luis Saíz
marcó para siempre a nuestra
generación. La noticia llegó a
la capital de Vueltabajo por
vías diversas (…): ¡mataron a
Sergio y a Luisito! ¡Mataron a
los hermanos Saíz, a los hijos
del juez! Era agosto 13, martes,
del año 1957. (…) Ya en horas de
la tarde del miércoles 14 de
agosto, cuando sacaron los
sarcófagos de la casa, lo único
que rompió el inmenso silencio
que reinaba en aquel pueblo fue
el trágico grito de despedida
que dio Esther a sus hijos en el
portal: ¡Adiós, mis hijitos,
adiós para siempre! Casi nadie
pudo en aquel instante, bajo el
sol de agosto, contener el
llanto. Cuando pasamos frente al
cuartel vi al combatiente Silvio
Martínez sacar una bandera del
26 de Julio. En silencio, como
una muestra del tremendo
desprecio que sentíamos, todos
escupimos en la calle. (…)
Tenían 17 y 18 años. Al momento
de morir ocupaban las máximas
responsabilidades del Movimiento
26 de Julio en el municipio (…)”.
Hace 40 años, en
el Centenario del Grito de la
Demajagua, Fidel nos previno:
“(…) el interés de los que se
aliaron aquí con los
imperialistas era ocultar la
historia de Cuba, deformar la
historia de Cuba, eclipsar el
heroísmo, el mérito
extraordinario, el pensamiento y
el ejemplo de nuestros héroes.
Los que realmente están llamados
y tienen que ser los más
interesados en divulgar esa
historia, en conocer esa
historia, en conocer esas
raíces, en divulgar esas
verdades, somos los
revolucionarios”.
Nada nos hará
caer en el injusto y criminal
olvido de las raíces de nuestra
historia, nadie arriará las
banderas de esta Revolución
indoblegable. Los nuevos cubanos
y los de siempre, juntos,
seguiremos construyendo la
utopía.
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