Como Historiador de La Habana y responsable de la restauración del casco viejo de la ciudad, Eusebio Leal está de reformas de manera permanente. Miembro del comité central del Partido Comunista Cubano, Leal defiende también la continuidad de esas otras transformaciones, más de fondo, que el país y sus estructuras requieren.
Eusebio Leal desea dejar
constancia de algunos recuerdos
gratos relativos a ciertos
amigos suyos de Cataluña. "Como
Ricardo Soler Sendrá, de Vic.
Este hombre -cuenta- se dedicaba
a la forja de hierros. Es el
autor de casi todas las buenas
rejas de El Vedado, y además su
viuda, Sara Pujol, nacida en
Matanzas y parienta de Jordi
Pujol, me legó la colección de
cobres antiguos que él
coleccionaba de los viejos
ingenios cubanos (centrales
azucareros)".
"Son muchos nuestros vínculos
con Cataluña", prosigue Leal,
que también desea reflejar aquí
su "recuerdo de gratitud hacia
don Ricardo Sistac de Viñals,
que fue un amigo generoso. Él
acuñó, en 1976, la primera
medalla conmemorativa del
Palacio de los Capitanes
Generales cuando estábamos casi
terminando la obra de
restauración".
El Historiador de La Habana
nació -lo subraya también- un 11
de septiembre.
PALABRAS CLAVE
Cuba, La Habana, Fidel, Estados Unidos, Naciones Unidas, Caribe, Guantánamo, Carter, Granma, McCain, México, Panamá, Toledo, Florida, Guillén, Mandela, Silvio Rodríguez, Asturias, San Juan, Saratoga, Torrijos, Cartagena, Olimpiada, José Martí, País Vasco, Principado, Puerto Rico, Raúl Castro, Santo Domingo, Unión Europea, América Latina, Unión Soviética, Burton, Bosnia, China, Aznar, Raúl, OTAN, Che, Vietnam
¿En
qué punto se encuentra la complicada restauración de La
Habana Vieja?
Es difícil responder. Está en el punto en que ya existe
una conciencia pública -que fue lo más difícil de
alcanzar- de la importancia de la preservación del
patrimonio cultural. No fue una labor mía, sino de
muchos precursores; una labor de la nación, que, en un
momento de crisis profunda, en 1994, cuando ya nosotros
llevábamos muchos años trabajando, consideró que en
medio de esas circunstancias lo más importante era
salvar el patrimonio de Cuba. Y se le dio a la Oficina
del Historiador todo un conjunto de atribuciones que,
catorce años después, arrojan como resultado lo que está
a la vista. Hay un treinta por ciento del centro
histórico que se ha restaurado. Si reuniéramos todos los
elementos dispersos en que hemos actuado, lo reparado
sería mayor que la zona restaurada de San Juan de Puerto
Rico, la de Santo Domingo; mayor que la de Cartagena de
Indias en su parte fundamental. La monumentalidad de La
Habana es extraordinaria. Y el gran problema no es lo
que se ha hecho sino lo que falta por hacer. Harían
falta mil millones de dólares sólo para dar un primer
golpe de impulso a un buen proyecto de rehabilitación de
toda la ciudad, con sus redes de servicios,
pavimentación e iluminación.
¿Cuánto tiempo puede tardarse en completar la
restauración?
Cuando comencé mi trabajo, para mí lo histórico era lo
remoto, lo antiguo; casi lo arqueológico. Después
comprendí que toda La Habana era maravillosa y que ese
hechizo de la ciudad, esa capacidad de deslumbramiento
-a pesar de una decadencia que nadie puede negar-
aparece cuando se rasga el velo que la cubre. Es el
esplendor de una ciudad cuyo urbanismo no ha sido
modificado. Si hay una fortuna en esta situación
complicada es que, cincuenta años después, y contemplada
en el contexto de las ciudades latinoamericanas, La
Habana aparece intacta. Lo está porque hace medio siglo
la revolución detuvo la especulación inmobiliaria que
venía avanzando resueltamente por todos los costados.
Basta ver la imagen de La Habana Vieja. Ahora bien, hay
otros problemas. En esos cincuenta años la mirada no fue
introspectiva; se miró hacia otras direcciones pensando
que La Habana podía esperar. Hoy estoy en condiciones de
opinar que ha sido un error estratégico. Porque ésta es
la masa construida más importante no ya de Cuba sino del
Caribe. En justificación de eso que podríamos considerar
equivocado está la enorme batalla que hemos vivido, la
cual ha requerido recursos infinitos para forjar una
educación y un sistema de salud preventivo, para
reordenar y recrear la cultura nacional. A ello se suma
el imperativo de la naturaleza, que este año ha dado un
golpe que nos afecta en la medida en que todos los
recursos del país tienen que ir a restañar las heridas
de lo que con razón se definió como un golpe nuclear.
Tres ciclones en 30 días, casi tres millones de
desplazados… Es muy difícil para nosotros, los
restauradores, reclamar prioridad cuando incluso parte
del patrimonio de la Humanidad y reservas de la biosfera
del interior del país han quedado dañadas. Para que sea
haga una idea, los huracanes derribaron un cuarto de
millón de palmas, el árbol nacional de Cuba. Ante eso,
nuestro trabajo se hace más largo, arduo y difícil… Pero
lógicamente ya no será tarea mía.
Usted ha dicho que necesitaría dos vidas…
Y tres, y cuatro.
Y sugiere que La Habana ha estado abandonada durante
estos cincuenta años. ¿Qué ocurriría si un ciclón
golpeara directamente la capital?
No quiero decir que La Habana haya estado abandonada; ha
permanecido en ese estado de espera antes de hacerse con
ella lo que requería y sigue requiriendo. Si
infortunadamente nos tocara un ciclón, la situación
sería muy difícil. Nos hemos preparado. Lo hacemos
permanentemente. Pero no cabe duda de que un golpe aquí
sería algo excesivamente fuerte.
En cuanto a los recursos, ustedes tienen un sistema
sui generis basado en autofinanciación y las
subvenciones. Pero ¿cabría y convendría abrirse al
patrocinio privado?
La ley permite la asociación con el capital extranjero
cuando se considera necesario. El edificio en que
estamos (Lonja de Comercio) fue un empeño de una
sociedad de capital en la cual la Oficina del
Historiador, en representación de la nación, tiene una
parte mayoritaria. También el hotel Saratoga es
resultado de una empresa mixta. Pero siempre se pensó, y
lo sustento firmemente, que lo que hiciéramos aquí tenía
que ser un empeño de la nación. Y que teníamos que
conservar la propiedad del suelo y de lo edificado para
evitar que esto pudiera ser objeto nuevamente de la
especulación. Por eso se creó una entidad que demostrara
capacidad de un esfuerzo institucional sostenido, que
fuera transparente y auditable en todo momento y que
pudiera reinvertir en desarrollo social, como hace.
Tenemos un departamento de cooperación internacional y
favorecemos mucho esas colaboraciones, que sin embargo
no son nunca determinantes en lo que hacemos. En cuanto
a los patrocinios, hay muchas personas e instituciones
que hacen donaciones y no quieren aparecer. Les estoy
enormemente agradecido. Ahora, a veces también nos
ofrecen pequeñas contribuciones a cambio de colocar el
nombre de la entidad al lado del escudo de la nación o
de la Oficina. A eso me niego en redondo. Porque creo
que no estamos en la necesidad de pagar ese precio. No
desprecio esas ofertas, pero más bien prefiero que
sirvan para auspiciar la publicación de libros,
exposiciones o conciertos, como ya se hace. De todos
modos, quienes nos ayudan tienen generalmente la
discreción de no hacernos exigencias dramáticas.
¿Qué lugar ocupan las instituciones españolas en la
financiación?
Antes de que la cooperación fuera suspendida nació, por
ejemplo, la escuela-taller Melchor Gaspar de Jovellanos,
que es nuestro orgullo. Hay otras tres que se han hecho
con los apoyos del País Vasco, la ciudad de Toledo y el
Principado de Asturias. Hemos tenido una colaboración
muy intensa de las universidades, de algunos
ayuntamientos… En La Habana Vieja hay una lápida del
alcalde de Torrelavega José Portilla (fallecido), que
fue un gran amigo apasionado y sincero de Cuba.
¿Espera que la mejora en las relaciones con España
incida en las ayudas a los trabajos en La Habana Vieja?
No me interesan tanto las contribuciones como las
relaciones. De los políticos podemos prescindir; de
España, no. En su diversidad, España es muy importante
para nosotros, que no somos hijos de la conquista sino
de la inmigración. Nicolás Guillén habló del "mundo que
España trajo consigo, y a ella misma, que está con
nosotros". Puede asegurarse que, desde la tumba o la
mesa, todavía gobierna en nuestras casas un padre
gallego, asturiano, catalán, cántabro, vasco, canario.
La sangre llama, pero la cultura determina. No podemos
entender a Cuba en su rebeldía, su resistencia, en esta
guerra que libramos y que España no concluyó con
victoria. Nosotros queremos que sea más honroso el fin
de esa batalla que se perdió en el 98 pero que no ha
terminado todavía.
Su intervención en el reciente congreso de la UNEAC
todavía se recuerda. Habló de la eliminación de
prohibiciones, que entonces acababa de arrancar y que
muchos creímos que continuaría en breve. Pero parece un
tanto frenada…
Somos un país asediado, eso no puede olvidarse nunca.
Ahora se da una especie de conjunción astral en la cual
parece que no será decisivo sólo lo que hagamos aquí,
sino lo que ocurra en el mundo… Sin que Cuba haya cedido
en sus principios, la Unión Europea ha restablecido
relaciones tras comprender que no se puede presentar a
Cuba como la mujer adúltera, omitiendo cosas espantosas
en muchos otros rincones, porque hay ciertos presos que
lo están por actividades que conocemos bien. Y no ocurre
nada porque se celebre una reunión de la Sección de
Intereses de Estados Unidos en Cuba para votar por
McCain. Pero, siguiendo con la conjunción astral,
tenemos a Obama de presidente: lo imposible ha ocurrido.
Acaba de declarar que cerrará la infame prisión de
Guantánamo: esa última afrenta contra Cuba en la que
convierten territorio ocupado en un GULAG, un centro de
tortura. El mundo vio eso, Abu Graib, los vuelos
secretos de la CIA…, y pienso que en el corazón de los
hombres honrados que hay en todas partes no puede
levantarse un dedo para juzgar a Cuba y decir: "He aquí
a la pecadora universal". También España rompió el
maleficio de la infame política de Aznar hacia Cuba.
Nuestras relaciones con el mundo quedaron proclamadas
una vez más en la votación en Naciones Unidas contra el
bloqueo. Se solucionaron los problemas en las relaciones
con México. Es un momento favorable. Pero no estamos
detenidos; aquí se sigue trabajando. Tal vez algunas
cosas no trascienden, pero se va estructurando la
necesaria transformación de aquello que ayer fue
conveniente y ahora no es prudente; de lo que hasta era
útil y ya no lo es. Ya en el concepto de revolución
acuñado por Fidel, en el pensamiento que nos ha legado
al respecto, está resuelto y amparado lo que tengamos
que hacer. Cuba es libre porque ha resistido más allá de
toda expectativa.
¿Pero esa conjunción y ese amparo no deberían traer
pronto cambios sustanciales?
El general presidente Raúl Castro es el hombre más capaz
y preparado para llevar adelante la tarea que le ha
tocado realizar. Juntos se formaron –él y Fidel- en la
misma realidad de la casa del emigrante que llegó a Cuba
como leñador. Juntos fueron a la escuela y después
vinieron finalmente a la gran ciudad. Juntos asumieron
los riesgos de la revolución y de la sociedad cubana de
la época. El más pequeño, Raúl, fue el último en bajar
del yate Granma junto con el Che; el único que regresó a
Cinco Palmas con las armas completas a encontrarse con
Fidel; el fundador del Segundo Frente; también el
estructurador del Ejército, esa fuerza tan organizada,
probada en mil batallas y capaz de romper la espina
dorsal del apartheid a otro lado del mundo; de abrir la
celda de Mandela. Raúl enfrentó lo más difícil, que fue
ser el dos y no el uno. Fue el más fiel ejecutor y el
hermano más fiel a una fraternidad de ideas. Durante
largo tiempo tuvo en una cama a su esposa y a otro lado
a su líder, jefe y hermano. Y estuvo en los dos lugares.
Cuando el pueblo vio la imagen del entierro de Vilma (su
esposa), vio a un padre con su familia, a un hombre
sensible, capaz de inclinarse y besar una caja de
cenizas. Entonces fue menos temido y más amado. Él es el
hombre. Hasta sus propios enemigos han reconocido que es
el único capaz de conducir este momento de Cuba. Lo que
sí está claro es que nunca hará nada que Fidel no haya
considerado una necesidad. Ahora bien, en el concepto de
revolución está explicada esa posibilidad: hacer en cada
momento lo que en cada momento sea necesario. Eso es, a
mi juicio, lo que resulta clave. Y es lo que se está
haciendo ahora. Lo que ocurre es que todo hay que
hacerlo paso a paso. Los ejemplos que tenemos en otras
partes del mundo nos demuestran a qué lleva el
corre-corre: a la disolución y destrucción de naciones.
La destrucción de la Unión Soviética y el campo
socialista, los bombardeos de la OTAN, la destrucción de
Bosnia-Herzegovina… Además, somos un pueblo hispano.
"Recordemos que Obama no es un revolucionario. No va a
cambiar el sistema en lo sustancial; viene a salvarlo.
Lo que ocurre es que es un hombre diferente en todo, no
es superficial, está preparado y es elocuente; tiene una
ética. Quizá puede recordarnos lo que significó Carter
para América Latina, con sus intentos sinceros de
mejorar la relación con Cuba o los tratados con Torrijos
para entregar el canal a Panamá. No puedo albergar sino
esperanza. Nosotros trabajamos para cambiar y
transformar todo lo que sea posible. Creo que, de hecho,
se ha avanzado mucho. Sabemos todo lo que tenemos que
hacer. Pero no podemos, bajo ningún concepto, dar un
paso en falso. Todo se hará como se tiene que hacer. De
lo que estoy seguro es de que Cuba se salvará.
En aquella intervención ante la UNEAC usted habló de
los hijos que están fuera. Pero no todos pueden salir.
¿Qué opina de esas restricciones para viajar? Hubo un
momento en que pareció que se levantarían…
Hay intelectuales con una opinión más espontánea y
pueden expresarse bajo su propia responsabilidad. Yo soy
miembro del Comité Central Partido Comunista y no puedo
anticipar opiniones porque soy un hombre del partido y
de su disciplina. Pero ya que me tienta, le digo que lo
que afirmé en la UNEAC es lo que pensaba y lo que
pienso; lo mismo que figuras tan importantes como Silvio
Rodríguez y otros muchos cubanos. Pero el problema no
está sólo en las restricciones que hemos impuesto como
resultado de un período de violencia en las relaciones
internacionales; se trata también de las restricciones
que imponen otros. Conozco aquí a decenas de muchachos
que quieren salir inmediatamente y no pueden porque no
tienen una visado. Quizás Obama modifique todas esas
cosas. Mi hija está en Estados Unidos y no podrá volver
a Cuba hasta dentro de tres años. O cuatro, cuando esas
leyes infames se derrumben. Pero opino que la
revolución, y son palabras de Fidel, solamente puede
construirse desde la ideas y la cultura; siempre será
una realidad creada por hombres y mujeres libres. Nadie
puede estar haciendo a la cañona la revolución, el
socialismo o cualquier sistema social. El que quiera
irse, que se vaya. Eso es muy importante. Lo que ocurre
es que desde fuera no quieren llevarse a todo el mundo,
sino a los arquitectos, a los médicos, a los ingenieros,
a todo el que este país ha capacitado. Eso también es
muy amargo. Cuando mis hijos dijeron que querían abrirse
un camino en el mundo, no me opuse; sentí el dolor de
que no me acompañaran en mi batalla aquí, pero me siguen
acompañando en la distancia. Lógicamente, no me
avergüenzo de ellos.
"Obama ganó en la Florida porque ya los jóvenes cubanos
allí no piensan como los que se fueron de aquí
inicialmente, que no lo hicieron por razones económicas
sino por un gravísimo y sangriento compromiso político
con el pasado; que sembraron un odio que aún florece
pero será derrotado. Al final, los cubanos se abrazarán
y se alegrarán todos de tener una patria que ha merecido
el respeto del mundo. Lo que pasa es que algunos que han
instaurado la filosofía de que ese sueño es inviable; de
que ese orgullo nacional que nos viene en gran medida de
la sangre española es falaz; quien cree que esta isla
está condenada a ser una república bananera, una
estación de gasolina en medio del Caribe; que esta isla
fue una invención de José Martí; que no tenemos que
aspirar a quedar en el puesto 12 o 13 de la Olimpiada.
Pero cuando se leen los índices de Naciones Unidas sobre
educación, salud, longevidad o mortalidad infantil, uno
se pregunta "¿qué ha pasado aquí". Hay quien dice que
los cubanos lo critican todo; nosotros somos nuestra
propia oposición. Nunca hay un ala derecha y un ala
izquierda, como algunos quieren interpretar. No sé en
qué ala yo estaría. Porque cuando soy tentado por usted
parezco de la extrema izquierda, ja, ja.
Tampoco es para tanto. Pero interpreto que usted
defiende que Cuba abra más la puerta.
Lo que creo es que, ya que hemos luchado tanto por la
unidad, tenemos que luchar por la pluralidad. Y, sobre
todo, por respetar al máximo la diversidad. Creo en el
derecho a ser singular; lo soy y trato de serlo, pero
dentro de la lealtad. E insisto: cuando la base espuria
de Guantánamo sea retirada, cuando se derrumben las
anticubanas leyes de Helms-Burton y Torricelli; cuando
los cubanoamericanos puedan venir libremente a su tierra
y enviar a sus familias lo que les venga en gana del
dinero de su trabajo; cuando salgamos de la lista de
países que supuestamente favorecen el terrorismo, cuando
podamos tener relaciones normales con un país con el que
nos ligan tantas relaciones… Cuando eso ocurra, todo
será posible. Porque habrá terminado la guerra injusta
que libramos. Podemos preguntarnos si (Estados Unidos)
no tienen relaciones con Cuba porque somos un país
comunista mientras que con China o Vietnam no hay ese
problema. Nosotros no tenemos las manos manchadas de
sangre norteamericana. No hemos matado soldados de ese
país. No tenemos por qué sentirnos orgullosos de que un
candidato a la presidencia de EE.UU. cayera prisionero
porque derramara la sangre de cientos de miles de
vietnamitas lanzando toneladas de bombas sobre una
sociedad abierta y en un pueblo que triunfó y con el que
ahora tiene relaciones armónicas pero dejó allí sesenta
mil tumbas. En Cuba, no; ni una sola. Con los
norteamericanos compartimos una Historia en gran parte
común, la música, el deporte. Recuerdo aquel gran
partido de béisbol al que fuimos invitados. Fue en un
gran estadio y a mí me recordaba al teatro romano, con
los senadores viendo a los gladiadores traídos de la
isla. Y, sin embargo, ganamos.