Obama’s good fortune

By Manuel E. Yepe
November 2, 2008

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.

By the time this article is finished, it will be less than 24 hours before Barack Obama is elected President of the United States and thus forced, no doubt, to deal with the worst economic crisis ever to fall to the lot of any U.S. heads of state right on Inauguration Day.

On the other hand, he will be fortunate enough to succeed one of the most unpopular presidents in his country’s history.

Having shown himself to be a smart, intelligent person, Obama is a far cry from his predecessor. Throw in the fact that he’s young and of mixed race, and we have a new president who raises hopes for ethical changes in a society long affected by the rule of conservatives and racists.

With the U.S. economy making a beeline for a crisis so deep as to be only comparable to that of the 1930s, the end of the “prosperity era” –taken to outrageous limits first by Richard Nixon’s decision to allow the dollar-gold rate to float and later on by Reagan, Bush Sr. and Bush Jr.’s deceptive policies of cutting on rich people’s taxes to boost the economy in the name of general well-being– the “bubble crisis” and recession make up the hot potato that the neoconservatives have dropped on Obama’s lap.

In light of the serious deterioration of the U.S.’s role in the international arena and with its world leadership status as good as lost, people all over the world seem to expect the new occupant of the White House to meet their hopes… varied though they may be.

Most look forward to an end of America’s record of worldwide intervention and aggression, and above all else to the withdrawal of U.S. and other troops from wherever they’re currently deployed, convinced that the superpower –under somebody else’s guidance– can bring forth a peaceful world and, for good measure, recover the prestige and bonds of friendship it once had.

The world community hopes that the new White House team gives up any intention of arm-twisting the world into accepting the U.S.-made international agenda and democracy model and to accept instead that the world economy, including its own, be under international control; embrace policies in favor of global disarmament and ban nuclear weapons everywhere, including the U.S.; welcome the multilateral democratic process needed to strengthen and modernize the United Nations and to recognize the authority of the Nonaligned Countries, the existence of new regional blocs and China’s role as a world power; stop the war in Afghanistan and Iraq and pull out both its troops and those it coerced its allies into sending to those nations; foster a peace process in the Middle East that includes  recognition of and rights for Palestine; relinquish the use of NATO with imperial purposes, admit its obsolescence now that the Cold War is over and to work toward its disintegration; lift the fifty-year-old economic, financial and commercial blockade against the Cuban people and the gruesome naval base in Guantánamo; renounce its goal of turning Latin America into the proving ground for its imperial purposes and abandon its craving for dominance in other countries of the world.

Yet, there are other, extremely powerful wheels are in motion, in the U.S. and elsewhere, which favor Obama’s election just because they believe he’s better fit than his contender to try and renew U.S. leadership the world over, based precisely on the different image the senator projects, as they count on him to save the essence of imperialism by making it look less violent, chauvinistic and cruel and more skilful, agreeable and multicultural, all through a less quarrelsome and more conciliatory stance. They deem the senator a minor risk, a necessary concession in order to stay clear of a greater danger.

It’s for the American people, not for the U.S. monopolies and their military-industrial complex, to make sure the White House marks the beginning of a road that will lead to universal rectification, cooperation and peace.

 

November 2008

 

La gran suerte de Obama
Por Manuel E. Yepe
2 de noviembre 2008

Es incuestionable que Barack Obama, quien al concluirse este artículo le restarán menos de 24 horas para ser votado Presidente de los Estados Unidos, tendrá que enfrentar una situación de crisis económica más compleja que la que se haya encontrado cualquier otro mandatario de su país al asumir el cargo.

En cambio, tiene la gran suerte de que será el sucesor de uno de los presidentes más impopulares en la historia de su país.

Como Obama ha dado muestras de ser una persona inteligente y hábil, contrasta vivamente con su predecesor. Siendo, además, joven y mestizo, el nuevo presidente representa la posibilidad de cambios éticos en una sociedad que ha sufrido tanto tiempo el gobierno de conservadores y racistas

En la situación económica que tiene a Estados Unidos, a las puertas de una crisis tan honda que solo es comparable con la de los años 30 del Siglo XX, el fin de la “era de prosperidad” -que alcanzó escandalosos excesos a partir de la flotación del cambio dólar-oro dispuesta por el presidente Richard Nixon, y, más tarde, con las engañosas políticas de Reagan y los Bush, padre e hijo, de recortar los impuestos a los ricos para estimular la economía en aras del bienestar general- la “crisis de las burbujas” y la recesión son los perversos regalos que los neoconservadores dejan a Obama en el campo económico.

Con sus relaciones internacionales sumamente deterioradas y el liderazgo mundial de los Estados Unidos irremediablemente perdido, el planeta entero parece esperar que el nuevo presidente llegue a la Casa Blanca…aunque con esperanzas muy diversas.

La mayoría, espera el fin de las intervenciones y agresiones de los Estados Unidos en cualquier lugar del mundo, en primer lugar la retirada de las tropas de Estados Unidos y sus aliados de los países donde actualmente están desplegadas. Cree que la superpotencia podría contribuir, bajo otra conducción, al surgimiento de un mundo de paz y recuperar el prestigio y los vínculos con otras naciones que alguna vez tuvo.

La comunidad mundial desea que un nuevo equipo en la Casa Blanca signifique que Estados Unidos renuncie a la idea de imponer la agenda internacional; que renuncie a su política de imponer su modelo de democracia en el mundo; que acepte el establecimiento de controles internacionales a la economía del mundo, incluyendo la de Estados Unidos; que adopte una política favorable al desarme global y la prohibición del desarrollo de armas nucleares por todas las naciones, sin excluir a los Estados Unidos; que acepte el multilateralismo democrático fortalecedor y modernizador de las Naciones Unidas; que reconozca la autoridad del Movimiento de Países No Alineados, la existencia de los nuevos bloques regionales y el papel de China como potencia mundial; que ponga fin a las guerras de Afganistán e Irak sobre la base de la retirada de las tropas estadounidenses y las de sus aliados que están allí por presión de EEUU; que adopte y apoye una política de paz en el Medio Oriente con reconocimiento y garantías para la nación Palestina; que renuncie a la utilización de la OTAN con propósitos imperiales, reconozca su carácter obsoleto tras el fin de la guerra fría y propicie su desintegración; que ponga fin al bloqueo económico, financiero y comercial que ejerce contra el pueblo cubano hace 50 años y a la execrable base naval de Guantánamo; que renuncie definitivamente al propósito de utilizar a la América Latina como retaguardia de su política imperial, y que ponga fin a su política dominación o hegemonía sobre otras naciones en todo el planeta.

Pero también hay poderosísimos intereses en Estados Unidos y en otras naciones que han apoyado la elección de Obama porque lo consideran mejor que su oponente para tratar de renovar el liderazgo mundial norteamericano, precisamente por esa imagen diferente que proyecta. Ven en él la posibilidad de salvar la esencia del imperialismo creándole una imagen menos violenta y cruel, más hábil y negociadora, más multicultural y menos chovinista, una política menos agresiva y más conciliadora. Creen que Barack constituye un simple riesgo o una concesión necesaria ante un peligro mayor.

Corresponde al pueblo estadounidense, no a sus monopolios y su complejo militar industrial, asegurar que desde la Casa Blanca se proyecte al mundo un camino de rectificaciones, de colaboración y de paz.



Noviembre de 2008