Havana, Friday October 3, 2008. Year 12 / Number 276

Kangamba: A Cuban War Movie
Rolando Pérez Betancourt

Kangamba, a war movie (yes, a war movie), beyond what one could imagine, was greatly needed.

My insistence on using the term "war movie" is warranted. It’s a genre that often entails a display of arms and fireworks, and without the professionalism can fail to present the human conflict especially when, as in this case, we´re talking about reconstructing a geography bestrewed with explosions and infantry combat, in which airplanes, helicopters, tanks, and heavy artillery take part.

Since the beginning of cinema, there have been powerful war films that eventually led to the creation of a real genre and school. Movies with good, bad, heroic, tendentious and falsified films with solid or weak dramatic structures, but almost all of them supported by a fantastic visualization of war.

A hundred years of practice and marketing make it an important genre for the industry. Nevertheless, Kangamba is the first film in Cuban cinematography to fully take on the challenge of presenting a full out drama worthy of the heroic story it tells. It does so with a screenplay of a drama that tells the story of the resistance of a group of Cubans and Angolans who, with little ammunition, and no food or water, held up for days the charge of UNITA troops in the Angola of 1983.

Explosions and weapons are included to add to the drama full of great moments like the scene in the trench where "the pilot" that had been sent "to do his thing," points out the strategic objectives that the Cuban air force should shoot at, especially a sniper that has already taken a few lives. These and other well-filmed scenes, bring back the reality of those days through a credible artistic look at what really happened.

First I would like to draw attention to the great sets of Kangamba, without which the epic battle scenes wouldn’t have been as successful. The movie was filmed on sets in the prairies of Camagüey, although many would swear that it is Angola itself, with buildings typical of the local population that lived together with the Cuban reservists, a town trapped in the tragedy of falling into the hands of UNITA soldiers.

Imaginative and passionate, director Rogelio París knew that many factors had to interweave to make Kangamba the film he intended to as a tribute to those Cubans who took solidarity to its heights in Angola. He did so without allowing heroic fanfare to devour human idiosyncrasies, which are in the end what characterized the ordeal. The script, written together with Jorge Fuentes, follows the footsteps of a wide variety of characters trapped in the conflict. It’s a gallery where everything fits in, from the young man who loses an eye and shortly afterwards wants to continue fighting, to another who is paralyzed by fear in his first mission. Between them, are the two leading roles, Captain Mayito, a fictional character played by Rafael Lahera, and Lieutenant Colonel Lorenzo, in charge of Armando Tomey whose character is based on the figure of Fidencio Gonzalez, Hero of the Republic of Cuba and head of the Cuban troops in Cangamba.

Both Lahera, who delivered an excellent performance in Barrio Cuba, and Tomey are very convincing in their roles. In the case of Lahera, the scriptwriters were overzealous in their eagerness not to present him as the classic hero and to dress him instead with small defects that, although understandable, were a little overdone. In addition, this main character, the thread of the plot, goes missing for a while in the story.

But beyond a few critiques, which are inevitable, Kangamba is a top rate production: moving, full of humanity and good acting. A film that grips you and doesn’t let go, perfectly photographed (you have to see the faces in the trenches, whether waiting for the moment of battle or listening to Fidel’s letter in the most terrible moments), with music suitable for the emotions and times when the uncertainty of what’s yet to come is trapped in an atmosphere of suspense.

It’s good that Kangamba begins to show in theaters around the country and is presented everywhere as a homage to those modest men who saw the face of death and today live among us, in good times and bad times, living normal lives.

TRANSLATION: Cubarte

 


La Habana, viernes 3 de octubre de 2008. Año 12 / Número 276

Kangamba

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Hacía falta Kangamba, una película de guerra (sí, de guerra) que es mucho más de lo que uno pudiera imaginarse.

La insistencia en cuanto al término de "película de guerra" no es gratuita. Ese es un género que conlleva muchas veces un despliegue de recursos armamentísticos, y de técnicas de la pirotecnia, sin cuya profesionalidad el escenario del conflicto humano puede resultar fallido y máxime cuando —como en el caso que nos ocupa— se trata de reconstruir un acoso geográfico matizado tanto por las explosiones como por combates de la infantería, en el que toman parte aviones, helicópteros, tanques y artillería pesada.

Hay cinematografías poderosas que desde el mismo nacimiento del cine acometieron el género de guerra e hicieron de él toda una escuela. Filmes buenos, malos, heroicos, tendenciosos, falseados, con sólidas o endebles estructuras dramáticas, pero casi todos sustentados en una regia visualidad bélica.

Cien años de prácticas y de comercialización de sus productos le hace difícil a esa industria fallar en tan importante rubro. Pero Kangamba es la primera cinta de nuestra cinematografía que se impone el reto del espectáculo pleno que demandaba su historia de heroísmos. Y lo hace insertándolo con oficio en la dramaturgia de un drama que habla de la resistencia de un grupo de cubanos y de angolanos que con muy pocas municiones, sin comida ni agua, frenaron durante días la embestida de tropas de la Unita en la Angola de 1983.

Explosiones y armamentos no en función del espectáculo por el espectáculo, sino acoplándose perfectamente a la intensidad del drama, un crescendo de excelentes momentos, como ese en que desde una trinchera "el piloto", mandado a buscar para "hacer lo suyo", indica a la aviación cubana cuáles son los objetivos sobre los que debe disparar, en especial un francotirador que ya se ha cobrado una cuantas vidas, y entonces el indispensable recurso de contar con los aviones ––y además filmarlos bien–– nos devuelve lo fáctico de aquellos días, ahora recreados con la verosimilitud que permite el arte al actuar sobre la realidad.

He preferido subrayar primero el feliz "envoltorio" de Kangamba, porque sin él lo íntimo del conflicto épico no hubiera funcionado con igual plenitud. Decorados y ambientación armados en las llanuras de Camagüey, que si no se dice, muchos piensan que provienen de las mismísima Angola, con unas construcciones típicas que dan vida a la pequeña población que convive con los reservistas cubanos, atrapada también ella en la tragedia que conllevaría el caer en manos de los soldados de la Unita. Y moviéndose en ese entorno perfectamente africano, unos extras capaces de imprimirle a la historia un semblante de pasmosa apariencia.

Imaginativo y vehemente, el director Rogelio París sabía que eran muchos los factores a imbricarse para hacer de Kangamba el filme coral que pretendía como homenaje a aquellos cubanos que en Angola pusieron por los cielos el estandarte de la solidaridad. Y hacerlo, cuidándose de no caer en las fanfarrias heroicas devoradoras de las particularidades humanas, que son en fin de cuenta las que trazan los rasgos de la epopeya. De ahí que su guión, escrito junto a Jorge Fuentes, les siga los pasos a una multiplicidad de personajes atrapados en la contienda. Galería donde cabe de todo, desde el joven que pierde un ojo y un rato después quiere seguir disparando, hasta otro que en su primera misión se paraliza por el miedo. Y entre ellos, los dos protagónicos, el capitán Mayito, personaje de ficción que encarna Rafael Lahera, y el teniente coronel Lorenzo, que corre a cargo de Armando Tomey y que se basa en la figura de Fidencio González Peraza, Héroe de la República de Cuba y responsable de las tropas cubanas asentadas en Cangamba.

Tanto Lahera —que tan bien estuvo en Barrio Cuba— como Tomey resultan convincentes en sus desempeños, sin embargo, en el caso del primero, resalta demasiado el hincapié de los guionistas por no presentarlo como el clásico héroe de la contienda y revestirlo de defectillos que, si bien comprensibles, hubiesen requerido de una elaboración del antihéroe menos acentuada. Ello, además de que el personaje, hilo conductor del relato, se nos pierde durante un rato de la historia.

Pero más allá de algún que otro señalamiento, que siempre los hay, hay que convenir que Kangamba es una película con todas las de la ley, emotiva, pletórica de humanidad, bien actuada en lo general, de las que agarran y no sueltan, perfectamente fotografiada (y hay que ver esos rostros en las trincheras, lo mismo a la espera de lanzarse al combate que mientras se lee la misiva de Fidel en los momentos más tremendos), con una música acorde con las emociones por las que se transita, tiempos narrativos en los que la incertidumbre por lo que vendrá es atrapada en una atmósfera de suspenso.

Es muy bueno que Kangamba empiece a recorrer el país y se presente en todas partes como homenaje a esos hombres sencillos que un día le vieron la cara a la muerte y que, sin hablar de los tiempos heroicos, hoy siguen entre nosotros —en las duras y en las buenas— haciendo de sus vidas lo más natural de la existencia.

http://www.granma.cubaweb.cu/2008/10/03/cultura/artic01.html