Towards a pragmatic perspective
By Manuel E. Yepe
September 6, 2008

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.

Should the Cuban counterrevolution lose its long-standing political value to the U.S. neoconservative right-wing extremists, their strong position in Southern Florida would no longer have any meaning, purpose or future.

“Cubans in the U.S. are already fed up with the usual anti-Cuban speech delivered by various Republican administrations and loosing interest in the Cuban issue. In my district, when you ask about the most pressing matters, economics is number one, then the war and health care, followed by education, taxes and, in fifth or sixth position, Cuba.”

Or so said Raúl Martínez, the Democratic congressional candidate for Florida’s 21st district –which covers Hialeah and part of the counties Miami-Dade and Broward, where Hispanics account for 70% of the population– whose historical task it is to dethrone eight-term Republican Lincoln Díaz Balart. For 24 years Martínez was mayor of Hialeah, a city in Miami’s metropolitan area.

That a politician makes such statements a mere three months before the general election defies belief in a social milieu where for half a century Miami-based Cuban-Americans have imposed a sort of extreme right-wing political dictatorship.

“So much has been said about the imminence of a political transition in Cuba that many people in Miami started to think about what’s happening now: a political transition in Miami”, a local radio commentator remarked. “After almost 50 years in the grip of nonstop confrontational rhetoric, there’s not a single hegemonic Cuban-American voice calling the shots anymore, but a variety of voices which have made the city’s atmosphere easier to breathe”, he assured.

More than a few are awaiting the outcome of the coming election with either hope or impatience. However, even if power is still in the hands of the most reactionary wing of the U.S. political spectrum, by no means should an about-face be expected capable of erasing fifty years of hatred and deceit planted by the Empire in grounds fertilized by some who escaped popular justice or others whom the Cuban Revolution took away irritating privileges and properties they had amassed either through embezzlement or inhuman overexploitation of our workers.

All candidates in Miami who oppose the Cuban-American congressmen have defined themselves as critics of the Cuban Revolution and as such advocate no radical change of direction in the U.S. policy on Cuba. Yet, they dare call Washington’s five-decade-old stance on the island a failure, an unthinkable statement for any politician with hopes of being elected in Southern Florida.

Until very recently, Republicans in Florida, and probably across the nation, would see to it that any seat to be held by “pro-Batista” elements was a given in Congress. Their methods to have an “influence” on voters and control elections led many to think the GOP’s positions were all but impregnable.

Still, the fight has been so fierce this year that the Democratic National Congressional Committee, for years resigned to seeing congressional seats invariably go to Florida’s pro-Batista Republicans, turned the election into a top strategic priority and vowed to support its own candidates in light of a greater likelihood of victory.

What’s certain is that neither the post-1980 émigrés nor the new generations of Cuban-Americans share the views of the old guard from the 1960s whose special links with the Republican Party helped the GOP gain a foothold among Latinos in a state of Florida the Democrats could only dream of having under their belt. According to American publicist Alvaro Fernández, head of the Southwest Voter Registration Educatyion Project (SVREP) –an organization committed to increasing Latino participation in regional elections– “most new Cuban émigrés who become U.S. citizens choose to register as Democrats or Independents rather than Republicans”.

Beyond question, the generation gap has brought forth a political shift among Cuban-Americans. Those still living in the past are now making room for those who understand the time has come to take on a more “pragmatic” attitude likely to bear fruit in the near future.

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Hacia una perspectiva pragmática

Manuel E. Yepe

2008-09-06

Si la contrarrevolución cubana perdiera el alto valor político que ha tenido para la ultraderecha neoconservadora estadounidense, esa gran fuerza organizada en el sur del estado de la Florida carecería de sentido, objetivo y futuro.

“Ya la comunidad cubana en Estados Unidos está cansada de la retórica anticubana de los gobiernos republicanos y está perdiendo interés en el tema de Cuba. En mi distrito, cuando se pregunta cuál es el asunto más importante, la respuesta número uno es: la economía. Luego están la guerra y la protección de la salud. Le siguen la educación, los impuestos y en quinto o sexto lugar, Cuba.”

Así lo declaró Raúl Martínez, candidato demócrata a la Cámara de Representantes, que tiene la histórica misión de destronar al republicano Lincoln Díaz Balart –quien está en su octavo período como diputado federal y durante 22 años fue alcalde de la ciudad de Hialeah (que se incluye en la zona metropolitana de Miami)- en el distrito electoral número 21 de la Florida, que abarca Hialeah y parte de los condados de Miami-Dade y Broward, con un 70% de población hispana.

El solo hecho de que un político se pronuncie de esa manera a apenas tres meses de las elecciones generales constituye un hecho insólito en un escenario que ha estado dominado desde hace medio siglo por una suerte de dictadura política del ala ultra reaccionaria de los cubanoestadounidenses en Miami.

“Tanto se ha hablado de la inminencia de una transición política en Cuba que mucha gente en Miami comenzó a pensar en lo que se está produciendo ahora: una transición política en Miami”, opinaba un comentarista radial en esa ciudad floridana. “Ya no existe una única voz hegemónica cubanoestadounidense después de casi 50 años de un Miami bajo una orientación siempre confrontante. Ahora surgen multiplicidad de voces que han hecho más respirable el ambiente”, afirmaba.

No son pocos los que expresan su esperanza o su impaciencia por que esta circunstancia se manifieste en las elecciones próximas.

Ni remotamente se piense que, cuando aún conserva el poder el ala más reaccionaria del espectro político estadounidense, podría estar ocurriendo en la Florida un cambio tan espectacular que pueda ser capaz de borrar medio siglo de odios y mentiras que fueran sembrados por el imperio en un terreno fértil abonado localmente por quienes huyeron de la justicia popular y aquellos a quienes la revolución cubana suprimió irritantes privilegios y expropió patrimonios conseguidos a partir de la malversación de bienes públicos o la inhumana superexplotación de trabajadores.

En Miami, todos los candidatos que se oponen a los congresistas cubanoestadounidenses se han definido como críticos de la revolución cubana y no propugnan giro radical alguno en la política hacia la isla. Pero sí se atreven a señalar que la estrategia de Washington contra Cuba durante cinco décadas ha fracasado, algo impensable hace unos años viniendo de algún político aspirante a ser electo en el sur de la Florida.

Hasta hace muy poco tiempo, los escaños detentados por los congresistas “batistianos” eran considerados los más garantizados por el partido republicano en la Florida o, probablemente, en todos los Estados Unidos. Los métodos en que basaban su “influencia” en el electorado y su control sobre los mecanismos comiciales, hacían pensar en una inamovilidad total del control republicano sobre tales posiciones.

Pero la disputa electoral de este año es tan significativa que el Comité Congresional Nacional Demócrata, que durante muchos procesos anteriores daba automáticamente por ganados por su oponente republicano los escaños del Congreso detentados por los “batistianos” de la Florida, ubicó a la contienda como una de sus prioridades estratégicas nacionales y ha comprometido su apoyo a los candidatos propios por considerar real la posibilidad de que derroten a los republicanos.

El hecho cierto es que ni los inmigrantes llegados después de 1980, ni las nuevas generaciones de cubanoestadounidenses, comparten las posiciones de la vieja guardia del exilio de los 60 cuya relación especial con el partido republicano dio a esa formación política una base latina en la Florida que hasta ahora se había considerado infranqueable para los demócratas. “Los nuevos migrantes cubanos aquí al convertirse en ciudadanos están optando por inscribirse más como demócratas o independientes que como republicanos”, ha afirmado el publicista cubanoestadounidense Álvaro Fernández quien encabeza el Proyecto de Empadronamiento y Educación del Votante del Suroeste (SVREP) que promueve regionalmente el voto latino.

Es evidente que el cambio generacional está dando lugar a un cambio en la definición política de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Los que se han quedado en el pasado comienzan a abrir espacios a los que entienden que es hora de adoptar una perspectiva “pragmática” cuyos frutos pudieran verse pronto.