Havana, Friday September 12, 2008. Year 12 / Number 266

The 1933 revolutionary process
Antonio Guiteras, a 100-day government
and people’s needs

By: René Castaño

A CubaNews translation, edited by Walter Lippmann.

A revolutionary strike in August 1933 that put an end to the Gerardo Machado dictatorship and the appointment of Carlos Manuel de Céspedes Quesada as the new president of the Republic –born to the Father of the Homeland, but with none the Cuban leader’s patriotic genes– who eventually bowed to US Ambassador Sumner Welles were the trigger which sparked off the Cuban people’s thirst for liberation.

Cuba was thrown into a state of revolutionary turmoil that led up to a military revolt in Havana’s Columbia training camp in the evening of September 4, soon joined by officers and soldiers from various garrisons throughout the island. Using his slyness and baser instincts, clerk sergeant Fulgencio Batista ousted the leaders of the rebellion and placed himself at the head of a movement to overthrow president de Céspedes.

On September 5, and till the 10th, a pentarchy took charge of things, and then one of its members, Dr. Ramón Grau San Martín, took the oath of office. All State Secretariats went to bourgeois elements, with just one exception: the Ministry of the Interior, assumed by the young anti-imperialist revolutionary Antonio Guiteras Holmes. It was the beginning of the “100-Day Government".

At 26, Guiteras was the youngest ruler in Cuban history. Before long, however, his honesty and austerity earned everyone’s respect. Recorded in his ledger was his every expense, from the cents paid in a cheap refreshment stand to the huge sums from his Secretariat’s funds –to which he added his salary– which he used to feed the unemployed who came for help by the hundreds every day.

His was the revolutionary soul of an off-the-cuff government and the one who engineered, pressed for and decreed popular reforms, such as a minimum wage, an 8-hour working day, academic freedom, the establishment of a Department of Labor, insurance policies and retirement pensions for workers, special courts to put former Machado’s henchmen on trial, the dissolution of the old Machado-linked traditional political parties, the workers’ right and duty to unionize, price reductions for basic goods, and the government takeover of the US electricity and telephone companies.

Riddled with internal contradictions, the “100-Day Government” –which actually lasted 127 days– was eventually unable to prevent a state of chaos and anarchy that President Grau’s personality and methods made even worse.

Besides, any further chance of progress was stopped in its tracks on January 15, 1934 by a coup d’état hatched by US Ambassador Jefferson Caffery and Fulgencio Batista, who expelled all revolutionaries and reformists from the government. Guiteras began to organize an armed opposition when Washington’s puppet Carlos Mendieta arrived in power.

The 1933 revolutionary process was a strong link in a long-standing struggle, one that made it possible for Antonio Guiteras to save the nation’s purest ideas, protect our battered patriotic traditions and prove his endless love for the Cuban people.

---ooOoo---



La Habana, viernes 12 de septiembre de 2008. Año 12 / Número 255

http://www.granma.cubaweb.cu/2008/09/12/nacional/artic03.html

El proceso revolucionario de 1933

Antonio Guiteras, un gobierno de Cien Días
y las necesidades del pueblo

René Castaño

La huelga revolucionaria de agosto de 1933 que provocó la caída del tirano Gerardo Machado, la designación como nuevo presidente de la República a Carlos Manuel de Céspedes Quesada —hijo del Padre de la Patria y de quien no heredó genes patrióticos— y su sometimiento al embajador estadounidense Summer Welles, avivaron las chispas emancipadoras del pueblo cubano.

La efervescencia revolucionaria que estremecía al país influyó en la revuelta militar que se produjo en la noche del 4 de septiembre, la cual tuvo su centro en el Campamento Columbia, en La Habana. Los sargentos y soldados de las distintas guarniciones del país se sumaron de inmediato al golpe. Con un cóctel de astucia y bajos instintos, el sargento taquígrafo Fulgencio Batista desplazó a los dirigentes de la sedición y se convirtió en el jefe del movimiento que depuso al presidente Céspedes.

El 5 de septiembre tomó el poder una pentarquía (gobierno de cinco miembros), uno de los cuales era el doctor Ramón Grau San Martín, a quien se le entregó la presidencia el 10 de septiembre de 1933. La Pentarquía duró solo cinco días. Las secretarías de Estado fueron a manos de elementos burgueses, exceptuando la Secretaría de Gobernación, la cual asumió el joven revolucionario y antimperialista Antonio Guiteras Holmes. De esta forma se iniciaba el "gobierno de los Cien Días".

Guiteras contaba con 26 años de edad: era el más joven de los gobernantes cubanos hasta entonces; sin embargo, pronto se ganó la admiración por su austeridad y honestidad. En el libro de gastos de su Secretaría se encuentran anotados desde los centavos que consumía en una fonda de chinos hasta las enormes sumas (procedentes de los fondos de la Secretaría y a las cuales añadía su salario) que utilizaba para alimentar a los cientos de desempleados que acudían diariamente en busca de ayuda.

Él fue el revolucionario de este improvisado gobierno, inspirador o autor de sus medidas populares. Fue él quien presionó, exigió, decretó: la institución del jornal mínimo, la implantación de la jornada laboral de ocho horas, la autonomía universitaria, la Secretaría del Trabajo, el sistema de seguros y retiros para los obreros, los tribunales especiales para juzgar a los machadistas, la disolución de los partidos que colaboraron con la tiranía, el reconocimiento del derecho y el deber de los trabajadores a sindicalizarse, la rebaja de los artículos de primera necesidad, la intervención de la Compañía de Electricidad.

Las contradicciones internas del "gobierno de los Cien Días" (en realidad duró 127) debilitaron y estimularon el caos, la desorganización y la anarquía. La personalidad y los métodos del presidente Grau contribuyeron también a fomentar el desorden.

El avance del proceso lo detuvo un golpe contrarrevolucionario urdido por el embajador yanki Jefferson Caffery y Fulgencio Batista. El golpe de Estado del 15 de enero de 1934 expulsó a revolucionarios y reformistas del gobierno. Guiteras comenzó a preparar la lucha armada. Carlos Mendieta, títere de Washington, subió al poder.

El proceso revolucionario de 1933 constituyó un sólido eslabón de una lucha centenaria. Mediante él, Antonio Guiteras rescató las ideas más puras de la nación, las maltratadas tradiciones patrióticas y demostró un amor infinito por su pueblo.