De Madagascar a Madrigal
Por Rosy Amaro
Pérez
La
vida cierra ciclos al margen de todos.
Muchos esperan algo parecido a lo que hasta
ahora ha sido. Algunos exigen que sea mejor.
Otros confían. Y unos sólo buscan lo
diferente en lo nuevo.
Aquel cineasta se lanzó al abismo de lo
incierto. Vino por el camino de la
espiritualidad, el mundo interior, y mantuvo
el contexto en el que vivía y se
identificaba, ese que es inevitable porque
marca irremediablemente para siempre.
Ganó los aplausos de la mayoría que reflejó
en su cine. Había logrado tres largometrajes
que movían conciencias, estremecían
corazones y emocionaban al espectador que
veía su realidad en la pantalla grande. Hizo
protagonista sin maquillaje al hombre
cotidiano, que sintió interrumpida su vida y
truncados sus sueños.
Y entonces lo encasillaron en esa línea.
Fallaron porque ahora vuelve a empezar, sin
renunciar a lo hecho, pero buscando lo
diferente.
Así vive hoy Fernando Pérez, cineasta al que
la crítica consideró la figura más
importante del cine cubano en los años 90.
EL
“PERÍODO ESPECIAL” FRENTE
AL ESPEJO DE FERNANDO
A fines del
siglo pasado los cubanos vivieron
contradicciones, desesperanzas, conflictos y
angustias que abatieron su existencia. Los
problemas económicos del país llevaron a la
lucha por la supervivencia a las familias.
Sólo importaba qué habría en la mesa para
comer la próxima vez. Muchos se preguntaban:
“¿dónde estoy, Dios mío?”
En esas circunstancias, Fernando Pérez filmó
Madagascar, película en la que
comienza un cine más enfocado a lo interior
de sus personajes y, por tanto, empezó a
utilizar un lenguaje sustentado justamente
en una mirada más metafórica y simbólica.
Era su aspiración desde hacía mucho tiempo,
y encontró en la difícil situación del
período especial la coyuntura en la que
podía expresar esa línea, la cual forma
parte de una búsqueda ascendente. Para él,
Madagascar corresponde a la mirada
de una época que nos tocó vivir a todos los
cubanos.
La película levantó disímiles polémicas
porque, como muchas obras artísticas, tenía
un contenido político muy vinculado al
momento que vivía la Isla, algo que motivó
incomprensión en algunos sectores de la
sociedad.
Luego
nació La vida es silbar y el
director volvió a dejar al desnudo las
contradicciones que más calan en el cubano
común, ese que lucha por ser como “quiere
ser” y no como “debe ser”, según los
esquemas establecidos.
Uno de los protagonistas del filme, Elpidio
Valdés, trataba de encontrar a su madre,
Cuba Valdés, quien lo rechazaba porque no
era como ella había pensado que sería su
niño, un “hombre perfecto”.
Otra vez el público veía su realidad en la
pantalla, no tanto la material que seguía
compleja, sino la de los pensamientos, las
ideas y los dogmas que tanto daño hacían,
más aún en una época de disyuntivas.
LA
HABANA EN SU SUITE
La quinta
película de Fernando Pérez sería Suite
Habana. Para muchos constituye el
cierre de una serie formada por
Madagascar y La vida es silbar,
en la que el tema central es la vida y el
escenario único, La Habana de siempre.
Mercedes Santos Moray, periodista y
narradora, afirmó que “se ha producido lo
que considero el cierre de una trilogía que
hace de la capital la metáfora de un país y
de una historia, con la pupila nada
complaciente del artista, pero con el
corazón transido de amor y de pasión”.
De Suite Habana Fernando Pérez dijo:
“Superó para mí todas las expectativas que
tenía, sobre todo en la relación con el
público cubano… Es el cubano común, pero no
a través de una mirada común. Quizás el
espectador ha descubierto otra luna del
espejo que lo refleja. Hay un conjunto de
circunstancias que parten de la película y
van más allá de ella”.
Suite Habana superó no sólo las
expectativas de su director, sino también
del público. El espectador esperaba algo
similar a los filmes anteriores y encontró
una obra aún mejor.
Gran conocedor de la filmografía cubana, el
crítico Rolando Pérez Betancourt, luego del
estreno de Suite Habana aseguró:
“Fernando Pérez acaba de entregar uno de los
filmes más importantes de la historia del
cine cubano. No solo por los sensibles
planteamientos que realiza, a medio camino
entre el documental y la ficción, sino por
la cantidad de valores formales que logra
encajar en una entrega signada por los
riesgos artísticos”.
A Suite Habana le dan brillo las
historias que cuenta y cómo lo hace mediante
la banda sonora, a cargo de Edesio
Alejandro, en la que se mezclan música,
sonidos y ruidos cotidianos de la ciudad; la
fotografía de Raúl Pérez Ureta, quien buscó
en todo momento los detalles y la poesía en
cada encuadre para reflejar esas vivencias,
no nacidas de la imaginación de un guionista,
si no de las calles habaneras y sus
habitantes, quienes a pesar de todo viven y
siguen soñando.
¿Y
ENTONCES, AHORA QUÉ VENÍA?
Después de
casi cuatro años sin filmar Fernando Pérez
volvió en esta ocasión con Madrigal.
A muchos los “ha decepcionado” porque, según
ellos, “no tiene nada que ver con su estilo,
la realidad de hoy, y con nosotros los
cubanos. Además, no se entiende”.
Hay diferencias entre Madrigal y lo
que hasta el momento venía haciendo. Esta
vez las historias parten de una realidad
ficticia. La primera narra cómo un muchacho
conoce a una joven en la que, en un
principio, solo busca bienestar material,
pero después cree enamorarse de ella.
La otra historia se inicia en el 2020, en un
mundo creado por el muchacho de la primera
parte. Basada en un cuento, esa realidad
imaginada tiene la característica de que sus
habitantes poseen derecho sexual sobre sus
semejantes, y los protagonistas buscan
salvarse de eso.
El cineasta piensa que el tema de lo
aparente y lo real está en el centro de
interés de todas las relaciones humanas y
por eso quiso que formara parte del lenguaje
de la película. Para esto colocó al público
ante imágenes y situaciones cuyo sentido no
es el que aparentan en un inicio, lo que
convierte a Madrigal en su película
más riesgosa en el sentido de la búsqueda
deliberada de un artificio, principio de
toda creación.
Anselmo Fernández, espectador habitual en el
Multicine de Infanta, dijo que “no le gustó
Madrigal porque eso no es cine, si
no una obra de teatro con pésimo guión,
apoyado en diálogos vacíos de contenido.”
Sin embargo Luis Álvarez, capitalino que
también salía de la sala, se sintió
“satisfecho” porque, aunque no las haya
entendido completamente, se llevó la idea de
las dos historias y el dilema que encerraba
a Javier en la decisión de “ser” o “no ser”.
Para el joven Guennady, ver Madrigal
“fue una frustración espectacular” y se
preguntó: “¿Por qué dejar el sentido de la
historia completamente a la deriva; por qué
dejar que el espectador también invente la
historia o algo parecido?”.
Por otro lado, Mercedes Santos Moray confesó
que: “Mientras veía y asimilaba las
secuencias de Madrigal, donde
confluyen explícitas deudas con el teatro,
la literatura y el cine, enmarcadas las dos
historias y la estructura del largo por la
poética imaginativa, simbólica y de corte
metafísico; mientras se introducía en ese
fuerte acento ficcional de la película, mi
corazón compartía la certeza del riesgo, y
la validez de optar por la experimentación
que tiene todo artista en cualquier
manifestación”.
Lourdes de los Santos, realizadora del
Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC), manifestó que: “La
película me encantó, muestra un Fernando más
intimista. Las historias que narra son
metáforas de la vida, y puede que esté un
poco hermética la trama, pero él es así”.
Y Raciel del Toro Hernández, estudiante de
quinto año de Periodismo en la Universidad
de la Habana expresó: “Creo que esta vez la
metáfora se le quedó corta a Fernando Pérez,
pues te descubres durante toda la película
intentando entender lo que te quieren decir,
para al final darte cuenta de que no había
que esforzarse tanto porque han estado
repitiéndote una y otra vez, desde el exergo,
la supuesta tesis del filme: «Nada de lo que
parece, es»”.
Finalmente, el cineasta explicó a esta
redactora: “Madrigal fue un reto
para mí y ahora lo es para los espectadores.
Hasta el momento he sentido un público
enfrentado a una película que no puede
valorar de inmediato en términos absolutos.
Aquellos que lo hacen —a favor o en contra—,
son los menos. Y la dinámica que
Madrigal propicia es hasta ahora la de
la diversidad de cuestionamientos, preguntas
y reflexiones. La acogida del público que la
ha visto ha sido respetuosa y cálida desde
la inquietud —o desconcierto—, que la
película provoca.”
¿PRIMERA
VEZ?
Ya
en otra ocasión Fernando Pérez nos
sorprendió dando un salto en su forma de
hacer cine. El filme Clandestinos
estremeció a muchos con la historia de
revolucionarios en la clandestinidad antes
de 1959. El pasaje aunque contado en
numerosas ocasiones, quedó hecho de manera
muy creíble, casi real. Las actuaciones de
los protagonistas Luis Alberto García e
Isabel Santos, además de la banda sonora de
Edesio Alejandro, quien por primera vez
incursionaba en este tipo de trabajo, fueron
elementos decisivos en el éxito del
largometraje.
Después apareció Hello Hemingway,
filme ambientado en la misma época que
Clandestinos, pero que refleja la vida
de una adolescente, con sus preocupaciones y
sueños en una Cuba a la que unos jóvenes
trataban de cambiar el destino.
Los especialistas suelen agrupar a
Clandestinos y Hello Hemingway
en una primera etapa de Fernando, y
reconocen que no están muy ligadas a la
trilogía que integran Madagascar, La
vida es silbar y Suite Habana;
y mucho menos con Madrigal. Eso
denota un cambio en el cine de Fernando
Pérez. Por lo tanto, el salto de estilo no
es la primera vez que ocurre en la
filmografía de este cineasta.
¡ACCIÓN!…CORTEN
A veces no se
entienden los cambios, por estar
encasillados en esquemas creados debido a
las circunstancias. En ocasiones no se
quieren reconocer por temor a lo nuevo. Y
debe ser todo lo contrario. En lugar de
huirle a lo diferente conviene tratar de
entender el cómo y el por qué se cambia, sin
darse cuenta.
Así lo hace Fernando Pérez. Cambia su estilo
y disfruta lo que hizo, porque responde a
sus ideas, pensamientos, sentimientos, y
sobre todo, a sus sueños. Quizás vuelva a
revolucionar o mantenga su forma de hacer
cine en el nuevo proyecto que espera
comenzar a filmar en poco tiempo.
Como primicia, nos comentó que se trata de
una película de ficción sobre la infancia y
juventud —hasta el presidio político— de
José Martí, Héroe Nacional de Cuba. En estos
momentos escribe el guión inspirado en la
Historia, pero a través de su mirada, esa
que al decir de muchos roza la perfección.
Les tocará a los espectadores descifrar al
cineasta que un día los reflejó, y hoy sigue
haciéndolo a su manera, sin olvidar nunca
que, como dijera Javier, el personaje de
Madrigal: “No todo lo que parece, es...”.
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