06/18/08 - Cuba-L Analysis (Albuquerque) -
La concepción de los derechos humanos
en el pensamiento de Fidel Castro

Por Miguel Limia David*

Introducción

El análisis teórico de la herencia viva del pensamiento de Fidel Castro en relación con la doctrina de los derechos humanos constituye una necesidad cognitiva e ideológica de relevante significación en la actualidad, cuando en los medios académicos y políticos globalizados impera la manera demoliberal proimperialista de conceptualizarlos.

La problemática de la persona ocupa un lugar organizador particularmente importante en el ideario de Fidel Castro, y su examen resulta sumamente necesario hoy a la luz del viraje ocurrido en la arena internacional como resultado del derrumbe del socialismo en Europa Oriental y la extinta Unión Soviética. Ella contiene claves que contribuyen a entender la resistencia eficaz de la Revolución cubana ante la catástrofe, así como la continuación del proyecto socialista en estas condiciones históricas, a pesar de la agudización del cerco imperialista [1] y las consecuencias de la globalización neoliberal. Resulta extremadamente difícil, cuando no imposible, pronunciarse en un tema como éste con objetividad científica y sin suscitar polémicas agudas, pues tanto en sus implicaciones objetivas como subjetivas es parte consustancial de la controvertida realidad de la Revolución Cubana; en la cual se dirimen no única ni exclusivamente asuntos de trascendencia nacional, sino de alcance cada vez más universal, por razones que nada tienen que ver con un supuesto mesianismo o pretensiones de cumplir un "destino" histórico especial inherente por naturaleza a esta comunidad humana.

El autor es consciente de ambos riesgos y los asume, porque considera imprescindible no sólo para Cuba, intentar contribuir a la revelación del laboratorio de ideas de la Revolución cubana sin fetichizar sus exponentes fundamentales.

El pensamiento socialista contemporáneo está urgido de estudiar a fondo tanto la historia de los resultados objetivos de la práctica revolucionaria que ha fundamentado -y ahora sujetos a una prueba histórica sin precedentes-, como las premisas subjetivas de esta última, de las regularidades inherentes a la configuración de su factor subjetivo.

Asomarse al legado de Fidel Castro desde las posiciones de las ciencias sociales y humanísticas es sumamente complejo por demás, debido a que constituye una obra histórica viva en permanente creación y desarrollo, cuyo análisis involucra ineludiblemente tanto el intelecto como las pasiones de quien lo emprende; máxime en condiciones epocales caracterizadas por el predominio en la opinión pública internacional de la visión liberal sobre la relación individuo-sociedad y cuando la misma se emplea sistemáticamente desde los organismos políticos internacionales como medio de la política hegemónica imperialista contra los países del Sur y el socialismo.

Gracias a la ontologización de esta visión ella se ha convertido prácticamente en un "dato de la realidad", suministrado por el lenguaje con que mediante los medios de difusión masiva transnacionalizados se "construye" la realidad social. Es obligado apuntar que dicha percepción penetra también de un modo u otro constantemente las representaciones sociales internas del país, debido a la naturaleza crecientemente heterogénea de la sociedad cubana de hoy, a su carácter más y más abierto, y a las disímiles contradicciones dialécticas de desarrollo que ella porta. Estos procesos se encuentran favorecidos no sólo por la hegemonía imperialista tácitamente unipolar sobre los medios de información y de vida, sino además por el repliegue de las fuerzas revolucionarias y la consabida crisis de las izquierdas.

El potencial dialéctico crítico y constructivo del pensamiento de Fidel no se agota en la inmediatez coyuntural de la construcción socialista, sino que adquiere en ella nuevos asideros para proyectarse hacia adelante en la tarea emancipadora, la cual no presenta fisonomía milenarista alguna en su ideario. Tampoco es un conjunto de fórmulas a aprender de memoria para ser aplicadas acríticamente, pues nacen de la práctica y a ella se deben. Por eso resulta posible afirmar que los que intenten asumirlo de la manera contraria sufrirán la misma suerte de aquellos a quienes Lenin criticaba por "repetir como un loro palabras aprendidas de memoria, pero no comprendidas" [2] . Poner suficientemente en claro este asunto es vital para el progreso actual de la sociedad cubana y, desde mi punto de vista, lo será cada vez más.

En los marcos del presente análisis apenas pretendo esbozar algunas ideas sobre esta problemática, la cual ha permanecido por demasiado tiempo fuera de la atención de los investigadores, con la notable excepción de los trabajos realizados por el Dr. Fabio Raimundo Torrado [3] , los cuales aparecen recogidos en la bibliografía.

I.- Presupuestos sociales y teóricos de la noción fidelista de la relación individuo-sociedad.

Las ideas de Fidel Castro respecto a los derechos humanos se inscriben en la concepción del hombre, la sociedad, el Estado y las relaciones del individuo con los últimos, que ha venido elaborándose por el pensamiento cubano revolucionario desde el siglo XIX, en una constante labor crítica de la realidad social y en polémica aguda con oponentes políticos y cosmovisivos de distintos tipos. Es una concepción que constituye parte integrante esencial e inseparable de un proyecto revolucionario de carácter nacional-liberador, social-emancipador y dignificador de la persona humana. Es por ello que configura un ideario profundamente diferente a aquellos inspirados en el ideal lockeano [4] .

Una parte significativa, incluido el núcleo, de los elementos medulares de esta concepción aparecen ya plasmados en el histórico alegato La historia me absolverá; pues en el juicio del Moncada realmente se debatió "... algo más que la simple libertad de un individuo; (se discutió)... sobre cuestiones fundamentales de principios, (se juzgó)... sobre el derecho de los hombres a ser libres, (se debatió)... sobre las bases mismas de nuestra existencia como nación civilizada y democrática." [5]

Procede apuntar que las concepciones estructuradoras de la ideología de la Revolución cubana han surgido y se han desarrollado en un contexto histórico distinto en principio al que condicionó la obra de los teóricos tempranos del liberalismo tanto en Gran Bretaña como en Europa continental y, en consecuencia, han debido resolver problemas sociales y de la persona diferentes a los que aquellos enfrentaron, así como por medios también específicos. Como es conocido, la expresión ideológica de los intereses del pueblo cubano desde su formación surgió del seno de una cosmovisión de carácter religioso cristiano católico, a través de la crítica de la escolástica y la especulación en calidad de método de razonamiento, así como de la fundamentación del enlace entre el conocimiento y las necesidades de la comunidad humana naciente, bajo la influencia de los ideales de la Ilustración.

De esa manera fue configurándose una representación cognitivo-valorativa del mundo, ante todo social, y una relación activa hacia él nuevas, a partir de los intereses de un agente histórico nacional que recién aparecía e intentaba actuar como tal. Lo distintivo de esta producción, cosmovisivamente hablando, se encontró en la definición y fundamentación conceptual e histórico-práctica de la identidad nacional cubana, en contraposición primero a la metrópoli colonial y luego a la metrópoli en ciernes de carácter imperialista, así como en la afirmación del derecho de la comunidad nacional a conquistar la independencia, la emancipación social y la dignificación de la persona.

Es una producción espiritual que reivindica la existencia de un nuevo agente de relaciones internacionales portador de una fisonomía humana específica -la cubanía [6] --, cuyos derechos legítimos resultan conculcados tanto por la metrópoli colonial como por la imperialista, debido al régimen de servidumbre que le imponen o pretenden establecerle.

En el proyecto revolucionario de esta tradición, que tiene un punto de inflexión superadora y conducente al estadio de desarrollo superior durante el siglo XIX en el pensamiento de José Martí, se defiende a la comunidad nacional naciente, a la patria y al cubano, en su condición de valores absolutos, es decir, por sí mismos valiosos, como fines de la actividad política revolucionaria. Se proporciona asimismo un modo diferente al argumentado por las instituciones coloniales y capitalistas neocoloniales de comprender el mundo social, percibirlo ética, estética y emocionalmente, y de asumirlo en la práctica; pues lo hace desde las posiciones de una nueva comunidad humana que aspira a su soberanía, consolidación y desarrollo independiente, sobre la base objetivamente condicionada de resolver el problema nacional y el social de los oprimidos, en una estrecha unidad.

Este discurso ideológico se construye de un modo inquisitivo respecto al proceso histórico real, cognoscitivo explícita e implícitamente, y no sobre bases especulativas. Tiene en todo momento como fuente y asidero la realidad social empírica y la historia universal verdadera; invita permanentemente a reflexionar sobre la marcha efectiva de los asuntos de la vida social y personal a fin de obtener resultados no presumidos en sí y para sí, sino auténticamente originales; los cuales, en la obra y la acción de los líderes de la última gesta independentista del siglo XIX, resultan capaces de servir como fundamento para ajustar el mundo a la razón de los humildes.

Los fundamentos cosmovisivos revolucionarios cubanos en su desarrollo histórico arribaron en José Martí al enlazamiento del concepto de comunidad nacional al de masas populares o pueblo, hasta el punto de fundirlos en una unidad indisoluble. De esta forma el concepto de comunidad nacional estuvo sujeto a un profundo proceso de redefinición histórica en los planos raciales, étnico-culturales y socioclasistas, encaminado en la dirección del aumento del volumen de la población en él involucrada y de la transculturación [7] . Es así como se concientiza y expresa teóricamente la formación de un etnos multirracial, culturalmente muy abigarrado, cuya línea de progreso pasa por necesidad a través de la conquista de los derechos de los oprimidos.

La consecución práctica del proyecto nacional se comprendió como un asunto de emancipación del pueblo y la persona concreta; el cual se ha ido expresando históricamente en el enfrentamiento a la trata de negros, la esclavitud, el colonialismo, los prejuicios raciales, el neocolonialismo, la explotación de los obreros y los campesinos, la discriminación de la mujer, etc. Éste ha devenido un rasgo distintivo esencial de la expresión ideológica de la identidad nacional cubana.

Con independencia de las características epistemológicas inherentes al método de construcción de la ideología de la revolución cubana desde el siglo XIX -no examinadas en detalle aquí- es necesario y oportuno apuntar en este contexto que él está signado ante todo por un compromiso de deber personal ante la colectividad, de obligación vinculante para conquistar su independencia, emancipación social y dignificación humana.

El marxismo y el leninismo proporcionaron nueva sustancia cosmovisiva a la ideología revolucionaria cubana, permitiéndole reconstituirse en las nuevas condiciones históricas creadas por la dominación imperialista. Le otorgaron un novedoso asidero conceptual a su método de compromiso ético con los intereses reales de las masas populares, en la construcción de sus doctrinas y medios de actividad; así como un inédito ideal de racionalidad, superador de la racionalidad moderna, el cual articuló dialécticamente con los proyectos de socialidad creados por el pensamiento revolucionario cubano durante el siglo XIX. [8] De esta manera le pusieron a su alcance instrumentos para profundizar en el conocimiento de la realidad social nacional e internacional, para evaluar más profundamente el legado histórico de las generaciones anteriores y para plantearse una actividad revolucionaria transformadora de mayor alcance práctico.

Fidel continúa la doctrina de la dignificación de la persona que tuvo su origen en el pensamiento emancipador cubano del siglo XIX, la cual alcanzó su cenit entonces dentro de la obra de José Martí, quien llegó a la conclusión -sobre la base del análisis exhaustivo de las tareas a resolver en virtud de los problemas que enfrentaba la comunidad nacional para su existencia y desarrollo ulterior- de que este enlace en las condiciones concretas de la Cuba decimonónica pasaba necesaria y objetivamente a través de la dialéctica compatriota-ciudadano-hombre "reconquistado". [9]

Fidel retoma esta tradición desde el marxismo y el legado martiano, desarrollándola de manera creciente y rica a partir y como premisa del devenir histórico de la Revolución cubana iniciada en 1959. Por tanto, en su pensamiento -dirigido contra el mecanicismo y el dogmatismo de diferente corte, tanto en la sustancia de sus ideas como en las consideraciones explícitas sobre el asunto- [10] esta doctrina se inscribe en una concepción filosófica de carácter materialista dialéctico, la cual ve a la historia y a la sociedad como proyecto humano libremente construido sobre la base de determinaciones objetivas de diferente índole.

En consecuencia, su pensamiento a este propósito está condicionado por la situación histórica interna y externa permanentemente cambiantes; lo que dicho de otra manera también significa que está sesgado no simplemente por las fuentes teóricas que nutrieron su formación cultural, sino ante todo por la naturaleza de las tareas de orden enfrentadas por la Revolución cubana en cada una de sus diferentes etapas, las cuales fueron canalizadas mediante las formas, vías y modos de participación popular puestos en práctica a tono con la constitución misma de los sujetos sociales. Ello es así ya que sus ideas no constituyen reflexiones de carácter académico, sino posiciones teóricas con intencionalidad política-ideológica aplicada, que se dirigen a transformar la sociedad capitalista neocolonial de partida y a construir un nuevo mundo social, a pesar de la política permanentemente hostil del gobierno norteamericano contra este intento. Fuera de este contexto no resulta posible entender de manera científica la naturaleza, lugar y alcance de estas ideas. Para Fidel la lucha por los derechos humanos de la persona en sus dimensiones tanto individuales como colectivas, es un objetivo común de todas las fuerzas revolucionarias y progresistas, no sólo de los marxistas; la cual, además de sus decisivas aristas políticas y económicas prácticas, presupone la necesidad de enfrentar los múltiples y complejos retos que implica la formación de una concepción normativa de carácter universal sobre este asunto, bajo las condiciones de una opinión pública internacional manipulada y controlada por el dominio imperialista de los medios de comunicación masiva y los organismos internacionales fundamentales.

Su ideario no pretende constituirse en la única expresión ideológica posible de los derechos de la persona humana, sino que se entiende a sí mismo como un elemento integrante del movimiento revolucionario mundial. [11] Posee vocación ecuménica y no centrista de ningún tipo; todo lo contrario, rechaza de plano el occidental-centrismo y, en general, cualquier pretensión de esta índole.

Son ideales que cuajaron y se han nutrido en la lucha contra el capitalismo neocolonial configurado en Cuba durante la primera mitad del siglo XX, y el imperialismo. Por tanto, expresan intereses comunes a las masas populares explotadas y oprimidas bajo el capitalismo contemporáneo y enriquecen sustancialmente la representación marxista sobre el progreso histórico en las circunstancias actuales, a la que añaden además, una alta dosis de optimismo cosmovisivo [12] -basado no sólo en una confianza a ultranza y nada ingenua en las calidades éticas genéricas de las personas, sino en el conocimiento logrado a través de la experiencia inmediata de la solidaridad internacional activa con los pueblos subdesarrollados del mundo- [13] , frecuentemente ausente en las reflexiones de izquierda de fines de siglo.

Los mencionados ideales se continúan desarrollando asimismo en el proceso de construcción socialista, y experimentan un enriquecimiento sustancial después de la restauración del capitalismo en Europa Oriental y la extinta URSS; que, como es conocido, ha sido acompañada del proceso de reestructuración de la hegemonía imperialista en el ámbito internacional bajo el discurso de las ya mencionadas globalización neoliberal y crisis de las izquierdas.

Fidel Castro cuestiona a fondo y socava las premisas de la Modernidad [14] sobre todo en sus supuestos sobre la propiedad, el ideal de consumo [15] y el modo de regulación de las relaciones sociales, tanto dentro de las comunidades nacionales como de la humanidad en su conjunto.

En junio de 1992 en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo alertaba que "(...)si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y las tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para el desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre". [16]

En el pensamiento de Fidel Castro se promueve otro criterio de consumo y de desarrollo, centrado en la persona como ser humano real y diferenciado, así como en una relación armónica con la naturaleza y el entorno. Se enfrenta a la noción del "desarrollo" entendido para unos pocos, para aquellos que se atribuyen la condición de "civilizadores", de "primer mundo", pues la respuesta a la pregunta de cómo queremos seguir viviendo en el planeta, cómo vamos a resolver sus problemas globales crecientes, no puede y no debe darse impidiendo el desarrollo de "... los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente". [17]

Insiste en la necesidad de definir un criterio de consumo que supere la irracionalidad impuesta por los estereotipos de los países capitalistas desarrollados, enlazado a una noción de progreso no instrumental, sino esencialmente humana. Para Fidel la finalidad del desarrollo social ha de ser la atención al ser humano, protagonista y objetivo del esfuerzo que a él conduce. [18]

En Mensaje a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, durante el mes de junio de 1992, Fidel se refirió a la gran difusión alcanzada por el concepto de "desarrollo sostenible" en el debate internacional relativo a los problemas ecológicos y alertó contra algunas contradicciones y limitaciones inherentes a esta concepción. En particular llamó la atención sobre "... su carácter ambiguo en la medida en que identifica las disparidades sociales existentes en el mundo actual, pero no reconoce los mecanismos que han engendrado esa desigualdad". Defendió la idea de que "... una interpretación consecuente del desarrollo sostenible debe partir del reconocimiento de que el subdesarrollo es consecuencia del saqueo del Tercer Mundo, prolongado en nuestros días por un orden económico internacional que se vale de los mecanismos del endeudamiento, la injusta división internacional del trabajo, el proteccionismo comercial y el manejo de los flujos financieros para profundizar la explotación de los países subdesarrollados y, por tanto, la consiguiente depredación ecológica resultante de esa situación". [19]

Se enfrentó asimismo a la tendencia a considerar el desarrollo sostenible como una panacea capaz de reconciliar "la conservación del medio, la igualdad social, el crecimiento económico y las fuerzas del mercado", denunciando de esta forma el peligro que para los países subdesarrollados representa la fórmula del "mercado verde", en tanto constituye un instrumento del neoliberalismo para "favorecer a los agentes económicos interesados en legitimar el derecho a causar daño al medio ambiente y a comercializar ese derecho" [20]

En su concepción de los derechos humanos intervienen como premisas básicas de la vigencia efectiva de los mismos en un organismo social, además de las de carácter internacional -a las que retornaremos más adelante-, otras de naturaleza interna, entre las que es posible distinguir las siguientes: 1)la existencia de una conciencia social solidaria, de fraternidad, de hermandad, de respeto a la diferencia legítima, basada en un modo solidario de producir y de vivir, como condición cultural básica que ha de ser garantizada económica, social, jurídica, política y espiritualmente; 2)la igualdad esencial en la distribución de los recursos producidos y en la propiedad sobre los medios de trabajo; 3)la integración y participación plenas del individuo a la sociedad sobre la base de la dignidad nacional, de la soberanía, entendida no como medio para la desarticulación de las relaciones internacionales, sino como instrumento para su democratización y transformación antihegemónica.

La concepción fidelista se caracteriza por una elevada dosis de ecumenismo, por una gran capacidad para asimilar puntos de vista culturales diversos sobre esta problemática, enfilados en dirección humanizadora, emancipadora.

Como doctrina forma parte integrante del paradigma revolucionario socialista genuino, encaminado a la emancipación de las masas trabajadoras, a crear un nuevo modo de apropiación de las relaciones sociales y del entorno, diferente y superior al propuesto y materializado por la Modernidad; incluida aquella vertiente suya plasmada en el modo de producción y consumo puestos en práctica en la antigua Unión Soviética y asimilados en mucho por la propia marcha de las transformaciones económico-productivas en Cuba, durante las décadas de los 70 y los 80 [21] .

Esta concepción pertenece a un proyecto emancipador social y personal de largo alcance. Por eso no hay derecho a conceptualizarla como algo terminado o cerrada en sí misma, ya que está sujeta a desarrollo ulterior tanto por razones intrínsecas a su lógica interna como por su enlace dialécticamente contradictorio con la realidad que se plantea transformar. Su elaboración apenas alcanza en escala histórica a las etapas iniciales de la revolución social a la que se asocia, cosa que se transparenta en la sustancia de sus doctrinas; por lo que queda abierta a futuros despliegues y enriquecimientos. Ella se fundamenta históricamente en el papel liberador de carácter universal que en determinadas condiciones históricas le resulta posible llevar a cabo a la clase obrera como vanguardia de las masas explotadas bajo el capitalismo, en virtud de su posición objetiva en esta sociedad, posición que la hace virtualmente susceptible de aglutinar y capitalizar a su alrededor a las fuerzas del progreso en un nuevo proyecto de socialidad cualitativamente superior [22] .

Expresa ideológicamente valores esenciales e imprescindibles para la configuración y desarrollo de un nuevo modo de producción y de vida social, correspondientes a nuevas relaciones de propiedad sobre los medios fundamentales de producción, las que a su turno, una vez llevadas a la práctica, los fundamentan y retan objetivamente en una relación dialécticamente contradictoria que no es posible abarcar en detalle en este contexto. II.- El ideal de justicia. Soberanía y solidaridad globalizada.

Su noción de los derechos humanos se construye sobre una concepción de la justicia social que enlaza de manera indivisible la suerte del individuo realmente existente hoy a la de la humanidad en su conjunto, ya que en el ideario de Fidel Castro se hace patente que en las circunstancias actuales -fines del siglo XX y comienzos del XXI- la defensa y progreso ulterior en el sentido humanista de la individualidad y de las comunidades nacionales [23] , resulta desde el punto de vista práctico imposible, sin resolver los problemas globales que afectan a toda la sociedad humana que comparte el planeta, pues se ha modificado de manera radical la correlación de lo nacional y lo internacional en la solución de los problemas del desarrollo social y personal en virtud del nivel y el carácter adquirido por el desarrollo de los procesos de mundialización contemporáneos [24] . Por tanto, fundamenta una plataforma para argumentar derechos de la persona no sólo frente a los Estados nacionales, sino ante el conjunto de la organización política internacional.

De ahí entonces que el ideal de justicia social contemporáneo tenga necesariamente que contener a juicio de Fidel Castro, de una parte, la lucha por la liquidación de las formas de dominación hegemónica en tanto modo de organizar y regular -económica, política y culturalmente-- las relaciones internacionales vigentes de manera efectiva; [25] y de otra, el enfrentamiento a la asimilación depredadora del medio ambiente. [26] La consecución de este ideal ha de ser un imperativo ético y político de las fuerzas de izquierda, de los movimientos progresistas de todo el mundo, una norma del "deber hacer". Eso sitúa como tarea esencial del pensamiento progresista contemporáneo la defensa y reivindicación de los derechos colectivos de los pueblos, en primer lugar de su soberanía y del derecho al desarrollo, como medio imprescindible para resolver los problemas de la pobreza creciente y hacerle frente al empleo efectivo y real del "poder duro" y "blando" por parte de las potencias imperialistas hegemónicas, ante todo EEUU; las cuales intentan hacer transitar el derecho internacional descentralizado a uno centrado que le permita ejercer su dictado en la arena internacional con un halo de legitimidad. Ello, entre otras cuestiones, exige la democratización sustancial de la organización política internacional [27] y el cambio radical del orden económico internacional y sus instituciones. [28]

Por esa razón, en momentos en que tanto se insiste en un supuesto envejecimiento de la nación como forma de comunidad humana y en la disolución de las fronteras nacionales como instituciones justificadas en el trato internacional, él recupera y defiende la idea de la soberanía nacional en estrecho vínculo con la necesidad de la promoción de la más plena integración latinoamericana [29] y del III Mundo, para hacerle frente a las amenazas globales del imperialismo hegemónico tanto en el plano económico, como en el político e ideológico-cultural. Las consideraciones que a este propósito realizara Fidel en la Cumbre Sur son particularmente elocuentes. "En esta Cumbre nuestras reflexiones se dirigieron a la búsqueda de unidad, acumulación de fuerzas, estrategias, tácticas y formas de coordinación y dirección de nuestro esfuerzo, para que nuestros derechos económicos vitales sean reconocidos. Pero esta Cumbre significa también que estamos obligados a luchar por nuestra dignidad, nuestra cultura y nuestro derecho a que se nos trate como iguales". [30]

El rescate de la soberanía como valor político esencial en el mundo contemporáneo se efectúa para defender los intereses de la mayoría aplastante de la población del planeta, por tanto, se entiende en unidad orgánica con el ejercicio del internacionalismo y no a su costa. No es un índice de espíritu aldeano, de nacionalismo a ultranza, sino el modo de evitar que en nombre de una falsa universalidad cosmopolita la Aldea Global engulla al Mundo real, efectuándose con éxito la reestructuración de la hegemonía imperialista después del descalabro del socialismo en el este de Europa y en la URSS. [31]

Su pensamiento se dirige contra la concepción de la guerra como mecanismo de regulación de las relaciones internacionales e internas, defiende la paz digna y justa y condena la carrera armamentista y la guerra imperialista de saqueo, opresión y ocupación. En el discurso que pronunciara para clausurar el Evento Internacional Economía'98 en la Ciudad de la Habana, con fecha 3 de julio de 1998, comentaba al respecto: "Realmente cuando uno observa que, por ejemplo, solo en el perfeccionamiento y desarrollo de armas nucleares Estados Unidos gasta 5 000 millones de dólares cada año; cuando uno lee que en tareas de espionaje e inteligencia gasta 27 000 millones de dólares cada año, y en la fabricación de nuevas y modernas armas --llamadas armas inteligentes-y aviones invisibles a radares, tiene millones de hombres sobre las armas, cientos de naves de guerra de las más modernas, montones de portaaviones y de submarinos y bases en todo el mundo, uno se pregunta por qué y para qué. Tiene que haber un pensamiento elaborado para eso, una cultura de la dominación y un instinto de apropiación". [32]

Defiende la prerrogativa de los pueblos a la guerra de defensa y conquista de sus libertades, así como su derecho a la paz, al desarrollo en paz. De esta misma forma arremete contra los argumentos que presentan "la conservación de la paz y el orden" como razones válidas para justificar la violencia aplicada contra el pueblo, pues en realidad constituyen medios de los gobiernos tiránicos y opresores para mantener regímenes de explotación. Con esos mitos combaten a las revoluciones, a las que presentan como actos de anarquía y caos. En realidad, la paz y el orden internos legítimos son los que se construyen sobre la base de la igualdad y la solidaridad sociales.

Al orden político internacional basado en el hegemonismo de las grandes potencias contrapone la noción de la solidaridad global [33] o la globalización de la solidaridad. En octubre de 1998 comentaba en Oporto que la materialización práctica de esta expresión acuñada por el Papa, sólo era posible en un mundo globalizado si se lograba preservar la naturaleza y la humanidad, poniendo al servicio de esta última en su totalidad los colosales avances de las fuerzas productivas, la ciencia y la técnica contemporáneas. [34]

El ideal de justicia también incorpora en esta concepción la noción de la unidad derechos-deberes de la persona, de su responsabilidad frente a la colectividad en el ejercicio de su libertad, de las obligaciones de la colectividad autodeterminada para garantizar el desarrollo pleno y libre de cada uno, de la igualdad social plena, de la superación de toda forma de discriminación y segregación social, de la necesaria unidad de los intereses personales y sociales y el requerimiento de entramarlos sin antagonismo. Consecuentemente, postula como claves esenciales la participación en la vida social de manera integral -sobre todo en el terreno político-, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad, el respeto a la diferencia (de género, sexual, racial) y el trato igual para todos.

Esta doctrina política con trascendencia práctica sobre los derechos humanos ha sido un resultado fundamentalmente del conflicto clase obrera-burguesía, pueblo cubano-imperialismo norteamericano y países pobres-países capitalistas ricos, por lo que en su contenido prioriza la solución progresiva de estas contradicciones antagónicas, aun cuando en rigor trasciende su marco, pues incursiona en otros campos de ejercicio del poder, otros terrenos de "micropoderes", situados allende la política y su corolario estatal.

Se inspira en una comprensión superior a la liberal tradicional de las relaciones individuo-sociedad y aporta ideales nuevos para regularla, aunque condicionados por la forma específica en que las mismas se han articulado objetivamente en el transcurso de la revolución cubana.

Siendo una visión interesada y matizada desde el punto de vista clasista y cultural de la relación individuo-sociedad, se ajusta a la concreción histórica contemporánea de lo verdaderamente universal en este asunto, ya que incorpora los intereses de los trabajadores y oprimidos del III Mundo en el enfrentamiento de los problemas globales -tanto en extensión como en profundidad-- de la humanidad.

En razón de ello, nos persuade de que en este contexto no puede tener sentido contraponer lo que algunos llaman "el refinamiento de la vida social y psicológica" a la consecución de finalidades sustantivas para todos a través del Estado y de toda la organización política de la sociedad; pues tal "refinamiento" no ha devenido realidad -en la medida en que lo ha hecho de manera efectiva-- para las masas trabajadoras del "primer mundo", sin una obra de emancipación real, la cual supuso la articulación de aquellas como sujeto colectivo, la superación de la "desestructuración" espontánea y del reinado del estrecho espíritu del individualismo y el egoísmo personal para estar en condiciones de arrebatar derechos al poder constituido. En consecuencia, semejante "refinamiento" así obtenido perdería las premisas de su existencia humanista, de renunciar a la solidaridad que le dio base a su existencia contradictoria y desigual.

III.- La actividad revolucionaria emancipadora y los derechos de la persona.

Fidel concibe a la actividad revolucionaria de las grandes masas [35] como fuente de derechos humanos, cuyos términos, contenidos, medios, límites y alcances se saben históricos y siempre sujetos a redefinición en la medida que se modifican las condiciones internas y externas, las capacidades, habilidades y constitución social y psicológica de las masas, así como la actividad revolucionaria misma, la cual en virtud de su propia naturaleza siempre rebasa el punto de partida y las más profundas y atrevidas previsiones.

La nueva socialidad a construir en el planeta debe ser capaz de superar en el sentido del progreso las contradicciones globales de carácter estructural del capitalismo contemporáneo, lo que implica por necesidad la liberación del individuo no sólo como ciudadano, como miembro de un Estado, sino como persona, como integrante de una comunidad empírica más amplia, la comunidad internacional. Encierra en sí por necesidad que la lucha ideológica y política por la ejecución de este proyecto contemple la aspiración capital de hacer de la vida humana un valor absoluto, de poner todos los medios al alcance de la cultura humana contemporánea en función de materializar este objetivo vital de las fuerzas del progreso a lo largo de la historia de la humanidad, devenido una utopía posible en los momentos actuales. [36]

El valor absoluto de la vida es una meta por conquistar en el terreno de las relaciones sociales prácticas, no un axioma del pensamiento revolucionario de Fidel Castro, no un punto de partida. El punto de partida real es justamente lo contrario, tanto en el plano internacional como en el local. Esta verdad de perogrullo para el conocimiento científico, pero silenciada en el discurso político liberal, hace profundamente errónea desde el punto de vista epistemológico, e hipócrita desde el punto de vista ético, a esta corriente ideológica, la cual se le emplea para fundamentar la política imperialista hegemónica en el mundo de hoy y enfilar la aplicación práctica de la doctrina político-jurídica de los derechos humanos contra los países del Sur y el socialismo genuino. La sociedad organizada de manera mercantil capitalista hace de la vida humana un medio, no una finalidad. De lo que se trata entonces es de encontrar los modos para revertir esta situación de manera tal que se logre una sociedad no sólo más justa, sino económicamente más eficiente y sostenible. La conquista de las condiciones necesarias para que la vida humana sea una finalidad real de la actividad social en el mundo capitalista pleno de contradicciones antagónicas, pasa necesariamente por su relativización, incluso por su pérdida si es necesaria, a causa de la violencia que imponen las fuerzas del regreso. En ello se encuentra la necesidad histórica humana y el fundamento del carácter heroico de la ideología revolucionaria, de la noción del sacrificio por altruismo, por amor a los demás, de la sublimación de la identidad del interés personal y el social, de la noción de la trascendencia de lo personal en lo social plasmada en un ideal revolucionario pleno de nobleza, desinterés y renunciamiento personal.

En este ideario no se disuelve la persona en el socium, no se pierde jamás su papel clave en el proceso histórico; se rechaza asimismo la idea de una supuesta contradicción ontológica absoluta entre el individuo y la sociedad; se opone a concebir al individuo como definiéndose en contraposición o antagonismo con los demás, por el contrario, lo entiende uniéndose a ellos para superar la enajenación objetiva.

IV.- El problema de la libertad.

En su concepción paradigmática de la relación individuo-sociedad Fidel Castro no presupone al individuo como mónada propietaria de medios de producción a título privado y de resultados del trabajo en forma de mercancía, sino como totalidad humana cultural, como sujeto social íntegro, cuyo valor ha de ser establecido de forma absoluta en la dinámica social real. Lo social instrumental ha de ponerse al servicio de las personas y no situarse frente a ellas como algo ajeno que las domina y controla. Es una visión desenajenante de la relación de la persona con el medio social y natural, que parte de la consideración de los individuos reales y no de principios abstractos existentes fuera y paralelamente a la historia, a los que se deba sujetar la vida real. Es una noción guía de la práctica revolucionaria: esa es su virtud y nota distintiva.

En razón de lo anterior esta concepción no presupone la libertad del individuo entendido de manera abstracta y esencialmente como propietario [37] , sino como su totalidad concreta, como ser de trato y de comunicación. No se construye sobre la imagen de la sociedad como un entramado de relaciones mercantiles y de agentes suyos interactuantes contractualmente, sino de relaciones sociales e interpersonales basadas en la apropiación social de los medios y resultados del trabajo, así como en la solidaridad, la igualdad y la ayuda mutua, donde las relaciones contractuales se subordinan a estas finalidades. En este contexto tanto el mercado como la propiedad se proyectan como instrumentos a poner en manos de la sociedad en su conjunto y no al servicio de unos pocos. El mundo de las relaciones objetuales se entiende regulado por principios de carácter ético; entonces, por difícil que pueda resultar la organización constructiva de este mundo, constituye un imperativo categórico elemental el acometerlo, porque él es el único que vale la pena de ser vivido sobre la base del desarrollo contemporáneo; además de ser el único capaz de garantizar la superviviencia de la humanidad y su desarrollo progresivo como totalidad en un plazo cada vez más corto.

Consecuentemente, el planteamiento del asunto de la libertad política y jurídica en este marco no sólo se realiza en un eje de referencia diferente, sino que tampoco se reduce al punto de vista lockeano, como se sabe compartido y empleado por Inmanuel Kant para proponer la idea del derecho internacional público y las bases -hoy frecuentemente recordadas- para la "paz perpetua" entre Estados que deberían conformar una "república mundial" [38] , de "... no hallarse (el hombre. M. L.) bajo más poder legislativo que el establecido en la nación por consentimiento, ni bajo el dominio de ninguna voluntad o restricción de ninguna ley, salvo las promulgadas por aquél según la confianza en él depositada", o "... en tener una norma permanente que concierte sus vidas, común a todo miembro de tal sociedad, y formulada por el poder legislativo erigido en ella" [39] ; sino que se extiende a otros campos y premisas, construyéndose ante todo desde el ángulo del esclarecimiento y conquista práctica de las condiciones susceptibles de hacerla real para todos y no simplemente potencial para el conjunto de la sociedad y patrimonio exclusivo de una selecta minoría de privilegiados.

Esta posición ideológico-política funge en la historia de la ideología de la revolución cubana como la culminación de la ruptura superadora que con respecto al liberalismo realizara José Martí a fines del siglo XIX, y marca una diferencia fundamental y específica existente entre la concepción que sobre los derechos humanos promueve el pensamiento político propio de la revolución cubana y el que se proclama desde los centros de poder imperialistas, los cuales se aprovechan del dominio que ejercen sobre los medios de información masiva y de conformación de la opinión pública internacional a nivel cotidiano y académico.

En esta concepción de la relación individuo-sociedad como enlace de dignificación personal y colectiva, la noción de propiedad privada capitalista interviene como privadora de sentido a la comunidad patriótica, a la patria, pues enajena real o potencialmente al pueblo, a las grandes mayorías de la población, de los medios fundamentales de existencia. La construcción de una comunidad nacional real, no ilusoria, implica consecuentemente su superación.

El derecho a la propiedad es examinado a través del enfrentamiento de la noción burguesa de la propiedad privada como organizadora de la sociedad cubana, por cuanto la misma subordina a su concepto egoísta la libertad, la moral, la cultura, la familia y al ser humano: en aras de los intereses de los propietarios privados se entrega la patria al dominio imperialista, se prostituyen las familias, se suprimen las libertades y "se impone una sociedad cruel, dividida entre explotadores y explotados, y esclavizan al individuo". [40]

La existencia real de la comunidad nacional resulta incompatible con la propiedad capitalista como organizadora del tejido social, de las relaciones de las personas entre sí y con el entorno. La Revolución socialista hace de la comunidad ilusoria una comunidad efectiva; mientras que la propiedad privada capitalista convierte a la comunidad en una ilusión en un doble sentido: como conjunto de personas que comparten un patrimonio único y como fisonomía humana nacional específica, pues la suerte que impone por necesidad en este contexto histórico singular es la absorción étnica y civilizatoria por parte del imperialismo norteamericano.

Es partidario de la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales, en manos de las masas trabajadoras, de todo el pueblo, la cual no excluye sino presupone la propiedad personal sobre determinados medios de vida. Al mismo tiempo defiende como un asunto de finalidad estratégica del proyecto revolucionario la propiedad privada del pequeño campesino, enlazada a la propiedad socialista por múltiples vías, como base de la alianza obrero-campesina.

Propugna el principio del colectivismo no contra la individualidad, sino contra el individualismo burgués (de carácter liberal) y preburgués presente o latente en la cultura (en su manifestación a través de la psicología y los puntos de vista del "vivo", del parásito, que nos viene de nuestros ancestros coloniales [41] ), a favor de la individuación emancipadora. Ese colectivismo es un arma de lucha contra el capitalismo y sus intentos por restaurarse en el país, por lo que supone una base genuinamente nueva para el despliegue de la individualidad enriquecida, del proceso de personalización, de la multiplicación del genio colectivo.

Este ideario está enfilado contra el encubrimiento de la diferenciación real de status y roles sociales de los distintos individuos que ocurre dentro de la noción demoliberal de los derechos cívicos y políticos, pues constituye un arma para socavar la división de la sociedad en clases antagónicamente enfrentadas en el proceso de la producción y con cuotas particularmente desiguales de participación en el poder político, ante todo estatal. Bien entendido que esto no significa su limitación sólo al plano clasista y político del asunto, pues Fidel impugna también otras formas no políticas de ejercitar el poder y que provocan segregación y opresión en la vida social, de manera particular en el plano de las relaciones de género y raciales.

V.- El estado y los "derechos positivos". Libertad e igualdad

Sobre la base de lo dicho se definen los derechos de la persona tanto individuales como colectivos en calidad de derechos no sólo negativos, sino sobre todo positivos, es decir, derechos que en sus dimensiones cívicas, políticas, económicas, sociales y culturales de carácter personal y colectivo, toman al Estado y a las organizaciones sociales como medios propiciadores de la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de distinta índole. En ello radica un asunto trascendental de este ideario, el cual diferencia la concepción fidelista de la doctrina de los derechos humanos respecto a otras variantes de esta última que circulan por el mundo, y no sólo frente al liberalismo. En su fundamento se contiene la noción de la unidad Estado-sociedad civil, del carácter genuinamente popular del régimen político y del papel decisivo de las masas y las personas concretas sobre la vida pública.

El Estado no tiene otra finalidad que las personas concretas y la comunidad que constituyen; no existe una "razón de Estado" por encima o independiente del sujeto de la soberanía. El Estado sirve a la comunidad, a las personas concretas realmente existentes y no es el instrumento de una minoría alejada y separada del pueblo, pues en rigor es un medio para ampliar crecientemente la base social del poder y privar a este último de su naturaleza "pública", es decir, de todo carácter de fuerza organizada independientemente de la comunidad. La relación dirigentes-dirigidos en política se presupone de servidumbre de los primeros hacia los segundos. La regulación social de esta relación no tiene nada parecido a una panacea, ya que es históricamente cambiante y muy compleja, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia histórica acumulada en procesos de construcción socialistas llevados a cabo en otras latitudes y discutida todavía insuficientemente en la literatura de izquierda.

Es altamente ilustrativo de lo señalado la obligación que se impone al Estado en cuanto a la persona. El 13 de noviembre de 1964, hablándoles a estudiantes del Instituto Tecnológico "Álvaro Reynoso" de Matanzas, Fidel señaló con toda exactitud: "La Revolución significa, precisamente, eso: garantizarle a cada joven que nazca en este país su oportunidad; garantizarle a cada joven que nazca en este país su educación; garantizarle a cada joven que nazca y crezca en este país, el derecho a ocupar un sitio decoroso dentro de la sociedad, el derecho a vivir decentemente, dignamente, honrosamente de su trabajo; el derecho de cada joven a ocupar el sitio que le corresponda por sus condiciones, por su carácter, por sus virtudes. Eso es la Revolución. La Revolución significa el crear ese derecho para todos, sin aquella odiosa distinción entre ricos y pobres". [42]

Por tanto, esta concepción se encamina a crear requisitos sociales institucionales que destierren la condición de la angustia existencial, de la zozobra de la supervivencia para la comunidad y cada uno de sus miembros; que garanticen y aseguren la vida de cada uno como una condición necesaria, estable y permanente de la constitución de lo social, creando con ello la premisa indispensable para toda política realmente libre y democrática, para trascender creativamente todos los ámbitos de la vida social.

Justamente, este ideario apunta a engendrar en el medio social espacios esenciales que propicien la construcción de nuevos sentidos de la vida personal, a partir de la satisfacción de las necesidades humanas básicas sobre la base de las posibilidades más amplias para hacerlo, logradas por la comunidad en su totalidad. Esto condiciona que su materialización práctica conduzca indefectiblemente en determinado plazo al desencadenamiento del genio colectivo, de la potenciación de la individualidad, con los múltiples, crecientes y profundos retos que ello implica para las estructuras sociales constituidas y los estilos de dirección configurados tradicionalmente, en el sentido de que estas estructuras y estilos muy pronto comienzan a resultar estrechos al nuevo tipo de personalidad y de interacción social que genera el proceso de emancipación social y personal efectivo.

En el marco de esta concepción se considera que el ejercicio revolucionario exitoso de la democracia directa e indirecta por parte del pueblo sitúa a la persona como tal en calidad de destinataria de derechos y obligaciones generados por parte del nuevo Estado, el cual ha sido creado como instrumento en manos de la sociedad civil y que le devuelve a ella lo usurpado en los regímenes sociales antagónicos. Se presupone una coincidencia en principio entre los intereses personales y los sociales generales, por cuanto el despliegue creativo y libre de los primeros pasa por la realización exitosa del proyecto colectivo; no se prioriza el asunto de la particularidad en sus formulaciones de partida, aunque por los efectos sociales integrales que entraña la materialización práctica de este proyecto, se arriba indefectiblemente a la potenciación de esto último debido al proceso de individuación que genera la dignificación efectiva de las masas.

Sobre este asunto de la particularidad y la individuación el pensamiento socialista ha guardado un silencio contraproducente, aunque sobre ello se cuenta con alertas dadas desde inicios del siglo XX, a partir del análisis de la experiencia de la Revolución de Octubre [43] . En mi opinión esta es una de las líneas por donde a todas luces continuará el desarrollo de este ideario.

El examen de la historia de los últimos cuarenta años evidencia que la implementación política de la coincidencia en principio del interés personal y del colectivo general constituyó una condición ineludible para propiciar el desarrollo de la libre individualidad en un país como Cuba a raíz del triunfo de la Revolución. La dignificación personal transitó por necesidad a través de la emancipación de las masas, por muy ofensivo que ello pueda resultarle al estrecho individualismo burgués y a la "sensibilidad globalizada" de ciertos intelectuales.

El Estado queda así comprometido con funciones sustantivas a cumplimentar mediante políticas públicas que creen condiciones para que la sociedad le garantice a cada cual una vida lo máximo de prolongada, de saludable y segura; lo que no significa imponer un criterio único de felicidad, sino enfrentar gnoseológica y prácticamente las condiciones de existencia a partir del criterio del progreso de la desenajenación entre las personas y aquellas. En este sentido el Estado está en la obligación de garantizar que la sociedad cree mecanismos, políticas públicas, para suministrar empleo a cada cual, acceso a las conquistas de la cultura y protección social a cada uno (jubilación, pensión, seguridad social), quien a su vez está en el deber de cumplir sus obligaciones para con la colectividad.

El fin de las políticas públicas tiene que ser la persona, su respeto como objetivo social y virtual valor absoluto. En este sentido, la concepción de la política en Fidel Castro consiste en entenderla como una relación no instrumental, sino humana; a través de la política las relaciones instrumentales se ponen al servicio de la comunidad y de la persona concreta. Por eso, siendo la política una esfera de actividad clave, posee criterios externos a ella que la regulan y determinan.

Según la noción fidelista de política, ella no puede hablar el lenguaje del poder autónomo, sino del poder sustentado en la autoridad moral, en el consenso y reconocimiento de la opinión pública, del deseo, la esperanza, las formas de saber y de pensar, y la voluntad de las masas y las personas concretas. Esos criterios son en primer lugar de naturaleza ética. La política funge como la esfera de la participación popular, lo que implica la necesidad de crear los mecanismos institucionales, normativos, procedimentales, ideológicos, de saber y saber hacer, adecuados e históricamente cambiantes que la propicien e incrementen.

Los ideales fidelistas se enfilan a superar la dicotomía individuo-ciudadano, a poner al Estado al servicio de las personas entendidas en esta condición y no por un criterio segregacionista de carácter de clase, sexo, género, nacionalidad o raza.

Es defensor de la idea de que la sociedad tiene que crear a todos una "real y absoluta igualdad de oportunidades" para el más pleno desarrollo físico e intelectual, sin discriminación alguna de sexo, género, raza, o posición económica. Él la constata como una conquista de la Revolución que constituye un reto diario y por etapas, a cumplir siempre sobre nuevas bases; nunca será un resultado inamovible y final.

La noción de Fidel consiste en que la sociedad ha de crear, de manera dinámica y siempre replanteada, condiciones reales para que no exista indigencia, prostitución, drogadicción; es decir, para que no se engendre sistémicamente enajenación entre el hombre y la riqueza social, entre el hombre y su cuerpo, entre el hombre y la colectividad, sus metas y normas. En mi opinión en ello reside dentro de esta concepción el criterio de desarrollo progresivo de los derechos humanos: su fuente está en la práctica humana desenajenadora de toda índole y en todos los planos de la vida social. La fuerza impulsora de los derechos humanos en la noción de Fidel Castro radica en las masas revolucionarias, en la gente consciente y de buena voluntad.

El Estado tiene que crear condiciones para que la sociedad se configure sobre la base de la igualdad y la no-discriminación racial, de género y sexual, esto incluye igualdad de oportunidades y de tratamiento público a las diferentes personas. Es una noción del Estado como medio no sólo de gobernación, sino de desenajenación, de participación de todos, de dignificación personal de cada uno. Por tanto, ha de incluir en su desenvolvimiento la eliminación de los mecanismos que reproducen las discriminaciones en lo económico, político, social y cultural. Esa es una vocación suya de carácter esencial a materializar en la práctica cotidiana del gobierno de la sociedad.

Considera que la desigualdad clasista antagónica es incompatible con la libertad de las masas, de los trabajadores. A la luz de lo dicho es posible entender que en la concepción de Fidel la igualdad -no simplemente jurídica, sino ante las condiciones materiales y espirituales de existencia- y la solidaridad sean los pilares de la concepción de la libertad política, constituyan la garantía del acceso de todos y cada uno a las fuentes de la riqueza social y del gobierno de la comunidad, para satisfacer las necesidades del crecimiento y despliegue de la personalidad.

Para Fidel la igualdad entendida en los planos económicos, sociales, político-jurídicos y culturales es una condición primaria de la libertad política real y la democracia verdadera. Las igualdades económicas, sociales, jurídicas y culturales, intervienen en su ideario como bases de la igualdad política o constitución democrática de la sociedad. La relación dirigentes-dirigidos en su visión de la sociedad no debe ser construida sobre otras bases; de serlo, deviene ilegítima y espúrea. En consecuencia, este vínculo requiere de mecanismos sociales de configuración y control que garanticen su carácter genuinamente popular y democrático. Estos criterios han sido profundamente retados en su instrumentación práctica y configuración ideológica durante el "periodo especial" que vive la sociedad cubana desde inicios de los 90.

La libertad política real de la persona en cuanto tal -es decir, no tomada en su parcialidad clasista, étnica, sexual, genérica, racial- se concibe como una función de la igualdad social entendida en sus dimensiones económico-productivas, sociales, políticas, jurídicas y culturales, como igualdad de oportunidades y de tratamiento, que se alcanza gracias a la actividad transformadora de las grandes masas.

Esta noción de la igualdad social no es equivalente al igualitarismo porque contiene el respeto a la desigualdad legítima, así como el trato desigual de lo desigual legítimo. Sin embargo parece sentar de hecho determinada premisa para la aparición del mismo tan pronto la vigencia de su formulación germinal sobrepasa la función crítica, destructiva y defensiva inicial de la obra revolucionaria. Consiguientemente, el asunto se dibuja como uno de los puntos de enriquecimiento ulterior de este ideario. En las etapas iniciales de la Revolución Fidel no parece poner en evidencia pública estos matices del asunto, como corresponde a las etapas tempranas de la Revolución social en que crece este pensamiento condicionado por las tareas claves del momento. Sin embargo, la dinámica ulterior del proceso histórico ha planteado la necesidad de dilucidarlos a fondo. La desigualdad del punto de partida exige políticas y tratamiento desiguales por parte del Estado para lograr y mantener la equidad social en las nuevas condiciones históricas.

En su concepción prioriza la necesidad de la superación de las desigualdades fundamentales, ante todo clasistas, de género y raciales; por tanto, el tratamiento igual por parte del Estado y la sociedad a los grupos y clases de personas diferentes tradicionalmente situadas fuera de los ámbitos del ejercicio del poder; el establecimiento de una igualdad básica como premisa para la conquista de la dignidad y el comienzo del despliegue de la individualidad.

Esta igualdad de derechos (es igualdad creciente de acceso a las fuentes de la riqueza, en primer lugar, de los resultados y medios para producirla; la cual sólo tiene como condicionamiento la magnitud de la riqueza pública y los requerimientos motivacionales para garantizar su crecimiento y ampliación constantes, no limitada por condiciones sociales particulares) contiene la necesidad de políticas diferenciadas y de tratamiento diferenciado para superar las desigualdades absolutas y relativas iniciales a fin de dejar atrás las huellas enajenadoras de los regímenes de explotación social y subordinación personal precedentes.

Es necesario destacar su énfasis en el asunto de los valores esenciales que deben organizar la vida de un país para que existan realmente condiciones sociales propiciadoras de la libertad política. Como se dijo, ellos son la igualdad y la solidaridad, derechos económicos, sociales y culturales garantizados para todos. La condición cívica de la dignidad humana requiere de premisas económico-sociales caracterizadas por la igualdad. La existencia de la libertad real exige satisfacción de las necesidades materiales ("no tener hambre") y de las necesidades espirituales básicas (ser letrado, no ser analfabeto), así como de un trato social igual para todas las personas, en primer lugar de parte del Estado, pero no únicamente por él, sino por todas las formas de asociación sociales.

Fidel insiste en la idea de que no puede existir democracia real con hambre y analfabetismo. Enlaza la democracia sincera, verdadera, a la garantía de los derechos socioeconómicos de todos, a la aplicación de la justicia social: "ni pan sin libertad ni libertad sin pan." [44]

En su opinión, el marxista-leninista genuino ha de intervenir en la historia real como el más consecuente realizador práctico de los derechos humanos. De ahí que su noción del asunto esté estrechamente enlazada a la comprensión del socialismo, siempre entendido como un grandioso experimento social conducido por el pueblo, [45] que tiene como centro de atención la reivindicación integral de la persona en el seno de la colectividad y, por tanto, también la desenajenación de las instancias públicas en tanto medios para la creación y aseguramiento de las condiciones indispensables para el ejercicio de la libertad personal. Este punto de vista está comprometido con su aplicación práctica y no simplemente con su debate teórico o ventilación en el plano de las ideas.

Su definición de democracia y de socialismo se enlaza a la participación de todos y cada uno en la política, en la toma de decisiones. Así arguye: "...¿qué es la democracia? Democracia es el gobierno de las mayorías, dijeron unos y es verdad. La democracia, dijeron otros, es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Eso es verdad también. Pues aquí gobierna una mayoría por el pueblo, una mayoría del pueblo." A ello añade la idea de que: "...el pueblo participe en los problemas, que el pueblo dé sus opiniones, que el pueblo decida: eso es lo que significan la democracia y el socialismo..." [46] Esta manera de ver el asunto recuerda formulaciones realizadas por Rosa Luxemburgo en el análisis de la experiencia histórica de la Revolución de Octubre. [47]

Según este ideario las relaciones individuo-Estado tradicionales deben ser reconstruidas para liquidar su antagonismo o conflictividad por naturaleza; y, por tanto, resulta intrínsecamente improcedente e injusto intentar regularlas de manera fundamental a través de "derechos negativos"; pues al contrario, ello exige ante todo de "derechos positivos" que conserven y expresen en un nivel más alto la dignidad de la persona, su condición de finalidad de la totalidad social, incluido el Estado.

La noción de derechos humanos promovida por Fidel Castro propicia el acceso de las masas populares, trabajadoras en primer término, al poder político, para desatar un proceso de emancipación social profundo y de dignificación personal sin parangón en la historia de la humanidad.

Como puede constatarse, el programa ideológico en el cual se inserta esta noción supone no simplemente la personalidad autónoma, sino la creación en el medio social de condiciones materiales, espirituales, institucionales, culturales, etcétera, para desplegar su enriquecimiento en perspectiva ilimitado y entendido en unión con el de todos los demás.

VI.- Socialismo y libertad de conciencia

A este propósito es necesario señalar que con respecto a la libertad de conciencia individual y a su corolario históricamente implícito en ella y que antecede a su formulación genérica, la libertad de creencias religiosas, el ideario fidelista contiene posiciones particularmente importantes en el mundo de hoy y que constituyen elementos claves de la comprensión del socialismo y el comunismo. "... En ningún sentido está planteado, ni está concebido el cambio social profundo, el socialismo y el comunismo, como algo que proponga inmiscuirse en el fuero interno de una persona y negar el derecho de cualquier ser humano a su pensamiento y a sus creencias. Nos parece que eso pertenece a lo más íntimo de la persona humana (...). Eso está en la esencia del socialismo, está en la esencia del comunismo y está en la esencia de las ideas revolucionarias respecto a las creencias religiosas...". [48] Es oportuno señalar que desde 1959 Fidel señaló el respeto a la libertad de conciencia, a la libertad de creencias religiosas y a la libertad de culto como cuestiones esenciales de su concepción democrática de la sociedad. Su comprensión de la democracia se ha ido enriqueciendo en la medida que ha avanzado la Revolución cubana como proceso histórico; ya que esta última ha engendrado medios, formas, procedimientos e instituciones particularmente originales y creativos en la configuración y ejercicio del poder público por parte de las masas. Es este uno de los puntos medulares de polémica y enfrentamiento con el liberalismo, dada la inveterada tendencia dogmatizante de esta corriente ideopolítica a absolutizar y concebir de manera ahistórica y acultural el modelo de organización política de la sociedad capitalista desarrollada occidental.

En 1977 Fidel señaló que el asunto de la libertad de creencias religiosas y de culto "...es una parte muy crítica e integral de la totalidad de los derechos que describimos como derechos humanos..." [49] . Y esto lo hizo con el argumento de que la finalidad estratégica del socialismo es la máxima libertad de la persona, por tanto, no puede excluir el derecho a la convicción religiosa de cualquier género, sino que al revés, ha de incorporarlo como un derecho inalienable del individuo.

También aludió al vínculo existente entre los sentimientos religiosos con las ansias e ideas nobles, de ahí entonces que los sentimientos revolucionarios no puedan entrar en fricción con ellos, al contrario, coinciden en hacer el bien y combatir las lacras que hacen infelices a los hombres. Es decir, la coincidencia de la concepción revolucionaria del mundo con el derecho a la libertad de creencia transcurre a través de la intencionalidad de ambas de perseguir la consecución del bien y luchar por la felicidad de los hombres.

Fidel sostiene la idea de la separación institucional del Estado y la iglesia propia del pensamiento revolucionario cubano desde el siglo XIX e interviene contra la conversión del acto religioso en acto público contrarrevolucionario, es decir, contra la pretensión de convertir a la institución religiosa y su culto en un fenómeno de carácter político regresivo.

Debe señalarse que Fidel ha manifestado abiertamente su oposición hacia las opiniones controladas y desenmascarado el control de la opinión pública por las agencias capitalistas. Sobre la base de distinguir conceptualmente la "libertad de prensa" de la "libertad de propiedad sobre los medios de divulgación masiva" defiende la idea de que la prensa, los medios de difusión masiva, deben ser propiedad del pueblo, requieren ser sometidos a un proceso de democratización radical. Este es un motivo central de su concepción acerca de la libertad de prensa y de palabra. Se enfrenta decididamente a la existencia de propiedad privada sobre los medios de información, promoviendo su socialización en beneficio de la comunidad y de la persona.

Es un pensamiento orientado a la superación de la enajenación espiritual, al fomento del carácter autónomo de la conciencia individual, a superar su heteronomía. Por eso enfila sus ideas contra la existencia de "sujetos sujetados", de sujetos controlados por el discurso del poder. En este espíritu ha llamado reiteradamente la atención acerca de la importancia de la crítica dentro de la Revolución: "Hemos dicho: no importa que se equivoquen una o mil veces, siempre serán preferibles los inconvenientes de los errores de la crítica, que los de falta de crítica, ¡que los de falta de crítica!". [50]

Su prédica sobre los derechos humanos es altamente subversiva, dirigida contra el discurso emitido desde un poder dominante y subordinador del pueblo y la persona, por lo que aboga por la constitución de un poder alternativo de carácter desenajenador, de forma tal que las normas sociales y la ideología no se asuman como valores heterónomos por la persona, sino como autónomos. Eso implica que en el entramado social la persona debe estar colocada en condición de coautora del discurso, de productora de ideología y de saber. Su prédica socava todo intento de construir autoritariamente la representación ideológica de la realidad. [51]

Es una concepción cuya aplicación práctica en las relaciones políticas se encamina por necesidad a la disolución de un sujeto axiológico y epistemológico supuestamente único y centrado, al cuestionamiento de su necesidad y legitimidad; por lo que plantea un reto sistemático y continuo al trabajo ideológico y a la labor de dirección social en la marcha del proceso revolucionario, debido a su carácter profundamente democrático, antidogmático, antiautoritario y revolucionario. Hacia esa finalidad ha de marchar el organismo social transformado por vía revolucionaria, siempre sobre nuevas bases.

VII.- Unidad e indivisibilidad del plexo de los derechos de la persona y la colectividad

En la obra de Fidel se argumenta a fondo la idea de la indivisibilidad e intercondicionamiento de los derechos y deberes de la persona y la colectividad. Los derechos humanos no se reducen a las demandas cívico-políticas y a sus garantías institucionales, sino que suponen un fundamento socioeconómico y cultural; por tanto, premisas de este carácter y garantías también en este plano.

Las virtualidades configuradoras del plexo dinámico y en ampliación de los derechos de la persona en tanto humana, constituyen una totalidad indivisible, aunque sólo sea porque el ser humano para hacer política tiene que existir materialmente; pero ante todo, porque las dimensiones económicas, sociales, políticas, jurídicas y culturales de la persona sólo pueden separarse en la abstracción. En la vida real constituyen un entramado de vínculos con los demás y las instituciones, referidas a un mismo agente. Las diferentes aristas son otras tantas formas de proyectarse la naturaleza social única e indivisible del ser humano.

Su posición frente a los derechos implica que todos ellos son procesuales, virtualidades a materializar en la vida social y a perfeccionar y ampliar de manera progresiva y sistemática. En consecuencia, no asume a los distintos órdenes de derechos como generaciones sucesivas (aunque así suelen presentarse por un connotado círculo de especialistas en derecho internacional), sino como exigencias a plasmar en la práctica social transformadora configurando una unidad indisoluble.

Un asunto clave en su ideario es el enlace que establece entre los derechos humanos individuales con los derechos colectivos de los pueblos: la imposibilidad de la realización y respeto de los derechos humanos en un país si no se garantizan "para todos los pueblos en todas las zonas del mundo". Esto no constituye simplemente un imperativo categórico de naturaleza ética sino una conclusión política completamente realista y derivada de la naturaleza global del capitalismo contemporáneo. Éste es el fundamento de los "derechos de la humanidad" que proclama en su ideario. Es una noción de los derechos de la persona donde se enlaza lo individual y lo social en el sentido nacional e internacional en la época del imperialismo y la globalización neoliberal.

VIII.- Contra las formas de discriminación

A la luz del desarrollo de la obra revolucionaria Fidel Castro ha enriquecido la doctrina socialemancipadora en los planos clasista, genérico y racial de una manera sistemática y multiabarcadora. Arremete contra las formas de discriminación de los pobres, las mujeres, los negros y los homosexuales. Es decir, critica no sólo las bases socioeconómicas de la explotación clasista, sino también el machismo acendrado en la cultura, sus profundas consecuencias enajenadoras de la persona y la colectividad, así como las raíces y manifestaciones del prejuicio y la discriminación raciales. En su pensamiento abarca de manera explícita y argumentada la problemática femenina, del negro y el asunto del homosexualismo [52] .

Es oportuno señalar que con el término machismo designamos una determinada actitud discriminatoria a propósito de la conducta sexual, la cual presupone que la interacción del hombre y la mujer es de subordinación y dominio de la segunda por el primero, de rebajamiento y uso de ésta por aquel. El macho ejerce el poder en los diferentes ámbitos sociales y la hembra obedece.

Desde este punto de vista las relaciones sexuales se "leen" en el sentido de la "acción-pasión" y como configuradoras del conjunto de las relaciones sociales. Quien ocupa la posición "pasiva", "penetrada", no llega a la dignidad del "hombre", entiéndase varón, y por tanto, no puede gozar de sus "privilegios". Se enajena así lo femenino de lo masculino y no se le reconoce o se le mengua dignidad humana a la feminidad, tanto en su manifestación propiamente en la persona de sexo femenino como en la de sexo masculino. Sus apariciones sociales desbordan como regla el marco de las relaciones interpersonales y familiares para hacerse patentes en todas las esferas de la vida de la sociedad, tales como el trabajo, la política, la cultura espiritual; se fijan y reproducen asimismo en el idioma, en las orientaciones de valor cotidianas y en ciertas instituciones. Es un rasgo inherente a las culturas de corte patriarcal, por lo que otorga fundamento para que desde el pensamiento social sea emprendida una lectura de género a todo el entramado de las relaciones sociales, incluidas las políticas.

Fidel se manifiesta declaradamente por la promoción política de la mujer en la sociedad. Critica la política revolucionaria estatal y partidista desde el ángulo de género, y también a la cultura tradicional cubana por machista, por lo que ello implica de discriminatorio para la mujer y los homosexuales. Considera que la lucha por la igualdad de la mujer es una de las batallas más difíciles de la revolución, ya que supone modificar profundos estereotipos políticos y crear instituciones y condiciones sociales que la propicien. En consecuencia, examina en detalle y fundamenta las formas concretas de materialización práctica de los derechos humanos de la mujer. De esta manera ve en la Federación de Mujeres Cubanas un instrumento organizativo de la lucha por la igualdad de la mujer, con el apoyo del PCC y el Estado. La consecución de esta finalidad la concibe como una tarea de todas las instituciones políticas y el sistema socializador en conjunto.

Una vez liquidadas las diferencias de clase fundamentales en la sociedad como su principio organizador, se requiere de otros cambios no menos importantes que propicien la emancipación femenina, tales como la creación de puestos de trabajo, de círculos infantiles, semiinternados; normas legales como el Código de Familia, el Código de Trabajo; transformaciones ideológicas en el plano de la lucha contra el machismo en sus diversas manifestaciones; la promoción de la mujer mediante la política de cuadros hacia responsabilidades administrativas y políticas. Este es un proceso complejo y largo que siempre se plantea sobre nuevas bases.

Asimismo concibe que la obra de la revolución no puede completarse sin la total superación de la desigualdad racial. Para ello arremete contra los mecanismos sociales que la generaban y reproducían en la sociedad capitalista neocolonial, sobre todo la exclusión en el empleo y en los centros de recreación públicos. Señala como métodos iniciales para su superación una adecuada política de empleo, la persuasión por vía educativa y la legislación antiexcluyente.

En este sentido diferencia como existentes en ese estadio dos tipos de discriminación racial fundamentales, la del empleo y la cultural "o de recreo". Es sabido que la revolución cubana no ha engendrado el fenómeno de la discriminación racial, sino que, heredándolo del pasado, lo ha sometido a un proceso de profunda crítica y erradicación de sus formas de manifestación y fuentes sociales fundamentales.

El asunto de la emancipación humana social y personal no queda resuelto definitivamente sólo con la conquista de la emancipación clasista y política; pues en rigor con ello sólo hace comenzar, si nos atenemos a Marx en cuanto a la comprensión del socialismo y el comunismo como nuevo modo de apoderarse de las condiciones de existencia, del conjunto de las relaciones sociales, por parte de los sujetos sociales reales.

Las fuentes de la subordinación, segregación y estigmatización de las personas no se reducen a los ámbitos abordados por la revolución socialista en su etapa inicial, sobre todo en una cultura heredera de un pasado de esclavitud hasta la segunda mitad del siglo XIX y de la correspondiente sociedad estamental atendiendo al color de la piel.

Existen otros terrenos de naturaleza social, económica, psicológica, política, ideológica, familiar, institucional y cultural, en que se generan fuentes complementarias y multiseculares de esos fenómenos; las cuales requieren también de una obra de superación a fin de eliminar sus efectos antihumanos en la vida pública y privada.

Es necesario destacar que la ideología revolucionaria cubana en sus primeras etapas presupuso la identidad de la intención antidiscriminatoria y las primeras medidas de justicia social con la desaparición del fenómeno en la realidad social objetiva. Con ello desterró a la psicología social, al rango de reminiscencia del pasado; por lo que durante largo tiempo no elaboró determinaciones­ conceptuales para identificarlo y delimitarlo en las nuevas condiciones históricas, así como para regular su evolución ulterior de manera consciente y sistemática en el sentido de captar sus nuevas formas de manifestación y de posible impacto en la vida pública y privada, a medidas del transcurso del proceso revolucionario y la modificación de las condiciones internas y externas de desarrollo, por lo cual tal evolución quedó en alto grado a expensas de la espontaneidad.

El asunto de la equidad racial ha ido pasando cada vez más del ámbito privado a la vida pública como resultado de las propias transformaciones revolucionarias, gracias a las cuales ha cambiado la naturaleza de las condiciones de existencia de las masas populares y del tipo de personalidad preponderante en la población. Paulatinamente ha ido incrementándose el terreno de la intolerancia ante las desigualdades injustificadas y ha aumentado la sensibilidad colectiva ante estos fenómenos, lo que resulta particularmente manifiesto durante "el periodo especial" experimentado por la sociedad cubana en la década de los 90, en el cual diversos factores endógenos y exógenos impactan la vida material y repercuten negativamente en las relaciones raciales y en la inserción social de la población negra.

Nuevos campos de las relaciones sociales pugnan por ser objeto de dirección transformativa, entre ellos las desigualdades que quedan o se generan nuevamente en el trato entre las personas de diferente color y en su modo de vida, así como el reflejo de estos problemas en la espiritualidad social. Este terreno es muy sensible por la carga cultural y de formas de opresión que guarda desde siglos pasados, así como por lo sutil de sus manifestaciones­, pero es indispensable delimitarlo conceptual e ideológicamente a fin de crear condiciones para trazar una estrategia para su regulación emancipatoria, sobre la base de la unidad y no recreando una nueva forma de segregación ajena al proyecto emancipatorio formado por la nacionalidad desde fines del siglo XIX. Para lograr estos fines el pensamiento de Fidel a propósito es sumamente importante.

Por su misma naturaleza este es un asunto en el que con mucha claridad aparece el enlace entre la garantía de la vigencia de los derechos humanos en un país y en el mundo. La concepción del problema por Fidel posee una arista internacional esencial, que ha condicionado la condena del apartheid y la lucha activa por su liquidación.

Consideraciones finales

Lo expuesto hasta aquí hace perfectamente claro por qué en el pensamiento de Fidel Castro resulta clave el asunto de la conquista de la dignidad plena del ser humano como fin último de la actividad revolucionaria transformadora. Nótese que no se trata de cualquier "dignidad", sino justamente de aquella que convierte a la persona real en su totalidad y no de manera parcial como ciudadano, en un fin sustancial de la sociedad. Esa intencionalidad por fuerza implica lograr la dignificación real de los trabajadores, de los oprimidos, en la sociedad de clases capitalista tradicional mediante su transformación revolucionaria.

En este ideario la noción de la legitimidad del poder se enlaza indisolublemente a la reivindicación de los derechos de los oprimidos, a su carácter popular genuino, a la participación decisiva y creciente de las masas y de las personas concretas, particularmente "los humildes", en la construcción y ejercicio del poder y las políticas, a fin de liquidar las múltiples formas de la enajenación social e individual.

En consecuencia, su encarnación práctica implica una profunda transformación de la relación tradicional al capitalismo entre el Estado y la sociedad civil, pues supone que el primero se tiene que llenar de civilidad y la segunda expresarse de forma inmediata en la política, con todas las consecuencias que esto trae aparejado para la vida privada y la reconstitución de la vida pública.

Me refiero ante todo a la liquidación de la contraposición antagónica entre el Estado y la sociedad civil, así como a la construcción de su encuentro paulatino a través de una creciente e interesada participación popular, capaz de establecer y regular la relación dirigentes-dirigidos sobre bases genuinamente democráticas. Por eso es un pensamiento profundamente revolucionario y enfilado contra el capitalismo y todas las formas de opresión y subordinación social y personal. En ello radica su esencia subversiva en el mundo de hoy, incluida esa parte de la realidad donde se construye el socialismo que, por necesidad histórica, es un proyecto en desarrollo y no un estadio final a que se arriba.

Este potencial revolucionario tanto crítico como constructivo sigue siendo vigente, a pesar de la preconización que algunos hacen en la actualidad, desde las posiciones de un redescubierto liberalismo presuntamente "no como ideología sino como actitud" [53] , del triunfo del nihilismo y de la muerte de los metarrelatos o de los "grandes discursos emancipadores"; porque los problemas humanos que intenta resolver y por cuya superación ha luchado a través de la práctica política, siguen esencialmente presentes y multiplicados en la sociedad globalizada bajo los principios y la práctica del capitalismo.

Se impone la necesidad de continuar el estudio de este legado vivo a fin de comprender más a fondo todas sus aristas, así como las regularidades de su desarrollo, su significación para la elaboración contemporánea de la teoría marxista, los retos que hoy enfrenta tanto internos como externos, y optimizar su impacto en la vida social.

Notas y referencias:

[1] Para comprender a cabalidad el alcance de lo que decimos es necesario tener en cuenta que, en el Informe anual sobre Estrategia de Seguridad Nacional correspondiente a 1999, rendido por el Presidente Clinton al Congreso de los Estados Unidos el 4 de enero del año 2000, a tenor de la Ley Goldwater Nichols de 1986, se señala que "Estados Unidos sigue comprometido a promover una transición pacífica a la democracia en Cuba y prevenir un éxodo masivo que podría poner en peligro la vida de los migrantes y la seguridad de nuestras fronteras. Mientras mantenemos presión sobre el régimen para que aplique reformas políticas y económicas, seguimos alentando el surgimiento de una sociedad civil que ayude en la transición a la democracia cuando ocurra el cambio". (Tomado de Fragmento del Informe distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos, con fecha Enero 21 del 2000. Las negritas son mías. ML.).

Esta intencionalidad está incluida en lo que el mencionado Presidente denominó como "los tres objetivos centrales de la estrategia de seguridad nacional", los cuales son: "mejorar la seguridad de Norteamérica, apuntalar la prosperidad económica de Norteamérica y promover la democracia en el extranjero". Considera asimismo "la participación y el liderazgo estadounidenses en los asuntos mundiales" como los elementos centrales para alcanzar estos objetivos estratégicos.

La injerencia en los asuntos internos de Cuba es política oficial del Estado norteamericano y se encamina a intentar la modificación de los fundamentos de la sociedad que se ha venido construyendo desde 1959 en el país. La envoltura terminológica de esta política hegemónica y prepotente norteamericana corresponde a la del demoliberalismo tradicional; con ella se trata de justificar su contenido genocida real y la violación flagrante del derecho internacional que entraña, tanto en la letra como en el espíritu.

[2] V.I Lenin. Acerca del infantilismo "izquierdista" y del espíritu pequeñoburgués. En Obras escogidas en 3 tomos, Editorial Progreso, 1981, T-2, p.730.

[3] Derechos humanos en Cuba. Editora Política, La Habana.1988; Derechos humanos civiles y políticos: Armonía y contradictoriedad. Material mimeografiado, La Habana. 5 cuartillas. 1993 y Fidel Castro. Los Derechos Humanos 1959-1988. Selección temática. Editora Política, La Habana, Cuba. 1989.

[4] Como se conoce, según Locke, el poder político, a diferencia de las otras formas de poder existentes en la sociedad, consiste en el derecho de hacer leyes obligatorias para todos y ejercitar la coerción para imponerlas en caso necesario, incluida la pena de muerte; leyes encaminadas a regular y preservar la propiedad. Es decir, de manera totalmente clara y franca, como corresponde a un clásico consecuente con lo que entiende justo y necesario, vincula la política a la regulación y defensa del orden económico establecido por las relaciones de propiedad privada. El poder político, en consecuencia, posee cuatro funciones esenciales a que tiene derecho el gobernante: a)hacer o emitir leyes, b)imponer sanciones ante su incumplimiento, c)emplear la fuerza de la comunidad para ejecutarlas, para hacerlas cumplir, d)usar la fuerza de la comunidad para defender la nación contra el extranjero que la agravie. Sobre esa base el Estado presuntamente sirve al bien público. El hombre se une a los otros en sociedad política por temor, para cuidar su vida, libertad y hacienda, para proteger su propiedad, en los marcos de un Estado contractualmente dado. Locke no podía suponer siquiera las paradojas en que entró esta concepción con la realidad social tan pronto se encarnó en las relaciones reales. (Ver: Ensayo sobre el gobierno civil. Fondo de Cultura Económica, México, 1941, pp. 2, 53, 79)

[5] 7 Documentos de nuestra historia. Ediciones Políticas, La Habana, 1967, pp. 42-43.

[6] Empleo el término en el sentido que le atribuye Don Fernando Ortiz cuando apunta en Los factores humanos de la cubanidad que "(...)La cubanidad plena no consiste meramente en ser cubano por cualesquiera de las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus condiciones; son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser"; por lo que entiende necesario distinguir conceptualmente la condición de cubanía, la cual es "... cubanidad plena, sentida, consciente y deseada; cubanidad responsable, cubanidad con las tres virtudes-dichas teologales-de fe, esperanza y amor". Estoy hablando, en consecuencia, de la condición de portar consciente y comprometidamente el proyecto emancipador, dignificador e independentista inherente a este etnos, como un rasgo ideológico esencial a la identidad cubana. Este es el mismo sentido con que Fidel Castro interpreta la condición de ser cubano en La historia me absolverá cuando señala: "...somos cubanos, y ser cubano implica un deber, no cumplirlo es crimen y es traición. Vivimos orgullosos de la historia de nuestra Patria; la aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia, y de derechos" . (La cita de Don Fernando Ortiz corresponde a Estudios etnosociológicos. Compilación, prólogo y notas de Isaac Barreal Fernández. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p 14; y la referencia al texto del discurso de Fidel se hace según la edición citada, p. 103).

[7] Don Fernando Ortiz en su conocida obra Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar caracterizando la configuración étnica de la sociedad cubana ha precisado el sentido de este término de la manera siguiente: "Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz angloamericana acculturation, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse de neoculturación... En conjunto, el proceso es una transculturación, y este vocablo comprende todas las fases de su parábola" (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, p.90)

[8] Ver: Olivia Miranda Francisco. El método de conocimiento de la sociedad martiano y marxista y leninista. En: La articulación del marxismo y el leninismo y las tradiciones nacionales en Cuba. (Obra inédita, 1999).

[9] Nota: A este propósito abundo en Individuo y sociedad en José Martí. Análisis del pensamiento político martiano. Editorial Academia, 1998, cap. IV.

[10] Es oportuno señalar que esta dimensión antidogmática y antimecanicista del pensamiento de Fidel posee una coincidencia notable con la formulada por Antonio Gramsci en su célebre trabajo Utopía. "No conciben (los reformistas "... que no son capaces de concebir la divina libertad y gimen continuamente ante el pasado porque los acontecimientos se desarrollaron mal." M.L.) la historia como desarrollo libre -de energías libres, que nacen y se integran libremente- distinto de la evolución natural, igual que los hombres y las asociaciones humanas son distintos de las moléculas y de los agregados de las moléculas. No han aprendido que la libertad es la fuerza inmanente de la historia, que destruye todo esquema preestablecido. Los filisteos del socialismo han reducido la doctrina socialista a la bayeta del pensamiento, la han ensuciado y se vuelven furiosos contra los que, en su opinión, no la respetan." (Citado de Para la Reforma Moral e Intelectual. Selección de Francisco Fernández Buey. Los libros de la Catarata, Madrid, 1998, p. 51)

[11] A propósito ha dicho Fidel: "(...) Cada uno tiene sus opciones, pero nadie tiene derecho a trasmitir a otros su propia filosofía ante la vida o la muerte. (...)". "Otro es el caso de los criterios, puntos de vista y opiniones sobre cuestiones globales, que afectan al planeta, tácticas y estrategias de lucha recomendables. Como ciudadanos del mundo e integrantes de la especie humana, tenemos derecho a expresar con entera claridad nuestro pensamiento a todo el que quiera escucharnos, sea o no revolucionario". (Fidel Castro. Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas. Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, 3 de febrero de 1999. Editora Política, La Habana, 1999, p.59)

[12] Es una expresión muy destacada de lo dicho la reflexión realizada por Fidel en Oporto el 18 de octubre de 1998, cuando al analizar las desastrosas implicaciones del orden económico internacional para los países del así llamado Tercer Mundo y el movimiento revolucionario afirmaba: "¿Acaso eso debe desalentar a los hombres progresistas o a los hombres que desean cambios revolucionarios? No, porque a la vez que se hacen más difíciles las soluciones aisladas en un país, se hacen más probables las posibilidades de soluciones globales de los problemas del mundo. Bien puede cualquier hombre progresista preferir que cambie el mundo, a que cambie solamente su propio país".(Fidel Castro. Capitalismo actual. Características y contradicciones. Neoliberalismo y Globalización. Selección temática 1991-1998. Editora Política, La Habana, 1999, p.281)

[13] Fidel lo ha expresado de una manera muy precisa en las siguientes palabras: "Pero en ese esfuerzo ignorado (se refiere a las misiones internacionalistas realizadas por el pueblo cubano en diferentes partes del mundo para combatir los desastres naturales, la pobreza, la incultura, la desatención médica, el apartheid, etc. M.L.), muy ignorado, hemos aprendido mucho de los pueblos; hemos aprendido a conocer los pueblos y sus cualidades extraordinarias, y, entre otras cosas, hemos aprendido no sólo a través de ideas abstractas, sino de la vida práctica y cotidiana, que no todos los hombres somos iguales en nuestros rasgos físicos, pero todos los hombres somos iguales en cuanto a talento, sentimientos y las demás virtudes necesarias para demostrar que en la capacidad moral, social, intelectual y humana todos somos genéticamente iguales." (Fidel Castro. Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas. Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. 3 de febrero de 1999. Editora Política, La Habana, 1999, p.12.

[14] Con este término me refiero a la aparición del capitalismo como formación económico-social universal y a su programa ideológico, configurado en lo fundamental a partir del siglo XVII. Para abundar en la temática puede consultarse From Modernism to Postmodernism. An anthology, editada por Lawrence Cahoone, Blackwell Publishers Ltd., USA, UK, 1998.

[15] Es importante señalar a este propósito que la crítica al patrón de consumo capitalista globalizado la fundamenta en sólidos argumentos del tipo siguiente: "Suelo citar el ejemplo de que si el modelo de consumo es que cada ciudadano de Bangladesh, la India, Indonesia, Paquistán o China tenga un automóvil en cada casa -y me perdonan los que tienen automóviles aquí, parece que no hay ya más remedio, son muchas las avenidas y largas las distancias-. No estoy criticando, es la advertencia que hago sobre un modelo imposible de aplicar al mundo que está por desarrollar (...)Ellos me van a comprender bien, porque Caracas ya no da tampoco para muchos automóviles. Van a tener que hacer avenidas de tres y cuatro pisos (...), ¿saben? Me imagino que si en China hicieran eso, los 100 millones de hectáreas de que disponen para producir alimentos, se convierten en autopistas, garajes, parqueos de automóviles y no quedaría dónde cultivar un grano de arroz. Es loco, incluso, caótico y absurdo, el modelo de consumo que le están imponiendo al mundo (...) No pretendo que este planeta sea un convento de monjes cartujos (...), pero sí pienso que este planeta no tiene otra alternativa que definir cuáles deben ser los patrones o modelos de consumo alcanzables y asequibles, en los cuales debe ser educada la humanidad." En esta misma ocasión añadía: "¿Por qué debido exclusivamente a razones comerciales, ganancias e intereses de élites superprivilegiadas y poderosas, bajo el imperio de leyes económicas caóticas e instituciones que no son eternas, ni lo fueron ni lo serán nunca, como las famosas leyes del mercado convertido en objeto de idolatría, en palabra sacrosanta que a todas horas se menciona, todos los días, el hombre de hoy tiene que soportar hambre, desempleo, muerte prematura, enfermedades curables, ignorancia, incultura y todo tipo de calamidades humanas y sociales, si pudieran crearse todas las riquezas necesarias para satisfacer necesidades humanas razonables que sean compatibles con la preservación de la naturaleza y la vida en nuestro planeta? Hay que meditar, hay que definir. Desde luego, parece elementalmente razonable que el hombre disponga de alimentación, salud, techo, vestido, educación, transporte racional adecuado, sostenible y seguro, cultura, recreación, amplia variedad de opciones para su vida y mil cosas más que pudieran ser asequibles al ser humano, y no por supuesto un Jet particular y un yate para cada uno de los 9 500 millones de seres humanos que en no más de 50 años estarán habitando el mundo." (Fidel Castro. Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas. Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, 3 de febrero de 1999. Editora Política, La Habana, 1999, pp.17 y 18.

[16] Fidel Castro. Capitalismo actual...p.535.

[17] Fidel Castro. Ibídem, pp. 34-35.

[18] Ver a este propósito el Discurso ante el XXXV periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, pronunciado en Nueva York el 12 de octubre de 1979. (Fidel Castro. Los derechos humanos. 1959-1988. Selección temática de Fabio Raimundo Torrado. Editora Política, La Habana, 1989, p. 157).

[19] Fidel Castro. Capitalismo actual... pp. 36 y 37 respectivamente.

[20] Idem, p. 37

[21] Para abundar en este asunto puede consultarse la obra Cuba verde. En busca de un modelo para la sustentabilidad en el siglo XXI. Editorial José Martí, La Habana, Cuba, 1999.

[22] No es mi intención en esta ocasión intentar dilucidar un asunto tan complejo respecto a las sociedades capitalistas desarrolladas contemporáneas, pues para nadie es un secreto el impacto que sobre la estructura socioclasista de estas sociedades causa el proceso en curso que modifica la correlación entre los sectores de servicios, agrícolas e industriales en estos países; bajo la influencia del modo tecnológico de producción desplegado sobre la base de la Revolución científico-técnica de la segunda mitad del siglo XX. Ello trae consigo una reestructuración de los agentes y sujetos sociales, de sus capacidades transformadoras, formas organizativas, niveles de actividad, etc., que requieren de un estudio macrosociológico particular, aun ausente en la literatura de la izquierda.

[23] Así ha señalado en la Universidad Central de Venezuela, el 3 de febrero de 1999, dirigiéndose a estudiantes y profesores allí reunidos, que "...hoy no existe un pueblo por liberar, hoy no existe un pueblo por salvar; hoy hay un mundo, hoy hay una humanidad por liberar y por salvar(...), y esa no es la tarea nuestra, es la tarea de ustedes" (Fidel Castro. Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas. Discurso pronunciado en el Aula Magana de la Universidad Central de Venezuela. 3 de febrero de 1999.Editora Política, La Habana, 1999, p. 9)

[24] Pienso que el viejo problema planteado por el pensamiento socialista decimonónico acerca del carácter internacional de la transformación revolucionaria de la sociedad vuelve a suscitarse, pero sobre bases singularmente nuevas. Ya Rosa Luxemburgo antes de la II Guerra Mundial arribó a la conclusión de que la disyuntiva consistía en socialismo o barbarie. Hoy la dinámica internacional nos lleva de forma inmediata a esa misma conclusión: las estructuras de dominación internacionales actuales se hacen insostenibles y amenazan con conducir a toda la humanidad a su holocausto, sin mencionar aquella parte suya que todos los días está pereciendo en virtud de razones estructurales en la mayor parte del Tercer Mundo. Todo parece indicar que sólo modificando las bases y el modo sobre los que se conduce hoy la globalización es posible enfrentar la solución de los conflictos de desarrollo suscitados en los marcos locales de países y continentes completos.

[25] De esta manera señaló en el Discurso de Clausura del IV Encuentro del Foro de Sao Paulo el 24 de julio de 1993 que "No podemos permitir que las Naciones Unidas se convierta en un instrumento del hegemonismo mundial de Estados Unidos, no podemos permitir que las Naciones Unidas se convierta en un instrumento del imperialismo de Estados Unidos, ya saben ustedes la influencia que tiene ese país, que controla el Banco Mundial, el Banco Interamericano, el Fondo Monetario Internacional, montones de instituciones de crédito. Lo sabemos por experiencia". Y a ello agregó que "Por eso debiera estar inscrito también en la bandera de la izquierda de América Latina la lucha por la democratización de las Naciones Unidas. Son cosas que tienen una enorme importancia". (Fidel Castro. Capitalismo actual...p. 68.)

[26] En Río de Janeiro, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio y Ambiente y Desarrollo, luego de apuntar que el hombre como especie biológica estaba en riesgo de extinción acotó que "las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con solo el 20% de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer" (Fidel Castro. Capitalismo actual... p.34)

[27] En este sentido concluyó en el IV Foro de Sao Paulo que "... es muy claro que la democratización de las Naciones Unidas exige, en primer lugar, la desaparición del veto, privilegio irritante creado hace 50 años en la posguerra en un mundo muy diferente al de hoy; significa la elección periódica de los miembros del Consejo de Seguridad, sin excepción. (...)Nosotros comprendemos que hoy no sea realista pensar en una democratización completa de las Naciones Unidas, y por eso planteamos allí, en Salvador de Bahía, la cuestión de ampliar proporcionalmente el número de miembros del Consejo de Seguridad, ya que hoy son casi 200 países, ampliarlo a 40 o 45; triplicar, por lo menos, el número de miembros permanentes, de modo que pudiera haber dos o más por América Latina y el Caribe, dos o más por África, dos o más por Asia, en cuyo caso, el veto ya no sería el derecho de un solo país, sino que deberían sumarse varios países para ejercer el derecho del veto. Esto como una fórmula por la cual luchar, pero para ello hace falta formar conciencia". (Fidel Castro. Capitalismo actual... pp. 67-68)

[28] En el discurso inaugural de la Cumbre Sur, primera reunión de jefes de Estado o Gobierno del Grupo de los 77, celebrada en la Habana del 12 al 14 de abril del 2000, Fidel apuntó con una lista amplia de argumentos que la globalización ha sido encerrada "...en la camisa de fuerza del neoliberalismo, y como tal tiende a globalizar no el desarrollo, sino la pobreza; no el respeto a la soberanía nacional de nuestros Estados, sino su violación; no la solidaridad entre los pueblos, sino el "sálvese quien pueda" en medio de desigual competencia en el mercado", por lo que el Tercer Mundo está urgido de demandar su marcha por otros carriles. "Nos prometieron hace cincuenta años que un día no habría abismo entre países desarrollados y subdesarrollados. Nos prometieron pan y justicia, y hoy hay cada vez menos pan y menos justicia". "Hace falta un Nuremberg para juzgar el orden económico que nos han impuesto, que cada tres años mata de hambre y de enfermedades previsibles o curables más hombres, mujeres y niños que todos lo que en seis años mató la Segunda Guerra Mundial". (Periódico Granma, Año 36, número 74, del 13 de abril del 2000, pp.4-5).

[29] Es muy aleccionador a este propósito lo que expresó en la Clausura del IV Encuentro del Foro de Sao Paulo: "...el otro punto que nosotros llevamos a la conferencia cumbre, como una cuestión esencial, fue lo relacionado con la integración de América Latina, y cuando hablamos de integración como aspiración de América Latina, hablamos de integración económica y de integración política. No es una cuestión de sentimentalismo. (...)No es una cuestión sentimental, decía, es una cuestión vital, es una cuestión de supervivencia, estamos viviendo en un mundo de grandes gigantes económicos e industriales, de grandes comunidades económicas y políticas. ¿Qué perspectivas de independencia, de seguridad y de paz, qué perspectivas de desarrollo y de bienestar tendrán nuestros pueblos divididos? Claro que es una tarea dificilísima, basta analizar los esfuerzos aislados de integración para comprender cuán difícil es la tarea de la integración económica, pero es que tenemos necesidad de la integración económica, de la integración política y de vencer todos los obstáculos. No son las transnacionales las que nos van a integrar y las que nos van a unir; pero cuando hablamos de la integración económica y política de América Latina, hablamos, sobre todo, de una cuestión de conciencia, de una conciencia que hay que formar, de un pensamiento que hay que crear. Si no se crea un pensamiento, si no se crea una conciencia, nada será posible. (...)Ahora estamos creando conciencia sobre eso. Es deber de la izquierda, en mi modesta opinión, crear conciencia de la necesidad de la integración y de la unión de América Latina. Ninguna región del mundo tiene tantas cosas en común: el idioma, incluido el portugués, porque nos entendemos perfectamente con los portugueses sin traductor -bueno, ahora hablamos de América Latina y del Caribe, al fin y al cabo el inglés no es tan difícil -, una cultura común, una historia común, una mezcla de razas" (Fidel Castro. Capitalismo actual... , pp. 65, 66-67.)

[30] Periódico Granma, año 36, número 76, 15 de abril del 2000, p.5.

[31] Al concluir la VIII Cumbre Iberoamericana en Oporto, Portugal, Fidel expuso a los periodistas que: "Habría algo por lo cual nosotros podemos sacrificar cosas: hasta nuestra propia y entrañable bandera estaríamos dispuestos a sacrificar en aras de un internacionalismo justo" (Fidel Castro. Capitalismo actual...p. 297.)

[32] Fidel Castro. Capitalismo actual...p. 198. (las negritas son mías. ML)

[33] Como señalara el 12 de marzo de 1995 en su Discurso en la Conferencia Mundial sobre Desarrollo Social, celebrada en Copenhague, Dinamarca: "...donde falta humanidad, no puede haber derechos humanos. Donde impera el egoísmo, no puede haber solidaridad. Donde las sociedades de consumo y despilfarro se establecen como modelos para una población que ya rebasa los 5 700 millones de seres humanos, no puede haber ni medio ambiente que preserve, ni recursos naturales que no contaminen o agoten, ni desarrollo social posible. Donde la carrera armamentista y el comercio de armas persiste a pesar de haber finalizado la guerra fría, donde no se ha dedicado al progreso humano ni un solo centavo de lo que hoy como ayer se derrocha en armas, donde los bloques militares se extienden irracionalmente, donde las armas sofisticadas continúan fabricándose y perfeccionándose, no puede haber desarrollo social. Con hegemonismos, con intervenciones de todo tipo bajo cualquier pretexto, que sólo tienen lugar en países pequeños y del Tercer Mundo, sin el respeto al derecho sagrado de cada país a su plena independencia e igualdad en las relaciones internacionales, no puede haber paz ni desarrollo social. Es mentira, puro engaño" (Ibídem, p.96)

[34] Fidel Castro. Capitalismo actual... p.282.

[35] Conviene señalar que Fidel no reduce en absoluto el concepto de actividad revolucionaria de las masas a su manifestación única o esencialmente por vía armada o en los marcos estrechamente nacionales. En relación con la amenaza completamente real del hegemonismo imperialista contemporáneo contra los pueblos, él ha puesto el énfasis suficientemente en los aspectos cívicos, éticos, de opinión, que puede adquirir la actividad revolucionaria genuinamente popular, las diversas formas de expresión que la misma puede procurarse. En la clausura del Foro de Sao Paolo el 24 de julio de 1993 en la Ciudad de la Habana, expresó: "Creo en la lucha y, sobre todo, creo en la lucha de los pueblos, creo en la lucha de las masas, y recientemente hemos tenido en América Latina importantes ejemplos de lo que puede el pueblo sin armas -fíjense, incluso, de lo que puede el pueblo sin armas --, de lo que pueden las masas, de lo que puede la conciencia, de lo que puede la ética porque, al mismo tiempo que se están produciendo estos fenómenos negativos, hay una inevitable participación mayor de los pueblos en los acontecimientos" (Fidel Castro. Capitalismo actual...p.60)

[36] Así expresó en Ciudad del Cabo, el 4 de septiembre de 1998 en el Discurso que pronunciara ante el Parlamento de Sudáfrica: "¿Es que el mundo puede contemplar indiferente esta catástrofe? ¿Puede o no puede el hombre con los asombrosos adelantos de la ciencia enfrentar esta situación? ¿Para qué hablarnos de índices macroeconómicos y otros eternos engaños, recetas y más recetas del Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, de las virtudes milagrosas de las leyes ciegas del mercado y los prodigios de la globalización neoliberal? ¿Por qué no se admiten estas realidades? ¿Por qué no se buscan otras fórmulas y se reconoce que el hombre puede ser capaz de organizar su vida y su destino de forma más racional y humana? (Fidel Castro. Capitalismo actual... pp.220-221.)

[37] Ver: John Locke. Ensayo sobre el gobierno civil. Fondo de Cultura Económica, México, 1941.

[38] Ver: Immanuel Kant. Sobre la paz perpetua. Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1994, p.16 y 26.

[39] Idem, p. 14

[40] Fidel Castro. Los derechos humanos... p. 82.

[41] Ver a este propósito Entre brujas, pícaros y consejos de María del Carmen Víctori Ramos, del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana "Juan Marinello", publicado por la Editorial José Martí en 1997.

[42] Fidel Castro. Los derechos humanos..., p.204.

[43] León Trotsky. La revolución traicionada. ¿Qué es y adónde se dirige la Unión Soviética?. Pathfinder. Nueva York, Londres, Montreal, Sydney. 1992, pp. 147-148.

[44] Fidel Castro. Los derechos humanos..., p. 126.

[45] Consecuentemente con la concepción marxista y leninista genuina de la historia y de la sociedad, en reiteradas ocasiones Fidel ha alertado sobre el carácter experimental del socialismo y, por tanto, el carácter provisional de todas sus instituciones y de la normación de los derechos: "Es una sociedad nueva, es un mundo nuevo en que hay mucho de experimento todavía y de ensayo; pero si hay una política correcta, si se sigue una política de principios, si la dirección del partido, si el partido no se aparta de las masas y el partido es el instrumento...(..) Cuando hay oído atento y cuando el pueblo se siente parte activa de todo el proceso en todos los sentidos, entonces no tienen que surgir esas contradicciones.." (Fidel Castro. Los derechos humanos...p.149) Este asunto de la vinculación estrecha partido-masas, dirigentes-dirigidos, del modo de participación popular, fue central también en la obra de V.I. Lenin. En Las tareas inmediatas del Poder Soviético insistiendo sobre las medidas concretas para desarrollar la organización de los Soviets y el Poder Soviético Lenin señaló diáfanamente que: "Nuestro objetivo es hacer participar prácticamente a toda la población pobre en el gobierno del país; y todos los pasos que se den para lograr este objetivo -cuanto más variados, tanto mejor- deben ser registrados, analizados y sistematizados minuciosamente, deben ser contrastados con una experiencia más amplia y refrendados por la ley. Nuestro objetivo es lograr que cada trabajador, después de "cumplir la tarea" de ocho horas de trabajo productivo, desempeñe sin retribución las funciones estatales." Más adelante agregó: "Es precisamente esta proximidad de los Soviets al "pueblo" trabajador la que crea formas especiales de control desde abajo -derecho de revocación, etc.-, que deben ser desarrolladas ahora con celo singular." (V.I.Lenin. Obras escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1981, T-2, pp. 704 y 705)

[46] Idem, p.127.

[47] Rosa aborda el asunto de la naturaleza de la dictadura del proletariado en contraposición a la inherente a la dictadura de la burguesía, y desde el punto de vista de su cuestión sociológica fundamental, que ella resume de la forma siguiente: " ...el gobierno de la clase burguesa no necesita del entrenamiento político y la educación de todas las masas del pueblo, o a fin de cuentas no más allá de ciertos estrechos límites. Pero para la dictadura del proletariado esto es el elemento vivo, el aire mismo sin el cual no es capaz de existir". (En: Rosa Luxemburg Speaks. Edited by Mary.Alice Waters.Pathfinder, 1991, p. 389.) En opinión de Rosa la dictadura del proletariado es un medio político para garantizar la participación de la clase obrera y de todas las masas populares en la vida pública, en la transformación revolucionaria de la sociedad, para el entrenamiento político creciente de las masas. Para Rosa pues, la nueva sociedad política en formación ha de ser una dimensión de la sociedad civil, de la vida inmediata del pueblo, de los trabajadores. En el mismo sentido se ha pronunciado Antonio Gramsci sobre la Revolución de Octubre en su etapa inicial. "Los soviets y el partido bolchevique no son organismos cerrados: se integran continuamente. He ahí el dominio de la libertad, he ahí las garantías de la libertad. No son castas, son organismos en desarrollo constante. Representan la progresión de la conciencia, representan la organizabilidad de la sociedad rusa. Todos los trabajadores pueden formar parte de los soviets, todos los trabajadores pueden influir para modificarlos y conseguir que sean más expresivos de sus voluntades y de sus deseos. La vida política rusa se orienta de tal modo que tiende a coincidir con la vida moral, con el espíritu universal de la humanidad rusa. Se produce un intercambio continuo entre esas fases jerárquicas: un individuo sin formar se afina en la discusión para la elección de su representante en el Soviet, y él mismo puede ser ese representante; él controla esos organismos porque siempre los tiene a la vista, junto a él en un mismo territorio. Así cobra sentido de la responsabilidad social, se convierte en ciudadano activo en la decisión de los destinos de su país. Y el poder y la conciencia se extienden por medio de esa jerarquía desde el individuo hasta la muchedumbre, y la sociedad es como nunca se presentó en la historia." (Citado de Antonio Gramsci. Para la Reforma Moral e Intelectual. Selección de Francisco Fernández Buey. Los libros de la Catarata, Madrid, 1998, pp. 52-53). El subrayado es mío. M.L.

[48] Fidel Castro. Los derechos humanos... p.99.

[49] Fidel Castro. Los derechos humanos. ... p.91.

[50] Fidel Castro. Los derechos humanos. , p.116.

[51] En momento tan temprano como 1961 Fidel señaló "... Nosotros no le decimos al pueblo: ¡Cree! Le decimos: ¡Lee! Nosotros no le decimos: Esto es un dogma..." (Fidel Castro. Los derechos humanos. , p.192)

[52] En entrevista concedida a Tomás Borge Fidel ha señalado de forma particular que: "No te voy a señalar que, en cierto momento esa cosa machista influyó también en un enfoque que se tenía hacia el homosexualismo. Yo, personalmente -tú me estás preguntando mi opinión personal-, no padezco de ese tipo de fobia contra los homosexuales. Realmente, en mi mente nunca ha estado eso y jamás he sido partidario, ni he promovido, ni he apoyado, políticas contra los homosexuales (...) No veo el homosexualismo como un fenómeno de degeneración, sino lo veo de otra forma. El enfoque que he tenido es de otro tipo: un enfoque más racional, considerándolo como tendencias y cosas naturales del ser humano que, sencillamente, hay que respetar. Esa es la filosofía con que veo estos problemas... Y soy absolutamente opuesto a toda forma de represión, de desprecio, de menosprecio o discriminación con relación a los homosexuales. Es lo que pienso". (Fidel Castro. Un grano de maíz. Conversación con Tomás Borge. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1992, pp. 237-238.)

[53] Fernando Gil Villa. El mundo como desilusión. La sociedad nihilista. Ediciones Libertarias-proudhufi, S.A., 1999, p.185.

*Miguel Limia David, Baracoa, (1952), Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1974), Doctor en Ciencias Filosóficas en la Universidad Estatal de Bielorrusia "V.I.Lenin", Unión Soviética, (1983). Investigador Titular, (1995). Profesor e investigador en el área de la filosofía y la politología de reconocido prestigio nacional con decenas de trabajos publicados en Cuba y el extranjero. En la actualidad es Presidente del Consejo de Ciencias Sociales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, (2001)

Fuente: "Biblioteca Virtual de Filosofía y Pensamiento Cubanos" (Habana, Cuba): http://biblioteca.filosofia.cu/