La cultura no es un lujo, sino una necesidad

Frescas todavía las vivencias del magnífico VII Congreso de la UNEAC, Granma reproduce la entrevista del sabio cubano Fernando Ortiz, un hombre imprescindible de la cultura cubana (Tomado del libro Los que se quedaron de Luis Báez)

Historiador, penalista, economista, sociólogo, etnógrafo, Fernando Ortiz ha brillado en todas las ramas del saber. Es un extraordinario polígrafo y relevante personalidad de las letras cubanas. Un sabio.

Fernando Ortiz

Es la primera figura en la investigación del folclor afrocubano. En opinión del destacado ensayista Juan Marinello, Fernando Ortiz pasará a la historia como "el tercer descubridor de Cuba".

No es un marxista, pero sí un materialista. Un hombre que ha tratado de descubrir la verdad tal como es.

El conjunto de su obra enseña una Cuba que no se había descubierto en los aspectos de la etnografía, ciencia penal y sociología. Hombre de extraordinaria calidad humana, nunca ha perdido el contacto con la juventud.

Sus escritos han sido traducidos a varios idiomas. Hay recopilados 524 artículos y 84 volúmenes de sus obras.

Ha dirigido importantes publicaciones como la Revista Bimestre Cubana y el mensuario Ultra, desde donde promovió una importante difusión de las investigaciones científicas más avanzadas y los enfoques literarios más relevantes de su época.

A su lado se formaron intelectuales y políticos de la talla de Rubén Martínez Villena y Pablo de la Torriente Brau.

Acaba de poner en orden alfabético una nueva edición de su Catauro de cubanismos, el cual consta de casi 500 páginas.

Fui a verlo a la vieja mansión situada en 27 y L, en el Vedado. Ahí vive desde el 16 de julio de 1913. Se mudó el día de su cumpleaños.

Su esposa, Maria Herrera, me condujo al pequeño cuarto donde se encuentra esta gloria de las letras cubanas. Está en cama. Su salud se encuentra bastante quebrada.

Dos o tres cuadros, entre los que sobresale uno de su hija: fotos de sus dos nietos y tres biznietos y algunas esculturas africanas que reposan en una repisa es todo lo que tiene como adorno.

Viste bata color claro, medias grises. Sus movimientos son lentos. Habla muy bajito. A los 86 años de edad impresiona su excelente humor.

A la hora de responder algunas preguntas me entregó varios materiales escritos por él. Me dijo: "Ahí están las respuestas a sus inquietudes". Fernando Ortiz es una de las grandes figuras de la cultura cubana de todos los tiempos. Sus obras siempre serán de actualidad. Sus libros son imprescindibles para la comprensión de la nacionalidad cubana. Calificarlo de maestro es darle la más cabal acepción a esa palabra.

¿Dónde nació?

En San Rafael esquina a Lucena, en La Habana. Mis padres vivían en la última casa de la calle San Rafael de esa época, en los altos.

¿En qué año?

En 1881. Un 16 de julio.

¿Sus padres?

Madre cubana. Padre español.

¿Abuelos?

Vivían con nosotros. Mis padres me contaron que al yo nacer mi abuelo preguntó: ¿Hembra o varón? Le respondieron: "Varón." Entonces el abuelo gritó: "Un insurrecto más." A lo que mi madre le respondió: "No. Cónsul de Cuba libre."

¿Dónde pasó su infancia?

Muy pequeño mis padres me llevaron a Menorca, isla que se encuentra en el Mediterráneo. Aún no sabía hablar. Allí pasé mi infancia y mi puericia, hasta el despertar de mi razón. En aquella roca aprendí el español y el lemosín.

¿Qué recuerda de su niñez?

El ritmo pausado de aquella vida medieval. Entre castillos morunos y altares cristianos, entre señoríos y artesanías, me enseñaron sobriedad de ambiciones, constancia laboriega, costumbres con deberes y lealtades recíprocas, amén de inconformidad y reformismo.

¿Dónde estudió?

En España y Cuba.

¿Algún recuerdo en especial?

Un negrito de Nubia, que al nacer fue esclavo en Egipto y luego mi querido compañerito en la escuela pública. Nos asombraba a todos los escolares porque era entre no-sotros el único que hablaba francés.

No sabíamos explicarnos por qué aquel negro podía ser bueno y superior, no obstante su tez tan oscura como la piel del diablo, según allí nos decían.

¿Qué no ha olvidado de su estancia en España?

Una tarde mi madre me llevó a un museo donde se encontraba un machete que había pertenecido al general Antonio Maceo. Ella me decía: "Tócalo, tócalo mi hijo." Todo esto con mucho disimulo, porque estábamos entre españoles. Siempre me inculcó el amor a la patria, sentimiento que sigue estando vivo en mí como el primer día.

En ese mismo museo fue donde vi por primera vez los trajes de los "ñáñigos" y los "diablitos". Aquello me causó una gran impresión. Desde ese momento me interesé en los distintos aspectos del folclor cubano.

¿Cuándo regresó a Cuba?

A los catorce años.

¿Cómo fue ese reencuentro?

Vi que era tan hermosa y digna como me había enseñado mi madre. Yo quería a Cuba aun antes de conocerla. Me fue fácil seguir queriéndola, sufrir con sus penas en aquellos cruentos años de la reconcentración weyleriana y de la guerra por alcanzar la libertad de su estrella.

¿Volvió a Europa?

En el último año del siglo pasado vuelvo al viejo continente. En 1900 me gradúo de licenciado en Derecho en la Universidad de Barcelona.

En la Universidad de Madrid estudio Filosofía del Derecho Jurídico, Legislación Comparada, Historia de la Literatura Jurídica e Historia del Derecho Internacional.

En este viaje completo mis estudios universitarios e inicio, privadamente, los de las nuevas ciencias antropológicas y sociales, que aún no se profesaban en Cuba ni en aquellas universidades hispánicas.

¿En qué año retornó a La Habana?

En 1902. En 1903 soy nombrado cónsul de Cuba en la Coruña. También ejerzo dicho cargo en Génova y Marsella. Fui secretario de la legación en Paris.

Ya en 1905 viajo nuevamente a mi patria y empiezo a trabajar en el Poder Judicial. Me nombran abogado fiscal de la Audiencia de La Habana y profesor en La Universidad.

¿Qué asignaturas impartió?

Economía Política, Hacienda Pública y Derecho Constitucional.

¿A qué edad empezó a escribir?

A los 14 años. Desde joven tuve afición por la literatura.

¿Cómo escribe?

.A lápiz. Siempre he escrito a lápiz.

¿Su primer libro?

El primer libro lo publico en Menorca, en el año 1895. Me había graduado de bachiller. Se llamó Principi y Prostes. Consta de 56 páginas. Escrito en menorquín.

¿Su obra preferida?

No me ponga en ese aprieto. Las que más me gustan son las relacionadas con el tema de Los negros brujos y Los negros esclavos, las cuales, en unión de Los negros curros, comencé a escribir en 1906. Las dos primeras las terminé. Dejé engavetada la de Los negros curros, la que acabo de redondear. Espero que pronto ande por las librerías.

¿Aún escribe?

Tengo que escribir al dictado, lo cual es muy trabajoso; pero no puedo dejar de escribir mientras pueda. Ejercer este acto es una función biológica ya de mi organismo. Yo podría dejar de respirar, pero no de escribir.

¿Cuáles son los momentos más importantes de su existencia?

Mi vida carece de episodios relevantes. Ni siquiera he matado a alguien ni he intentado el pistolerismo ni he tenido jactancias ni desplantes de guapeza. Cosas que, en ocasiones, han sido muy provechosas. Soy de esos hombres comunes, tranquilos y trasparentes, que no suelen mentir, ni robar, ni millones ni millares ni centavos. ¿Fue por falta de destreza o por cobardía teñida de virtud? ¿O acaso por padecer de esa enfermedad inhibitoria, tan despreciable en nuestras criollas valoraciones sociales, que el médico denomina escatofagia y el vulgo de otra manera, tan expresiva como repugnante que no tengo por qué decir?

Dejo a la historia el juicio de los hombres. Yo vivo en paz con mi conciencia.

¿Algo de qué arrepentirse?

Ahora, así de momento, no sé de qué pudiera arrepentirme. He cultivado, sin gran esfuerzo, los pecados necesarios para poder sentirme ser humano, pleno y cabal, sin petulancias de santidad.

También he practicado, sin desviaciones ascéticas, un número de virtudes suficientes para afirmar mi hombría, llana, pero libre de ignominias y vilezas.

Hombre, solo hombre, sin orgullo ni bochorno, fui mucho tiempo. Creo ser todavía un buen muchacho. Nada más.

Tuvo personas brillantes a su lado.

En especial Rubén Martínez Villena y Pablo de la Torriente Brau. Más que mis secretarios, llegaron a ser mis dos grandes amigos. Eran hombres formidables, los estimé mucho. También tuve una gran secretaria: Conchita Fernández. Mujer exquisita, llena de virtudes y una característica que no abunda mucho en la tierra: lealtad.

¿Actualmente tiene alguien que lo ayude?

Cuento con la cooperación de Miguelito Barnet. Es un joven con talento, escribe bien. Llegará lejos.

¿Qué consejo les daría a los jóvenes?

La juventud tiene que ser realista. Es decir, amiga de la verdad. Debe estudiar lo necesario para saber. La juventud es una cosa muy vaga. Ya el hombre nace distinto. El hombre no nace sabedor. Tiene que aprender todo: desde el mamar cuando nace llorando hasta la última educación.

Usted ha tenido un gran espíritu investigador.

He recorrido la vida cubana hasta sus cavernas. Viví, leí, escribí, publiqué, siempre apresurado y sin sosiego, porque la fronda cubana es muy espesa y casi inexplorada.

Yo, con mis pocas fuerzas no podía hacer sino abrir alguna trocha e intentar derroteros. Así ha sido toda mi vida. Nada más.

¿Cómo definiría la ciencia?

Como lo único que cambia la verdad. La ciencia no está segura, pero es el único camino que puede ofrecer una hipótesis de seguridad.

¿Y la cultura?

La cultura es la patria, pero la patria sin cultura no podrá erguirse de esta puericia en que yace ni podrán sus hijos privados de posibilidades para expansionar sus conciencias y enlazar libremente sus energías, asumir la plenitud de las responsabilidades públicas y darse los destinos que les dice la soberanía democrática de la nación, que sus padres soñaron y por los que quisieron morir. Ni racismos ni xenofobias.

La cultura es como cultivo, trabajo, labrantío, siembra para la cosecha y fruto. Este concepto de la cultura, como superación humana, no abandonará a la humanidad; pero sus egoísmos, pasiones y errores a menudo la extraviarán por los campos.

¿Su función fundamental?

Ese concepto de la cultura, como esfuerzo de superación, ha de ser hoy día complementado por otro, surgido de las ciencias antropológicas y sociológicas, pues de poco serviría que la cultura creciera si no se comprendiera su función fundamental, por la cual el ser humano logra diferenciarse de la animalidad.

Por otra parte podría decirte que no hay una cultura, sino varias. Todo individuo tiene su cultura, más o menos poderosa, para su lucha por la vida. Todo pueblo tiene también su cultura propia en la cual están insertas y vinculadas las culturas individuales y las relaciones sociales que dan cohesión y organicidad al grupo humano, dotándolo de una fuerza colectiva para la vida común.

La cultura es algo estructural, algunos hasta dicen que orgánico. Es un mecanismo de cooperación integral.

Toda cultura es un complejo sistema de instrumentos, hábitos, deseos, ideas e instituciones por medio del cual cada grupo humano trata de ajustarse a su ambiente, siempre cambiadizo, y de mejorar la satisfacción de sus necesidades personales y sociales, por fortuna siempre crecientes.

Hoy se sabe que la cultura es fundamentalmente un sistema de nucleación humana, una organización funcional de fuerzas, medios y fines colectivos.

¿En algunos sectores existe la concepción de la cultura como un lujo?

Por desconocimiento, desvaloración o hipercriticismo. Depende de cada cual. Pero no, la cultura no es un lujo, sino una necesidad; no una contemplación, sino una cooperación copuladora de creaciones; no una neutralidad pasivista, sino una militancia activa; no una quietud ganada que se goza, sino una inquietud que hay que satisfacer sin cesar.

¿Cómo aprecia el desarrollo de la Revolución?

Si dentro de la concepción de desarrollo estriba como cualidad básica la transformación, debe decirse que en Cuba se están produciendo grandes cambios en todos los campos. En la cultura, en especial, se han dado pasos de avance muy importantes.

Mis viejos anhelos se han ido convirtiendo en realidad y estoy satisfecho de poder haber sido testigo de todos estos acontecimientos telúricos que transformaron el color, valor y esencia del hombre cubano.

1967

Falleció en La Habana, en 1969, a la edad de 88 años.