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Llaman a reconfigurar rol de
las mujeres en la familia cubana

La Doctora en Ciencias Psicológicas Patricia Arés afirma que la batalla por alcanzar en Cuba la equidad total de derechos de la mujer en el contexto familiar debe ser de toda la sociedad 
Por: Yailin Orta Rivera

Correo: digital@jrebelde.cip.cu

09 de marzo de 2008 00:46:48 GMT
Caricatura de LazElena no ha podido «tomarse un diez» en el trabajo. Cuando llega la hora de salida corre a recoger al niño en la escuela. En casa tampoco hay momento para respiros. Se cambia la ropa de un tirón y va a barrer, sacudir, limpiar. Luego en la cocina prepara la sazón, escoge el arroz, enciende la candela...

Va como remolino de un lado para otro. Baña al niño, lo viste. Tiempo más tarde le da la comida y hace la tarea con él para que termine pronto sus labores. A las siete de la noche también hay reunión en la cuadra y debe estar lista en dos segundos.

Cuando parece que por fin termina, recuerda que debe dejarle todo preparado a su hijo y esposo para que no les falte nada en los días que debe estar fuera de casa, como parte de sus actividades profesionales. Entonces dispone de tal forma que no se note su ausencia, y aún así, se siente culpable, con una sensación de abandono.

La vida ciclónica de Elena no es un caso aislado o raro. Es el contexto común donde se desenvuelven la mayoría de las mujeres cubanas.

La Doctora en Ciencias Psicológicas, Patricia Arés
En los hogares funcionamos para que todos dependan de nosotras, manifiesta la doctora Patricia Arés Muzio. Foto: Raúl López
Aunque su realidad haya sido reconfigurada por las profundas transformaciones operadas en el país después del triunfo revolucionario, aún ellas, en el ámbito familiar, asumen la mayor carga de labores y viven o experimentan, como lo define la Doctora en Ciencias Psicológicas, Patricia Arés, el síndrome de la supermujer. 

«Y es que ellas sienten que deben de poder con todo: la casa, los hijos, el trabajo, la pareja y las responsabilidades sociales. En tal sentido desarrollan estrategias de armonización y equilibrio, que les traen grandes costos de sobrecarga y exigencia», argumenta quien también preside la Sociedad de Psicólogos en nuestro país.

En nuestros hogares —precisa— funcionamos para que todos dependan de nosotras.

—Pero a ellas, aun sintiéndose agotadas por esta situación, les resulta muchas veces difícil ceder este espacio que han conquistado...

—Es muy contradictorio. Porque aunque parezca paradójico, este entorno de dependencia que crea la mujer a su alrededor le resulta también gratificante, ya que le favorece la autoestima sentirse imprescindible.

«Prueba de esto es que ella puede estar muy agobiada, pero si experimenta que los hijos o su pareja comienzan a ser totalmente autónomos; entonces ahí empieza a cuestionarse si ya no la quieren y asuntos semejantes.

«Aparece entonces el fenómeno de la sobrecarga de roles y tareas en la mujer, porque intenta asumir los nuevos quehaceres, sin querer renunciar al control y las ganancias secundarias que reciben al ser dueñas del hogar».

—Con la mayor participación de las cubanas en la esfera pública, el hombre ha tenido una inserción en la vida doméstica pero, ¿por qué aún sigue pareciendo un «mueble mal colocado» en las responsabilidades hogareñas?

—En este escenario de cambio en la vida de la mujer coexiste un modelo familiar con la presencia de muchos elementos arcaicos de la cultura patriarcal.

«La familia cubana es de fuerte tradición hispánica, judeocristiana y africana. Por tanto, un proceso de transformación social de casi cinco décadas no puede desterrar patrones de comportamiento tan fácilmente.

«Ni la misma mujer tiene incorporado en su estructura mental cómo lograr que el hombre participe armónicamente. Por eso es tan contradictorio, ella se vuelve muy exigente y él parece el ayudante.

«Muchas de las familias que quieren establecer rompimientos en los roles que se les han asignado históricamente, sufren esta problemática. Porque mientras a las mujeres las educan para ser las empresarias de su domicilio, la formación de los hombres, lamentablemente, carece de estas enseñanzas».

—¿Podría explicar cómo la cultura patriarcal tiene formas subversivas de infiltrarse e imperar en el escenario familiar, a pesar del efecto modulador de las políticas sociales?

—Las investigaciones realizadas expresan un conjunto de indicadores que muestran que la ideología patriarcal se actualiza con diferentes rostros y se manifiesta de múltiples maneras, algunas veces casi imperceptiblemente y otras más abiertas.

«A pesar de las transformaciones desarrolladas en nuestro país en beneficio de la mujer, de la familia y del logro de una equidad social, aún subsiste una ideología de predominio masculino sobre el femenino, y se siguen reproduciendo de manera acrítica estos patrones.

«Estudios realizados han demostrado que el tiempo dedicado a las tareas del hogar por la mujer duplica y hasta triplica los momentos invertidos por el hombre.

«También una investigación sobre las costumbres familiares mostró que hay un ascenso entre los miembros del hogar de modelos de comportamiento patriarcales.

«Tal es el caso de que muchas féminas por tradición dejan al hombre el espacio de la cabecera de la mesa familiar y ellas ocupan la diestra del mismo o el lugar más próximo a la puerta de la cocina.

«Asimismo a las cubanas, en su inmensa mayoría, les agrada un hombre de más edad que ellas y de mayor tamaño, como expresión de la visión que se tiene de él como sostenedor, dador y representante de la casa.

«Otra de las expresiones corresponde al hecho de que muchos de los hombres en la familia le ponen su nombre a sus hijos varones, especialmente al primogénito, y las mujeres a las niñas.

«Aún existen formas de crianza diferenciadas para los niños y las niñas. Se mantienen exigencias educativas diferentes, lo cual se evidencia en los mayores índices de responsabilidad que tienen las jovencitas en las tareas domésticas. Después ambos tienen los mismos derechos a acceder a carreras universitarias o a asumir responsabilidades de dirección en las escuelas, u otros escenarios.

«Pero le aumenta la carga a la mujer, una vez que el proyecto de ser madre y esposa coexiste con sus responsabilidades, siendo esto una limitante real».

—A pesar de que persisten estas expresiones patriarcales, también en estos años se han originado cambios psicológicos importantes al interior de la familia cubana. En su consideración, ¿cuáles son los más trascendentales?

—Las transformaciones sociales han redimensionado y reconceptualizado las relaciones de poder entre el hombre y la mujer en el contexto familiar.

«Hablamos de una mujer con mayores oportunidades de desarrollo. Hoy las cubanas son el 39 por ciento de la fuerza laboral y casi el 70 por ciento de los técnicos profesionales. Tienen un elevado compromiso y participación social y existen además, leyes que protegen fuertemente sus derechos.

«Esto ha determinado que ellas hayan dejado de ser sumisas, subordinadas a las decisiones del hombre, han ido recuperando su autoridad con sus descendientes, tienen potestad de decisión con relación al número de hijos que desean tener, la educación de los mismos, con la continuidad o no del matrimonio, así como intervienen en las inversiones familiares, en la organización del presupuesto y distribución del consumo.

«Diríamos que su desempeño en la esfera social ha tenido un impacto importante en la manera en que proyecta su personalidad, su autoestima, y en la forma en que conduce sus relaciones con sus hijos y pareja. Ahora ella es más poderosa, resuelta, independiente. No obstante, queda mucho por alcanzar en términos de equidad total de derechos en el ámbito familiar.

«Mientras que los hijos sean fundamentalmente propiedad de ella, así como las responsabilidades domésticas, se seguirá perpetuando la inequidad genérica.

«Romper ese sentimiento de ser el eje, el yunque o el horcón, que se refleja también en el discurso femenino cuando decimos “¿qué va a pasar con ustedes cuando yo no esté?”, no es batalla solo de la mujer, sino de la sociedad cubana en general.

«En un primer paso por deconstruir las teorías tradicionales de género, la supermujer tendrá que comenzar a innovar al interior del hogar, compartiendo las tareas con los demás miembros de la casa y soltando las riendas de la limpieza, el orden y la estética.

«Porque el amor y la entrega posesiva, sublime y desvivida a sus hijos y pareja, les impedirá el crecimiento, madurez y generará dependencias. Y ello solo conseguirá autodestruir su estabilidad emocional».