MANIPULANDO LOS CAMBIOS

Por Manuel E. Yepe
March 6, 2008

Si se quiere prueba más concreta de la fuerza y extensión de la capacidad de las corporaciones mediáticas del imperio para imponer estados de opinión, obsérvese el manejo de que ha sido objeto el reemplazo presidencial en Cuba.

Desarrollado de manera enteramente constitucional desde el momento cuando, en julio de 2006, el presidente Fidel Castro cedió el cargo de manera provisional al primer vicepresidente, Raúl Castro, y delegó en otros dirigentes la atención de los programas especiales que controlaba personalmente, el proceso se convirtió en objeto de especulaciones que sobrepasaban ampliamente la condición de indagaciones o reflexiones periodísticas.

Así transcurrieron 17 meses durante los cuales la información acerca del estado de salud del líder de la revolución se manejó con mucha discreción en aras de la seguridad de la nación, amenazada por los cuerpos de inteligencia y subversión de la superpotencia vecina que disponen de planes de intervención contra la isla en caso de muerte del líder de la revolución, cuyo asesinato han intentado en múltiples ocasiones.

Pero lo ocurrido durante los siguientes 18 meses hizo añicos todos los pronósticos y planes elaborados por los servicios de inteligencia y tanques de ideas estadounidenses, que excluían invariablemente la participación del líder de la revolución en cualquier posible escenario “post-Castro”.

Pero la campaña global de propaganda contra Cuba, que, a partir de la gran prensa corporativa (“mainstream media”) de los Estados Unidos abarca todo el planeta, tratando de acomodarse a la inesperada situación, manipuló la información acerca de los acontecimientos en Cuba para hacer pasar por hechos aquellas especulaciones que consideraban convenientes para contrarrestar el curso normal de la sucesión constitucional en Cuba.

Aunque nada pudieron hacer para impedir el curso democrático del proceso y debieron conformarse con los efectos del veneno que sembraron para impedir que el mundo conociera en todo su esplendor y pulcritud del comportamiento de la vida política en Cuba ante una de las pruebas más complejas que pueda enfrentar cualquier nación.

La maquinaria propagandista estadounidense logró crear, fuera de Cuba, la imagen de que en la isla se ha vivido un tenso período de incertidumbre y apuestas que ahora desplazan su foco principal hacia los cambios que necesita el país y la disposición y capacidad del nuevo gobierno de Raúl Castro para ejecutarlos.

Según José Martí, “La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila y su batalla preparada.”

Cualquier cubano residente en su patria está conciente de que, como toda revolución, la cubana es un proceso incesante de cambios, constantes innovaciones, experimentos, rectificaciones y reformas que involucran necesariamente la participación de todos, o casi todos, los ciudadanos.

Sin practicar este principio de incesantes cambios en respuesta a las acometidas del imperio, aprovechar sus debilidades o corregir errores propios, la revolución cubana no habría llegado hasta aquí.

La revolución cubana comenzó en el Siglo XIX, cuando ninguno de sus líderes actuales había nacido y no obstante ello, se nota un encadenamiento muy consecuente.

Se han perdido batallas pero su orientación hacia la afirmación y defensa de la identidad nacional, la independencia y la justicia ha sido constante, siempre incorporando las ideas revolucionarias más actuales y más nobles al bagaje de las propias.

Las generaciones que libraron el combate revolucionario contra el colonialismo español sufrieron, como las actuales en lucha contra el colonialismo virtual estadounidense, el lastre de los indiferentes (susceptibles siempre de ser ganados para la causa) y el decidido viento en contra de traidores oportunistas, sumados al enemigo.

Como lo fue antes José Martí, Fidel Castro ha sido el conductor principal de los revolucionarios cubanos en estos años arduos y gloriosos del enfrentamiento a la potencia imperialista más sanguinaria que haya conocido la historia, por mucho la que más muertes ha causado con sus guerras.

Pero de la misma manera que la caída en combate de José Martí no significó el fin de la revolución independentista -aunque si un duro golpe para ella-, las circunstancias que han imposibilitado que Fidel Castro continúe al frente del gobierno cubano no podrían desviar la lucha revolucionaria actual de los cubanos.

Máxime porque la persistencia con que el gobierno de los Estados Unidos ha tratado de eliminar físicamente al líder de la revolución mostró bien temprano a los cubanos que no se debía hacer el juego de los enemigos.

Con la misma persistencia con que Fidel Castro se opuso a la práctica del culto a la personalidad del líder de la revolución, la defensa del país ha sido diseñada para librarse por todo el pueblo de manera tan conciente que cada combatiente se entrena para actuar como un comandante en jefe en caso de quedar aislado.

Cuba cuenta, por ese motivo, desde muy temprano en la etapa actual del proceso revolucionario con un sistema de suplencias que, en el caso del más alto nivel de dirección, ha tenido siempre, por voluntad popular, a Raúl Castro como segundo jefe de la revolución.

Cuando los cubanos discutieron durante muchos meses y luego aprobaron en votación secreta, voluntaria y libre la Constitución que rige en el país desde hace más de treinta años, tenían conciencia de que la Ley Suprema debía ser marco adecuado para garantizar la continuidad del proceso revolucionario, sin vacíos de poder que alimentaran las ambiciones anexionistas del imperialismo.

Es lamentable que el pueblo de los Estados Unidos sea víctima de tanta desinformación y manipulación acerca de la realidad en el país contiguo y la voluntad que anima a los cubanos de mantener, con la misma decisión con que combaten todo cuanto atenta contra la soberanía de su patria, las mejores relaciones de amistad con el pueblo de la nación norteña vecina, y sus autoridades.

Marzo de 2008

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