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La Habana,
enero 25
de 2008
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Zámbila, el conde
de Keyserling y Waldo Frank |
Zámbila, Keyserling y Frank, en sus concepciones del
mundo moderno han llegado a análogas conclusiones,
aunque expresadas con palabras distintas.
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Caricatura que ilustra este artículo publicado
en uno de los números de la revista Social,
de febrero de 1930. |
Seguramente que Zámbila no ha leído nunca al Conde de
Keyserling ni a Waldo Frank, ni conoce siquiera la
existencia del filósofo alemán y el ensayista
norteamericano.
De ello tengo dos pruebas irrefutables: una, la
declaración del propio Zámbila; otra, el testimonio del
doctor Gustavo Cuervo y Rubio.
Pero, antes de seguir adelante, debo hacer a los
lectores la presentación de Zámbila. Zámbila es el
chauffeur del doctor Gustavo Cuervo y Rubio,
cirujano, profesor de la Universidad y compañero mío de
viaje, el año 1921, por Francia, Alemania y Austria.
Zámbila no habrá cumplido aún treinta años. Cubano. De
la raza negra. Carece de título académico, lo cual no le
preocupa, pues le basta con que lo posea su capataz. Y
además, tiene un título que él ostenta orgulloso: el de
chauffeur.
Zámbila no es filósofo ni ensayista. Y sin embargo es
autor de una teoría filosófica, de una concepción del
mundo moderno, cuya paternidad se atribuyen dos grandes
pensadores: el Conde Hermann Keyserling y Waldo Frank.
Precisamente en estos días, con motivo de las
conferencias ofrecidas en La Habana por este «redescubridor
de América», y crítico de Nuestra América (Nuestra
América, de Frank, es para nosotros «La otra América»,
como lo fue para Martí, en su admirable estudio
Nuestra América, escrito y publicado en 1891), se ha
discutido por algunos la originalidad de la concepción
de la época presente expuesta por Frank en su
conferencia sobre La mujer Norteamericana. Frank
fijó como símbolo representativo del espíritu del hombre
de nuestros días, el automóvil.
El Conde de Keyserling, en El Mundo que nace,
presenta, como tipo que encarna el moderno espíritu de
las muchedumbres, el chauffeur.
¿Quién copió a quién?, ¿Simples coincidencias en dos
hombres de talento, al juzgar la época en que viven?
No es mi propósito esclarecer a cuál de esos dos
pensadores corresponde legítimamente la paternidad de
esa concepción del mundo moderno.
Pretendo tan sólo, y no por patriotismo, sino por
justicia, dejar constancia de que esa teoría filosófica,
interpretativa de nuestra época y del hombre de los días
presentes, la expuso hace más de quince años, un cubano:
Zámbila.
La primera noticia que tuve de ello, fue el año 1921, en
Viena. Una tarde, encontrándome en el hotel, observé a
mi grande y buen amigo, y compañero de viaje, como ya he
dicho, doctor Cuervo, reírse a carcajadas mientras leía
una carta. El Quijote no era, desde luego. Pronto
mi curiosidad quedó satisfecha.
–Oye –me dijo mi amigo– esta carta que me escribe
Zámbila.
–Y, ¿quién es Zámbila? –le pregunté.
–Mi chauffeur –me contestó. Verás qué cosa más
interesante y original.
Y así era, efectivamente.
Zámbila le daba a su capataz noticias de La Habana,
personas, cosas, acontecimientos. Y todo estaba visto,
interpretado, juzgado, automovilísticamente. Los
hombres y mujeres eran carros. Las marcas,
mejores o peores, servían para determinar la categoría
de cada sujeto. Fulana, una real hembra, era un Rolls
Royce. Mengana, una cualquiera, era un potinguito. E
igualmente graduados y calificados los hombres. Y
chauffeur y automóvil, servían a Zámbila para
conocer y determinar cualquiera de las actividades,
necesidades, usos, costumbres, de la vida moderna.
–Así es Zámbila– comentó mi amigo Cuervo. Ve el mundo en
automovilismo. Habla automovilísticamente,
en todo y para todo. Para él, por ejemplo, el comer y el
beber, es tomar gasolina o aceite. Cuando uno está
enfermo, está en el taller. El organismo humano no tiene
para Zámbila, corazón, estómago, etc., sino carburador,
magneto… Y automovilísticamente juzga también las
acciones de los individuos, sus sentimientos, los
sucesos de cualesquiera índole.
Cuando mi amigo Cuervo y yo regresamos a La Habana, tuve
el gusto y el honor de ser presentado a Zámbila. Varias
veces he departido con él. Su concepción automovilística
del mundo moderno es indiscutiblemente suya, muy suya,
por él creada, sin influencias de lecturas o ajenas
opiniones. chauffeur, no por que dirija
automóviles, sino por vocación, orgulloso de su oficio,
identificado con los carros y con cuanto a ellos se
refiera, automóvil y automovilismo, han llegado a
constituir su mundo, y su oficio de chauffeur una
segunda naturaleza, al extremo de que ya hoy antes que
hombre es chauffeur, y para él no existe el mundo
sino después del automóvil. Su concepción, pues,
automovilística de la edad presente, es absolutamente
original y muy anterior a las teorías análogas expuestas
por el Conde de Keyserling en El mundo que nace,
y por Waldo Frank en La mujer Norteamericana.
Zámbila, Keyserling y Frank, en sus concepciones del
mundo moderno han llegado a análogas conclusiones,
aunque expresadas con palabras distintas.
Keyserling ve en el chauffeur «el tipo
determinante de nuestra edad de muchedumbres, como lo
fueron de otras edades el sacerdote y el caballero la
mayoría de los hombres se orienta hoy hacia el tipo del
chauffeur... en todo el mundo se instaura entre
la muchedumbre el tipo del chauffeur… la juventud
de hoy se diferencia de los pueblos salvajes en que, en
su alma, lo transferible domina sobre lo intransferible.
En tal respecto, su conducta encuentra su símbolo, no en
el hombre primitivo sino en el coche mecánico. Es
completamente mecánica».
Frank juzga que el hombre y la familia moderna
norteamericanos, y lo mismo puede aplicarse en mayor o
menor grado, a los hombres y las familias de todo el
mundo occidental, viven por el automóvil y para el
automóvil. La aspiración de unos y otras es: primero,
poseer un automóvil; después, ir mejorando la marca. Su
categoría social la dará la marca de carro que posean.
El vestir elegante, el comer bien, el poseer casa
confortable, importan poco. Todo será sacrificado al
automóvil.
Zámbila es más amplio en su concepto automovilístico del
mundo, pues para él si el mundo existe es porque el
automóvil lo necesita. Su teoría abarca las concepciones
de Keyserling y Frank. Mejor dicho, Keyserling y Frank
han expuesto cada uno, parte, solamente, de la teoría
general y completa de Zámbila.
El alemán y el norteamericano coinciden a veces en ideas
y hasta en palabras con el cubano. Leyendo a aquéllos me
ha parecido en muchas ocasiones estar oyendo al cubano.
Por ejemplo, Zámbila, siempre que se refiere a alguno de
los hombres providenciales que padecen muchas naciones
de Europa y América, a los dictadores, declarados o
vergonzantes modernos, lo juzga así: «Ese cogió el timón
y arrolla a todo el mundo». Ese mismo juicio lo ha
expresado Keyserling con estas palabras: «este éxito (el
de los modernos directores de pueblos) procede de que el
tipo del chauffeur ha logrado empuñar el timón».
¡Cuántas veces, también, he oído a Zámbila hablar de la
familia Tal o Cual, no por los apellidos de los esposos,
sino por la marca del carro que poseen: «Doctor, ahí van
sus amigos los Packard». Y, refiriéndose al mejoramiento
económico de algún sujeto: «El Fotingo se revolvió; ya
pasó a ser Dodge». ¿No son esos juicios e ideas, con
palabras más o menos filosóficas, los mismos, expuestos
después, «por Waldo Frank».
La mecanolatría de la época presente se encuentra tan
admirablemente interpretada por Zámbila en su teoría
automovilística del mundo moderno y de los hombres de
nuestros días que hasta se la ha aplicado al Conde de
Keyserling y Waldo Frank.
Cuando en mi investigación sobre el conocimiento que
Zámbila pudiera tener de las obras de esos dos filósofos
o de la existencia de ellos, le pregunté:
–¿Conoces a Keyserling y a Frank? –me contestó:
–Nunca he corrido esos carros. Y, o son marcas muy
nuevas, que no se han anunciado ni puesto a la venta, o
muy malas, cuando yo no las conozco. Por si acaso,
Doctor, no las compre. Y corre el peligro, además, de
que si se rompe una pieza, no haya repuestos en La
Habana.
http://www.opushabana.cu/noticias.php?id_brev=831
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Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad
desde 1935 hasta su deceso en 1964
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