Demorado y chapucero

José Alejandro Rodríguez
Por: José Alejandro Rodríguez

Correo: acuse@jrebelde.cip.cu

Más de lo mismo se contaba el pasado 17 de octubre en esta columna: Yunett Camejo, vecina de calle 286 número 8114, en el municipio capitalino de La Lisa, denunciaba que hacía más de un año estalló allí una conductora de agua. Fue reportada la incidencia, y a los dos meses Aguas de La Habana se presentó, abrió en la vía una enorme zanja... y ojos que te vieron ir...

Más de cinco meses permaneció abierto el hoyo. Se inundaba cuando llovía, y hasta aguas sucias se confabularon, provenientes de un respiradero tupido. Hasta que Aguas... retornó «a concluir el trabajo». Repararon las tuberías y demoraron un mes más, pero retornaron a clausurar la herida vial. Sin embargo, a la semana, ya comenzó a abrirse, por la pésima calidad del trabajo hecho. Y el hoyo se acentuaba cada vez más, al punto de que hubo que desviar el tránsito. Todo por una chapucería...

Al respecto, responde Ana Remis Castro, jefa del departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, que, ciertamente, «se realizaron trabajos de reparación en la conductora, pero al parecer el cierre realizado no tuvo la calidad requerida, provocando la afectación en el lugar. Para dar solución, serán realizados de nuevo los trabajos de terminación, y serán chequeados hasta su total conclusión».

Agradezco a Aguas de La Habana su ágil respuesta, como nos tiene acostumbrados. Pero, lamentablemente, no se profundiza en las causas del asunto. Primero fue tardío el trabajo: abrieron el hoyo y demoraron más de cinco meses en volver, lo que provocó serias molestias al vecindario. Y no se explica por qué ese estilo a retazos, dilatorio.

Como si fuera poco, cuando al fin repararon la conductora, sellaron mal la zanja, y eso trajo nuevas incomodidades a los vecinos. Tampoco se profundiza en las razones que provocaron el deficiente cierre del hoyo. Y al final, no se precisa qué medidas se tomaron con los responsables de la demora primero, y luego de la chapucería, que lógicamente deben haber elevado los costos de ese trabajo.

La segunda respuesta de hoy la envía Guillermo García Montero, director del Acuario Nacional de Cuba, a propósito de la queja de la lectora Laura Valhuerdi, reseñada aquí el pasado 7 de diciembre.

Laura, quien reside en calle 5 número 18, en el reparto Chibás, del municipio capitalino de Guanabacoa, censuraba entonces dos continuas irregularidades en el servicio de ese centro recreativo educativo:

La primera fue cuando, el 23 de noviembre pasado, ella fue con su familia a comer al restaurante de ese centro, con la idea de disfrutar simultáneamente del espectáculo de los delfines a las 7:00 p.m. Y cuando se acercaba la hora, la dependienta les informó que el espectáculo estaba suspendido porque el tanque del agua no estaba lleno. Sin embargo, antes de ir desde un sitio tan distante de la ciudad, habían llamado por teléfono y les confirmaron que se presentaría el show.

El viernes 30 sucedió algo similar: antes llamaron por teléfono y les aseguraron que se presentarían los tres espectáculos del programa. Fueron al restaurante del Acuario, y ya almorzando, les comunicaron que no se iba a presentar la demostración, porque los filtros del estanque estaban rotos. Engañados por partida doble...

En su carta, el director del Acuario Nacional manifiesta que la revelación del caso causó gran dolor y vergüenza a nuestro colectivo, pues se trata de «un error inadmisible». Y sustenta que, «independientemente de las dificultades y problemas objetivos en torno a esa oferta, no existía, ni existe ninguna razón para que no se le brindara correctamente la información acerca de la suspensión de los espectáculos».

Precisa el funcionario que se ha decidido «aplicar las medidas administrativas del caso a los responsables de que la información no fuera transmitida adecuadamente». E informa que se estudian allí alternativas de información pública para que ello no se repita, pues es real la posibilidad de una suspensión imprevista, ya que se trata del trabajo con seres vivos y con un sistema tecnológico complejo y sensible.

Comunica que Laura será contactada por ellos, y tan pronto la situación haya sido resuelta, procurarán que ella y su familia sean sus invitados del día. «Es política de nuestra institución reparar las molestias causadas a nuestros visitantes, y si fuera posible, aliviar la mala imagen que puedan albergar».

 

 

http://www.juventudrebelde.cu/acuse-de-recibo/2007-10-17/terapia-con-ellos/
 

Terapia con ellos...

José Alejandro Rodríguez
Por: José Alejandro Rodríguez

Correo: acuse@jrebelde.cip.cu

17 de octubre de 2007 00:55:50 GMT
 
Cada vez que le abren las entrañas a una avenida o calle para algún arreglo interior, los vecinos cruzan dedos y hacen fatídicos pronósticos de accidentadas secuelas y nuevos «desarreglos». Presienten que esa arteria ya no será la misma, y no precisamente para bien. Y aciertan no pocas veces.

Yunett Camejo lo vivió así, allá en calle 286 número 8114, entre 81 y 83, en el municipio capitalino de La Lisa. Hace más de un año estalló allí una conductora de agua y fue reportada. A los dos meses aproximadamente, Aguas de La Habana se presentó y abrió en la vía una zanja enorme.

Los vecinos convivieron con ese inmenso hoyo más de cinco meses. Inundaciones, cuando llovía, y hasta aguas sucias se confabularon, porque el respiradero de una fosa en la misma esquina estaba tupido.

Volvió Aguas de la Habana «a concluir el trabajo». Repararon las tuberías y demoraron un mes más, pero volvieron a cerrar la herida vial: con varios camiones de escombros y un poco de cemento dieron por terminado el trabajo.

Al cabo de una semana, sin embargo, comenzó a abrirse la herida. «Era lógico que se abriera con la cantidad de material con la que se selló», asegura Yunett, y cuenta más: el respiradero de la fosa volvió a tupirse, y fue solucionado con el concurso de los vecinos. Pero el hueco, ese casi tiene la propiedad de crecer característica de los organismos vivos. Cada vez se acentúa más. Y los autos que pasan desprevenidos quedan atascados...

Al final, los vehículos se desvían por 81, contraviniendo las leyes del Tránsito, pues esta vía concluye frente por frente a una vivienda, la cual ha sufrido ya el impacto de varios carros. Y todo por una zanja que se abrió, pero no se cerró bien.

Nada, que a las calles les sucede como a las personas. Herida que no sana bien, seguirá trayendo complicaciones.

Y a las viviendas también puede aplicársele el símil con la salud humana. De no atenderse a tiempo un pequeño problema en un órgano o tejido, este puede comenzar a incidir sobre otras partes y sistemas del cuerpo, hasta amenazar la vida misma.

Ese es el caso del edificio situado en Campanario 306, entre Neptuno y San Miguel, en Centro Habana, remitido en carta por Arístides Padrón, residente del apartamento 303 en el inmueble, quien al menos conserva el anticuerpo de la inconformidad.

Cuenta Arístides que hace más de cuatro años colapsó de vejez la tubería metálica de una y media pulgadas, que va desde el motor del agua gasta la azotea. Dicha conductora asciende por dentro de una falsa columna ubicada en uno de los extremos laterales del edificio. Y la filtración generada desde entonces ha provocado que los cimientos del inmueble, y los propios apartamentos del mismo, vayan destruyéndose, con las consiguientes enfermedades respiratorias agudas entre los vecinos.

Según Arístides, han malgastado su tiempo apelando a múltiples instancias (Vivienda, Poder Popular, Micro Social y Aguas de La Habana), y siempre reciben la misma respuesta: no hay recursos, no hay materiales.

«Debemos seguir rogando para que ocurra un milagro antes de un derrumbe parcial», sentencia, y revela lo más elocuente: con solo 30 metros de tubería se podía haber evitado todo.

Y Arístides remarca las palabras «indiferencia» y «pasividad». Pero, analizando profundamente el cuadro clínico, hay que situarse un momento del lado de las víctimas: cuántos casos ya desahuciados de edificaciones no comenzaron por algo así, como una especie de quistecito que, de ser erradicado a tiempo con la terapia adecuada, hubiera evitado males mayores.

Siempre los problemas de recursos gravitan, y los hemos tenido muy fuertes. Pero ya es hora de que con más agilidad y previsión, salvemos la salud de nuestras edificaciones de la fase terminal. El abandono a la larga sale muy, pero que muy caro.