SANTA
CLARA.— El calificativo de que la asamblea de balance de la UJC
en Villa Clara fue la expresión de lo que debe ser un comité de
base, más allá de una metáfora indica la necesidad de hacer
tangible las palabras en la práctica cotidiana.
Allí, entre aquellas cuatro
paredes del teatro, brotó cristalina la moraleja: asume lo que
te corresponde en tu pedacito y pasa del diáfano dibujo del
hecho a su definición. Julio Martínez Ramírez, primer secretario
de Unión de Jóvenes Comunistas, connotó el conocimiento, la
honestidad, transparencia y valentía con que se habló en la
asamblea sobre lo mal hecho y cómo combatirlo, algo que debe ser
congénito a los integrantes de la organización.
El delegado Sandy Rodríguez dijo
que a veces se pierde la comunicación y la confianza del
colectivo, pues tras la discusión de los problemas en ocasiones
estos se registran en un acta y todo queda ahí, sin que aparezca
la solución. «Por eso la gente no quiere ni hablar», enfatizó.
Cuando Julio Martínez le pidió su
valoración sobre el porqué de ese comportamiento, Sandy explicó
que se ha ido creando una mentalidad de que a veces es por gusto
plantear las dificultades, debido a que de todas maneras tampoco
se van a resolver, y los hay hasta que tienen miedo a expresarse.
Sobre el particular Omar Ruiz
Martín, primer secretario del Partido en Villa Clara, precisó
que no nos podemos cansar de hablar, aunque determinada persona,
ante una actuación incorrecta, pueda decidir no expresar su
criterio.
Pero nunca —significó— debe
asumir ese proceder ningún colectivo y le corresponde a la
vanguardia, la militancia, estimular la discusión, el
esclarecimiento y salir al paso a lo que entorpece.
Osnay Miguel Colina, ratificado
como primer secretario de la UJC en Villa Clara, enfatizó que
tenemos que acortar el trecho entre el discurso y lo que hacemos.
Y argumentó que el ejemplo personal resulta esencial. Si un
militante se desempeña como maestro tiene que ser el mejor o, al
menos, tratar de serlo, lo cual resulta válido para todos los
militantes, estén en la función que estén.
Ahí surgió otra clave vital, la
de influir con una conducta cristalina, más poderosa que el
verbo desbocado y florido que luego no respaldan los hechos.
Cuando falla ese mecanismo ocurren situaciones como la narrada
por el delegado Osmel Pérez: «Hay militantes que tienen
responsabilidad administrativa, y a pesar de los desaciertos en
los servicios a la población nunca aparece un señalamiento en su
evaluación».
Sobre la salud pública hubo
consenso en que falta calidad en los servicios, más por el
inadecuado trato a los pacientes que por la falta de recursos.
El militante Julio Fleites ejemplificó que resulta inconcebible
que haya personas que hablan de acudir a lo que llaman las «agroconsultas»,
una forma de ilustrar que hacen obsequios para que los atiendan
bien.
Sobre el particular Julio
Martínez dijo que ha faltado combatividad y ejemplaridad de
nuestros militantes en ese sector, a pesar de los resultados
satisfactorios que se logran. Recordó el progreso que
experimentan esos servicios como parte de los programas de la
Revolución, aunque no siempre se mantiene la ética.
«Existen vicios que tenemos que
eliminar a partir, incluso, de los propios centros de formación
del personal calificado. Ese reto lo tenemos».
Como también es tiempo ya,
expresó Ivis Neris Reyes, de conocer en las organizaciones de
base cómo piensan verdaderamente los militantes y el resto de
los jóvenes con los cuales convivimos en el centro de trabajo o
estudio, a fin de poder influir sobre ellos.
En esta asamblea desapareció el
autoelogio, y la grandeza del debate estuvo allí en la
radiografía sobre los impedimentos.
Por eso la actuación de los
militantes en la asamblea provincial mereció la felicitación del
Buró Nacional de la UJC y el mandato de imprimir ese estilo en
los comités de base. ¡Qué reto!