Conflicto Israel-Palestina

Entidad enemiga

Luis Luque Álvarez
Por: Luis Luque Álvarez
Correo:
luque@jrebelde.cip.cu
Si alguien declara «enemigo» a otro, se supone que, en adelante, habrá un cambio de actitud. Antes, sonrisas, ahora, «prepárate para lo que te viene encima».

Sin embargo, tenemos la siguiente situación: el gobierno de un Estado somete a duras presiones, durante más de 60 años, a un pueblo ajeno, amarrado con los espinosos lazos de la ocupación. Y ahora, justo ahora, la potencia ocupante sentencia que ese pueblo es «una entidad enemiga». ¡Hum!, ¿y qué era hasta ahora? ¿Quizá un «vecino bienamado»?

Es eso lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza en estos precisos instantes: Israel ha declarado a ese territorio —gobernado desde junio por el Movimiento de Resistencia Islámica (HAMAS)— «entidad enemiga». El pretexto para ello son los cohetes caseros Qasam, que miembros de grupos armados palestinos —especialmente la Jihad Islámica— lanzan desde los bordes de esa región contra Israel, y en ocasiones impactan poblados cercanos.

El incidente más notable ocurrió el 11 de septiembre, cuando uno de esos artefactos golpeó una base militar israelí y dejó a decenas de soldados heridos. Fue entonces que el gobierno del primer ministro Ehud Olmert —cuyo tres por ciento de popularidad marcó un extraño récord meses atrás— decidió apuntar el índice contra Gaza. Y claro, las palabras se acompañan de medidas para exprimir.

En primer lugar, el gabinete sionista ejecutará cortes de electricidad de tres horas por cada cohete casero. Después, de proseguir los ataques, se interrumpirá el suministro de combustible. Y quizá también de agua. Todas estas decisiones, en un sitio como Gaza —castigado desde 2006 con sanciones económicas por parte de Estados Unidos, la Unión Europea e Israel—, tendrían un efecto doblemente devastador sobre su población, que supera el millón de habitantes.

Varias consideraciones ahora. Una de ellas sobre los mencionados cohetes: HAMAS rige la Franja, pero no alcanza a poner coto a los lanzamientos de Qasam, a pesar de que ha intentado detenerlos, por lo que ahora verá recrudecidas las desgracias del cerco económico, las represalias militares y las carestías impuestas por los poderosos de Tel Aviv, a quienes la paz de las familias palestinas les importa un soberano cactus.

Otra cuestión: la derecha israelí se lamenta de que estos lodos (los cohetes) vienen de aquellos polvos (la retirada de Gaza en 2005). Pero es inexacto. Todavía Israel puede ser considerado como la potencia ocupante de la Franja, pues controla su espacio aéreo, sus áreas marítimas, y el acceso terrestre a ella, bien desde territorio israelí, bien desde Egipto. Por tanto, ni Gaza es tan «libre», ni Israel está tan «desentendido»...

Y bien, ya que hablamos de potencia ocupante, ¿qué expresa el III Convenio de Ginebra, de 1949, sobre el tipo de acciones que esta se propone aplicar? Pues que «están prohibidos los castigos colectivos por actos individuales» (art.87). De modo que, si los militantes de Jihad Islámica lanzan sus cohetes contra Israel, ¿qué culpa tiene el millón de palestinos restantes? ¿A qué bajo escalón de la ética piensa seguir descendiendo Tel Aviv, apretando el nudo a la población civil de Gaza?

Como se ve, la «única democracia del Medio Oriente» pierde sus maneras democráticas con pasmosa facilidad...