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Los cubanos relacionamos el
Período Especial con la peor época de crisis económica
de la etapa revolucionaria: es sinónimo de escasez,
alimentación deficitaria, apagones, bicicletas como
transporte, casas en estado deplorable casi
irreversible, poca transmisión televisiva, desaparición
de numerosos órganos prensa, reducción de tiradas de los
periódicos principales, reducción drástica de la mayoría
de las opciones de ocio de la población, alertas de
sirenas constantes ante la eventual agresión
imperialista, movilizaciones masivas para cavar túneles,
ejercicios de evacuación, entrenamientos de las Milicias
de Tropas territoriales, y otras acciones por el estilo.
Hay regiones del país donde la
situación sigue siendo más complicada que en otras,
sobre todo con las posibilidades de alimentación, el
transporte y la vivienda; pero muchas de aquellas cosas
han cambiado bastante -más para unos que para otros- y
otras han mejorado, aunque en casi ninguna hay
comparación con los peores momentos del Periodo
Especial. De manera que es muy acertada la valoración
que hizo recientemente el compañero Carlos Lage, cuando
afirmó que todavía no hemos salido del Período Especial,
a pesar de los cambios y algunas mejoras experimentados.
Nos toca valorar por qué trece
años después de la aplicación de políticas económicas y
sociales, en las que ha predominado el fortalecimiento
del Socialismo neocapitalista de Estado, con varios
años de altos y sostenidos crecimientos económicos, y
cuando hace ya nueve años, en 1998, se dijo que
empezábamos a salir del Periodo Especial, no hemos
todavía logrado desprendernos de él, mientras se observa
que persisten la insuficiencia alimentaria, los graves
problemas en el transporte público y en el mantenimiento
y construcción de viviendas, principales problemas que
siguen afectando a la mayoría del pueblo.
Si Fidel dijo en la Universidad el
17 de noviembre del 2005 que los revolucionarios
podríamos destruir la Revolución y nos llamó a todos a
aportar discusiones y soluciones y Raúl nos llamó a
discutir nuestros problemas a fines del año pasado en el
8vo período de sesiones de la Asamblea ¿Qué factores,
qué aparato y quiénes impiden que se despliegue el
debate necesario entre los revolucionarios que ellos
están pidiendo, incuestionablemente relacionado con esta
problemática?
Se impone la necesidad de analizar
lo que hemos estado haciendo, valorar las limitaciones
de las políticas aplicadas y redefinir los cambios
necesarios. Si el ojo que predomina es el
autocontemplativo, se concluye que, debemos seguir
haciendo lo que hasta ahora, por haber mejorado algo. Si
el que prevaleciera fuese el autocrítico, se pondrían
en primer plano las deficiencias para buscar sus causas
profundas, identificar la incompetencia del modelo de
acumulación concebido para resolver esos problemas
básicos y, en consecuencia, definir cambios en las
políticas aplicadas.
Del estudio y análisis de todas
las informaciones publicadas sobre el 9no Período de
Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder popular,
puede concluirse que la dirección actual del
Partido-Gobierno-Estado Cubano -a pesar del limitado
avance y el amplio descontento popular- reafirma el
actual rumbo estatocentrista de la economía, basado en
neocapitalismo desde el Estado, que tiene sus ejes en
el predominio de la propiedad estatal y el trabajo
asalariado y persiste en su modelo de acumulación a
partir del control centralizado del excedente social.
Esta posición no parece
consecuente con aceptar que no hemos logrado salir del
Período Especial y que seguimos con graves
insuficiencias en los problemas principales que afectan
a la mayoría de la población. ¿Necesitamos desastres
como la zafra de los 10 millones o la caída del campo
socialista, para aplicar importantes cambios que
reafirmen el rumbo propiamente socialista de la
economía?
En días previos el Ministro de
Economía y Planificación, José Luís Rodríguez lo había
expresado con toda claridad cuando señaló que el modelo
cubano seguirá siendo estatista con los ajustes que
fuesen necesarios. Para que no hubiese duda, el
funcionario descalificó por “no gubernamental” una
comisión de la Academia de Ciencias que estudiaría las
formas de producción en el socialismo. ¿A quien responde
la Academia de Ciencias? ¿Su Instituto de Filosofía es
“no gubernamental”?
Ahora nos enteramos por un
periódico de la izquierda internacional que el Comité
Central había aprobado la investigación del Socialismo
del Siglo XXI entre las prioridades de la Ciencias
Sociales a partir del 2007. A los académicos corresponde
racionalizar toda la experiencia y brindar opciones,
pero en modo alguno confrontar y dar soluciones a los
problemas del socialismo, que conciernen en primer
lugar a los trabajadores, al Partido y a todo el pueblo.
El compañero Eliades Acosta,
recién nombrado al frente del Departamento de Cultura
del Comité Central del Partido, demandó recientemente un
diálogo entre los revolucionarios, para enfrentar la
parte enferma de capitalismo en nuestra sociedad. ¿Cómo
lograrlo sin una profunda discusión en el seno del
pueblo sobre los problemas que afectan a nuestro
socialismo?
Para continuar con ese desacertado
rumbo estatista, no han importado las experiencias
ampliamente valoradas y divulgadas por muchos
académicos y políticos comunistas en todo el mundo sobre
la relación del centralismo económico con las causas del
derrumbe socialista, ni la propia práctica cubana que
arroja datos tan sencillos para el entendimiento de
cualquier trabajador, como que los cooperativistas y
campesinos producen el 60 por ciento de la producción
agrícola con sólo cerca del 30 % de la tierra, que los
asediados pequeños negocios familiares autogestionarios
producen con más calidad y reciben mayores beneficios
que los de igual tamaño del Estado, y que los
trabajadores, en prácticamente todos los centros de
producción o servicios, están mayoritariamente
insatisfechos con la forma en que es conducida la
economía, porque, evidentemente sostiene el desvió de
recursos, las sustracciones, la corrupción imperante,
las “indisciplinas”, etc.
¿Cuantos años más de
neocapitalismo de Estado tendríamos que seguir
soportando para salir del Período Especial y volver a
los años previos cuando la hipercentralización de la
“política de rectificación de errores y tendencias
negativas”, -esencia de la que actualmente se sigue-
fue preámbulo y base del desastre que cristalizó con la
caída de la URSS y el campo socialista? ¿No nos
percatamos de que estamos en un círculo vicioso de
“menos centralización / más centralización” desde hace
años, sin avanzar realmente con cambios de fondo hacia
las relaciones de producción socialistas?
Las medidas como el aumento del
precio de acopio de la leche y el pago de las deudas a
los campesinos, son pasos positivos para buscar
aumentar la producción agrícola interna, pero no cambian
en nada la esencia del esquema neocapitalista de Estado
que ya hubo de demostrar su fracaso donde quiera que fue
aplicado.
Nuevamente se proyectan
centralizados y gigantócratas planes e inversiones
millonarias en regadíos para la reactivación de grandes
extensiones de tierras ociosas, la construcción de
cientos de miles viviendas, el restablecimiento de las
carreteras, etc. Dinero que será controlado por los
mismos Ministerios que hasta ahora han sido incapaces de
hacer productivos la mayoría de los recursos de los que
han estado disponiendo durante decenios. Capital que,
en buena parte, nuevamente será despilfarrado, desviado
e improductivo; pero el gobierno central quedará “limpio
de responsabilidad”: “hizo el plan, destinó el dinero y
los recursos”.
Eso no resuelve los problemas. No
se trata de simplemente destinar recursos, sino de la
forma en que se organizan y en función de qué. No hay
una sola palabra en dichos planes sobre nuevos sistemas
de organización de la producción, impulso al
cooperativismo, a convertir en verdaderas empresas
productivas cooperativas o autogestionadas a las
Unidades Básicas de Producción Cooperativa, o a
estimular procesos de autogestión o cogestión
obrero-estatal, sino sólo vagas referencias al
“perfeccionamiento empresarial”; al contrario, el actual
Secretario General de la CTC dijo que nada de
cooperativas en la industria y los servicios.
Los trabajadores y el pueblo se
enteran de estos planes -decididos por el aparato
central- luego de aprobados sin cambios y con pocas
discusiones por la Asamblea Nacional, donde los
compañeros apenas tienen tiempo de estudiar los
documentos por los que deben levantar su mano. Estas
decisiones, que no se saben si son o no compartidas por
el pueblo, son tomadas por los miembros de la Asamblea
Nacional, la mayoría de los cuales son también ministros
y dirigentes partidistas y estatales: juez y parte.
Un paso positivo ha sido el
desarrollo de reuniones de las comisiones de la Asamblea
Nacional, en las que tenemos la misma composición de
funcionarios y el mismo poco tiempo necesario, donde
priman las explicaciones de los Ministros sobre los
resultados productivos y no las investigaciones
independientes que debieran realizar los Poderes
Populares por sus propios medios sobre la marcha de las
inversiones y los planes de producción, el cumplimiento
de los cronogramas, los costos y los gastos. El papel
fiscalizador debería ser en el terreno.
La participación de las masas en
las decisiones brilla por su ausencia: para nada se las
consulta. Las estipulaciones actuales del
Perfeccionamiento Empresarial, que solo se aplica en una
parte de las empresas, suponen que los trabajadores
“discutan” sobre un plan ya previamente aprobado. Los
planes y presupuestos nacionales y regionales nunca son
debatidos ni aprobados por el pueblo en diferendo
alguno, pues el actual sistema representativo no permite
una verdadera democracia participativa y directa de las
masas, como correspondería a una sociedad que aspira a
ser verdaderamente democrática y socialista. Debemos
avanzar en esa dirección.
La culpa de los incumplimientos
caerá luego, en parte, sobre los “incapaces” ministros,
viceministros, directores y todos los demás nombrados
–no elegidos- que dentro de tres o cinco años, cuando se
vean los incumplimientos, tendrán que ser demovidos y
transferidos de cargos, aunque muchos “se caigan para
el lado y hasta para arriba”, pues van para otro
ministerio o para la dirección del Poder Popular, del
Partido o de alguna otra organización política, en un
claro ejercicio de reciclamiento burocrático. La
responsabilidad principal se hará recaer, como hasta
ahora, sobre los trabajadores que “no tienen educación
económica, son indisciplinados, se roban los materiales
y usas los tractores para pasear”, pero a estos no
pueden cambiarlos, ya no hay lugar más abajo.
El socialismo, para realmente
serlo debe ser participativo, democrático,
autogestionario, inclusivo e integracionista.
Participativo, porque debe permitir la más amplia
participación de todos los afectados en la elaboración y
aprobación de todas las decisiones económicas,
políticas y sociales importantes; democrático, porque
los métodos que se utilicen para tomar las decisiones no
pueden basarse en la política de “ordeno y mando”, en la
imposición desde arriba, sino en las voluntades de las
mayorías expresadas por métodos democráticos;
autogestionario, porque solo la autogestión y el
cooperativismo son capaces de crear condiciones
colectivas para el desarrollo de una verdadera sociedad
democrática, sin explotadores ni explotados, equitativa
y con una nueva mentalidad colectivista; inclusivo,
porque debe incluir y movilizar para el gran plan
común socialista a todas las capas de la sociedad,
incluidas las más rezagadas e integracionista, porque
debe tender a la integración económica política y social
con otros pueblos que se esfuerzas con construir el
socialismo, privilegiando todo tipo de intercambio
comercial o trueque e inversiones conjuntas con estos
países por encima de las relaciones con el capitalismo
internacional.
Más centralismo, más dinero para
los planes estatales actuales, no habrían de llevarnos
al socialismo; todo lo contrario, nos aleja de la
socialización tanto de la propiedad, como de la
apropiación del excedente. El “socialismo” no radica en
la forma de distribución, sino en las relaciones que
establecen los hombres para producir.
¿Por qué insistir en mantener un
rumbo que la historia ha demostrado que fracasó en todas
partes? ¿Por qué no se da participación directa a los
trabajadores en todas las decisiones que deben ser
tomadas en cada centro de producción o servicio, y parte
de las ganancias no son repartidas equitativamente entre
ellos? ¿Por qué se persiste en mantener el trabajo
asalariado, que es la forma de la existencia del
capitalismo? ¿Por qué se continúa con el capitalismo de
Estado, que el Che criticó y que Stalin identificó
como “socialismo” y condujo al fracaso de aquel proceso?
¿Por qué no se distribuyen esos grandes presupuestos por
provincias, municipios, empresas y se les permite que
los administren democráticamente y con criterio
productivo económico y autogestionario? ¿Qué explica que
no se quiera cambiar el modelo de acumulación
centralizado, por otro más democrático y eficaz?
Estas preguntas probablemente no
tendrán respuesta. Se ha hecho costumbre ignorar y
desestimar las opiniones que se emiten desde el flanco
izquierdo dentro de la Revolución: no reciben ninguna
publicidad interna. Los partidarios del mercantilismo,
el comercio con el enemigo y el capitalismo de Estado sí
tienen voz y voto. Mal andamos. No importa que esa
izquierda haya sido partícipe en todas las luchas
revolucionarias e internacionalistas, que haya
compartido todos los difíciles momentos que ha
atravesado la Revolución, que no haya hecho la más
mínima concesión a los enemigos de clase, haya estado en
las primeras trincheras de combate y que, inconforme,
haya callado sobre las muchas violaciones que se han
hecho al centralismo democrático y otros excesos para
evitar la magnificación de tales problemas por el
enemigo, no crear divisiones internas y tratar de salvar
la imagen de unidad que se ha demandando en nombre de la
Revolución..
Una vez se dijo que la Revolución
no devoraba a sus hijos como Saturno. Realmente no los
ha devorado pero ha establecido sus diferencias entre
ellos: los hijos “obedientes” y los “adulones” –no
importan sus errores- se muestran intocables; los
inconformes que aceptan callados, no son molestados;
pero los protestativos, los que dicen lo que piensan sin
cortapisas, los que han decidido -como el Che y Fidel
nos enseñaron- criticar todo lo mal hecho, los
“revoltosos de siempre” han sido removidos,
sancionados, jubilados, “empiyamados” o simplemente
apartados con cualquier pretexto o por mínimo error.
El burocratismo, fenómeno que
tiende a la creación de una clase política que asume el
control real de los medios de producción, se ha venido
consolidando en Cuba desde las medidas tomadas en el
Período Especial que fortalecieron el capitalismo de
Estado, como las inversiones de ultramar, el turismo
para extranjeros, el desarrollo de corporaciones que
producen para un mercado foráneo, la doble moneda y
otras de perfil similar. Cuando la Revolución está en
peligro y la principal amenaza viene desde su propia
burocracia, a los revolucionarios no nos queda otra
opción que la de poner todo esto en blanco y negro, para
intentar salvarla.
No es este un ataque personal a
nadie: estos análisis, estas críticas y estas propuestas
surgen ante la necesidad de rectificar este rumbo que
genera el estatismo. Conocemos el trabajo abnegado y de
entrega total de miles de compañeros en los aparatos del
Partido y el Estado, que no lucran con sus posiciones y
sufren por la imposibilidad de resolver los problemas a
los que se enfrentan. No es de ellos la culpa, ni
culpables hay que buscar en proceso tan arduo y
complejo, con enemigo tal a poca millas; solo hay que
reencaminar la Revolución hacia la dignificación del
hombre y el trabajo que brindaría la socialización.
El proceso de estancamiento
estalinista en la URSS fue el verdadero responsable del
desastre del socialismo en el siglo XX. El mismo tuvo
su base económica en la centralización de la propiedad,
los recursos, el excedente y en la planificación
centralizada combinados con el capitalismo de Estado que
explotaba trabajo asalariado. Su apoyo social fue la
burocracia engendrada por todo aquel estatismo. Las
experiencias deben ser útiles. ¿O acaso las leyes
socioeconómicas, las de la lucha de clases, no son
válidas para Cuba y nuestra Revolución? ¿Las buenas
intenciones de la máxima dirección, su honestidad y
entrega podrán salvarnos de esos factores objetivos
condicionantes si no logramos modificarlos?
Si cayera Cuba, caería América en
manos del imperialismo, como nos dijo Martí.
Es demasiado grande nuestra
responsabilidad para permitir que el burocratismo siga
avanzando y destruya la Revolución como anunció Fidel y
también sean aniquiladas con ella las esperanzas del
pueblo que la hizo y la ha defendido con su vida y las
de millones de revolucionarios y comunistas en todo el
mundo que confían en este bastión y ven como Cuba se
mantiene en la batalla a pesar de todas las agresiones y
bloqueos del imperialismo.
La defensa de la Revolución es
necesaria hoy más que nunca, pero no desde su apología
que no habría de ampararla, sino desde la crítica de sus
errores y desviaciones, que es lo único que puede
salvarla del abismo restaurador capitalista que la
amenaza desde la inconciencia de su propia burocracia.
La concepción estato-centrista
predominante nos está conduciendo al fracaso. Los que
pensamos así vamos a continuar esclareciendo estas
posiciones por todas las vías posibles, tratando de
convencer a los que consideramos equivocados y de
lograr que esa política cambie sin hacer la más mínima
concesión al imperialismo y sus lacayos, sin admitir
injerencia alguna en nuestros asuntos internos por parte
de ningún gobierno foráneo y sin realizar acciones que
puedan fracturar el frente revolucionario.
Lo que estamos planteando no le
conviene para nada al enemigo pues no sirve a sus
intereses. Ellos saben que nuestras propuestas
fortalecen el socialismo que esperan destruir,
precisamente con la colaboración de los métodos que
estamos criticando. La cohesión -no la falsa unanimidad-
es imprescindible.
En la antigua Europa ex
socialista, estos tipos de análisis eran considerados
desviaciones izquierdistas, diversionistas y
revisionistas. Todas esas acusaciones fueron armas
usadas por el estancamiento en otros tiempos contra los
revolucionarios, pero hoy ya no es posible repetir
aquellos desaciertos. Quienes lo intenten, quedarían
claramente identificados como intolerantes,
oportunistas, dogmáticos y estalinistas condenados por
la historia, cartelitos que no conviene a nadie llevar
al cuello ahora porque su peso cortante es demasiado
grande.
Tampoco creemos que quienes
defienden el rumbo actual sean pro-imperialistas,
anexionistas, antipatriotas, ni anti partido aunque
sabemos que el camino que impulsan actualmente, hacia el
fortalecimiento del capitalismo de Estado, conduce a la
consolidación del burocratismo, a la destrucción de la
Revolución y la restauración capitalista anexionista. Se
trata de un fenómeno de falta de claridad
político-ideológica.
Es evidente que nuestros
defensores del Socialismo neo-capitalista de Estado, no
entienden o no se disponen a estudiar uno de los
problemas teóricos fundamentales de la filosofía, la
economía y la Política: no es posible construir la nueva
sociedad con los métodos de la organización asalariada
del trabajo que caracteriza al capitalismo. No
comprenden que existe una flagrante contradicción entre
medios capitalistas y fines socialistas. No es posible
construir el feudalismo con esclavos, el capitalismo con
siervos ni el socialismo con asalariados. Al socialismo
corresponde otro tipo de trabajador, el cooperativista,
el autogestionario, puesto que las nuevas relaciones de
producción no van a ser las típicas del capitalismo sino
las genéricas del socialismo, el cooperativismo, la
autogestión y la cogestión (obrero-estatal). Tampoco
comprenden que el socialismo de Estado no es viable
desde el punto de vista de la Economía Política, porque
su sistema distributivo igualitario contraviene su forma
de producción asalariada y lleva inevitablemente a
sistémicos y continuos déficit de producción y a la
escasez. (1)
Se trata de una convicción errónea
de lo que es el Socialismo, de un empecinamiento
caprichoso basado en la buena voluntad de un grupo de
revolucionarios que no se percatan de estar engendrando
una burocracia que puede acabar con la obra de la
Revolución y con ellos mismos si no se le pone coto, por
la vía de la verdadera socialización de la apropiación
de la propiedad y el excedente.
La dirección actual debe mostrar
confianza en la clase trabajadora para que ella misma
–directamente- maneje la economía como corresponde al
socialismo; debe dar pasos firmes encaminados a hacer
efectiva la administración de los medios de producción
por los colectivos de trabajadores, apoyar con esos
fondos la organización de las nuevas formas
socializadas de producción (el cooperativismo, la
autogestión y la cogestión) tanto en la agricultura como
en la industria y los servicios, para integrar todo en
un plan común de desarrollo nacional; potenciar aun más
el trabajo por cuenta propia –que no es capitalista y
tiene carácter autogestionario-; y consolidar el poder
real de los órganos del poder Popular, desconcentrando
partes de esos fondos de los ministerios -que deberían
quedar para funciones metodológicas y de control
general- y entregarlos a los órganos del Poder Popular a
los distintos niveles.
Si el gobierno central no procede
en dirección a socializar y democratizar la economía, y
con ella la sociedad, el descontento de los trabajadores
y del pueblo aumentará, y ellos mismos se encargarán de
realizar los cambios cualitativos que inevitablemente
sobrevendrán a la acumulación cuantitativa de
insatisfacciones que se han venido sumando por años. La
rebelión silenciosa, que hace rato se viene
manifestando, no contra la Revolución sino contra sus
desviaciones, imperceptible a los ojos de los
obnubilados en su autocomplacencia, podrá tornarse en
actuante con motivo de cualquier eventual
condicionamiento.
Fidel en su “Autocrítica de Cuba”
acaba de realizar una crítica mordaz a los burócratas
que despilfarran recursos y no tienen en cuanta los
peligros a los que nos enfrentamos. Acabemos de
organizar la producción sobre la base del control
obrero entonos los aspectos, de manera que ese desorden
se haga imposible.
En la URSS, el golpe de Estado
contra Gorbachov y su mal llevado -o como quiera
llamársele- proceso de reformas, fue el detonante que
catalizó el creciente descontento masivo con el sistema
centrista y tiró el pueblo a las calles, situación que
fue capitalizada por Boris Yeltsin y las fuerzas
pro-capitalistas de la burocracia aliadas a las mafias
que rápidamente encontraron reconocimiento y apoyo de
todo tipo en el imperialismo. En el PCUS predominaban
las corrientes estalinistas y neoestalinistas y las de
izquierda habían sido aplastadas desde la época de
Stalin y posteriormente estigmatizadas como
“revisionismo” y otros “ismos” por los oportunistas,
estatistas y conservadores.
Si en momentos anteriores la
dirección de Fidel y la confianza del pueblo en él,
fueron un freno ante posibles protestas populares, su
actual convalecencia, que podría ser lamentablemente
definitiva y su evidente y obligada ausencia de los
escenarios políticos internos, puede favorecer
circunstanciales demostraciones callejeras. Recuérdese
que en 1994, solamente la presencia directa de Fidel en
las calles de La Habana, evitó un amotinamiento mayor.
La eventual represión de un hecho masivo podría marcar
el inicio del fin de la Revolución. La contrarrevolución
y el imperialismo podrían intentar este tipo de
provocación.
“Este pueblo está cansado ya de
justificaciones”, dijo Raúl Castro. ¡Cuanta verdad
encierran esas palabras! Los cubanos, mayoritariamente,
queremos la Revolución y el socialismo, pero estamos
cansados de que todo se siga justificando con el bloque
imperialista; no soportamos ya la libreta de
racionamiento, los bajos salarios, los altos precios de
las mercancías de primera necesidad, la falta de
transporte público mientras casi toda la burocracia se
pasea en autos, el hacinamiento de familias de tres y
hasta cuatro generaciones en viviendas mal conservadas,
la doble moneda que esconde la explotación y no llega a
todos, la explotación asalariada de los trabajadores por
el Estado neocapitalista, el desastre en nuestra
agricultura y la destrucción prematura de nuestra
industria azucarera, columna de nuestra nacionalidad, la
dependencia alimentaria del enemigo histórico y sus
negativas consecuencias para el campo cubano, la
insalubridad de los barrios habaneros, la explotación
de nuestros profesionales y obreros por las empresas
extranjeras, el jineterismo en diverso grado al que se
han plegado cientos de miles de jóvenes de ambos sexos
para poder llevar de comer a su casa y poder vestirse
decorosamente, la corrupción impuesta a la clase obrera
que ha tenido que “inventar” desviando recursos para
garantizar su auto-reproducción social, las largas colas
y el tiempo perdido para resolver cualquier problema
burocrático, los abusos de la burocracia, la extorsión a
los cuentapropistas, los bajos precios del monopolio
estatal de acopio de productos agrícolas, el abandono
del campo, la discriminación del cubano en áreas
turísticas en su propio país, la discriminación racial
velada y otras muchas insoportables cuestiones y encima
de la sociedad desastrada, el discurso triunfalista y
autocomplaciente del oficialismo en la prensa y la
televisión. No aceptamos nada de eso, porque nada de eso
es socialismo.
Por estas razones, tantos desean
irse del país a como dé lugar, ya sea a misiones
internacionalistas, contratos de trabajos, visitas
familiares o por cualquier motivo y cientos de miles
llenan planillas del bombo norteamericano y arriesgan
sus vidas en el Estrecho de la Florida atraídos por los
cantos de sirena de la asesina Ley de Ajuste Cubano. Son
esas las verdaderas causas, y no las “debilidades
ideológicas consumistas” que se achacan a muchos de los
que se van y quieren irse como motivos.
Si los revolucionarios y los
comunistas no manifestamos más abiertamente nuestro
descontento es porque confiamos en que se producirá un
cambio de rumbo hacia más socialismo en cualquier
momento, y porque no queremos propiciar un
fraccionamiento del campo revolucionario que abra el
camino a un eventual regreso al pasado capitalista -que
necesariamente ahora sería anexionista- no deseado por
la gran mayoría del pueblo. Por eso promovemos la
cohesión desde la discusión intrarevolucionaria para el
consenso.
El teórico italiano del socialismo
moderno Antonio Gramsci escribió: "Si la clase dominante
pierde el consenso deja de ser dirigente, se vuelve
únicamente dominante, mantiene apenas la fuerza
coercitiva, lo que comprueba que las grandes masas se
alejaron de la ideología tradicional, no creyendo ya en
lo que creían antes”. Y eso, ahora mismo, nos está
pasando en Cuba. Entendamos que ya no hay consenso en la
sociedad sobre la forma en que se está conduciendo el
proyecto revolucionario; ya no hay dirección sino más
bien imposición. Busquemos el consenso o terminaremos
perdiendo la credibilidad de las masas, ya bastante
afectada.
Esta situación que se complica
cada vez más por el empecinamiento en un rumbo
equivocado, y que anunciando avances lleva realmente al
retraso en las relaciones socialistas de producción (el
cooperativismo, la autogestión y la cogestión), puede
terminar en un desastre para el socialismo en Cuba o en
un renacer de la Revolución que tiene que alcanzar su
fase raigalmente socialista: la socialización de los
medios de producción. Descartada queda una tiranía de
tipo estalinista que nadie quiere, cuya represión contra
el pueblo y los comunistas sería la muerte del proceso.
Si no logramos resolver los
problemas de corrupción y burocratismo, se agudizarán
las contradicciones actuales que alguna situación
coyuntural podrá catalizar y entonces todo dependerá de
quien logre capitalizar el descontento de las masas: el
enemigo imperialista, con sus aliados internos pro
anexionistas, o las corrientes revolucionarias que
laten con fuerza en el seno del pueblo, el Partido
Comunista y su dirección.
Las fuerzas más revolucionarias y
no contaminadas de burocratismo en la dirección de la
Revolución, con Fidel y Raúl al frente no defraudarán la
confianza que en ellos ha depositado el pueblo.
12 de Julio del 2007.
perucho1949@yahoo.es
1-Ensayo del autor. ¿Qué es
socialismo?,
http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=24223.