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Cuba. Dilema y esperanza (II)
Si las políticas económicas aplicadas durante 13 años no nos han liberado del Período Especial,  debemos analizar qué ha fallado y en qué debe rectificarse. El reafirmado control estatal de la economía aumentará el burocratismo, la corrupción y la insatisfacción popular que necesariamente catalizará por alguna coyuntura.
Pedro Campos (Para Kaos en la Red) [13.07.2007 17:27] - 313 lecturas - 24 comentarios
http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=38343
 

 

Los cubanos relacionamos el Período Especial con la peor época de crisis económica de la etapa revolucionaria: es sinónimo de escasez, alimentación deficitaria, apagones, bicicletas como transporte,  casas en estado deplorable casi  irreversible, poca transmisión televisiva, desaparición de numerosos órganos prensa, reducción de tiradas de los periódicos principales, reducción drástica de la mayoría de las opciones de ocio de la población, alertas de sirenas constantes  ante la eventual agresión imperialista, movilizaciones masivas para cavar túneles, ejercicios de evacuación, entrenamientos de las Milicias de Tropas territoriales, y otras acciones por el estilo.

Hay regiones del país donde la situación sigue siendo más complicada que en otras, sobre todo con las posibilidades de alimentación, el transporte y la vivienda; pero muchas de aquellas cosas han cambiado bastante -más para unos que para otros- y otras han mejorado, aunque en casi ninguna hay comparación con los peores momentos del Periodo Especial. De manera que es muy acertada la valoración que hizo recientemente el compañero Carlos Lage, cuando afirmó que todavía no hemos salido del Período Especial, a pesar de los cambios y algunas mejoras experimentados.

Nos toca valorar por qué  trece años después de la aplicación de políticas económicas y sociales, en las que ha predominado el fortalecimiento del Socialismo neocapitalista de Estado,  con varios años de altos y sostenidos crecimientos económicos,  y cuando hace ya nueve años, en 1998, se dijo que empezábamos a salir del Periodo Especial, no hemos todavía logrado desprendernos de él, mientras se observa que persisten la insuficiencia alimentaria, los graves problemas en el transporte público y en el mantenimiento y construcción de viviendas, principales problemas que siguen afectando a la mayoría del pueblo.

Si Fidel dijo en la Universidad el 17 de noviembre del 2005 que los revolucionarios podríamos destruir la Revolución y nos llamó a todos a aportar discusiones y soluciones y    Raúl nos llamó a discutir nuestros problemas a fines del año pasado en el 8vo período de sesiones de la Asamblea ¿Qué factores, qué aparato y quiénes  impiden que se despliegue el debate necesario entre los revolucionarios que ellos están pidiendo, incuestionablemente relacionado con esta problemática?

Se impone la necesidad de analizar lo que hemos estado haciendo, valorar las limitaciones de las políticas aplicadas y redefinir los cambios necesarios. Si el ojo que predomina es el autocontemplativo, se concluye que, debemos seguir haciendo lo que hasta ahora, por haber mejorado algo. Si el que prevaleciera fuese el  autocrítico, se pondrían en primer plano las deficiencias para buscar sus causas profundas, identificar la incompetencia del modelo de acumulación concebido para resolver esos problemas básicos y, en consecuencia, definir cambios en las políticas aplicadas.

Del estudio y  análisis de todas las informaciones publicadas sobre el 9no Período de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder popular, puede concluirse que la dirección actual del Partido-Gobierno-Estado Cubano -a pesar del limitado avance y el amplio descontento popular- reafirma  el actual rumbo estatocentrista de la economía, basado en  neocapitalismo desde el  Estado, que tiene sus ejes en el predominio de la propiedad  estatal y el trabajo asalariado y persiste en su modelo de acumulación a partir del control centralizado del excedente social.

Esta posición no parece consecuente con aceptar que no hemos logrado salir del Período Especial y que seguimos con graves insuficiencias en los problemas principales que afectan a la mayoría de la población. ¿Necesitamos desastres como la zafra de los 10 millones o la caída del campo socialista, para aplicar importantes cambios que reafirmen el rumbo propiamente socialista de la economía?

En días previos el Ministro de Economía y Planificación, José Luís Rodríguez lo había expresado con toda claridad cuando señaló que el modelo cubano seguirá siendo estatista con los ajustes que fuesen necesarios. Para que no hubiese duda, el funcionario descalificó por “no gubernamental” una comisión de la Academia de Ciencias que estudiaría las formas de producción en el socialismo. ¿A quien responde la Academia de Ciencias?  ¿Su Instituto de Filosofía es “no gubernamental”?

Ahora nos enteramos por un periódico de la izquierda internacional que el Comité Central había aprobado la investigación del Socialismo del Siglo XXI entre las prioridades de la Ciencias Sociales a partir del 2007. A los académicos corresponde racionalizar toda la experiencia y brindar opciones, pero en modo alguno  confrontar y dar soluciones a los problemas  del socialismo, que  conciernen en primer lugar a los trabajadores, al Partido y a todo el pueblo.

El compañero Eliades Acosta, recién nombrado al frente del Departamento de Cultura del Comité Central del Partido, demandó recientemente un diálogo entre los revolucionarios, para enfrentar la parte enferma de capitalismo en nuestra sociedad. ¿Cómo lograrlo sin una profunda discusión en el seno del pueblo sobre los problemas que afectan a nuestro socialismo?

Para continuar con ese desacertado rumbo estatista, no han importado  las experiencias ampliamente valoradas y divulgadas por muchos  académicos y políticos comunistas en todo el mundo sobre la relación del centralismo económico con las causas del derrumbe socialista, ni la propia práctica cubana que arroja datos tan sencillos para el entendimiento de cualquier trabajador, como que los cooperativistas y campesinos producen el 60 por ciento de la producción agrícola con sólo cerca del 30 % de la tierra, que los asediados pequeños negocios familiares autogestionarios  producen con más calidad y reciben mayores beneficios que los de igual tamaño del Estado, y que los trabajadores, en prácticamente todos los centros de producción o servicios, están mayoritariamente insatisfechos con la forma en que es conducida la economía, porque, evidentemente sostiene el desvió de recursos, las sustracciones, la corrupción imperante, las “indisciplinas”, etc.

¿Cuantos años más de neocapitalismo de Estado tendríamos que seguir soportando para salir del Período Especial y volver a los años previos cuando la hipercentralización de la “política de rectificación de errores y tendencias negativas”, -esencia de la que actualmente se sigue- fue  preámbulo y base del desastre que cristalizó con la caída de la URSS y el campo socialista? ¿No nos percatamos de que estamos en un círculo vicioso  de “menos centralización / más centralización” desde hace años, sin avanzar realmente con cambios de fondo hacia las relaciones de producción socialistas?

Las medidas como el aumento del precio de acopio de la leche y el pago de las deudas a los campesinos,  son pasos positivos para buscar aumentar la producción agrícola interna, pero no cambian en nada la esencia del esquema neocapitalista de Estado que ya hubo de demostrar su fracaso donde quiera que fue aplicado.

Nuevamente se proyectan centralizados y gigantócratas  planes e inversiones millonarias en regadíos para la reactivación de grandes extensiones de tierras ociosas, la construcción de cientos de miles viviendas, el restablecimiento de las carreteras, etc.  Dinero que será controlado por los mismos Ministerios que hasta ahora han sido incapaces de hacer productivos  la mayoría de los recursos de los que han estado disponiendo durante decenios. Capital  que, en buena parte,  nuevamente será despilfarrado, desviado e improductivo; pero el gobierno central quedará “limpio de responsabilidad”: “hizo el plan, destinó el dinero y los recursos”.

Eso no resuelve los problemas. No se trata de simplemente destinar recursos, sino de la forma en que se organizan y en función de qué. No hay una sola palabra en dichos planes  sobre nuevos sistemas de organización de la producción, impulso al cooperativismo, a convertir en verdaderas empresas productivas cooperativas o autogestionadas a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, o a estimular procesos de autogestión o cogestión obrero-estatal,  sino sólo vagas referencias al “perfeccionamiento empresarial”; al contrario, el actual Secretario General de la CTC dijo que nada de cooperativas en la industria y los servicios.

Los trabajadores y el pueblo se enteran de estos planes  -decididos por el aparato central- luego de aprobados sin cambios  y con  pocas discusiones por la Asamblea Nacional, donde los compañeros apenas tienen tiempo de estudiar los documentos por los que deben levantar su mano. Estas decisiones, que no se saben si son o no compartidas por el pueblo, son tomadas por los miembros de la Asamblea Nacional, la mayoría de los cuales son también ministros y dirigentes partidistas y estatales: juez y parte.

Un paso positivo ha sido el desarrollo de reuniones de las comisiones de la Asamblea Nacional, en las que tenemos la misma composición de funcionarios y el mismo poco tiempo necesario, donde priman las explicaciones de los Ministros sobre los resultados productivos y no las investigaciones independientes que debieran realizar los Poderes Populares por sus propios medios sobre la marcha de las inversiones y los planes de producción, el cumplimiento de los cronogramas, los costos y los gastos. El papel fiscalizador debería ser en el terreno.

La participación de las masas en las decisiones brilla por su ausencia: para nada se las consulta. Las estipulaciones actuales del Perfeccionamiento Empresarial, que solo se aplica en una parte de las empresas, suponen que los trabajadores “discutan” sobre un plan ya previamente aprobado. Los planes y presupuestos nacionales y regionales nunca son debatidos ni aprobados por el pueblo en diferendo alguno, pues el actual sistema representativo no permite una verdadera democracia participativa y directa de las masas, como correspondería a una sociedad que aspira a ser  verdaderamente democrática y socialista. Debemos avanzar en esa dirección.

La culpa de los incumplimientos  caerá luego, en parte, sobre los “incapaces” ministros, viceministros, directores y todos los demás nombrados –no elegidos- que dentro de tres o cinco años, cuando se vean los incumplimientos, tendrán que ser demovidos y transferidos de cargos, aunque  muchos “se caigan para el lado y hasta para arriba”,  pues van para otro ministerio o para la dirección del Poder Popular, del Partido o de alguna otra organización política, en un claro ejercicio de reciclamiento burocrático. La responsabilidad principal se hará recaer, como hasta ahora, sobre los trabajadores que “no tienen educación económica, son indisciplinados, se roban los materiales y usas los tractores para pasear”, pero a estos no pueden cambiarlos, ya no hay lugar más abajo.

El socialismo, para realmente serlo debe ser participativo, democrático, autogestionario, inclusivo e integracionista. Participativo, porque debe permitir la más amplia participación de todos los afectados en la elaboración y aprobación de  todas las decisiones económicas, políticas y sociales importantes; democrático, porque los métodos que se utilicen para tomar las decisiones no pueden basarse en la política de “ordeno y mando”, en la imposición desde arriba, sino en las voluntades de las mayorías expresadas por métodos democráticos; autogestionario, porque solo la autogestión y el cooperativismo son capaces de crear condiciones colectivas para el desarrollo de una verdadera sociedad democrática, sin explotadores ni explotados, equitativa y con una nueva mentalidad colectivista; inclusivo, porque debe  incluir  y movilizar  para el gran plan común socialista a todas las capas de la sociedad, incluidas las más rezagadas e integracionista, porque debe tender a la integración económica política y social con otros pueblos que se esfuerzas con construir el socialismo, privilegiando todo tipo de intercambio comercial o trueque e inversiones conjuntas con estos países por encima de las relaciones con el capitalismo internacional.

Más centralismo, más dinero para los planes estatales actuales, no habrían de llevarnos al socialismo; todo lo contrario, nos aleja de la socialización tanto de la propiedad, como de la apropiación del excedente. El “socialismo” no radica en la forma de distribución, sino en las relaciones que establecen los hombres para producir.

¿Por qué insistir en mantener  un rumbo que la historia ha demostrado que fracasó en todas partes? ¿Por qué no se da participación directa a los trabajadores en todas las decisiones que deben ser tomadas en cada centro de producción o servicio, y parte de las ganancias no son repartidas equitativamente entre ellos? ¿Por qué se persiste en mantener el trabajo asalariado, que es la forma de la existencia del capitalismo? ¿Por qué se continúa con el capitalismo de Estado, que el Che criticó y que Stalin    identificó como “socialismo” y condujo al fracaso de aquel proceso? ¿Por qué no se distribuyen esos grandes presupuestos por provincias, municipios, empresas y se les permite que los administren democráticamente y con criterio productivo económico y autogestionario? ¿Qué explica que no se quiera cambiar el modelo de acumulación centralizado, por otro más democrático y eficaz?

Estas preguntas probablemente no tendrán respuesta.  Se ha hecho costumbre ignorar y desestimar las opiniones que se emiten desde el flanco izquierdo dentro de la Revolución: no reciben ninguna publicidad interna. Los partidarios del mercantilismo, el comercio con el enemigo y el capitalismo de Estado sí tienen voz y voto. Mal andamos. No importa que esa izquierda haya sido partícipe en todas las luchas revolucionarias e internacionalistas, que haya compartido todos los difíciles momentos  que ha atravesado la Revolución, que no haya hecho la más mínima concesión a los enemigos de clase, haya estado en las primeras trincheras de combate y que, inconforme, haya callado sobre las muchas violaciones que se han hecho al centralismo democrático y otros excesos para evitar la magnificación de tales problemas por el enemigo, no crear divisiones internas y tratar de salvar la imagen de unidad que se ha demandando en nombre de la Revolución..

Una vez se  dijo que la Revolución no devoraba a sus hijos como Saturno. Realmente no los ha devorado pero  ha establecido sus diferencias entre  ellos: los hijos “obedientes”  y  los “adulones” –no importan sus errores- se muestran intocables; los inconformes que aceptan callados, no son molestados; pero los protestativos, los que dicen lo que piensan sin cortapisas, los que han decidido -como el Che y Fidel nos enseñaron- criticar todo lo mal hecho, los “revoltosos  de siempre” han sido removidos, sancionados, jubilados, “empiyamados” o simplemente apartados con cualquier pretexto o por mínimo error.

El burocratismo, fenómeno que tiende a la creación de una clase política que asume el control real de los medios de producción, se ha venido consolidando en Cuba desde las medidas tomadas en el Período Especial que fortalecieron el capitalismo de Estado, como las inversiones de ultramar, el turismo para extranjeros, el desarrollo de corporaciones que producen para un mercado foráneo, la doble moneda y otras de perfil similar. Cuando la Revolución está en peligro y la principal amenaza viene desde su propia burocracia, a los revolucionarios no nos queda otra opción que la de poner todo esto en blanco y negro, para intentar salvarla. 

No es este un ataque personal a nadie: estos análisis, estas críticas y estas propuestas surgen  ante la necesidad de rectificar este rumbo que genera el estatismo. Conocemos el trabajo abnegado y de entrega total de miles de compañeros en los aparatos del Partido y el Estado, que no lucran con sus posiciones y sufren por la imposibilidad de resolver los problemas a los que se enfrentan. No es de ellos la culpa, ni culpables hay que buscar en proceso tan arduo y complejo, con enemigo tal a poca millas; solo hay que reencaminar la Revolución hacia la dignificación del hombre y el trabajo que brindaría la socialización.

El proceso de estancamiento estalinista en la URSS fue el verdadero responsable del desastre del socialismo en el siglo XX. El mismo  tuvo su base económica en la centralización de la propiedad, los recursos, el excedente y en la planificación centralizada combinados con el capitalismo de Estado que explotaba trabajo asalariado. Su apoyo social fue la burocracia engendrada por todo aquel estatismo. Las experiencias deben ser útiles. ¿O acaso las leyes socioeconómicas, las de la lucha de clases, no son válidas para Cuba y nuestra Revolución? ¿Las buenas intenciones de la máxima dirección, su honestidad y entrega podrán salvarnos de esos factores objetivos condicionantes si no logramos modificarlos?

Si cayera Cuba, caería América en manos del imperialismo, como nos dijo Martí.

Es demasiado grande nuestra responsabilidad para permitir que el burocratismo siga avanzando y destruya la Revolución como anunció Fidel  y también sean aniquiladas con ella las esperanzas del pueblo que la hizo y la ha defendido con su vida y las de millones de revolucionarios y comunistas en todo el mundo que confían en este  bastión y ven como Cuba se mantiene en la batalla a pesar de todas las agresiones y bloqueos del imperialismo.

La defensa de la Revolución  es necesaria hoy más que nunca, pero no desde su apología que no habría de ampararla, sino desde la crítica de sus errores y desviaciones, que es lo único que puede salvarla del abismo restaurador capitalista que la amenaza desde la inconciencia de su propia burocracia.

La concepción estato-centrista predominante nos está conduciendo al fracaso. Los que pensamos así vamos a continuar esclareciendo estas posiciones por todas las vías posibles, tratando de convencer  a los  que consideramos equivocados y de lograr que esa política cambie sin hacer la más mínima concesión al imperialismo y sus lacayos, sin admitir injerencia alguna en nuestros asuntos internos por parte de ningún gobierno foráneo y sin realizar acciones que puedan fracturar el frente revolucionario. 

Lo que estamos planteando no le conviene para nada al enemigo pues no sirve a sus intereses. Ellos saben que nuestras propuestas fortalecen el socialismo que esperan destruir, precisamente con la colaboración de los métodos que estamos criticando. La cohesión -no la falsa unanimidad- es imprescindible.

En la antigua Europa ex socialista,  estos tipos de análisis eran  considerados desviaciones izquierdistas, diversionistas y revisionistas. Todas esas acusaciones  fueron armas usadas por el estancamiento en otros tiempos contra los revolucionarios, pero hoy ya no es posible repetir aquellos desaciertos. Quienes lo intenten, quedarían claramente identificados como intolerantes, oportunistas,  dogmáticos y estalinistas  condenados por la historia, cartelitos que no conviene a nadie llevar al cuello ahora porque su peso cortante es demasiado grande.

Tampoco creemos que quienes defienden el rumbo actual sean pro-imperialistas, anexionistas, antipatriotas, ni anti partido aunque sabemos que el camino que impulsan actualmente, hacia el fortalecimiento del capitalismo de Estado, conduce a la consolidación del burocratismo, a la destrucción de la Revolución y la restauración capitalista anexionista. Se trata de un fenómeno de falta de claridad  político-ideológica.

Es evidente que nuestros defensores del Socialismo neo-capitalista de Estado, no entienden o no se disponen a estudiar uno de los problemas teóricos fundamentales de la filosofía, la economía y la Política: no es posible construir la nueva sociedad con los métodos de la organización asalariada del trabajo que caracteriza al capitalismo. No comprenden que existe una flagrante contradicción entre medios capitalistas y fines socialistas. No es posible construir el feudalismo con esclavos, el capitalismo con siervos ni el socialismo con asalariados. Al socialismo corresponde otro tipo de trabajador, el cooperativista, el autogestionario, puesto que las nuevas relaciones de producción no van a ser las típicas del capitalismo sino las genéricas del socialismo, el cooperativismo, la autogestión y la cogestión (obrero-estatal). Tampoco comprenden que el socialismo de Estado no es viable desde el punto de vista de la Economía Política, porque su sistema distributivo igualitario contraviene su forma de producción asalariada y lleva inevitablemente a  sistémicos y continuos déficit de producción y a la escasez. (1)

Se trata de una convicción errónea de lo que es el Socialismo, de un empecinamiento caprichoso basado en la buena voluntad de un grupo de revolucionarios que no se percatan de estar engendrando una burocracia que puede acabar con la obra de la Revolución y con ellos mismos si no se le pone coto, por la vía  de la verdadera socialización de la apropiación de la propiedad y el excedente.

La dirección actual debe mostrar  confianza en la clase trabajadora para que ella misma –directamente-  maneje la economía como corresponde al socialismo; debe dar pasos  firmes encaminados a hacer efectiva la administración de los medios de producción por los colectivos de trabajadores, apoyar con esos fondos  la organización de las nuevas formas socializadas de producción (el cooperativismo, la autogestión y la cogestión) tanto en la agricultura como en la industria y los servicios, para integrar todo en un plan común de desarrollo nacional; potenciar aun más el trabajo por cuenta propia –que no es capitalista y tiene carácter autogestionario-; y consolidar el poder real de los órganos del poder Popular, desconcentrando partes de esos fondos de los ministerios -que deberían quedar para funciones metodológicas y de control general- y entregarlos a los órganos del Poder Popular a los distintos niveles.

Si el gobierno central no procede en  dirección a socializar y democratizar la economía, y con ella la sociedad, el descontento de los trabajadores y del pueblo aumentará, y ellos mismos se encargarán de realizar  los cambios cualitativos que inevitablemente sobrevendrán a la acumulación cuantitativa de insatisfacciones que se han venido sumando por  años. La rebelión silenciosa, que hace rato se viene manifestando, no contra la Revolución sino contra sus desviaciones,  imperceptible a los ojos de los obnubilados en su autocomplacencia, podrá tornarse en actuante con motivo de cualquier eventual condicionamiento.

Fidel  en su “Autocrítica de Cuba” acaba de realizar una crítica mordaz a los burócratas que despilfarran recursos y no tienen en cuanta los peligros a los que nos enfrentamos. Acabemos de organizar la producción sobre la base  del control obrero entonos los aspectos, de manera que ese desorden se haga imposible.

En la URSS, el golpe de Estado contra Gorbachov y su mal llevado -o como quiera llamársele- proceso de reformas, fue el detonante que catalizó el creciente descontento masivo con el sistema centrista y tiró el pueblo a las calles, situación que fue capitalizada por  Boris Yeltsin y las fuerzas pro-capitalistas de la burocracia aliadas a las mafias que rápidamente encontraron reconocimiento y apoyo de todo tipo en el imperialismo. En el PCUS predominaban las corrientes estalinistas y neoestalinistas y las de izquierda habían sido aplastadas desde la época de Stalin y posteriormente estigmatizadas como “revisionismo” y otros “ismos”  por los oportunistas, estatistas y conservadores.

Si en momentos anteriores la dirección de Fidel y la confianza del pueblo en él, fueron un  freno ante posibles protestas populares, su actual convalecencia, que podría ser lamentablemente definitiva y su evidente y  obligada ausencia de los escenarios políticos internos, puede favorecer circunstanciales demostraciones callejeras. Recuérdese que en 1994, solamente la presencia directa de Fidel en las calles de La Habana, evitó un amotinamiento mayor. La eventual represión de un hecho masivo podría marcar el inicio del fin de la Revolución. La contrarrevolución y el imperialismo podrían intentar este tipo de provocación.

“Este pueblo está cansado ya de justificaciones”, dijo Raúl Castro. ¡Cuanta verdad encierran esas palabras! Los cubanos, mayoritariamente, queremos la Revolución y el socialismo, pero estamos cansados de que todo se siga justificando con el bloque imperialista; no soportamos  ya la libreta de racionamiento, los bajos salarios, los altos precios de las mercancías de primera necesidad, la falta de transporte público mientras casi toda la burocracia se pasea en autos, el hacinamiento de familias de tres y hasta cuatro generaciones en viviendas mal conservadas, la doble moneda que esconde la explotación y no llega a todos, la explotación asalariada de los trabajadores por el Estado neocapitalista, el desastre en nuestra agricultura y la destrucción prematura de nuestra industria azucarera, columna de nuestra nacionalidad, la dependencia alimentaria del enemigo histórico y sus negativas consecuencias para el campo cubano, la insalubridad de los barrios habaneros,  la explotación de nuestros profesionales y obreros por las empresas extranjeras,  el jineterismo en diverso grado al que se han plegado cientos de miles de jóvenes de ambos sexos para poder llevar de comer a su casa y poder vestirse decorosamente, la corrupción impuesta a la clase obrera que ha tenido que “inventar” desviando recursos  para garantizar su auto-reproducción social, las largas colas y el tiempo perdido para resolver cualquier problema burocrático, los abusos de la burocracia, la extorsión a los cuentapropistas, los bajos precios del monopolio estatal de acopio de productos agrícolas, el abandono del campo, la discriminación del cubano en áreas turísticas en su propio país, la discriminación racial velada y otras muchas insoportables cuestiones y encima de la sociedad desastrada, el discurso triunfalista y autocomplaciente del oficialismo en la prensa y la televisión. No aceptamos nada de eso, porque nada de eso es socialismo.

Por estas razones, tantos desean irse del país a como dé lugar, ya sea a misiones internacionalistas, contratos de trabajos, visitas familiares  o por cualquier motivo y cientos de miles  llenan planillas del bombo norteamericano y arriesgan sus vidas en el Estrecho de la Florida  atraídos por los cantos de sirena de la asesina Ley de Ajuste Cubano. Son esas las verdaderas  causas, y no las “debilidades ideológicas consumistas” que se achacan a muchos de los que se van y quieren irse como motivos.

Si los revolucionarios y los comunistas no manifestamos más abiertamente nuestro descontento es porque confiamos en que se producirá un cambio de rumbo hacia más socialismo en cualquier momento, y porque  no queremos propiciar un fraccionamiento del campo revolucionario que abra el camino a un eventual regreso al pasado capitalista -que necesariamente ahora sería anexionista- no deseado  por la gran mayoría del pueblo. Por eso promovemos la cohesión desde la discusión intrarevolucionaria para el consenso.

El teórico italiano del socialismo moderno Antonio Gramsci escribió: "Si la clase dominante pierde el consenso deja de ser dirigente, se vuelve únicamente dominante, mantiene apenas la fuerza coercitiva, lo que comprueba que las grandes masas se alejaron de la ideología tradicional, no creyendo ya en lo que creían antes”. Y eso, ahora mismo, nos está pasando en Cuba. Entendamos que ya no hay consenso en la sociedad sobre la forma en que se está conduciendo el proyecto revolucionario;  ya no hay  dirección sino más bien imposición. Busquemos el consenso o terminaremos perdiendo la credibilidad de las masas, ya bastante afectada.

Esta situación que se complica cada vez más por el empecinamiento en un rumbo equivocado,  y que anunciando avances lleva realmente al retraso en las relaciones socialistas de producción (el cooperativismo, la autogestión y la cogestión), puede terminar en un desastre para el socialismo en Cuba o en un renacer de la Revolución que tiene que alcanzar su fase raigalmente socialista: la socialización de los medios de producción.  Descartada queda una tiranía  de tipo estalinista que nadie quiere, cuya represión contra el pueblo y los comunistas sería la muerte del proceso.

Si no logramos resolver los problemas de corrupción y burocratismo, se agudizarán las contradicciones actuales que alguna situación coyuntural podrá catalizar y entonces todo dependerá de quien logre capitalizar el descontento de las masas: el enemigo imperialista, con sus aliados internos pro anexionistas, o las corrientes revolucionarias que  laten con fuerza en el seno del pueblo, el Partido Comunista y su  dirección.

Las fuerzas más revolucionarias y no contaminadas de burocratismo en la dirección de la Revolución, con Fidel y Raúl al frente no defraudarán la confianza que en ellos ha depositado el pueblo.

12 de Julio del 2007.  perucho1949@yahoo.es

1-Ensayo del autor. ¿Qué es socialismo?, 
http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=24223.


 
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