Radio Days
By: Julio Martínez Molina
Julio Martínez MolinaEmail: corresp@jrebelde.cip.cu
June 14, 2007
00:33:21 GMT

A CubaNews translation by Ana Portela. Edited by Walter Lippmann.
http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2007-06-14/dias-de-radio/

Life, which links periods like scrabble words, has made me take to bed due to an unfortunate bicycle accident, Usually the sick have the accompanying radio by their side and my situation recalled my early youth of short wave, long wave and FM.

How strange! The scenario of the dial hasn’t changed much from back then. Despite improving in professionalism, sparkle, social services, and ideological intentions, there is still more to achieve in the world of sound studios and microphones.

The scene is pretty good – I believe – in the plural which that is not directed only to an uncluttered or common receiver but a wide range of receivers with a diversity of tastes or demands, on the sound track; or current information or musical offerings.

However, there are some problems in the balance of scripts which deal with a varied review to youth spaces; from programs of a social content to other subjects (scientific, cultural, culinary).

Copyright or author’s rights seem to be a curse words in many. It is incredible how information is lifted from different web sites of international media – like a tracing – without the slightest mention of the source: the first thing taught in the school of Journalism.

Working with information or using it is still a a subject that is pending for some radio scriptwriters.

It is not such a futile mission that someone could think. There is a reason for heavyweights in the world information scenario, like the BBC and others who have now decided to only hire anchors who have studied journalism.

I would like to recall that, when a report is prepared, it should, at least, consider the basic rules of communication.

In truth, mentioning the source is a small sin when compared to the poor efficiency of some narrators, their orphaned values, the absence of a narrative focus in some scripts.

I mention narrative because communication also demands it both as a necessary requirement of veracity, solidity and critical judgment in statements.

Judgments which are scarce in spaces that rely on factual reproduction, in lieu of an analysis or questioning some figures given by international information chains and the leisure consortiums as unquestionable truths.

Recently, Cintio Vitier has said that only general knowledge “can immunize us against the poisonous wave of the banal and pleasurable of the raving mass media”.

Anyone who stands in front of a mike – regardless of the specialty, hour or radio station – must be supported by a basic knowledge to sharply recognize an over-evaluation or naivete of cultural criteria: innocence punished by the hangmen. 

Some radio stations in each territory are affected by the lack of collaborators or specialists on different subject matters

Also abundant are programs which bite their tails and are stumps of themselves. They have nothing to say, the vital cycle was complete. But, by the art of magic, they are still on the air.

The weightlessness of the leitmotif of the subject dealt with is evident in some occasions. It is not strange to find a space of social interest, with interviews that are (or should be) social agents of a certain magnitude in their respective fields. For example, an hour to talk about a silly gathering that only the promoters know about.

I tell it as I heard it. There is more but due to our historical misfortune – space – I can’t embroider.

I paraphrased Woody Allen in the title of this chronicle although without renouncing his irony in search of a clearer objectivity, regardless of whether my days in radio were not necessarily of wines and roses.
 

   
   


Días de radio

Julio Martínez Molina
Por: Julio Martínez Molina
Correo:
corresp@jrebelde.cip.cu
La vida, que enlaza etapas como letras un scrabble, me ha conducido por efecto de un infeliz incidente ciclístico a esa cama de convaleciente donde por lo general el dolido tiene a su lado la radio compañera; y así me hizo rememorar mi primera juventud de onda corta, larga y FM.

¡Cosa curiosa! El escenario del dial no cambió mucho en los últimos tiempos en el panorama insular. Pese a lo ganado en profesionalidad, amenidad, servicio social, intencionalidad ideológica, queda aún bastante por conseguir en el planeta sonoro de cabinas y micrófonos.

El cuadro pinta bien —creo—, en el interés plural de una empatía no enfocada solamente en un receptor despreocupado o corriente sino en una panoplia de receptores con diversidad de gustos o demandas; en empaque sonoro; en sentido de actualidad informativa o musical...

Sin embargo, hace aguas en el sentido del equilibrio de no pocos guiones que cubren un perfil general que va desde las revistas variadas hasta los espacios juveniles; desde los programas de facilitación social hasta los temáticos (científicos, culturales, culinarios).

El copyright o derecho de autor es una palabra maldita en no pocos de ellos. Resulta increíble cómo son repetidas —al calco— informaciones tomadas de las páginas web de diferentes medios internacionales, sin la mínima alusión a las fuentes: lo primero que te enseñan no más pisar una escuela de Periodismo.

Trabajar con la información, o a partir de ella, es una asignatura pendiente para algunos libretistas radiales.

Misión nada fútil, en contra de lo que pudiera pensarse. No en balde varias cadenas de peso en el contexto informativo mundial como la BBC y otras han decidido contratar, de ahora en lo adelante, solamente a conductores que hayan estudiado Periodismo.

Con esto quisiera recordar que cuando se va a informar deben tenerse en cuenta, cuando menos, los rudimentos mínimos de la comunicación.

En verdad, lo de la mención de la fuente sería peccata minuta en comparación con la poca eficacia de ciertos presentadores, su orfandad valorativa, la ausencia de foco narrativo de determinados guiones.

Narrativo digo porque el oficio comunicativo también lo exige; tanto como la necesidad irrecusable de veracidad, solidez y juicio crítico en los planteamientos.

Juicios que escasean en espacios que tienden a la reproducción factual, en desmedro del análisis o el cuestionamiento de ciertos datos dados por las cadenas universales de la información y los consorcios del entretenimiento, como verdades incuestionables.

En fecha reciente, el maestro Cintio Vitier ha dicho que es solo el conocimiento general «el que puede inmunizarnos contra la venenosa marea de banalización y hedonismo que atraviesa los indetenibles medios de comunicación masiva».

Quien se pare frente a un micrófono —no importa el perfil, horario o la radioemisora que fuera—, debe estar pertrechado del conocimiento básico que le haga poner ojo avizor ante la sobrevaloración o la ingenuidad en los criterios culturales: inocencia castigada por los verdugos.

A algunas radioestaciones las lastra la ausencia en su nómina de colaboradores o especialistas en las diferentes materias, que existen en cada uno de los territorios.

Abundan también los programas que muerden su cola y son muñón de sí mismos. Ya no tienen nada qué decir, se cumplió su ciclo vital. Mas, por arte de birlibirloque, continúan en el aire.

La ingravidez del leitmotiv en los tópicos tratados se hace evidente en ocasiones. No es extraño que un espacio de interés social, con entrevistados que son (o deben ser) agentes sociales de cierta magnitud en sus respectivos campos dedique, por ejemplo, una hora a hablar de una peña de quimbumbia que solo conocen sus promotores.

Tal como lo cuento lo oí. Y mucho más; si bien por razón de nuestro infortunio histórico —el espacio— no me es dable abundar.

Del viejo Woody Allen he parafraseado el título de este comentario, aunque renuncié a su ironía en aras de la más clara objetividad, pese a que mis días de radio no fueron precisamente de vinos y rosas.