Revista Ilustrada de Análisis General
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Cuentas claras

Ojalá…

Por: ARIEL TERRERO
nacionales@bohemia.co.cu

(15 de febrero de 2007)

De inicio, apoyé el ruego de aquel funcionario de un organismo cuyo nombre prefiero reservarme. "Ojalá –dijo- aparezca mucho petróleo en el área cubana del golfo de México." "Ojalá", le secundé. "Esa es la solución –agregó- para la economía cubana." Y justo ahí apliqué el freno. ¿La solución? Demasiado absoluta, aplastante, reducida. Desoxigenante, en fin. ¿Y si no aparece el petróleo, qué hacemos? ¿Nos cortamos las venas como nación?

Visiones tales tienen, a la vez, un halo místico, en consecuencia, perniciosamente contemplativo, y en mala hora tercermundista. Este planeta nuestro, dividido por el canal transoceánico del capital, ha dejado al Sur la augusta misión de producir materias primas y al Norte, el sacrificado papel de comprarlas con facturas de regalo para producir tecnologías, bienes y servicios de alto valor agregado, a precios de susto. Tantos siglos sumergidos en esa división de roles, ha sembrado en los subdesarrollados una mentalidad tendente a confiar en el milagro: un yacimiento de oro amarillo antes y de oro negro, hoy. La alternativa es que una coyuntura no menos prodigiosa dispare los precios del azúcar o de algún mineral y bailen las vacas gordas. Mientras espera por la obra de Dios, de la naturaleza o del mercado, la mentalidad de marras cruza los brazos… y las neuronas.

A Cuba, por ejemplo, le ha tocado en suerte un alza insospechada de los precios del níquel: en enero promedió más de 35 mil dólares la tonelada, dos veces la ya alta cotización que tenía hace un año. Si persiste en ese nivel, podría aportar a la nación casi tanto como el turismo, y a un mejor costo; un dato más concreto que la quimera del petróleo, pero no menos fortuito. Aunque abundan las conjeturas y las especulaciones, ningún vaticinio de precios se arriesga a poner la mano en la candela.

Tampoco la pondría yo para soñar con la producción nacional de hidrocarburos, que desde el 2002 ha oscilado, sin señales precisas de un nuevo despegue, entre 3,7 y 3,9 millones de toneladas por año, incluido el llamado gas acompañante.

¿Cuál es la alternativa, entonces? Crear, generar ideas, producir con eficiencia, depender de ese llamado capital humano que abunda en Cuba, pero que aún debiera rendir muchos más dividendos. Una buena muestra de lo posible es el abultado crecimiento de los ingresos externos en los últimos dos años, a cuenta de la exportación de servicios de alto valor agregado, fundamentalmente médicos.

Si de apuestas se trata, me inclino más por opciones como la Revolución Energética, que alienta un consumo eficiente de electricidad, muy oportuno por dos razones: los precios del petróleo se han disparado y el crecimiento de la economía cubana reclama inevitablemente un mayor gasto energético. ¿Quieren algo más estimulante que ENERGAS? Con el gas acompañante antes lanzado olímpicamente a la atmósfera, esa planta agrega poco más de los 400 megaWatts de electricidad que debía producir el fracasado monstruo electronuclear de Juraguá.

No fue "ojalá" la expresión clavada en la puerta de los laboratorios biotecnológicos y fábricas de medicamentos. Con súplicas, Cuba no hubiera desarrollado vacunas y otros fármacos ni las hubiera ubicado en el segundo lugar de la exportación de bienes, detrás del níquel. Una obra –y una inversión- paciente y tenaz, iniciada cuando parecía apenas una utopía loca, rinde hoy beneficios, en un anticipo de lo que pudiera generar el actual y ambicioso programa de informatizar a la sociedad.

Definitivamente, el desafío de los cubanos no es sentarse a esperar, sino buscar, andar caminos de desarrollo autóctono, que tampoco se hilan copiando recetas ajenas ni pescando señales divinas. La acción pasa por el enfrentamiento a lastras, exógenas unas, como el bloqueo estadounidense, endógenas otras, como artilugios burocráticos que inhiben el despegue agrícola, industrial o mental.

De acuerdo. Ojalá aparezca petróleo en las entrañas del golfo de México, pero sobre todo, ojalá dejemos los rezagos de mentalidad subdesarrollada. Y ojalá seamos capaces… Digo mal. Sin ruegos. Entre las alternativas, solo una es íntegra y recia en sí misma: que en cada lugar y momento, toda la cultura general y tecnológica de los cubanos se expresen también económicamente, para ser algo más que un bien de lujo o conquista ética de la Revolución.