Sobre el estreno en grande de … los inocentes

Joel del Río • La Habana
Fotos: Kaloian

El tercer largometraje de ficción cubano estrenado este año (luego de Madrigal y La edad de la peseta) ha encontrado el entusiasmo de su público natural, ávido por verificar en pantalla el reflejo de la realidad contemporánea. Y precisamente de recrear tragicómicamente esa realidad, sobre todo en el estrecho círculo de la familia, se encarga La noche de los inocentes, tercer largometraje de ficción dirigido por Arturo Soto (luego de Pon tu pensamiento en mí y Amor vertical) a quien le ha llegado el momento de regocijarse con la contemplación del  lunetario colmado por un público.

Ni La noche de los inocentes ni mucho menos su autor y guionista ocultan en ningún momento la intención de atraer al mayor número de espectadores posibles, sobre todo cubanos, mediante un juego que oscila entre el homenaje y la sátira al cine negro y al policiaco, pero que también asume a fondo elementos consustanciales al drama sicológico, la tragedia, la comedia costumbrista y de enredos, el grotesco y el absurdo. Con semejante combinación Soto y La noche… quisieron también desmarcarse, momentáneamente al menos, del cine de autor más complejo y hermético que signaba sus propuestas anteriores.

Pareciera que luego de permanecer casi una década (en ese período solo estrenó el documental Habana abierta, de 2003, en codirección con Jorge Perugorría), sin realizar ninguna película de ficción, el cineasta estuviera ansioso por comunicarse con el auditorio más amplio y de manera inequívoca. En diálogo con la prensa especializada, luego de la premier de su película, Soto se declaró sumamente ansioso por retornar al plató de rodaje, y por ello asumió una puesta en escena que resultara lo menos costosa posible, en una sola locación, sin mayores despliegues en la dirección de arte ni en otros rubros de la producción o posproducción. La trama nació de la unión de dos cuentos escritos por el propio cineasta durante el largo período en que no pudo verificar ninguna puesta en escena de ficción.

También se dio a conocer, como exclusiva noticiosa, que el filme se exhibiría en el Mercado del cine del Festival de Cannes, con el fin de que fuera vista por distribuidores o representantes de otros festivales, de modo que se abran para el filme caminos de distribución internacional, y posteriormente se espera llamar la atención de los distribuidores italianos (Davide Riondino se desdobla en las funciones de actor y productor ejecutivo).

Por otra parte, el director negó que su película fuera una comedia (supongo que intentó diferenciarse de cierta tendencia a la comedia folclorista y maniquea tan frecuente en el cine cubano de los últimos 20 años) y la calificó más bien como una suma de pequeños dramas individuales, con ráfagas de humor, guiños al cine negro y un homenaje breve e implícito a Fresa y chocolate y a Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, cuya obra no está en los medios cubanos —según el criterio de Soto— con la asiduidad que reclama la altura cultural de su legado. Además, por mucho que el humor tenga un peso en el filme, el cineasta confía en que el espectador se quede reflexionando sobre el futuro y las experiencias vitales de estos personajes, más allá de los episodios de sesgo más o menos farsesco que muestra el filme.

Para quienes todavía no la han visto, les cuento que La noche de los inocentes tiene cien minutos, y relata la pesquisa que emprende un policía, ayudado por una enfermera, en un hospital donde abandonan a un travesti golpeado e inconsciente. La encuesta policiaca que se emprende para conocer al culpable, y las causas del hecho delictivo, ponen al descubierto (en constantes retrospectivas) el trasfondo familiar, los secretos, las pasiones y frustraciones no confesadas, los traumas de la relación padres-hijos, los prejuicios de diferente sesgo y la doble moral imperante. Todo ello expuesto con gracia, naturalidad, poder de convencimiento y notables desempeños actorales, al tiempo que se propone una mirada crítica, lejos de ponzoñosos espíritus y superficialidades irresponsables, sobre diversos aspectos de la realidad cubana actual.

Protagonizada por Jorge Perugorría (aquí contenido, muy cómodo y absolutamente convincente como en Fresa y chocolate, Amor vertical o Lista de espera) en el papel del policía encargado de la investigación del caso, y sancionado luego de atropellar al público en las colas de los cines, y coproducida por Cuba, Italia y España, La noche de los inocentes cuenta con música original de Ernán López- Nussa y notable fotografía de Ernesto Granado, amén de una banda sonora (aludo a los sonidos y silencios más allá de la mucha música que se escucha) barroca y plena de significados y sugerencias. En el elenco figuran actores de larga trayectoria, casi todos repitientes en la filmografía de Soto, como Susana Pérez (Pon tu pensamiento en mí), Silvia Águila (Amor vertical), Aramís Delgado y los noveles Yasmani Guerrero, Rachel Falcón y Edenis Sánchez, entre otros.

Si el filme no tuviera otros valores, que los tiene, al menos representa la oportunidad de entrenamiento para su director, y la vía para demostrar que puede lograr una comunicación idónea, y necesaria para todo creador, con el auditorio cubano. En la actualidad, Arturo Soto se prepara para un empeño superior: Peter Pan Kids, un filme complejo que requiere una inversión mayor en todos los sentidos, y que parte del guión ganador del Coral, en la categoría de guión inédito, del XXVIII Festival de Nuevo Cine Latinoamericano en 2006. En lo que llegan empeños mayores, está disfrutando su éxito en taquilla. Que para bien sea.

http://www.lajiribilla.cu/2007/n316_05/316_12.html