http://www.lajiribilla.cu/2007/n308_04/308_03.html  March 31, 2007

   
   

A propósito de Marx en el Soho

Rubén Sicilia • La Habana


Confieso que no soy muy seguidor de las producciones televisivas nacionales. Tal vez porque como teatrista al fin, mi pensamiento va por otros vericuetos, quizás también porque —sinceramente— muchas producciones quedan por detrás de mis expectativas. No es éste el caso. Una puesta en escena de procedencia teatral de largo recorrido y éxito, es asumida por la televisión nacional para el espacio teatro. El producto final ha quedado, no solo como una empresa fiable y una producción con una visualidad poderosa si consideramos los limitados recursos a los que se tiene acceso en las producciones actuales de la televisión, si  no que constituye per se un suceso para la cultura nacional, de igual envergadura que la versión teatral homónima. No obstante que la puesta en escena en teatro cobra mayor relieve conflictual, alcance y significado.

Un texto peculiar en las difíciles coordenadas del monólogo, pero con un gran impacto contemporáneo, escrito por el eminente politólogo norteamericano Howard Zinn, que contribuyó, con su presencia en el estreno teatral en la Sala Llauradó, a cautivar la atención de públicos y crítica en general. El texto, a pesar de que pudiera cuestionarse alguna que otra debilidad dramatúrgica –recordemos que Zinn no es un dramaturgo habitual- tiene tanta fuerza e interés contemporáneo que remueve, provoca y confronta al espectador.

La acción sucede en un universo especulativo imaginario. Carlos Marx, el filósofo otrora defensor de los oprimidos ha sido “liberado” del reino de los muertos tan solo por unas horas. Ha decidido entonces venir al sitio donde vivió antes, el Soho, el lugar de los oprimidos y marginados por excelencia; pero tal vez por un accidente del destino “cae” en el Soho de Nueva York y no en el de Londres. Justo aquí habla para todos los que quieren escucharlo por esta vez. Los espectadores son asumidos como testigos de estas declaraciones. Critica por igual las formas dogmáticas del socialismo así como las tendencias más crueles del capitalismo, entregándonos a todos una lección inigualable de humanidad y sentido ético que va más allá de las fórmulas vacías de los manuales.

Tras una significativa demora después de filmado, la televisión cubana ha decidido transmitir este excelente trabajo, lo que evidencia una voluntad de estimular el pensamiento crítico precisamente ahora que se realizan amplios debates sobre el pasado en el campo de la cultura.

El texto se enfoca  en forma chispeante e inteligente en los posibles aciertos y desaciertos del socialismo teniendo en cuenta su solidez como ideario de los oprimidos. Demuestra así un sentido profundo y crítico, ajeno al triunfalismo y la desmesura. Parece llevarnos a la conclusión indubitable de que por encima de los modelos de sociedad puede encontrarse un estrato superior: el sentido humanista de la vida para todos los hombres de la tierra.

El espectáculo unipersonal, en su versión teatral resultaba mucho más concentrado en la interpretación magistral de Michaelis Cué, un actor de ya largas horas de vuelo, su interpretación era más honda, completa y acabada. Con matices gestuales que pudiéramos apuntar como “grotowskianos”.

No sucede así en la versión televisada donde el actor se contiene en una interpretación más naturalista y mesurada y que, aunque sigue siendo muy profesional y atinada, no logra el alcance de relación público-actor en la sala teatral.

En esta versión televisiva el guión rompe un poco la linealidad inherente a todo monólogo pretendiendo dinamizar la estructura del “relato” mediante intervenciones más o menos directas de otros personajes (Engels, Bakunin, la esposa de Marx y la presencia de los indigentes silenciosos) así como la presencia de códigos visuales evocados y universales que logran ubicar el texto en la contemporaneidad.

Felicitaciones a Padilla, director de la versión televisiva, por estos logros, aunque hay que indicar un detalle al paso. En mi opinión la intención de fortalecer la línea dramática hubiera resultado aún mejor si los personajes caracterizados como indigentes hubieran sido interpretados por actores y no por figurantes. Esto hubiera intensificado las reacciones no-verbales al soliloquio del personaje de Marx de tal modo que se hubieran creado interacciones.

Salvo este detalle, me parece una atinada, oportuna y necesaria versión de un espectáculo teatral de los de más relieve en el panorama teatral cubano de los últimos años.

Un espectáculo que tal vez más temprano que tarde, por esos avatares extraños de la vida pueda ser visto también en medio del Soho Newyorkino, ¿por qué no? Ante la mirada, a ratos curiosa, a ratos inquisidora de muchos espectadores que como yo resulten fascinados.

Ficha técnica: Inicialmente un monólogo teatral de factura excelente interpretado por Michaelis Cué, un actor de ya larga trayectoria. El texto del renombrado politólogo Howard Zinn. Un texto que se convirtió en un suceso cultural en el marco de la Habana teatral que así mismo ha viajado a varios países y que este jueves 15 de marzo de 2007 nos sorprende con una sugerente puesta en escena televisiva.