La soledad, sensible consejera

Por
ARC

http://www.somosjovenes.cu/index/semana38/soledad.htm

Gema tiene 20 años y hace solo tres meses concluyó según sus palabras, “una abrumadora relación de pareja” con la que llevaba varios años. Al principio sintió su mundo voltearse patas arriba, la existencia carente de sentido y vacía.

Su actual estado de soledad la deprimió hasta lanzarla a la inacción (eso, a pesar de tener claro lo inútil deque sería una nueva alianza con su ex). Fue al cabo de unas semanas cuando comprendió que debía escapar del estatismo. ¿Y saben qué estrategia adoptó? Pues fácil, se concentró en las posibilidades que le ofrecía la soledad y lo hizo con tanta destreza que hasta escribió un libro de poemas en menos de un mes.

Ahora tiene tantas ideas creativas que el tiempo para estar a solas siempre le parece poco.

Buscando el punto medio
Por supuesto que tener pareja tiene su magia. Es un divertido acuerdo ese el de de andar tras las huellas del alma gemela para complementar nuestro mundo y como dicen por ahí: dos cabezas piensan más que una: pero no hay que exagerar. La pareja no es necesariamente la meta exclusiva en la vida. Hay infinidad de posibilidades a elegir con las que ennoblecer nuestra naturaleza.

Todo parece indicar que la mayoría de las personas teme a la soledad, ese estado que suele asociarse a la reclusión, el retraimiento y hasta en ocasiones a la incomunicación.

No son pocos los que, como mínimo, ansían tener un amante, pues para ellos estar sin nadie equivale a sentirse rechazados, solos y desesperados. Sin embargo, investigaciones de prestigiosos sexólogos, como es el caso de Shere Hite, demuestran que no tienen ningún elemento real: la mayoría de las personas que ha logrado orientarse profesionalmente y conseguido llenar su vida de aquello que le proporciona placer o crecimiento espiritual, no acostumbra sentirse sola o desesperada por no tener pareja. Para ellos la soledad también es buena consejera.

Las malas jugadas del temor
Es preciso comprender la naturaleza del temor. ¿Por qué tememos a la soledad cuando en realidad disfrutamos y necesitados pasar tiempo a solas? Pues es bien sabido que para muchos resulta más fácil liberarse, ser auténticos y deshacerse de las máscaras de las convenciones cuando se encuentran solitarios, en contacto consigo mismos que en ningún otro momento.

La causa parece descansar en la memoria colectiva. Pues en realidad, somos la consecuencia de nuestra vida culturalmente compleja; y como plantea el pensador J. Krishnamurti: “somos el resultado de toda la cultura humana, con la educación y las experiencias, no solo de unos pocos años, sino de siglos”.

Lo curioso es que, quizás por un error de recuerdo, hemos decidido creer que solos, sin la pareja, estamos perdidos. Y digo error porque si hacemos justicia y empleamos nuestras cabezas no con fines decorativos, sino con el real propósito en nuestro cuerpo: el de hacernos pensar, admitiremos que la mayor parte de las acciones nos toca hacerla solos. Caminar con nuestros pies, ver con nuestros ojos o crear con nuestra imaginación, por citar algunas.

No es difícil reconocer que cada uno de nosotros tiene un trasfondo de conocimiento, prejuicio y experiencia, así como el peso de las innumerables cuestiones complejas implicadas en la relación humana. Y si a esto le sumamos los viejos tópicos insertados en el inconsciente colectivo, damos por sentado que las personas que están solas viven así porque nadie las quiere y no porque en realidad lo eligen.

¿Nadie elige la soledad?
Se equivocan quienes lo piensan. Y si quieren convencerse, lean a continuación lo que dicen estos jovencísimos estudiantes:

Rafael, alumno de San Alejandro: “Yo disfruto la soledad, la busco porque es en ella donde encuentro la respuesta a mis preguntas. Cuando estoy solo, pensando, me llegan cientos de ideas para mis esculturas. Claro que cuando tengo novia lo disfruto igual. Me gusta estar enamorado, pero de lo contrario la escultura llena mi soledad, es mi gran amor y no espera nada de mí…, quizás por eso se lo doy todo”.

Claudia, estudiante del Instituto Preuniversitario Vocacional Vladimir Ilich Lenin: “Yo busco todos los días aunque sea estar una hora sola, conmigo. Me gusta caminar por el Malecón, sentarme frente al mar a ver las puestas de sol. Siempre son distintas. Yo sé que a la mayoría de la gente eso le parece una tontería y me dicen que soy rara, como fuera de este tiempo. Lo cierto es que la paso bien así. Puede que tengan razón, no sé; pero sí tengo claro que no cambio los encuentros conmigo misma por nada. Y ahora no tengo pareja porque me siento cómoda sola, tengo más tiempo para estudiar, para concentrarme en el propósito fundamental de este momento: coger la carrera de Medicina”.

Mario, estudiante del Curso de Superación Integral: “Nunca me aburro cuando estoy solo: tengo miles de libros para leer, revistas… me voy al cine todas las tardes; cuando no, voy al teatro o algún concierto de rock. Creo que tengo un temperamento artístico, por eso necesito espacios de soledad y autonomía”.

Es evidente que la soledad no mata y ya lo sabes: “no te dejes decir nunca que no puedes divertirte cuando estés solo. ¡Claro que puedes!”.

Y como afirma el viejo refrán: “A veces es mejor estar solo que mal acompañado”.