(Taken from Somos Jóvenes, February 26 – March 5, 2007)

It’s been only three months since Gema, 20, finished what she describes as an “exhausting relationship” she had kept for some years. At first she felt her world was helter-skelter, her life pointless and empty.

She felt depressed to the point of inaction (even if she knew that making up with her ex would be useless). Only weeks later did she realized that she had to overcome her immobility. Know what her strategy was? Very easy: she just focused on the chances offered by loneliness and made the most of it. Why, she even wrote a book of poems in less than one month!

She has so many creative ideas now that her moments of solitide seem to whiz past.

Finding the middle ground

It goes without saying that having someone has a certain magic about it. It’s definitely amusing to follow in your soul mate’s footsteps to round out your world since, as the saying goes, two heads are better than one… but there’s no need to overdo it. A couple is not necessarily life’s only goal. There are plenty of other choices to make our nature noble.

All indications are that most people are afraid of solitude, that state usually associated to seclusion, withdrawal and even confinement sometimes.

There are many who long for at least a lover, because to them being with nobody is as good as feeling rejected, alone and desperate. Yet, as research by prestigious sexologists such as Shere Hite has proved, there’s no reason for them to: as a rule, most people who have succeeded in their professional life and filled their existence with whatever gives them pleasure or helps their spirit grow seldom despair over being alone. To them, loneliness can give sound advice too.

Fear’s dirty tricks

It’s essential to understand the nature of fear. Why are we afraid of being alone when we actually enjoy and need being alone for a while? It’s a fact that many find it easier to be real, uninhibited and ready to get rid of the mask of conventionality when they’re by and in touch with themselves than at any other time.

The root cause seems to lie in collective memory, taking into account we’re the result of our culturally complex life. As stated by the thinker J. Krishnamurti, “we are the outcome of the overall human culture, with an education and experience gained not in a few years but in centuries”.

What’s funny is, due perhaps to a lapse of memory, that we’ve chosen to believe that alone, without a partner, we’re lost. And I say lapse because if we’re fair and use our heads for its real purpose: thinking and not just for decoration, we have to admit that most of what we do we do it alone: we walk with our own feet, see with our own eyes, and create with our own imagination, to mention just a few examples.

It’s easy for all of us to recognize that we have a background of knowledge, prejudice and experience no less meaningful than the burden of countless complex issues that human relations entail. And if we add to this equation the age-old topics we have deeply rooted in our collective unconscious, we take it for granted that people who are alone remain so because nobody loves them and not because they really choose to.

Does anyone choose to be alone?

You’re wrong if you say no. And if you don’t believe me, read what these very young students have to say about it:

Rafael, a student at [Art School] San Alejandro: “I enjoy solitude, and look for it because there’s where I find the answers to my questions. When I’m alone, thinking, I get hundreds of ideas for my sculptures. Sure, it’s the same even if I’ve got a girlfriend. I like to be in love, but otherwise sculpturing fills my solitude; it’s my great love and demands nothing from me… maybe that’s why I give it all I have”.

Claudia, from the Vocational Pre-university Institute Vladimir Ilich Lenin: “Every day I try to be by myself for at least an hour. I like to walk along the [Havana’s seawall avenue] Malecón and sit in front of the sea to watch the sunset, which is a different one every time. I know it sounds silly to most people, and they say I’m weird and belong in another age. Truth is, I have a good time doing that. Who knows, they might be right, but I do know that I change those moments with myself for nothing. And I don’t have a boyfriend right now for I feel comfortable being alone and have more time to study and focus on my main goal these days, which is make it to Medical School”.

Mario, who attends an Integrated Upgrading Course[1]: “I’m never bored when I’m alone: I’ve got a thousand books and magazines to read; in the afternoon I go to see a movie, or a play, or a rock concert. I guess I’m a person of artistic temperament who needs to be alone now and then”.

Obviously, being by ones self isn't fatal, so now you know: never allow yourself to think you can’t have fun when you’re alone. Sure you can!

As the saying goes, “Sometimes it’s better to be alone than in bad company”.

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[1] Within the context of the so-called Battle of Ideas in Cuba, these courses were originally conceived for young men and women dissociated from the labor market and/or the educational system. (T.N.).

 

La soledad, sensible consejera
Por: ARC
Fotos: Abel
http://www.somosjovenes.cu/index/semana38/soledad.htm

Gema tiene 20 años y hace solo tres meses concluyó, según sus palabras, «una abrumadora relación de pareja» con la que llevaba varios años. Al principio sintió su mundo voltearse patas arriba, la existencia carente de sentido y vacía.

Su actual estado de soledad la deprimió hasta lanzarla a la inacción (eso, pese a tener claro lo inútil que sería una nueva alianza con su ex). Fue al cabo de unas semanas cuando comprendió que debía escapar del estatismo. ¿Y saben qué estrategia adoptó?

Pues fácil, se concentró en las posibilidades que le ofrecía la soledad y lo hizo con tanta destreza que hasta escribió un libro de poemas en menos de un mes. Ahora tiene tantas ideas creativas que el tiempo para estar a solas siempre le parece poco.

Buscando el punto medio
Por supuesto que tener pareja tiene su magia. Es un divertido acuerdo ese el de andar tras las huellas del alma gemela para complementar nuestro mundo y como dicen por ahí: dos cabezas piensan más que una; pero no hay que exagerar. La pareja no es necesariamente la meta exclusiva de la vida. Hay infinidad de posibilidades a elegir con las que ennoblecer nuestra naturaleza.

Todo parece indicar que la mayoría de las personas teme a la soledad, ese estado que suele asociarse a la reclusión, el retraimiento y hasta en ocasiones a la incomunicación.

No son pocos los que, como mínimo, ansían tener un amante, pues para ellos estar sin nadie equivale a sentirse rechazados, solos y desesperados. Sin embargo, investigaciones de prestigiosos sexólogos, como es el caso de Shere Hite, demuestran que no tienen ningún elemento real: la mayoría de las personas que ha logrado orientarse profesionalmente y conseguido llenar sus vida de aquello que le proporciona placer o crecimiento espiritual no acostumbra a sentirse sola o desesperada por no tener pareja. Para ellos la soledad también es buena consejera.

Las malas jugadas del temor
Es preciso comprender la naturaleza del temor. ¿Por qué tememos a la soledad cuando en realidad disfrutamos y necesitamos pasar tiempo a solas? Pues es bien sabido que para muchos resulta más fácil liberarse, ser auténticos y deshacerse de las máscaras de las convenciones cuando se encuentran solitarios, en contacto consigo mismos que en ningún otro momento.

La causa parece descansar en la memoria colectiva. Pues en realidad, somos la consecuencia de nuestra vida culturalmente compleja; y como plantea el pensador J. Krishnamurti: «somos el resultado de toda la cultura humana, con la educación y las experiencias, no solo de unos pocos años, sino de siglos».

Lo curioso es que, quizás por un error de recuerdo, hemos decidido creer que solos, sin la pareja, estamos perdidos. Y digo error porque si hacemos justicia y empleamos nuestras cabezas no con fines decorativos, sino con su real propósito en nuestro cuerpo: el de hacernos pensar, admitiremos que la mayor parte de las acciones nos toca hacerla solos; caminar con nuestros pies, ver con nuestros ojos o crear con nuestra imaginación, por citar algunas.

No es difícil reconocer que cada uno de nosotros tiene un trasfondo de conocimiento, prejuicio y experiencia, así como el peso de las innumerables cuestiones complejas implicadas en la relación humana; y si a esto le sumamos los viejos tópicos insertados en el inconsciente colectivo, damos por sentado que las personas que están solas viven así porque nadie las quiere y no porque en realidad lo eligen.

¿Nadie elige la soledad?
Se equivocan quienes lo piensan. Y si quieren convencerse lean a continuación lo que dicen estos jovencísimos estudiantes.

Rafael, alumno de San Alejandro: «Yo disfruto la soledad, la busco porque es en ella donde encuentro la respuesta a mis preguntas. Cuando estoy solo, pensando, me llegan cientos de ideas para mis esculturas. Claro que cuando tengo novia lo disfruto igual. Me gusta estar enamorado; pero de lo contrario la escultura llena mi soledad, es mi gran amor y no espera nada de mí... quizás por eso se lo doy todo.»

Claudia, estudiante de la Lenin: «Yo busco todos los días aunque sea estar una hora sola, conmigo. Me gusta caminar por el malecón, sentarme frente al mar a ver las puestas de sol. Siempre son distintas. Yo sé que a la mayoría de la gente eso le parece una tontería y me dicen que soy rara, como fuera de este tiempo. Lo cierto es que la paso bien así. Puede que tengan razón, no sé; pero sí tengo claro que no cambio los encuentros conmigo misma por nada. Y ahora no tengo pareja porque me siento cómoda sola, tengo más tiempo para estudiar, para concentrarme en el propósito fundamental de este momento: coger la carrera de Medicina.»

Mario, estudiante del Curso de Superación Integral: «Nunca me aburro cuando estoy solo: tengo miles de libros para leer, revistas... me voy al cine todas las tardes; cuando no, voy al teatro o algún concierto de rock. Creo que tengo un temperamento artístico, por eso necesito espacios de soledad y autonomía.»

Es evidente que la soledad no mata y ya lo sabes: «No te dejes decir nunca que no puedes divertirte cuando estés solo. ¡Claro que puedes!»